En esta parte del trabajo se
nos propone el estudio de un fragmento del texto bíblico de los
Hechos de los Apóstoles1.
Se trata en concreto de una parte del capítulo 19 de
los Hechos, que
narra la oposición de los orfebres de Éfeso a las consecuencias que
la predicación del Apóstol Pablo (el
“Camino” de “la Palabra”) en
su tercer viaje por Asia estaba teniendo en
sus negocios, derivados del culto a la diosa Artemis. Los viajes2
evangelizadores de Pablo tienen lugar entre los años 45
y 57
d.C.3
Sabemos que el primero acaba con el Concilio de Jerusalén, sobre el
año 50 d.C., y que el
segundo se desarrolla entre los años 50 y 54, fecha esta última en
la que inicia su tercer viaje (aún hará un cuarto viaje, pero como
prisionero hacia Roma...) Establece su residencia en Éfeso entre
los años 54 y 57, así que el documento que estudiamos está datado
entre esas dos fechas. Si se
continúa la lectura de los Hechos
en su capítulo 20, se puede ver que Pablo abandona Éfeso (hacia
Macedonia) justo después de lo narrado anteriormente, así que la
fecha de ese enfrentamiento hay que ponerla en el año
57 d.C. El
fragmento en cuestión ha generado una gran cantidad de literatura4,
muy posiblemente por el interés de ser un momento clave en la
expansión del cristianismo, en el que se ponen de manifiesto las tensiones que esa
expansión producía entre el mundo
que empieza a llamarse peyorativamente “pagano”.
En
una primera lectura del documento vemos que nos encontramos una
auténtica mezcolanza de personajes: cristianos, judíos, romanos,
macedonios,... Antes de abordar
pues
de
lleno el tema que nos ocupa, deberíamos hacer un breve resumen de
las relaciones entre romanos y judíos, a los que posteriormente se
les añaden los cristianos. La “ventana”
cronológica
que usaremos irá desde el siglo II a.C. hasta finales del siglo I
d.C., ya que nuestro objetivo es el cristianismo “primitivo”
estrictamente5.
Y en ese Siglo I d.C. es cuando se puede hablar realmente de los
inicios
del cristianismo:
desaparecido Jesús en el año 30, entre los años 30 y 40
aproximadamente cabe hablar de una expansión del cristianismo en el
interior de Palestina (la persecución de los cristianos por Herodes
Agripa marca el fin de esa etapa) A continuación, entre los años 40
y 70 (la destrucción de Jerusalén por los romanos en ese año 70
marca un nuevo cambio de etapa) hay que hablar de la evangelización,
de la expansión de “la Palabra” a través del “Camino”,
esencialmente en lo que constituía el mundo griego, momento y lugar
en el que se desarrollan los viajes de Pablo. Del año 70 hasta el
final del siglo, el cristianismo aborda una etapa compleja y difícil,
en la que lo primordial es sobrevivir, reorganizando y estructurando
sus relaciones, tanto internas como externas6.
El
momento cumbre de las dificultades
en
este período se
alcanza con
el
emperador Domiciano7,
aunque
ya antes (Nerón) el poder romano consideraba
la
religión cristiana como
una
“religio illicita”.
➊Así pues, resumamos la
cronología del tema que nos interesa, dentro de los límites que nos
hemos marcado.
En el Siglo II a.C. Roma mantiene
contactos “pacíficos”8
con los judíos, contactos que se utilizan, a través de alianzas con
los Macabeos, para poner dificultades a la penetración seleúcida
en la zona. Después de los Macabeos, los Asmoneos vuelven a firmar
alianzas con Roma (desde el 141 a.C. Judea es un estado
independiente9
totalmente de Siria...)
