“...Lo
que los griegos crearon en la época de la polis no fue en vano. Las
nuevas monarquías de Oriente surgidas del Imperio de Alejandro se
basaron en ello y, gracias al vehículo de la cultura helenística,
los romanos recibieron también la impronta del espíritu griego y,
en no menor grado, también el mundo del cristianismo. Nuestras ideas
de lo humano y del humanismo son aún esencialmente griegas. El
espíritu griego no dejará de influir sobre la formación de los
individuos, mientras exista la cultura occidental.”
(Bengtson,
Hermann: Griegos
y persas,
pág. 381)
0.-Introducción.
De acuerdo con el enunciado de la PAC2 propuesto en la asignatura de
Món Clàssic I, en este trabajo se desarrollarán cuestiones
relacionadas con la época de la historia griega que hemos convenido
en denominar la “Época Clásica”. Esas cuestiones se
centrarán en tres aspectos concretos: la educación en el
mundo griego clásico, la figura de Sócrates y el papel de la
mujer ateniense en el contexto estudiado. No deben verse como
una elección al azar en absoluto: la educación era una de las
actividades esenciales de Sócrates (y quizás la que le llevó a su
fin) y la educación de la mujer ateniense podría quizás haber
disminuido la inferioridad en el aspecto jurídico/legal que
sufría...
Antes de entrar en el detalle de los temas concretos propuestos,
parece -como siempre- conveniente centrar el marco general en
el que nos moveremos. Así pues, tendremos que atender tres ejes
básicos en toda narrativa histórica: dónde sucedió, cuando
sucedió, qué sucedió...
Respecto al dónde, poco hay que añadir a lo ya expuesto1
en el anterior trabajo de esta asignatura. La Grecia Clásica no
difiere esencialmente de la Grecia Arcaica en cuanto a su
distribución territorial, excepción hecha de alguna colonias,
importantes sin duda, pero que participaron en los acontecimientos de
la Grecia Clásica de manera solamente marginal. (En este contexto,
Sicilia/Siracusa, por su situación geográfica y sistema de gobierno
sí que se vio claramente implicada.)2
Respecto al cuando y al qué, nos dedicaremos en los dos
apartados siguientes a hacer una, necesariamente breve, descripción
de ellos.
0.1.-Cuándo
sucedió.
Como es habitual, no existe un consenso unánime en la delimitación
temporal de la Época Clásica. Así, podemos ver diferentes
intervalos temporales para enmarcar el período, que difieren
tanto en lo que se ha de considerar el inicio como en lo que hay que
considerar como final. Veamos algunos ejemplos de ello, y así
podremos tomar una decisión al respecto con conocimiento de causa.
➀En el material de la asignaturar1
se hace iniciar la Época Clásica en las postrimerías del Siglo VI
a.C., con la desaparición de la tiranía de Pisístrates y sus hijos
(con la colaboración y soporte de Clístenes y el santuario de
Delfos)3.
El fin hay que situarlo, según estos autores, en la derrota de
Esparta ante los tebanos en la batalla de Leuctra, en el 371 a.C.,
que marcaría el principio de la decadencia de Esparta y abriría el
camino del poder a Macedonia4.
➁Morkotr2
sitúa el principio de la Época Clásica de manera menos nítida,
diluyéndolo un tanto entre el tiranicidio de los Pisistrátidas y la
implantación de la reforma democrática de Clístenes en el 505 a.C.
El final parece estirarlo hasta que Filipo II se hace definitivamente
con el poder macedónico5.
➂Finleyr3
hace la asociación de la Época Clásica con la hegemonía de las
ciudades-estado6,
evidentemente centrada en Atenas primero y en Esparta después. En el
inicio parece fijarse más que nada en la rivalidad griego-persa7,
y así hace especial hincapié en las guerras que hemos convenido en
agrupar bajo el nombre de “Médicas”. El final lo sitúa sin duda
en la aparición del poder de Macedonia8,
que viene a llenar el hueco dejado por Atenas, Esparta y Tebas.
➃Plácido Suárezr4
marca claramente el principio de la Época Clásica en el momento en
que Grecia se ve obligada a enfrentarse con la expansión persa9,
es decir, en las Guerras Médicas, hacia el año 499 a.C. Matiza este
inicio y afirma que “...hacen posible definir Maratón como la
última batalla de época arcaica y Salamina como la que da comienzo
a la época clásica.”10
El final lo coloca en el entorno macedónico, como los demás
autores, pero concretándolo en la batalla de Queronea (338 a.C.)11
(que es casi hablar ya de Alejandro
Magno...) con la que Filipo II acaba la conquista de Grecia.
➄Alonso Troncosor5 dice que “Con verdad se puede decir que la época clásica tiene
su fecha de nacimiento en las Guerras Médicas (490 y 480-79)...”12
y, como el anterior autor, sitúa el punto final13
de la decadencia de las hegemonías griegas en Queronea, enmarcada en
un contexto generalizado de agotamiento del modelo de las
ciudades-estado que habían conformado el núcleo de la Época
Clásica.
➅Bengstonr6
nos dice que “Con la tiranía de Pisístrato […] había
empezado en Atenas una nueva era.”14
Y un poco más adelante lo concreta más aún cuando dice que
“...se produjo al cambiar el siglo (500/499) un acontecimiento
que a la manera de un relámpago, puso al descubierto la situación
real de los griegos a ambos lados del Egeo: se trata de la
sublevación jónica, preludio de las guerras médicas”15.
Respecto al final, parece que esté pensando en el momento de la
muerte de Alejandro Magno en el 323 a.C., ya que nos dice, citando a
Droysen, que “El nombre de Alejandro designa el fin de una época
en el mundo y el principio de otra nueva”16.
➆Osborner7,
en el título de su obra consultada, ya ha marcado las fechas en las
que sitúa la Época Clásica. Si miramos la “Cronología”17
incluida en su obra, vemos que con la fecha de inicio, 500 a.C., está
englobando la reforma de Clístenes (507 a.C.) con la rebelión de
los jonios contra los persas entre 499 y 494 a.C., punto de partida
de los enfrentamientos griego-persas. La fecha final, 323 a.C.,
corresponde en esa “Cronología” a la muerte de Alejandro Magno.
Intentando sacar un “factor común” entre todos estos autores,
puede concluirse que la Época Clásica griega empieza con la
democracia ateniense y los enfrentamientos jonios con los persas,
todo ello sobre el año 500 a.C., y acaba cuando Macedonia toma el
relevo de Atenas, Esparta y Tebas. En este final, puede incluirse
o no el reinado de Alejandro Magno; me inclino más por no incluirlo,
dado que pienso que, aunque Alejandro Magno fue, por cultura y por
proyección de futuro, un griego clásico, sus actuaciones se salen
mucho del mundo clásico griego...
(Volver al índice)
0.2.-Qué
sucedió.
Pretender en la
introducción de un trabajo como este explicar lo que sucedió en
Grecia entre los años 500 y 323 a.C. es absolutamente imposible;
pero obviarlo del todo tampoco parece de recibo, ya que si no se
tiene al menos una idea al respecto, los temas concretos a tratar
posteriormente podrían aparecernos como totalmente
descontextualizados. Por tanto, intentaremos aquí dar una pincelada
sobre lo que nos parece más significativo de la historia de Grecia
en esos años.
①Desde
el punto de vista político/militar,
ya han aparecido los hechos básicos en el apartado anterior, por lo
que nos limitaremos a sistematizarlos cronológicamente, tras las
reformas democráticas “radicales” de Clístenes en los finales
del Siglo VI a.C.
Las
Guerras Médicas18
ocupan las dos primeras décadas del Siglo V determinan, en gran
parte, el devenir
histórico del resto de la centuria. Pueden establecerse en ellas
cuatro momentos
bien diferentes: la inicial rebelión jonia, un primer intento
fracasado de invasión persa, y las dos Guerras Médicas propiamente
dichas. La primera confrontación, en territorio del Asia
Minor, acaba con la
victoria persa tras la batalla de Lade (494 a.C.), y quizás lo más
significativo de ella fue la implicación de Atenas, que iba así
sentando las bases de su posterior hegemonía. Una invasión persa
por el norte de Grecia se fue agotando poco a poco (en realidad se
trató más de una expedición de castigo que de un auténtico
intento de invasión) y la retirada persa en el 492 a.C. dejó a los
medos ocupando toda Asia Menor y el Helesponto. A continuación, la
Primera Guerra Médica no fue más que otra expedición de castigo
persa, que tuvo importantes repercusiones político-militares para el
futuro de Grecia. Así, asistimos a un fenómeno de desunión entre
los griegos (nada que no hubiera sucedido ya antes, por otra
parte...) y Argos junto con Egina colaboraron en mayor o menor grado
con los persas, mientras que Esparta y Atenas no cedieron ante sus
pretensiones de sumisión. Atenas toma dos decisiones claves en su
historia: empujada por Temístocles19
(biografiado por Plutarcor8)
deriva hacia una potencia naval, contruyendo naves y fortificando
puertos; poniendo al frente de su ejército a Milcíades, consigue
detener a los persas en la batalla de Maratón20
(490 a.C.) que pone punto final a la invasión. Debe hacerse hincapié
en que la unidad de los griegos está bien lejos de conseguirse, ni
aún en estas difíciles condiciones, por lo que vemos la
prácticamente total inhibición de Esparta en esta guerra. La
continuación de las hostilidades en la Segunda Guerra Médica, que
Jerjes, el hijo de Darío, inicia con una gran cantidad de efectivos
militares (tanto navales como terrestres) vuelve a producir el mismo
fenómeno de desunión griega, y sólo Esparta y Atenas forman una
“liga griega”, expresión un tanto “optimista”, para
enfrentarse al invasor. Hay que hacer notar que el mando del ejército
conjunto recayó en Esparta, y no en Atenas, muy posiblemente por la
gran tradición militar de aquella. En los inicios del enfrentamiento
se produce el famosísimo episodio de la batalla de las Termópilas
(480 a.C.) , un primer intento, un tanto ingenuo, de detener el
avance persa. Nos lo cuentan con detalle tanto Herodotor9 21
como Diodoro de Siciliar10 22...
Tampoco la batalla naval del Cabo Artemisio23
(Artemisión) logró detener el avance persa, que llegó a Atenas,
evacuada por orden de Temístocles, saqueándola e incendiándola. Es
también Temístocles el que fuerza -en muchos sentidos- la batalla
naval de Salamina24,
infligiendo una severísima derrota a la flota persa, que abandona
Grecia. Quedan en ella las fuerzas terrestres persas, que son
derrotadas definitivamente al año siguiente en Platea25.
Las batallas citadas (Maratón, Termópilas, Salamina y Platea) han
pasado a nuestro imaginario como el paradigma del enfrentamiento del
tipo “David frente a Goliat”, pero debe huirse de
simplificaciones como esta, ya que la realidad suele ser más
compleja. Piénsese, por ejemplo, en las dificultades logísticas del
desplazamiento del ejército persa, inimaginables en aquel momento.
En realidad, el enfrentamiento entre las dos culturas fue un
enfrentamiento entre
dos maneras de entender el mundo y de aplicar el poder.
Salió “vencedora” la manera griega, pero podría haber sido bien
al contrario.
Tras
las Guerras Médicas, Atenas aparece como la ciudad “líder” en
el panhelenismo
que poco a poco se ha ido gestando/afianzando. Contribuyó mucho a
ello la creación de la “liga de Delos”26,
aunque en ella no estuviera Esparta, con la que simplemente se
mantenían “buenas relaciones”. La situación fue derivando hacia
una gran acumulación de poder en manos de Atenas, con una política
fuertemente expansionista. Ello acabó por enfrentar
a Atenas con casi todo el resto de Grecia,
que en la práctica llegó a mirar a Atenas casi con más temor que a
los persas. Es evidente que el concepto de “democracia” inventado
y practicado por Atenas no era realmente “democrático” -en
nuestra acepción actual- en opinión de casi nadie...
La
gestación de este malestar entre Atenas y una gran parte de Grecia
(aliados forzosos y/o enemigos declarados) duró unas cinco décadas
(llamadas la Pentecontencia)
que acabaron, de manera un tanto inevitable, en el conflicto armado
declarado entre Esparta y Atenas, que conocemos con el nombre de la
Guerra del Peloponeso.
Griegos contra griegos, una vez más, en un conflicto que realmente
era una colisión de corte “imperialista avant-la-lettre”.
De manera que sería clásica en siglos venideros, Atenas disfrutaba
de los medios económicos (por tanto, navales) pero Esparta disponía
de medios “territoriales”. El enfrentamiento entre ellas, que en
palabras de Tucídidesr11
fue el acontecimiento
más importante acaecido a los griegos hasta entonces.
En sus propios términos: “Tucídides
el ateniense relató27
la guerra entre los peloponesios y los atenienses describiendo cómo
lucharon unos contra otros, y se puso a ello apenas fue declarada por
considerar que iba a ser grande, más famosa que todas las
anteriores; se fundaba en que ambos bandos estaban en muy buena
situación para ella gracias a sus preparativos de todas clases, y en
que veía que el resto de los griegos se aliaba a uno u otro partido,
unos inmediatamente y otros retrasando el momento. Pues fue éste,
efectivamente, el mayor desastre que haya sobrevenido a los griegos y
a una parte de los bárbaros, y, por así decirlo, a la mayoría de
los hombres. Los sucesos anteriores a éstos, y los aún más
antiguos, […] a juzgar por los indicios en que tengo confianza
cuando miro lo más lejos posible, no creo que fueran de importancia
ni en cuanto a las guerras ni en cuanto a lo demás.”28
Como
toda guerra civil, fue
un enfrentamiento incivil,
en el que figuras como Pericles29,
Alcibíades30,
Brásidas31,
Cleón32,
Nicias33,
Lisandro34...
hicieron oscilar el conflicto entre las posiciones más “pactistas”
y las más “belicistas”. Incluso se llegó al pacto entre Esparta
y Persia, el enemigo de todos los griegos, pero que ahora era usada
en su guerra interna. Esta Guerra del Peloponeso acabó siendo una guerra
de desgaste,
en la que la posesión del territorio era clave para el suministro de
hombres y material, de manera que la ventaja se fue decantando hacia
el lado espartano, y tras la batalla naval de Egospótamos35
(405 a.C.) Atenas
se rindió,
en condiciones un tanto humillantes. Y el panhelenismo que se había
formado en décadas anteriores, y que parecía que podría unir a los
griegos en su conjunto, desapareció del horizonte político tras
estas tres décadas de enfrentamiento fratricida.
Esparta
se erige así en la única hegemonía
griega36,
tanto terrestre (que siempre lo fue) como naval (heredera de la flota
ateniense derrotada). Y no sólo heredó la flota, sino que empezó a
desarrollar los “vicios” que habían conducido a Atenas al
desastre. Arbitrariedad en el gobierno, imposición de guarniciones
espartanas en las demás ciudades griegas (harmostas),
gobiernos-títeres en estas (decarquías)37...
Y la alianza contranatura con los persas se volvió en su contra, ya
que estos empezaron a apoyar a Atenas para disminuir el poder de
Esparta. En definitiva, Esparta
empezó a enfrentarse con el resto de Grecia,
y “tropezó” en la Beocia, en donde sufrió una significativa
derrota en Leuctra38
(371 a.C.) que marcó el principio del fin de la hegemonía
espartana, dando paso a la efímera hegemonía tebana39
y
abriendo el camino macedónico. Pero eso es ya otra historia...
②En
el campo legislativo/jurídico,
parece como si los griegos hubieran hecho caso, muchos siglos antes,
de la famosa máxima ignaciana “en
tiempo de desolación nunca hacer mudanza”40.
Y así vemos una cierta
“continuidad” en las instituciones griegas (pensando
especialmente en Atenas y Esparta). Atenas sigue siendo una ciudad
que podemos denominar “democrática”, en la que el poder reside
en el pueblo (demos)
y esparta sigue siendo una ciudad que podemos denominar “oligárquica”
(en la que el poder reside en unos pocos), tal y como se había
gestado en la época arcaica y en la transición hacia la clásica.
No se observan grandes
cambios debido a las
vicisitudes de los conflictos del siglo V: los ciudadanos siguen
siendo los hombres, estando excluidas las mujeres, los menores, los
esclavos... ; las instituciones siguen siendo asamblearias en su base
(ekklesía, apélla),
y las tareas cotidianas las siguen ejerciendo colectivos minoritarios
en menor o mayor grado (boulé,
gerousía, aerópago, estrategos)
En realidad, la diferencia entre “democracia” y “oligarquía”
en estos contextos espaciotemporales se basan sobre todo en el grado
de participación del
demos
en las decisiones políticas, más amplio en la democracia ateniense
que en la oligarquía/monarquía espartana. Los detalles de estas
instituciones ya se trataron en el primer trabajo de la asignatura41,
por lo que parece ocioso repetirlos aquí, y a ellos nos referimos.
③Si bien los dos
apartados anteriores (las Guerras Médicas y sus consecuencias, y la
democracia ateniense especialmente) han pasado a convertirse en
iconos griegos del Siglo V, no caben muchas dudas de que lo que más
debemos agradecer a los griegos clásicos es su doble
“invención” de la Historia y la Filosofía, junto
con muchas otras “disciplinas”.
Es ya en el Siglo VI a.C. cuando aparecen los primeros
filósofos dignos de ese nombre, pioneros e inventores de “otra”
manera de buscar la verdad: Tales42,
Anaximandro43
y Anaxímenes44
son las figuras señeras de la “Escuela de Mileto45”,
responsables del gran cambio que debemos a los griegos: la
sustitución/complementación del mýthos por
el lógos. No podemos entrar en el estudio46
de esta auténtica revolución del pensamiento (de la que aún
estamos bebiendo) pero al menos señalaremos que esa transición del
mito al logos -de la leyenda a la observación, resumiendo
abusivamente- es la que hace posible, ni más ni menos, la aparición
de la filosofía, la ciencia, la historia... Evidentemente, esta
revolución intelectual se continúa, profundiza y afianza en el
Siglo V, y así vemos aparecer figuras de la talla de Hecateo47
(el primer geógrafo), Pitágoras48
(el primer matemático), Heráclito49 (el filósofo del cambio),
Leucipo50
y Demócrito51
(los primeros atomistas) los sofistas52
(los primeros pedagogos -paidéia-), Sócrates53
(el primer socrático, evidentemente) y su discípulo Platón54,
Herodoto55
y Tucídides56
(los primeros historiadores)... y todos ellos abriendo camino para el
surgimiento del gran polímata Aristóteles57,
en la frontera entre el clasicismo griego y el helenismo. Es
imposible hacer ni siquiera una relación detallada de todos los
personajes implicados en el desarrollo intelectual de la Grecia del
Siglo V, y aún menos posible entrar en el estudio de sus obras y
trascendencia, pero hay que dejar claro que sin ellos nuestro
mundo actual sería bien diferente.
Es curioso señalar que de esos 13 personajes citados en
el párrafo anterior, 8 son de la costa jonia (Mileto, Samos, Éfeso,
Halicarnaso), 2 son tracios/macedonios (Abdera, Estagira) y 3
atenienses... la costa jonia debe tener algo bien especial...
④El teatro
griego del Siglo V a.C.
constituye otro de los máximos
hitos de la Grecia Clásica.
No deberíamos usar la palabra en el mismo sentido que le damos hoy,
ya que el théatron
griego tuvo unas implicaciones sociales y religiosas de las que
carece el teatro actual. Pero el sentido doble del término ha
permanecido en nuestro vocabulario: “teatro” es tanto la
representación de una obra como el lugar donde se representa.
Las tragedias
y comedias griegas,
llegadas a nosotros muchas veces de forma “milagrosa”, permiten
hacerse una idea bastante aproximada de la vida cotidiana en la
Atenas del Siglo V a.C., que eran su espacio “natural” de
creación y representación. Y no es extraño que fueran los griegos
los que “inventaran” este tipo de actividades “oralmente
representadas”, ya que sabemos bien que su terreno preferido era el
de la palabra hablada
antes que la escrita.
Nos lo dice, por ejemplo, Vernantr12:
“El sistema de la
polis implica, ante todo, una extraordinaria preeminencia de la
palabra sobre todos los otros instrumentos de poder.”58 La
stoa
y el ágora
son espacios públicos donde se discute, se habla, se debate59...
pero en el théatron
se hace algo más: se escucha lo pensado/escrito por otros, en un
espacio también público pero esta vez desde otro punto de vista
(menos participativo, más unidireccional) y con otras finalidades
(lúdicas, pero también formativas)60
No
entraremos en el fabuloso61 mundo de los teatros griegos, heredados e imitados posteriormente por
los romanos62,
pero sí daremos una pincelada de lo que la tragedia y la comedia
significaron en el mundo de la literatura griega clásica para
acercarnos mejor a los trágicos (Esquilo63,
Sófocles64,
Eurípides65)
y a los comediantes (Aristófanes66)
Y en cualquier caso, insistiremos en la perspectiva “oral” de la
literatura griega clásica, tal como dice, por ejemplo, Finley: “Esta
elevación de la oratoria a formas altamente literarias representa el
logro más depurado de la afición de los griegos a la palabra
hablada, aspecto de su vida que debe tenerse siempre en cuenta para
cualquier examen de su literatura hasta el final del período
clásico”67
El
origen
de la tragedia
es ciertamente desconocido con exactitud, aunque suele asociarse, de
una manera u otra, a rituales funerarios o religiosos (Dionisio) De
lo que no hay duda es de la importancia que la tragedia adquirió en
el mundo “oral” de los griegos. Por ejemplo, cuenta Plutarco en
sus Vidas
paralelasr13,
cuando compara las de Nicias68
y Marco Craso, que los atenienses apresados
en Siracusa (413 a.C.) “...
los más fallecieron en las minas, de enfermedad y de mal
alimentados, […] No
pocos fueron vendidos, [...] Debieron otros su salud a Eurípides,
porque los sicilianos, según parece, eran entre los Griegos de
afuera los que más gustaban de su poesía, y aprendían de memoria
las muestras, […] que les traían los que arribaban de todas
partes, [...] los que por fin pudieron volver salvos a sus casas,
muchos visitaron con el mayor reconocimiento a Eurípides, y le
manifestaron, unos, que hallándose esclavos, habían conseguido
libertad enseñando los fragmentos de sus poesías, que sabían de
memoria, y otros, que, dispersos y errantes después de la batalla,
habían ganado el alimento cantando sus versos;...”