En el Siglo I a.C. el territorio
judío se convierte en uno más de los escenarios de la contienda
entre Pompeyo y Julio César. Este, agradecido por la ayuda
que se le ha prestado en Alejandría por Hircano, etnarca de Judea,
concede10
diversos privilegios políticos a los judíos, lo que parecía
augurar una buena relación en el futuro entre Roma y Judea. Sin
embargo, la cuestión religiosa será un obstáculo insalvable...
frente al politeísmo romano, con su “comodidad” y adaptabilidad,
los judíos practican una religión monoteísta y, además
“revelada”, por lo que la consideran la única verdadera, con
exclusión de todas las demás. Para complicar más las cosas,
durante el mandato de Augusto, la aparición en escena de Jesús de
Nazaret y la posterior concreción de su doctrina en la nueva
religión cristiana, introduce aún más elementos de fricción,
claramente ideológicos con los judíos y más de tipo político con
los romanos.
Esas fricciones entre Roma y los
judíos fueron al principio poco intensas (Tiberio deporta judíos a
Cerdeña por motivos de “orden público” en el año 19) pero poco
a poco van subiendo de tono. Por ejemplo, el emperador Claudio
(Tiberio Claudio Druso) expulsa a los judíos de Roma, ya que
“provocaban turbulencias”. Lo cuenta Suetonio cuando narra la
vida de Claudio11,
y se pone de manifiesto que Roma aún no distingue entre judíos y
cristianos. Claudio es emperador hasta su muerte en el año 54,
momento en que Pablo inicia su tercer viaje evangelizador, como hemos
visto en otro punto de este apartado.
Tras Claudio es Nerón quien
ejerce el poder imperial, desde el año 54 hasta el 68. Por tanto, su
mandato cubre la práctica totalidad de la acción evangelizadora de
Pablo de Tarso, incluida su estancia en Éfeso, su detención,
prisión y muerte en Roma en el año 67. En paralelo con la actividad
evangelizadora de los cristianos en oriente, la expulsión de judíos
de Roma ha quedado sin efectos en la práctica, y encontramos en la
mujer de Nerón, Popea, una defensora de los judíos pero ya en
contra de los cristianos12
(acusados por ejemplo del incendio de Roma en el año 64), lo que nos
hace ver que la expansión del cristianismo ha avanzado lo suficiente
como para que Roma sea capaz de distinguir entre ambas comunidades13.
También en el mandato de Nerón se inicia la gran revuelta judía14
de los años 66-73, que tendrá su punto álgido en el año 70 con la
destrucción de Jerusalén, y también se considera a Nerón como el
primer “perseguidor” importante de los cristianos. Las relaciones
Roma-Judea-Cristianismo serán así pues conflictivas durante más de
dos siglos...
Tras la crisis “de los cuatro
emperadores” de los años 68 y 69, el poder imperial recae en Tito
Flavio Vespasiano15,
iniciador de la dinastía de los Flavios. Su hijo mayor, Tito Flavio
Vespasiano (Tito16),
completará la destrucción del estado judío tomando Jerusalén en
el año 70, provocando así el inicio de una diáspora que
será motivo de innumerables conflictos en el futuro. En el año 79
Tito sucede a su padre, sólo por dos años. Y es Tito el
protagonista de un detalle que nos permite ver hasta qué punto el
cristianismo había empezado a impregnar la sociedad romana. En
efecto, Tito vivió con Berenice, hija de Herodes Agripa I, hermana
de Herodes Agripa II, tratándola a todos los efectos como su esposa.
Berenice había conocido a Pablo de Tarso, y logró en varias
ocasiones que Tito disminuyera la represión contra los judíos y
contra los cristianos17.
La presión de las clases romanas más tradicionales hizo que Tito
abandonase a Berenice cuando fue nombrado emperador en el 79,
desapareciendo esta de la historia. Pero no ha desaparecido ni mucho
menos de nuestro imaginario, como puede comprobarse por la gran
cantidad de obras de arte18
que se han basado en esa relación judeoromana entre Berenice y Tito.