La tragedia69,
inicialmente mezcla de poesía y cantos dionisíacos, rápidamente
“inventó” el teatro. Un autor, individuo diferenciado, a través
de unos actores, explica/comenta sus ideas propias sobre
(esencialmente) el avatar y el destino humanos. Atrás quedan dioses
y héroes, y el hombre, en toda su plenitud, se hace dueño de la
escena ante sus semejantes. Evidentemente, quedan reminiscencias
religiosas y/o rituales, pero el enfoque general ya no se hace
exclusivamente en esas facetas.
Y debe tenerse en
cuenta que el esfuerzo (anual, estrenando tragedias nuevas en las
fiestas de primavera atenienses) no era baladí: centenares de
actores (individuales -pocos- y corales -muchos-), miles de
espectadores, importantes concursos/premios, fuerte coste económico
de la representación,... El mismo autor de tragedias también debía
hacer un gran esfuerzo, pues debían ser obras nuevas cada año, sin
repetirse, y cuando se escribían no se sabía si iban a ser elegidas
para la representación (un sólo autor cada día de los tres de la
fiesta, con tres/cuatro obras cada uno). Quizás por este sistema de
elección/representación no han llegado demasiadas obras hasta
nosotros...
Se ha comentado
anteriormente que Esquilo, Sófocles y Eurípides dominaron el mundo
de la tragedia ateniense, pero quizás nos parezca así porque son
sus obras (ni mucho menos todas/completas) las que han llegado hasta
hoy, tras el proceso de “selección” natural que supone el paso
del tiempo, especialmente en un contexto mayoritariamente “oral”,
como tanto hemos repetido. Además de esta “concentración” de
obras, sabemos que los buenos momentos de la tragedia acaban tras
la Guerra del Peloponeso, por motivos que pueden deducirse
fácilmente de los primeros párrafos de este apartado del trabajo.
No es que se dejase de representar tragedias, pero la producción de
obras nuevas prácticamente desapareció. Puede encontrarse aquí un
cierto paralelismo con lo que sucede en la actualidad con la música
“clásica”: se interpretan continuamente obras de Mozart,
Beethoven, Stravinsky... pero todo lo que se compuso luego y
especialmente en la actualidad, está muy desconectado del sentir del
público...
La otra cara de la
moneda, una moneda también esencialmente ateniense y también en
declive tras la Guerra del Peloponeso, es la comedia70.
Desarrollada en forma versificada, con pocos actores y un coro,
representada en los festivales de primavera, con referencias
religiosas y rituales, podría parecernos que sería algo similar a
una tragedia “desdibujada”. Pero nada más lejos de la
realidad... los actores de la comedia tenían un comportamiento
totalmente histriónico, es decir, se disfrazaban llamativamente,
gesticulaban, gritaban, eran obscenos cuando se requería y pocas
veces líricos o delicados. Todo ello al servicio de una obra que
esencialmente se dedicaba a los acontecimientos de la vida diaria,
desde la política al matrimonio, pasando por la guerra omnipresente.
A diferencia de la tragedia, con unos cánones rígidos inamovibles,
la comedia presentaba un formato muy libre para, muy
libremente también, satirizar y burlarse de todo lo divino y
humano.
El problema que
tenemos con la comedia griega es que se han conservado íntegramente
muy pocas de ellas, la mayor parte de un único autor, Aristófanes,
por lo que hacer un análisis y un juicio de todo un género a partir
de la obra de un autor solamente es difícil y arriesgado, ya que es
fácil caer en tomar la parte por el todo... en lo que no tenemos
dudas es en el contenido de las once comedias suyas que se conservan,
un contenido político en muchas, lo cual no deja de ser
sorprendente, dado el entorno bélico (la Guerra del Peloponeso) en
el que tuvieron el máximo auge. Es más, dado que la comedia sufrió
un fuerte declive tras la Guerra del Peloponeso, nos es
permitido pensar que fue un género apropiado nada más para Atenas
en su todavía período de hegemonía y libertad, y que en gran
medida debió ser una “válvula de escape” para la presión
debida a las múltiples vicisitudes de las guerras que desgarraron la
Grecia del Siglo V.
Ese declive de la
comedia tuvo posteriormente una cierta revitalización en el mundo
romano, heredero en muchos sentidos del griego, con las comedias de
Plauto y Terencio, escritas ya en latín y en un entorno otra vez de
absoluta preeminencia de una nueva potencia, Roma.
Tanto la tragedia
como la comedia se incorporaron de manera total a la literatura
universal, y en todos los tiempos se han escrito “tragedias” y
“comedias”, evidentemente en el espíritu de las coordenadas
espaciotemporales de cada momento. El teatro, con su apéndice
cinematográfico, también forma parte de nuestra vida actual,
otro ejemplo más de la herencia griega en nuestro pensamiento y
quehaceres cotidianos.
⑤¿Qué
nos dejamos en el tintero?
Infinidad de cosas, pero que no podemos entrar en ellas aquí: por
ejemplo, la economía griega (¿de qué se vivía en una época en la
que la guerra desequilibraba totalmente una economía agrícola y
comercial?); por ejemplo, la actividad religiosa, subyacente en
tantas otras; por ejemplo, los detalles militares de las Guerras
Médicas y la del Peloponeso, con las profundas transformaciones que
sufrieron la organización del ejército, su equipo, su táctica; y
tantas y tantas cosas que conformaron la Grecia del Siglo V, crisol
de tantas y tantas cosas
que aún están en nosotros y con nosotros.
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1.-La paidéia.
1.1.-Pilares
de la paidéia.
Se
proporcionan dos imágenes relacionadas con la paidéia,
que trataremos de poner en relación con ella. La primera es la de un
¿plato? de figuras rojas y la segunda, un ánfora panatenaica de
figuras negras71.
①El
plato, de figuras
rojas,
(aunque el catálogo Beazley lo clasifica72
como “copa” y a mí personalmente me parece una
kylix,
copa
ancha de poca profundidad) se conserva en el
Staatliche
Museen zu Berlin73,
se encontró en la necrópolis etrusca de Cerveteri, y está fechado
alrededor del año 480 a.C. Su autoría se conoce con certeza, ya que
en el interior figura la inscripción “Douris
egrapahsen”
que permite atribuirlo al pintor de vasos Douris (o Duris). La imagen
suministrada cubre la mitad de la copa/vaso, y, al igual que la otra
parte (ver la referencia del catálogo Beazley) representan escenas
escolares. En la parte que se nos proporciona podemos ver, de
izquierda a derecha, un maestro enseñando a un alumno el uso del
barbiton74;
en el centro otro maestro sostiene un rollo de libro un poco girado
para que se pueda leer y frente a él un alumno parece estar bien
aprendiendo a leer, bien ya recitando lo escrito; a la derecha del
todo, otro maestro se mira las dos escenas.
②El
ánfora, de figuras negras, se conserva en el Museo del
Louvre75,
la imagen nos presenta su cara posterior (Cara B), y en ella vemos a
tres atletas en una carrera a pie (stadion). Van desnudos,
como ya sabemos que era la costumbre, y el primero dirige la vista
hacia sus inmediatos perseguidores, en una escena de total dinamismo,
que nos hace pensar en una carrera de distancia corta. Su autoría
nos es conocida por el Pegaso dibujado en ella (no se ve en la imagen
suministrada, pero sí en la Cara A76
de la misma ánfora) que era la firma del Pintor de Cleofrades,
activo a principios del Siglo V a.C. Se incorporó esta obra al Museo
del Louvre en 1861, por la compra de la Colección Campana77.
No he sabido documentar su origen arqueológico preciso, aunque
indudablemente debe proceder de un yacimiento etrusco por lo leído
en las fuentes consultadas y porque en su cara B, entre las cabezas
de los dos corredores de la izquierda, se lee en griego-etrusco la
inscripción “suthina”, típicamente etrusca78.
Ambas
imágenes ilustran perfectamente la idea ateniense sobre la
educación. El modelo arcaico de paidéia es esencialmente
aristocrático, y restringido a unos pocos (aristoi)
ciudadanos privilegiados79.
Su objetivo fundamental era conseguir la excelencia (areté) y
el ideal de la aristocracia, la kalokagathía (ideal de
belleza física y de bondad moral, “bello y bueno”), que se
alcanzaba80 mediante el estudio de la poesía y la música, junto con la práctica
gimnástica. Y estas tres disciplinas son las que vemos representadas
en las dos imágenes proporcionadas, tal como se ha comentado en
los párrafos anteriores dedicados a ellas.
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1.2.-Paidéia y agogé.
Sin que supusiera
una auténtica ruptura con el modelo arcaico, la paidéia
griega sufre cambios significativos en el Siglo V, el siglo de
las polis. Lo más significativo, a mi entender, es que
empieza a concebirse no sólo como un modelo educativo, sino como un
auténtico compendio/expositor de la manera griega de enfrentarse
a la realidad. Desde este punto de vista, se comprende fácilmente
que la paidéia fuera un largo proceso, absolutamente crucial
en la vida de los varones griegos.
En el siglo V
asistimos a una clara bifurcación entre los modelos espartano y
ateniense de educación. La ya en vigor anteriormente agogé
de Esparta es un modelo educativo obligatorio, estatalizado, que sólo
pretende formar a los varones espartanos (y a las mujeres, hasta un
cierto límite, en el ámbito doméstico y físico) en las prácticas
de la guerra y en los vericuetos de la participación en la política
ciudadana. La parte digamos intelectual de la educación queda
reducida a los mínimos imprescindibles. Ello es debido en gran parte
a la organización político-social de Esparta, que ya estudiamos en
el trabajo81
anterior de esta asignatura. La educación espartana82
sirve a la organización militar y política de la ciudad, y pudo ser
como fue debido a esa organización. Una simbiosis en gran medida
perfecta para los objetivos deseados, pero que evidentemente dejaba
fuera del sistema a la inmensa mayor parte de la población.
En Atenas, por el
contrario, y debido a la democratización (entendida como ellos la
entendieron...) de principios del Siglo V, la paidéia
también se democratiza83
en el sentido de que la educación se extiende a un mayor número de
individuos (con las exclusiones ya comentadas en su momento,
incluidas las mujeres). Además de extenderse en el sentido numérico
de la expresión, la educación ateniense también se extiende en el
sentido conceptual, agregando tanto tradiciones como novedades. Así,
vemos que se mantiene el sentido físico y el intelectual de la
paidéia tradicional, pero se añade todo tipo de contribuciones
provenientes de ámbitos bien distintos. Cabe señalar, por ejemplo,
la incorporación a la educación del concepto de justicia -diké-
, del sentimiento comunal que se refleja en la participación en los
asuntos de la ciudad, en el respeto de esas leyes comunitariamente
escritas, aceptadas y respetadas, del valor de la libertad de
pensamiento que nació en Mileto... Muy en resumen, mientras que en
Esparta la dicotomía individuo/estado está fuertemente
escorada hacia el segundo, en Atenas la formación del
individuo permite establecer un mayor equilibrio entre este y
la organización general de la polis. Un reflejo de esta
filosofía más “liberal” en el ámbito educativo podemos
encontrarlo en el hecho de que, a diferencia con Esparta, en
Atenas la educación era un asunto privado, dejado en manos de
maestros pagados directamente por la familia. Dada la relativamente
mayor diversidad de los temas a enseñar, surgen de manera natural
los primeros “especialistas”84
educativos, que se encargan de cada uno de los grupos de disciplinas
en la paidéia ateniense. Paidotribes, citaristas y
gramatistas se encargaban de las enseñanzas, respectivamente, de la
educación atlética, de la musical y de la
lectura/poesía/recitación.
Este paso hacia la
especialización educativa no hubiera sido posible
fundamentarlo y desarrollarlo más aún sin la aparición de los
filósofos sofistas85,
dedicados a la educación particular de las élites86,
y que introducen en ella sus ideas -muy avanzadas para el momento-
sobre todos los aspectos cotidianos de la vida ateniense,
especialmente en el terreno de la ética y el derecho, tratados desde
un punto de vista innovador, impregnado de racionalidad, crítica, y,
en gran medida, de un relativismo87
generalizado en todos los ámbitos mundanos y divinos. La hasta ahora
sacrosanta ley, el nomos, pasa a considerarse no más -pero no
menos- que un contrato entre el individuo y la sociedad, contrato que
debe cumplirse para garantizar la convivencia, aunque haya dejado de
garantizar la bondad. Las enseñanzas88
de los sofistas fueron la argamasa con la que se unió a los
ciudadanos atenienses en el respeto y valoración de la justicia y
de la ley, y su actitud “militante” no dejó de acarrearles
problemas, como a Sócrates, por ejemplo...
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1.3.-La
agogé vista por los clásicos.
Carreras et al. afirma89
que la sociedad ateniense en general admiraba un tanto a
Esparta en el aspecto de que sabía subordinar -a su manera- el
interés particular al general, cosa que en realidad era también un
objetivo claro de la democracia ateniense. Además nos dice que
Platón, Aristóteles y Jenofonte tenían en Esparta un ejemplo de
“sociedad ideal” o, al menos, idealizada.
Y más concretamente, respecto al sistema educativo
espartano, ¿podemos encontrar alguna referencia en estos
autores clásicos?
Si
miramos la
obra de Platón,
encontramos en ella, y podría decirse que muy claramente, su
“admiración” por el modelo que supuso Esparta. Obviamente,
Platón se refiere siempre a la Esparta más arcaica, ya que con el
paso del tiempo los ideales espartanos han sufrido -inevitablemente-
algunas deformaciones. Platón quiere “regenerar” su patria, ya
que la decadencia ateniense en su tiempo es evidente, y para ello vuelve
la vista atrás y selecciona el modelo que cree mejor para volver a
la pureza de la
areté,
y piensa que donde mejor se ha conservado ese espíritu es en
Esparta. Sin entrar en demasiados detalles, Platón dice que lo ideal
sería imitar
el modelo espartano, pero mejorándolo
en el sentido de derivar su objetivo militarista hacia un objetivo
más humano, más basado en la filosofía que en la guerra. Podemos
decirr14
que La
República platónica
es una idealización del modelo espartano, despojado de su
militarismo exacerbado. En el conjunto de sus referencias a Esparta
(esencialmente, en
Las
Leyes y
en La
República)
no olvida ni mucho menos el tema educativo, y el que desarrolla él
mismo en
Las
Leyes90
tiene todas las características91
de la agogé
lacedemonia92.
Puede concluirse por tanto que, movido por su interés en la vuelta a
los principios
griegos más puros, encuentra estos en el modelo espartano, en el
cual la educación93
tiene un fortísimo papel político, que acepta y enaltece, creyendo94
que sólo la
paidéia
podrá configurar correctamente la
politeia,
identificando así en cierta manera95
la educación con el fin último del estado.
En
Aristóteles96
leemos que: “Como
el Estado todo sólo tiene un solo y mismo fin, la educación debe de
ser necesariamente una e idéntica para todos sus miembros, de donde
se sigue que la educación debe ser objeto de una vigilancia pública
y no particular, por más que este último sistema haya generalmente
prevalecido, y que hoy cada cual educa a sus hijos en su casa según
el método que le parece y en aquello que le place. Sin embargo, lo
que es común debe aprenderse en común, y es un error grave creer
que cada ciudadano sea dueño de sí mismo, siendo así que todos
pertenecen al Estado, puesto que constituyen sus elementos y que los
cuidados, de que son objeto las partes, deben concordar con aquellos
de que es objeto el conjunto. En este
punto nunca se alabará bastante a los lacedemonios.
La educación de sus hijos se verifica en común, y le dan una
extrema importancia. En nuestra opinión es de toda evidencia que la
ley debe arreglar la educación, y que ésta debe ser pública.”
(la negrita es mía)
Parece claro pues que
Aristóteles está de acuerdo con el sistema educativo espartano, tal
como se lee en esa cita. Sin embargo, no me atrevería a afirmar
que Aristóteles sea filoespartano, ya que su obra “Política”
está trufada de críticas al sistema espartano en su conjunto. En
particular, dedica todo un capítulo97
del Libro II al “Examen de la Constitución de
Lacedemonia” y no puede
decirse ni mucho menos que esté demasiado de acuerdo en muchas cosas
esenciales. Leyendo ese interesante capítulo de revisión de la
constitución lacedemónica, vemos que ataca el hecho de excluir a la
mujer de la cosa pública, que no está de acuerdo con las
profundísimas desigualdades económicas y sociales en las que se
basa el sistema, ni con la política natalista del estado espartano,
ni con la institución clave de los eforos,... en resumen, creo
correcto afirmar que Aristóteles no es un filoespartano ni mucho
menos.
Si
nos adentramos en la obra
de Jenofonte que ha
llegado a nosotros debemos hacer referencia a tres de ellas
relacionadas con lo que nos ocupa: La República de los
Lacedemonios, Agesilao y Helénicas.
Su trasfondo es
indudablemente filoespartano,
como no podía ser de otra manera. Efectivamente, Jenofonte había
militado a las órdenes de Esparta con el rey Agesilao, tras su
increíble odisea persa reflejada en su Anabasis, de
manera que no es difícil adivinar su orientación política.
Respecto al tema de la agogé que nos ocupa, si tomamos la primera de
las obras citadas, La República de los Lacedemonios98,
basta con leer los capítulos que van del II al VI para ver
claramente reflejada su opinión, totalmente favorable
hacia el modelo educativo
espartano. En sus otras dos obras, claramente favorables al conjunto
del sistema espartano, no he visto/sabido ver referencias explícitas
al tema educativo que nos ocupa. Una de ellas es un encomio al rey
Agesilao, y la otra una “Guerra del Peloponeso”, en la línea y
continuación de la obra de Tucídides, pero mucho menos objetiva. En
cualquier caso, con lo visto/leído en La República de
los Lacedemonios hay más que
suficiente para tener claro que Jenofonte es un decidido partidario
de Esparta, incluyendo la agogé
como modelo educativo a seguir.
En conclusión: tres clásicos de la época de Esparta
(en su esplendor y en su decadencia), que admiran el modelo educativo
de la agogé y que (salvo Aristóteles) confían en el modelo
espartano en general.
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1.4.-Las ánforas panatenaicas.
Las
llamadas ánforas panatenaicas, como la comentada en el punto 1.1,
eran ańforas destinadas a constituir algunos de los
premios
de los Juegos Panatenaicos,
que desde el año 566 a.C. se celebraban en Atenas, en honor de la
diosa Atenea. Su diseño
estaba fuertemente preestablecido,
de manera que el artista que la creaba no tenía demasiada libertad.
En su cara principal figuraba casi siempre -lógicamente- la figura
de Atenea Prómacos,
“la que combate en primera fila”, con escudo y lanza. Va vestida
con túnica bordada, junto con la égida, y se cubre con un casco
ático. A uno de sus lados se lee la inscripción “TON
ATHENETHEN ATHLON” (τον Αθενεθεν αθλον) , que
indica que es el premio de los Juegos de Atenea. En su, digamos,
anverso figuraba una referencia al deporte en el que se había ganado
el premio. Su fabricación se hacía por concurso público, y el
artista/taller debía respetar lo establecido para su diseño y
decoración.
Este diseño, en su
estilo general, nos recuerda inevitablemente al período Arcaico
griego, como se tuvo ocasión de ver recientemente en la cerámica
Arcaica en la Exposición “Mediterráneo. Del mito a la razón”
en el CaixaForum de Barcelona. Evolucionó sólo en el sentido de
añadir el nombre del arconte bajo el que se habían celebrado los
juegos99,
lo que permite fecharlas con cierta seguridad; también se añadió
la figura de la victoria (Niké),
pero en general pude decirse que la técnica y el estilo se
mantuvieron a lo largo de los Siglos V y IV a.C., aunque la
decoración de figuras negras ya había caído en desuso en otros
ámbitos.
Respecto
al contenido de las ánforas panatenaicas, está claramente
documentado que contenía
aceite “sagrado”,
producido en algunos olivos dedicados a este fin, tal y como cuenta.
por ejemplo, Aristóteles en su Constitución de los
atenienses100.
El aceite era recogido por el arconte, y se guardaba en la Acrópolis
hasta el momento de darlo por los organizadores de los juegos (diez
atlotetas-ἀθλοθέτας)
a los ganadores de las pruebas gimnásticas (o de las carreras de
caballos) Otras pruebas tenían premios diferentes: los concursos
musicales recibían como premio objetos de oro y plata, y los
concursos militares, un escudo. Por último, hay que hacer constar
que la cantidad101
de aceite no era en absoluto simbólica, ya que la capacidad de estas
ánforas oscilaba entre 30 y 40 litros.
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1.5.-Paidéia y politeia.
Hablando de Platón
en el punto 1.3 de este trabajo se dijo que opinaba que“...sólo
la paidéia podrá configurar correctamente la politeia,
identificando así en cierta manera la educación con el fin último
del estado.” Y me
parece que es un buen resumen de la situación. Tanto la paidéia
como la agogé
son modelos educativos griegos, cada uno con sus características
propias, como hemos visto, pero que en sus contextos articulan
en gran manera “la esencia” del mundo griego.
La educación griega era un proceso largo en el tiempo, con unos
objetivos -que ya hemos visto- claramente definidos y que, resumiendo
mucho, buscaban integrar de una manera total al individuo en la
manera de ser griega de su entorno. Se convierte, de manera obligatoria/pública en
Esparta y más “voluntaria/privada”102
en Atenas, en la manera de manifestar una
manera de pensar y de hacer
que conducía al educando hacia la vida adulta, en la que
participaría en los asuntos de la polis
como ciudadano de pleno derecho. Es imprescindible, para entender
bien el papel de la educación en Grecia y su relación con la
política, que la palabra y el concepto de “educación” griegos
poco tienen que ver con la acepción más actual del término,
diferenciándose esencialmente en ese papel
de formación en valores ciudadanos,
papel que la educación actual parece haber abandonado. En nuestro
sistema actual, la educación es un “apéndice” del gobierno, uno
más de sus múltiples campos de actuación, mientras que Platón -y
su entorno- pensaban que el
gobierno debía ser una mera consecuencia de una educación bien
planteada, en el
sentido que hemos ido comentando. A favor de nuestro sistema actual,
sin embargo, hay que decir que es infinitamente más universal que el
griego, cuyas restricciones a sólo una parte de la población
considero que constituyen su mayor defecto.
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1.6.-¿Paidéia o agogé?
Con
nuestra mentalidad y en nuestros parámetros actuales, escoger entre
la manera ateniense o la espartana para la educación de nuestros
hijos plantea una serie de interrogantes difíciles de dilucidar al
ciento por ciento. En primer lugar, habría que saber el nivel
económico en el que nos situaríamos. La enseñanza pública
espartana parece que obviaba en parte este problema, pero no sucedía
así en la privada educación ateniense. En segundo lugar, habría
que tener en consideración el sexo de las personas a educar.
Tratándose de varones, ambos sistemas educativos atenderían a su
formación. Tratándose de mujeres, el sistema espartano las atendía
bastante mejor que el ateniense, que en realidad las dejaba
prácticamente abandonadas a su suerte en el terreno educativo. En
tercer lugar, hay que tener en cuenta el objetivo, ya discutido
anteriormente, que esa educación pretendía.
Marcados
esos límites y condicionantes, mi elección personal sería bastante
clara. Si estamos hablando de alguna de mis hijas, creo que Esparta
les daría un mejor trato, tanto educativo como de responsabilidades
posteriores. Y si estamos hablando de alguno de mis hijos, creo que
la formación ateniense atendería mucho mejor a lo que considero
esencial en la educación, una formación más integral de la persona
en su conjunto, y no sólo en el aspecto físico/militar.
De
hecho, y salvando todas las diferencias -que las hay-, en la
actualidad siempre se tiene que plantear una decisión en muchos
aspectos similar: ¿enseñanza pública o privada? Si es privada,
¿concertada o privada estricta? ¿En un centro laico o religioso?
¿En un centro más de élite o en otro más popular? Vemos que, como
en muchas otras cosas, la herencia griega nos hace ver que “no
hay nada nuevo bajo el sol”.
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2.-Filosofía y política: los sofistas y Sócrates.
2.1.-Los sofistas.
En
realidad, el problema que sufre Sócrates al final de su vida, y que
más adelante veremos, se ha gestado bastante antes. Las
Guerras Médicas por un lado y la larga Pentecontencia
que
condujo a la Guerra del Peloponeso “abren los ojos” de los
griegos a otras culturas, a otras leyes, a otra manera de mirar la
naturaleza... Se empieza así a abrir una brecha103
entre la phýsis
y el nomos,
es decir, entre la naturaleza
-que se considera independiente del hombre- y las leyes
-que son propias y exclusivas del hombre. Dado pues que las leyes
dependen en gran manera de la subjetividad de la voluntad humana, no
parece haber una “norma suprema”,
inmutable, a la que poder hacer referencia para fundamentar las
decisiones legales adoptadas. La consecuencia obvia de ello es la
aparición -como vimos en el punto 1.2 de este trabajo- de un
relativismo
en muchos aspectos de la vida individual y las actividades
colectivas. Las normas que las sociedades se han ido dando para
conseguir su convivencia pueden ser puestas
en cuestión por este relativismo,
y se puede llegar a plantear la subversión de esas normas.
Tal
como vimos en el punto 1.2, la
aparición de los sofistas es un revulsivo
en el mundo educativo ateniense. Son profesionales de la educación
digamos “superior”, dedicados esencialmente al ámbito privado,
pero que también tienen una proyección social en forma de discursos
y clases públicos. Su manera de enseñar hace hincapié en la
retórica y la dialéctica, siendo esta última motora
del relativismo “moral”
en la búsqueda de la verdad, la justicia, la belleza, la bondad...
Es fácil imaginar la oposición
que este enfoque educativo tuvo entre los sectores más
conservadores, más aristocráticos, de la sociedad ateniense, que
veían peligrar el estatus que la paidéia
garantizaba.
Suele
afirmarse que Protágoras de Abdera104
es el primer sofista digno de ese nombre, y conocemos muchos otros:
Gorgias de Leontinos105,
Hipias de Elide106,
Pródico de Ceos107,...
que tuvieron su momento de esplendor en la segunda mitad del Siglo V
a.C., y especialmente en la época de Pericles. Transformaron la
paidéia
clásica en algo más extenso y flexible, con el apoyo dialéctico y
autónomo sustentado por la razón. Eran, de acuerdo con nuestra
terminología moderna, laicos, relativistas, racionales, críticos,
agnósticos, desmitificadores... unas características que,
inevitablemente, no
les hicieron estar demasiado bien vistos en el entorno social más
conservador
y aristocrático, como ya hemos comentado. Si hubiese que destacar el
punto más conflictivo de su manera de ver las cosas, diría que era
la denuncia108
del convencionalismo de las normas legales, su subjetividad y
relativismo. Y no se debe pensar que eran, por así decirlo, unos
“anarquistas” avant-
la-lettre...
Poniendo en cuestión la manera de alcanzar las virtudes de la areté,
reforzaban
la importancia de esta, no sometida ya a la tradición y a la
costumbre, sino basada en la crítica y la razón. Desde nuestra
manera de hablar eran progresistas y renovadores, impulsores de una
nueva manera de enfrentarse a las mismas cuestiones de siempre...
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2.2.-El fin de Sócrates109.
En ese contexto “sofista” de la segunda mitad del
Siglo V a.C. aparece la figura de Sócrates110.
Es evidente que una personalidad como la suya tuvo y tiene una
importancia y trascendencia que justificaría un estudio mucho más
amplio que el que aquí puede hacerse, pero trataremos de fijar lo
más claramente posible los parámetros que se requieren para
entender su final, objetivo que se nos propone en la segunda parte de
este trabajo.
En primer lugar, diremos que, siendo coetáneo con
los sofistas, y usando un método de enseñanza que podría
parecer -sin serlo- sofista, se le ha confundido a veces con ellos.
En gran medida, ello fue así en su momento con la intención de
desprestigiarlo, y como ya hemos visto que los sofistas tuvieron
una fuerte oposición por parte de las clases sociales más
conservadoras, llamar sofista a Sócrates era una buena manera de
conseguir ese desprestigio. Pero no es así: Sócrates no es sofista,
ni es el último de ellos como a veces se dice, y si hay que ponerle
alguna etiqueta, podríamos decir que fue el primer “filósofo”
integral en el sentido general que ahora damos a esa palabra, “amigo
de la sabiduría”. No se trata de hacer una
contraposición/comparación entre los sofistas y Sócrates, ya que
cada uno tuvo sus virtudes, pero siempre está bien “situar” los
nombres en sus justos términos.
Su método de enseñanza111
(que a diferencia de los sofistas, no era remunerado) era
estrictamente oral, basado en un proceso de pregunta/respuesta, de un
diálogo sobre el tema de estudio, que poco a poco iba
investigando sobre lo que se estudiaba e iba obteniendo las
conclusiones pertinentes. Hay que advertir aquí que Sócrates no
escribió nada de lo que dijo/pensaba, y conocemos su pensamiento
filtrado por alguno de sus seguidores (Platón y Jenofonte, por
ejemplo), de manera que no se puede estar seguro al ciento por ciento
que lo que decimos de Sócrates era exactamente suyo. El método
socrático de “avanzar dialogando” tuvo sus seguidores112
posteriormente y ha entrado en la historia con un “aura” de
bondad y corrección, muy diferente al método sofista, que tiene
siempre una acepción un tanto peyorativa.
También a diferencia de los sofistas, Sócrates es
relativista sólo y exclusivamente en la oportunidad: en cada caso
particular cree que hay una norma válida y otras que no lo
son. No hay una norma general que valga siempre, pero sí hay
acciones correctas y otras incorrectas ante situaciones
concretas, no le vale el “todo vale” del relativismo sofista,
aunque, de manera interesada, se haya querido ver una similitud de
intenciones “no normativas” entre el discurso de Sócrates y el
de los sofistas.
La combinación del método socrático con la aceptación
de una “norma” más válida que las otras se prestaba
perfectamente a ser llevada al mundo educativo, al que Sócrates se
dedicó la mayor parte de su vida. Y así se puso en el punto de mira
de dos fracciones de la sociedad ateniense; por un lado, algunos
aristócratas (quizás un tanto nostálgicos...) estuvieron a favor
de la idea socrática de la “norma superior/más válida”; por
otro lado, los demócratas más extremos reaccionaron ante ese apoyo
“aristocrático” a Sócrates, y emprendieron una fuerte
campaña de desprestigio y acoso hacia él y sus discípulos (dos
de ellos, Crítias y Alcibíades, conocieron el exilio por motivos
harto dudosos) La defensa que hizo Sócrates de algunos de ellos no
hizo más que estimular esa campaña, que culminó cuando los
demócratas mas extremados recuperan el poder en Atenas a finales del
Siglo V a.C., y achacan a Sócrates el haber formado a algunos de los
que se les han opuesto anteriormente. Esa acusación se “disfraza”
tanto de impiedad (no creer en los dioses tradicionales) como
de corrupción (en sentido muy amplio, político incluso) de
sus discípulos. En el año 399 a.C. se presenta por Meleto113,
Licón y Anito ante el arconte y se celebra el juicio,con el
resultado que bien se conoce114.
En realidad, Sócrates no hace una auténtica defensa “útil”
de su postura ante esas acusaciones de asebeia y corrupción,
y desde luego se niega a reconocerse culpable ni pide perdón.
Parece ser consciente que el resultado ya está decidido, y habiendo
sido sus discípulos una “amenaza” para los demócratas más
extremados (conservadores, por tanto, de las “esencias” que
Sócrates parecía subvertir), su muerte es como un castigo de esos
discípulos.
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2.3.-Sócrates en el recuerdo115.
Es
evidente que un hecho de las características de la muerte de
Sócrates, una muerte con un trasfondo esencialmente políticor15
(rivalidad entre aristócratas y demócratas) tenía que llevar
aparejada una ingente
cantidad de literatura
sobre ella, como de hecho así ha sido. Ciñéndonos sólo a la época
cercana a Sócrates, ya antes del juicio Aristófanes
se suma a la campaña de desprestigio
y acoso que conducirá a Sócrates hasta la muerte. Por ejemplo, en
su obra Las nubes
dice, hablando de los sofistas, que: “Ah,
sí, los miserables, los conozco. Charlatanes, paliduchos, descalzos,
aquellos a los que te refieres, y entre ellos, ese maldito Sócrates
y Cherefón.”116 En
la misma obra, 133-179, se burla de algunas de las cosas dichas por
Sócrates, sacándolas de contexto y ridiculizándolas, llamándolas
“invenciones
de Sócrates”,
en 221-261 hace hablar de manera absurda117
al mismo Sócrates, y, en general, toda la obra es una crítica
satírica de las enseñanzas sofistas, en las que incluye a Sócrates.
Incluso en 731-775 hace explicar a Sócrates un método para no pagar
las deudas, algo evidentemente que cae en la pura corrupción... No
nos caben pues muchas dudas de que Aristófanes
estaba al lado de los demócratas conservadores, que acabarían
llevando a Sócrates a juicio
tras crear todo un estado de opinión desfavorable a base de obras
como esta, escrita (y es la primera referencia histórica que se
tiene de Sócrates) con esa intención.
Por
el contrario, sus discípulos dan en sus obras posteriores al juicio
y muerte de Sócrates una visión bien diferente, obviamente a favor
de su maestro. El problema es dilucidar qué es realmente de Sócrates
y que es lo añadido por ellos... si nos referimos a las dos obras
más importantes al respecto, las Apologías
de Platón y de Jenofonte, nos encontraremos118
con un Platón más cercano a Sócrates pero que lo usa para exponer
sus opiniones propias, y con un Jenofonte más lejano en la
circunstancia, que pone una mayor distancia con el pensamiento
socrático, pero más historicista...
Tratando
de hacer una recopilación sobre todos estos escritos, encontramos en
primer lugar las dos apologías
de Sócrates escritas por Platón119
y por Jenofonte120.
La primera de ellas, una de las obras121
más tempranas de Platón -si no la primera- adolece de presentar
sólo la versión socrática del juicio, ya que poco o nada dice de
las alegaciones de los acusadores. La segunda de ellas122
es quizás más “humilde” en sus intenciones, más corta en su
extensión, pero más “rigurosa” en los hechos (basados
en un testigo presencial, Hermógenes123,
ya que Jenofonte, en el momento del juicio,estaba con sus 10.000 en
tierras persas...) Nos lo dice así Jenofonte124:
“Es
evidente que se dijeron muchas más cosas, tanto por parte de
Sócrates como de los amigos que hablaron en su defensa pero yo no
puse todo el empeño en contar todo lo que se dijo en el proceso,
sino que me conformé con hacer ver que Sócrates se preocupó por
encima de todo en dejar claro que no había cometido ninguna impiedad
con los dioses ni injusticia con los hombres; y en cuanto a no morir,
él no creía que debía suplicar para evitarlo, sino que incluso
pensaba que era un buen momento para terminar su vida.
”
Se
conocen, directa o indirectamente, otras Apologías “menores”
o desaparecidas... se ven en las fuentes consultadas, por
ejemplo, la de Lisias (perdida...), la de Plutarco (en su obra
Moralia, VIII, Sobre el demon de Sócrates), las de
Teodectes de Faselis, Demetrio de Falero, Libanio125...
De la misma manera, también se escribió alguna “anti-apología”
o acusación (kategoria), como la del sofista Polícrates, que
no ha llegado directamente a nosotros pero que Jenofonte cita y
explica en otra obra suya, Memorabilia126,
(Recuerdos sobre Sócrates), que en mi opinión es una obra mucho
más “sólida” y completa que la Apología para acercarse
con más profundidad al mundo de Sócrates y especialmente, a su
final.
Se
encuentran más referencias clásicas al juicio y muerte de
Sócrates en otras obras, como la ya citada Critón de Plató,
o en la Carta VII127
también de Platón, dirigida a los padres y amigos de Dión. Y en la
gran obra recopilatoria de Diógenes Laercio, Vidas, opiniones y
sentencias de los filósofos más ilustres128,
se dedican a Sócrates las páginas 107 a 122... pero en todo caso,
creo que las obras esenciales sobre el tema que estamos tratando son
las Apologías de Platón y Jenofonte, juntamente con la
Memorabilia de este último.
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2.4.-Sócrates y Rossellini.
La aventura vital de
Sócrates no podía escapar de los guionistas de cine, el arte del
Siglo XX, y así Rossellini filmó en 1971 Sócrates, un
biopic del filósofo, pensado para una serie
televisiva de biografías129.
Los últimos 15 minutos están dedicados a su juicio y muerte, y
pueden verse en los siguientes enlaces, en el orden en que se escriben:
http://www.youtube.com/watch?v=TT1_UWbm9sc
http://www.youtube.com/watch?v=XiCZT-mLyYM
http://www.youtube.com/watch?v=sqkWKyV8zsU
Vaya por delante
que, tras visionar la película entera, dedicada esencialmente a los
últimos días de Sócrates, la impresión general es muy buena. Hay
referencias a lo esencial de Sócrates (enseñanza,
método...), hay un buen uso de las obras clásicas para
documentar el guión (se reconocen la Apología de Platón, su
Critón, la Memorabilia de Jenofonte, Aristófanes deja
oír indirectamente su voz...) nada que objetar en este sentido. La
dirección de Rossellini es correcta (aunque quizás le falta un poco
de tensión dramática, hay momentos cumbres en que todo es
excesivamente plano, lineal, sin la pasión que se podría esperar) y
los actores trabajan muy bien, destacando el papel de Sócrates (Jean
Sylvère)
Respecto al juicio
en sí, Sócrates no hace una buena defensa, entendiendo que “buena”
quiere decir “útil”. Muy en su línea, Sócrates hace una
defensa “filosófica”, renunciando a una defensa
“jurídica” o incluso “política”. Obviamente, no puede
convencer a los jueces, que, siendo tan numerosos y se supone que
escogidos por sorteo, debían representar en gran medida los
intereses democráticos conservadores que habían llevado a Sócrates
a juicio, como vimos en 2.2. Por tanto, no puede dudarse
excesivamente en que el juicio tenía un final previsto y
previsible. Los jueces demócratas votarían la sentencia de
muerte, los jueces más filo-oligárquicos/antidemocráticos votarían
la absolución, y sólo unos pocos de cada uno de esos grupos lo
haría con justicia estrictamente. Si pudiese pensar en trasportarme
al momento del juicio, sé muy bien que hubiese votado la
absolución, pero desde luego no por la “anodina” defensa que
Sócrates hace de su postura, sino precisamente por respetar esa
postura, mantenida a lo largo de toda su vida, y con la que
estaría/estoy de acuerdo. Pero, como siempre que se hacen estas
elucubraciones de “historia-ficción” es difícil saber si habría
podido resistir a la presión social que indudablemente influyó en
el resultado del juicio. Los demócratas, recién vueltos al poder,
necesitaban una cabeza de turco, y fue Sócrates el elegido para
proporcionarla. No me atrevo a afirmar con rotundidad que si hubiese
estado allí habría sido capaz de votar lo que ahora y aquí,
indudablemente, sí votaría.
(Volver
al índice)
3.-Aristófanes y el “poder” de la mujer ateniense.
3.1.-Aristófanes y su obra.
En
el apartado 0.2.4 de este trabajo ya hicimos una introducción al
mundo de la tragedia y de la comedia griegas, que no repetiremos
aquí. El autor fundamental en ese mundo de la comedia es
Aristófanes, como ya sabemos, que vivió en Atenas entre los años
444/445 y 385 a.C. Por tanto, lo
esencial de su vida se desarrolla bajo el conflicto Esparta-Atenas
en la Guerra del Peloponeso y asiste a la recuperación democrática
en Atenas justo en el cambio del Siglo V al IV. También asiste al
juicio y condena de Sócrates en el año 399 a.C., a quien se ha
dedicado a ridiculizar y acosar en su obra Las Nubes,
como vimos en en punto 2.3. La animadversión
de Aristófanes hacia Sócrates
viene marcada por su toma de posición claramente conservadora en lo
social, político y filosófico. Es un demócrata conservador, y ello
se puso de manifiesto en su vida y su obra. Conservamos de ella once
comedias130,
escritas de manera similar, alternando el diálogo entre unos pocos
actores y la intervención del coro, mucho más numeroso. Sin poder
afirmar que la estructura fuese idéntica en todas las comedias, en
las que conocemos de Aristófanes sí que se detecta una repetición
estructural131
en prácticamente todas (excepto en las últimas, entre las cuales se
encuentra precisamente la que nos ocupará en el punto siguiente,
La
Asamblea de las mujeres). Se
inicia con el prólogos, "prólogo",
(exposición de lo que se va a hacer) complementado con el parodos,
"entrada del coro" (presentación de su papel). Se inicia a
continuación el agôn, "debate" (a favor/en contra
del asunto principal), seguido de la parábasis, "marcha
hacia adelante" (el coro se enfrenta al público). Siguen unos
cuantos epeisódia, “episodios”,
alternando actores y coro,
reforzando las conclusiones que se obtuvieron en el agón.
Acaba la obra con el éxodos, (salida final), a veces
acompañada de un córdax (danza ritual) Como decíamos antes,
las últimas comedias de Aristófanes no tienen todas esas partes, y
además se va reduciendo el papel asignado al coro, en lo que podemos
considerar el anuncio de una nueva fase132
en el mundo de la comedia.
Nunca se hará suficiente
hincapié en las dos caras de una misma moneda que representa la obra
de Aristófanes133.
Por un lado, es una fuente inagotable de referencias, más o
menos veladas, a la situación del momento en que escribe cada
comedia; por el otro, no sabemos demasiado bien la trascendencia
que tuvo en la sociedad ateniense “real” del momento, ya que
la frontera entre las provocaciones de todo tipo que se ven en sus
comedias y la auténtica sátira con intenciones de “cambio” se
nos aparece como muy desdibujada.
(Volver
al índice)
3.2.-La Asamblea de las mujeres134.
De las comedias conservadas de Aristófanes podemos usar
La Asamblea de las mujeres / Las Asambleístas (una de las más
tardías en su concepción) como motivo para analizar algunos
aspectos de la época en que se escribió (393/392 a.C.), por
ejemplo, la política y el papel de la mujer ateniense
en su sociedad.
Desde el punto de vista del contexto político,
hay que recordar que la Guerra del Peloponeso (el gran revulsivo
griego del Siglo V) ha finalizado en 404 a.C. y que Atenas ha sufrido
el conflicto fratricida cristalizado en el período de los “Treinta
Tiranos”, en el que Critias y Lisandro fueron actores destacados.
Por fin, en el 403 a.C., mediante una amnistía generalizada y un
firme deseo de unión entre los atenienses, se restaura la
democracia, pero ya nada es lo mismo135.
Una cierta desconfianza hacia lo popular en el gobierno, junto
con inevitables sentimientos de revancha -que condujeron a la muerte
de Sócrates, por ejemplo- hacen que en el cambio de siglo se vea
difícil remontar la situación de Atenas, que inicia una
decadencia cierta, aunque de momento silente.
En
esa tesitura del inicio de la “cuesta abajo” ateniense,
Aristófanes escribe La
Asamblea de las mujeres,
un
fragmento de la cual se nos ha proporcionado.
En ella se observa al leerla en su conjunto136
una
parodia del orden social totalmente igualitario
preconizado por los demócratas “restaurados”. Las mujeres
atenienses, comandadas por Praxágora (Πραξαγόρα),
decepcionadas por la situación general del gobierno del que están
excluidas a pesar de todas las “ínfulas” democráticas de sus
maridos, deciden hacerse con el poder137.
Se disfrazan de hombre, se infiltran en la Asamblea ateniense, y
hacen votar un gobierno llevado por ellas, una ginecocracia,
un golpe de estado en toda regla. Ese gobierno de las mujeres declara
nula la propiedad privada, la vida de familia es semipública, se
regula todo lo que ven mal en la situación “real” ateniense,
basándose, como se explica en el fragmento proporcionado, que ellas
lo hacen todo mejor, “a la antigua usanza”. Aristófanes intenta
contraponer, en un contexto de comedia -no hay que olvidarlo-, la
diferencia
entre lo que la democracia promete y lo que la realidad luego impone,
y la solución que subyace en su escrito es la de eliminar todo lo
que provoque desigualdad, lo que dé preponderancia a algunos sobre
los demás.
Es evidente que hay que ver en esta comedia algo más
que un divertimento, una sátira, una reivindicación femenina
(que no debía ser en absoluto la intención de Aristófanes, que la
usa más bien como una exageración del absurdo)... El “comunismo
utopista” de la propuesta de Praxágora es la manera con la que
Aristófanes se hace eco de un sentimiento en gran medida
generalizado, aunque difuso, de la sociedad ateniense, en el
sentido de desear/necesitar un cambio para evitar la
decadencia que se ve en el horizonte político inmediato.
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3.3.-Dos focos de interés en Las Asambleístas138.
En la comedia de Aristófanes que estamos comentando hay
-entre otros, como ya hemos visto en el punto anterior- dos focos de
interés sobre los que se nos pregunta: la comicidad en el fragmento
proporcionado y la situación de la mujer ateniense en su sociedad
que de él puede deducirse.
①Respecto
a la comicidad de las
comedias139 de Aristófanes podemos resumirla en unos pocos “lugares comunes”
pero que, convenientemente mezclados, funcionan perfectamente para
conseguir la risa o al menos la sonrisa del público, ciudadano
esencialmente. Destacaría entre ellos140
la “originalidad” de la expresión y de la declamación, la
“reiteración” de expresiones que dan continuidad y refuerzan el
efecto cómico, el tono voluntariamente “popular” de lo que se
representa -pudiendo llegar a lo obsceno sin ningún problema-, el
fuerte y provocador contraste entre la literalidad de lo que se dice
y lo metafóricamente escondido que hay en ello, las situaciones
comprometidas con más de una lectura posible, la burla de lo
conocido en contraposición con lo desconocido el retorcimiento del
lenguaje hasta el límite de la comprensión... Son, si se quiere,
técnicas sencillas, nada
complicadas si se toman una a una, pero que funcionaron
en la comedia griega y
que aún usamos nosotros: basta con pensar en las comedias de Billy
Wilder114
o de Woody Allen142
para reconocer esos elementos cómicos usados ya por Aristófanes.
Y es un gran mérito
de Aristófanes saber hacer reír a los atenienses del momento, ya
que la situación no era precisamente alegre, aunque quizás no todos
fuesen tan conscientes como él. Desaparecidos amigos (Alcibíades,
Pericles, Cleón) y enemigos (Sócrates), con la juventud ateniense
severamente diezmada por la Guerra del Peloponeso y el conflicto
contra los Treinta Tiranos, con un territorio empobrecido, con más
dificultades en la vida diaria, pero sobre todo, con la angustia de
ver que los viejos tiempos no volverían más... una situación
que no invitaba precisamente al humor.
De
los elementos cómicos, o de comicidad, que hemos citado arriba,
¿podemos reconocer
alguno en el fragmento
de La Asamblea de las
mujeres proporcionado?
Quizás el más fácil de ver es la reiteración en las
equivocaciones con que las mujeres invocan a las diosas en vez de a
los dioses: “por las
dos diosas” dicen,
cuando deberían decir “por
Zeus” o “por
Apolo” como harían
los hombres a los que quieren engañar disfrazándose. En el corto
fragmento aparece esta reiteración de equivocaciones en varias
ocasiones, incluida la debida a un error de género al dirigirse a la
Asamblea en el ensayo que están haciendo. Es fácil imaginar que
esos “errores”, convenientemente realzados por una declamación
un tanto excesiva, producirían un efecto cómico acumulativo. Vemos
también un elemento de burla, que hoy sería “políticamente
incorrecto”, en la pulla que se dirige a Epígono, un homosexual
presente en el ensayo de las mujeres. Detectamos asimismo el
contraste entre el “ambiente” general del ensayo (distendido,
amigable...) con la grandilocuencia del discurso de Praxágora que
está intentando ensayar. Cada interrupción del mismo devolviendo a
la audiencia a la “realidad” es otro elemento cómico normalmente
infalible, ya que libera la tensión a la que se le ha llevado, y
activa así el mecanismo de la risa. Y en el largo párrafo en el que
Praxágora explica porqué las mujeres son más sensatas para
gobernar que los hombres, se aprecia claramente la provocación que
esa argumentación haría en la audiencia, que evidentemente la
entendería como una exageración absurda, que como sabemos es un
elemento de comicidad irresistible. Las referencias jocosas, ácidas,
a personajes conocidos (Agirrio -calificado de bergante-, Hierónimo
-calificado de sabio-, Trasíbulo -enfadado porque no se le pide
ayuda-...) se hacen en gran medida en connivencia con el público,
que sabe más de ellos que lo que realmente se dice, y les mueve a la
risa por el contraste entre lo dicho/sugerido y lo conocido...
②Y
el segundo punto de interés en este fragmento de la obra de
Aristófanes está relacionado con las protagonistas de la obra: las
mujeres atenienses. En
el más largo de los párrafos, casi al final del fragmento,
Praxágora nos ilustra perfectamente acerca de cual
era la situación de la mujer
en la Atenas de este tiempo (como en los anteriores y en los
venideros...): lavan la ropa, cocinan, llevan las cargas en la
cabeza, hacen pasteles, satisfacen a sus maridos... y por otro lado
tienen amantes, roban (¿?), beben vino sin aguar... nada que no se
salga del ámbito
estrictamente doméstico,
privado, al que están relegadas en el sistema democrático
ateniense. Sólo tenían permiso para abandonar el hogar libremente
durante los tres días veraniegos de las fiestas Tesmoforias143,
en honor de las dos diosas invocadas en el fragmento, Démeter y su
hija Perséfone. Y no todas las mujeres podían asistir a esas
fiestas, sólo aquellas que estuvieran casadas con un ciudadano
ateniense, sin poder ir ni las solteras ni las casadas con
extranjeros. Como puede verse, muy poca libertad... Es por esa
situación tan
restrictiva de las mujeres,
a la que los atenienses estaban acostumbrados, por lo que la
pretensión de formar un gobierno de mujeres expuesta en La
Asamblea de las mujeres
por Aristófanes debía verse como el extremo del absurdo, y se toma
como leitmotiv144
de una obra cómica.
El
fragmento comentado acaba con una frase de Praxágora que nos
recuerda también la precariedad de la educación de la mujer
ateniense (que ya hemos explicado en otros apartados de este
trabajo), cuando dice que sabe lo que sabe a base de “oír
a los oradores”, no
por haber recibido una educación explícita.
Hay
que señalar desde luego que esta
situación de la mujer ateniense,
y de las griegas en general (excepción hecha parcialmente en
Esparta) no
es exclusiva de ese momento,
ni mucho menos. Si miramos hacia atrás, en La
Ilíada145
Héctor dice a su mujer, Andrómaca: “Vuelve
a casa, ocúpate en las labores del telar y la rueca, y ordena a las
esclavas que se apliquen al trabajo; y de la guerra nos cuidaremos
cuantos varones nacimos en Ilión, y yo el primero.”
Una perfecta descripción de los roles de cada uno... Y el coetáneo
de Aristófanes, Jenofonte, discípulo de Sócrates (lo cual debemos
considerarlo como una cierta “garantía”...) escribe un diálogo
al estilo socrático, Económico,
y dedica los capítulos VII al X a describir la situación de la
mujer ateniense, en su ideal de la “perfecta casada”. En él,
Sócrates pregunta146
a Iscómaco refiriéndose a la mujer de este: “¿la
educaste tú personalmente hasta que llegó a ser como es debido o,
cuando la recibiste de su padre y de su madre, ya sabía administrar
lo que le incumbe?”.
La respuesta no puede ser más clara: “¿Y
qué podía saber cuando la recibí por esposa, si cuando vino a mi
casa aún no había cumplido los quince años y antes vivió sometida
a una gran vigilancia, para que viera, oyera y preguntara lo menos
posible? ¿No te parece que pude estar contento si llegó a mi casa
sin saber otra cosa que hacer un manto, si recibía la lana, o sin
haber visto otra cosa que cómo se reparte el trabajo de la hilatura
entre las criadas?”.
Y sigue el capítulo VII del Económico
con manifestaciones en esta línea: “la
divinidad [...] creó la naturaleza de la mujer apta desde un
principio para las labores y cuidados interiores, y la del varón
para los trabajos y cuidados de fuera”147,
“Para
la mujer, en efecto, es más honroso permanecer dentro de casa que
estar de cotilleo en la puerta, mientras que al hombre le resulta más
impropio estar dentro que cuidarse de los trabajos de fuera.”148
Y el paso del tiempo no hace mejorar las cosas... Aristóteles, en
su Política
nos dice que “El
hombre, salvas algunas excepciones contrarias a la naturaleza, es el
llamado a mandar más bien que la mujer,...”149
“...el
hombre libre manda al esclavo de muy distinta manera que el marido
manda a la mujer y que el padre al hijo; y sin embargo, los elementos
esenciales del alma se dan en todos estos seres, aunque en grados muy
diversos. El esclavo está absolutamente privado de voluntad; la
mujer la tiene, pero subordinada; el niño sólo la tiene
incompleta”150.
Costaría siglos y siglos cambiar (un tanto
solamente...) esta visión griega sobre la mujer.
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3.4.-Ekklesia, ecclesia, església, iglesia.
Empezaremos
por utilizar el diccionario para definir y centrar la etimología
cada una de estas palabras:
►iglesia151:
(Del lat. ecclesia = reunión de un pueblo < gr. ekklesia
= reunión, asamblea convocada < ekkaleo = yo convoco) s.f.
1.-Cada uno de los edificios destinados al culto de las
comunidades religiosas cristianas. 2.-Conjunto de todos los
fieles cristianos. 3.- […]
►ecclesia,
æ152,
f. (έκκλησία),
asemblée [du peuple]: Plin.
Ep. 10, 110, 1 || asemblée des premiers chrétiens pour
celebrer leur culte: Aug.
Ep. 190, 5, 19 || l'Eglise, la communion chrétienne: Aug.
Serm. 137, 6 || église, [édifice], temple: Amm.
21, 2, 5.
►έκκλησία,
ας153
I
assemblée par convocation 1
assemblée du peuple ou des guerriers 2
assemblée des Amphictions a Delphes 3
assemblée du peuple a Sparte, Athènes, [...]
La etimología pues de iglesia154
parece clara, viniendo del griego έκκλησία
a través del latín ecclesia.
La incorporación de la palabra al mundo latino se hace obviamente a
partir del Siglo I d.C., con la incorporación del cristianismo. Una
vez desaparecido/muerto Jesús de Nazaret, el cristianismo conoce una
rápida expansión a orillas del Mediterráneo, en Palestina. Empieza
a ser perseguido (Herodes Agripas lo hace fuertemente hacia los años
40 d.C.) y se plantea así la discusión -todo un clásico en la
historia del cristianismo- de si sólo es Israel el “pueblo
elegido” o si se debe llevar “La Palabra” al resto del mundo.
En
el terreno lingüístico,
esa dicotomía significa bien el uso del latín (en el entorno romano
y hebreo), bien el uso del griego, la lengua de casi todo lo que no
es Mediterráneo. La disputa entre ambas facciones del naciente
cristianismo hace correr ríos de tinta (mientras que en el año 70
d.C. Tito hace correr ríos de sangre en Israel, con la destrucción
de Jerusalén, iniciando así la gran diáspora...), y acaba
resolviéndose a favor de la opción “universalista” representada
sobre todo por Pablo de Tarso, un griego del Asia Menor. Su
formación/cultura es totalmente helenista, por lo que la predicación
que lleva a cabo en sus famosos viajes155
entre los años 45 y 57 d.C. tiene una gran acogida en ese mundo
griego. Así, se entiende fácilmente que la palabra griega έκκλησία
se
usase sistemáticamente en ese entorno griego, pero también se
comprende bien que dada la coexistencia entre el mundo latino y el
griego, la
forma latina entrase de lleno en el uso habitual
del entorno cristiano. Hay ejemplos de todo tipo que ilustran ambos
usos... en los Hechos
de los Apóstoles156
se dice que “Uns,
doncs, cridaven una cosa, d'altres, una altra, ja que l'assemblea es
trobava en plena confusió...”;
Mateo, en su Evangelio157,
dice
que: “I
jo et dic que tu ets Pere, i sobre aquesta pedra edificaré la meva
Església...”
Evidentemente, el uso de iglesia
que primero se utilizó por los cristianos fue el que servía para
denominar la reunión
de los fieles
en cualquier sitio, ya que hasta mucho más tarde no se pudo usar en
el sentido de un edificio
específicamente dedicado
a esas reuniones.
La
forma latina acabó imponiéndose en el mundo occidental, y su
transformación
al castellano
iglesia
se
llevó a cabo, en la Edad Media, a través de la forma simplificada
en el latín popular, eclesia.
La
fonética de la “c” se suavizó a “g”, como puede verse158
en El
Cantar de Mío Cid,
escrito aproximadamente en el año 1200 d.C.; en el siglo XII, Berceo
usa tanto eglesia
como ya también iglesia,
por
el
desplazamiento de la “e” hacia la “i” para una más fácil
pronunciación delante de “g”. Las dos formas de Berceo se van
alternando, pero a partir del Siglo XIV d.C. ya se ha generalizado159
prácticamente160
del todo el uso de la forma actual, iglesia.
En
catalán,
la presencia de la “s” hace innecesario ese desplazamiento
vocálico, y así se ha llegado a la forma esglèsia.
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5.-A modo de conclusión.
Al final de este trabajo,
como en general de todos, conviene hacer una, aunque sea breve,
mirada sobre lo estudiado, para evitar que los árboles nos impidan
ver el bosque...
En estas páginas que
aquí acaban hemos hecho una breve incursión en uno de los siglos
más importantes en la historia de Europa, el Siglo V a.C. En ese
siglo y en lo que llamamos Grecia se conjura el peligro de la
invasión persa (Guerras Médicas), nacen infinidad de aspectos
nuevos del pensamiento humano, como la filosofía, y se sientan
las bases de lo que constituirá, de una manera u otra, la esencia de
la educación en el mundo. Todo ello se lleva a cabo, además, en un
entorno especialmente duro, de confrontación interna (Guerra
del Peloponeso), que hace aún más meritoria esta eclosión de
creación intelectual.
El hilo conductor que nos
ha llevado a lo largo de este trabajo empezó con el estudio de la
paidéia como un sistema
educativo global, tanto
de contenido como de valores, representativo de la mentalidad griega,
de su manera de entender el mundo. El ejercicio de esa virtud
educativa conduce a
Sócrates -el primer
filósofo- a un enfrentamiento con el conservadurismo de la sociedad
ateniense del momento, en un anticipo de lo que será la historia del
mundo occidental: patricios y plebeyos en Roma, nobles y vasallos en
el feudalismo, aristócratas y pueblo llano hasta el Siglo XIX,
burgueses y proletarios posteriormente... Y complementando la paidéia, el mundo
griego, ateniense sobre todo, inventa
el teatro, representando tragedias y comedias.
No se trata ya de una formación explícita y personal, sino que debe
entenderse como una manera colectiva de puesta en común de deseos y
aspiraciones de todo tipo. En todo el discurso realizado en el
trabajo, han ido apareciendo -inevitablemente- los
grandes “excluidos” del sistema:
menores, extranjeros, esclavos y mujeres. El caso de estas últimas
se ha ido estudiando a lo largo de todo el expuesto para ver, o
intentar ver, cómo fue su realidad del momento y poder contrastarla161
con la realidad actual si se quiere.
José Carlos Vilches Peña. En Vielha, abril de 2014.
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6.-Biblio y webgrafía.
Se ha
procurado no interrumpir en exceso el texto, para mayor comodidad a
la hora de leerlo, por lo que algunos detalles y enlaces a imágenes
aclaratorias se han puesto en Notas al pie de página, que se agrupan todas al final del documento. Clicando en el número que las identifica nos baja al pie de la página para leer la Nota. Para retroceder al texto donde se dejó, basta con clicar en
el número de orden que antecede a la Nota.
Las
referencias de las obras en papel y en línea que se han consultado
más a fondo, en mayor o menor grado, están al final del documento,
agrupadas como Referencias Bibliográficas. El número que las identifica
está precedido de la letra "r", y clicando en él nos baja al pie del
documento para leer la referencia correspondiente. Para retroceder
al texto donde se dejó, basta con clicar en el número de orden que
antecede a la Referencia, que aparece entre corchetes.
Para las
referencias se ha utilizado la normativa del TermCat y se han
dejado en el orden en que aparecen en el documento, para permitir
seguir mejor su relación con el mismo.
Respecto a
la inclusión o no de imágenes en el texto, se ha valorado
cuidadosamente el hacerlo o no, y la decisión ha sido la habitual:
no ponerlas, con alguna excepción. Pienso que no se trata de hacer
una colección de imágenes, que podrían ser centenares, sino
construir un texto razonado sobre los temas propuestos.
Evidentemente, se ponen los enlaces a aquellas imágenes que se
considera relevante verlas al menos una vez, cosa muy recomendable si
no se conoce personalmente lo citado. También se ha hecho un uso
intensivo de información en línea (sin grandes pretensiones...)
para ilustrar detalles de lo que se ha ido comentando sin necesidad
de ocupar un espacio más necesario para el discurso general.
(Volver
al índice)
A) Notas al Pie:
2Plácido
Suárez, pág. 67.
3Carreras
et al., III, pág. 9.
4Carreras
et al., III, pág. 23.
9Plácido
Suárez, pág. 62 y ss.
10Plácido
Suárez, pág. 64.
11Plácido
Suárez, pág. 67.
12Alonso
Troncoso, pág. 52.
13Alonso
Troncoso, pág. 98.
18Osborne,
pág. 191 y ss.
19Plutarco,
pág. 179 y ss.
21Herodoto,
Libro VII, pág. 750-771.
22Diodoro
de Sicilia, Libro XI, pág. 159-174.
27Está
redactado/traducido en tercera persona.
28Tucídides,
Libro I, primer párrafo.
36Carreras
et al., III, pág. 22-23.
37Alonso
Troncoso, pág. 93.
39Alonso
Troncoso, pág. 94.
60Carreras
et al., III, pág. 48.
68Plutarco,
Vida de Nicias, XXIX
80Carreras
et al., III, pág. 79.
84Carreras
et al., III, paǵ. 80.
85Alonso
Troncoso, pág. 82.
86Carreras
et al., III, pág. 82.
87“El
hombre es la medida de todas las cosas; de las que son, en tanto que
son, y de las que no son, en tanto que no son”.
Protágoras de Abdera, Sobre la verdad. Ver
http://protagorasdeabdera.blogspot.com.es/
[Consulta: 18 abril 2014]
89Carreras
et al., II, pág. 47.
102En
la práctica esa voluntariedad era sólo teórica, ya que en la
práctica la quería/realizaba gran parte de la población
ateniense, dependiendo su calidad evidentemente de las posibilidades
económicas de la familia. Véase Carreras et al.,
III, pág. 80.
103Carreras
et al., III, pág. 75 y 76.
108Alonso
Troncoso, pág. 82-85.
109Se
agrupan aquí las preguntas 1, 4 y 5, ejercicio 2, de la PAC2 de la
asignatura.
111Carreras
et al., III, pág. 76-79.
112
Es inevitable recordar la obra de Galileo Galilei, “Discorsi
e dimostrazioni matematiche, intorno à due nuoue scienze”,
(1638) en la que Simplicio, Sagredo y Salviati dialogan, a la manera
socrática, sobre las nuevas ideas galileanas del movimiento,
avanzando en su clarificación.
113Alonso
Troncoso, pág. 89-92.
115Se
agrupan aquí las preguntas 2 y 3 de la PAC2 de la asignatura.
123Citado
explícita y continuamente en la obra de Jenofonte.
134Se
agrupan aquí las preguntas 1 y 5, ejercicio 3, de la PAC2 de la
asignatura.
135Alonso
Troncoso, pág. 89.
138Se
agrupan aquí las preguntas 2 y 4, ejercicio 3, de la PAC2 de la
asignatura.
145Homero:
La Ilíada, versión
de Luis Segalà, pág. 71. Canto VI, 490-493.
147Jenofonte,
Económico, VII, 22
148Jenofonte,
Económico, VII, 30
151Diccionario
Anaya de la Lengua. Madrid: Anaya, 1991. 1079 p. ISBN
84-207-4148-5
152Gaffiot,
Félix. Dictionnaire illustré LATIN-FRANÇAIS.
Paris: Hachette, 1934. 1720 p.
153Bailly,
A. Dictionnaire GREC-FRANCAIS.
París, Hachette, 1950. 2200 p.
156Biblia
de Montserrat. Andorra: Casal i
Vall, 1970. 2917 p. DL B. 34318 – 1970.
Ver pág.
2285, Actes dels Apòstols,
19, 32.
157Ídem,
pág. 2059, Mateu, 16, 18.
[r1]
Carreras
Monforte,
César [et al.] El
mundo clásico I.
Barcelona:
FUOC, 2012. 331 p.
ISBN
[r2]
Morkot,
Robert.
Atlas
de la Grèce antique. 6500 à 30 av. J.-C.
París:
Autrement, 2004. 144 p.
ISBN 2-86260-764-9
[r3]
Finley,
M.I.
Los
griegos de la antigüedad.
4a
ed. Barcelona: Labor, 1973. 195 p. (Nueva colección Labor; 7)
ISBN 84-335-9363-3
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