Y en la última parte del Siglo I
accede al poder imperial Tito Flavio Domiciano (Domiciano19),
hijo de Vespasiano, hermano de Tito, que fue el último emperador de
los Flavios, entre el año 81 y el 96. Su mandato fue bastante
diferente de los de su padre y hermano, derivando hacia un fuerte
autoritarismo,y en el aspecto que nos ocupa, el religioso, lo fue
mucho. Declaró el carácter divino de su poder, haciéndose llamar
dominus et deus, reviviendo
la práctica del culto
imperial, lo
que nos da una idea clara de que no podría consentir20
el no reconocimiento de su divinidad por parte de los judíos y los
cristianos, que sólo admitían su propio dios, excluyendo cualquier
otro. Es por eso por lo que esta parte final del Siglo I se
caracteriza por una
ambivalencia en el trato a las religiones. Por un lado, se
toleran aquellas que no
interfieren con la romana tradicional (p. ej., algunos cultos
derivados de Egipto, sincretistas por definición) y sin embargo se
persiguen
aquellas religiones (judaísmo y cristianismo, monoteístas estrictamente) que niegan
la divinidad del emperador, la autenticidad de los múltiples dioses
romanos... Es muy cierto que
hay controversias21
sobre el “grado” de intensidad de la persecución de los
cristianos por Domiciano, y
lo que hay que concluir es que no fueron tan intensas como pretenden
algunos (Eusebio de Cesárea22,
p. ej) , ni tan inexistentes
como afirman algunos autores modernos, como Brian W. Jones, quien
afirma “No convincing evidence exists for a Domitianic
persecution of the Christians. The growth of the legend may well be
impressive, but the consistent development only serves to weaken the
case,... Perhaps a few Christians were amongst those executed or
banished during the 90s: that hardly constitutes persecution. ”23
Hemos llegado así al final del
Siglo I, fin del marco cronológico en el que habíamos decidido
movernos. La situación está, desgraciadamente, muy clara24.
En primer lugar, hay un conflicto obvio entre las tres religiones. La
romana, quizás la más antigua de las tres, es una religión politeísta,
relativamente adaptable, con fuertes vinculaciones con la política,
lo que la hace ser, en muchos aspectos, muy “real”. La judía se
mueve en un universo cerrado en sí mismo, excluyente, monoteísta y
monolítico, en el que “la verdad” revelada asume el protagonismo
al cien por cien (los diez mandamientos de Moisés y su forma de
hacerlos llegar a los judíos es totalmente esclarecedora). Y la
benjamina del trío, el cristianismo, que intenta abrirse paso
desgajándose de la religión tradicional judía, afirma que sus
decisiones, su autoridad, “no es de este mundo”25.
El conflicto está servido26...
Desde el punto de vista político, las cosas se invierten totalmente.
Con todas las salvedades que quieran hacerse, Roma es un bloque en lo
político bajo el mando del emperador, mientras que los judíos se
dividen en múltiples facetas organizativas: saduceos y fariseos,
baptistas y esenios. Ello orientó irremisiblemente el resultado de
la primera guerra entre Judea y Roma, la cual salió vencedora en
todos los aspectos: el político/militar, poniendo fin a una
rebelión; el religioso, eliminando la oposición al culto imperial;
el financiero, condenando a los judíos al pago de unos impuestos
nuevos. Y es en esta época cuando se gesta la gran diáspora judía
que tanto iba a durar, con los resultados que conocemos.
Ya hemos visto en la introducción
de este trabajo que dos siglos más tarde, Constantino y Teodosio
elevarán la religión cristiana a un estatus que en este momento era
impensable obtener. En esos dos siglos, entre períodos de relativa
calma, se producen momentos de intensas persecuciones, que van
conformando lo que será el cristianismo de la edad media occidental
y del bizantino imperio Oriental, pero esa es ya otra historia27...
➋Una vez
situado correctamente el contexto del documento que estudiamos,
podemos volver a lo que empezó llamándonos la atención, y mirar otra vez la
procedencia de sus protagonistas.
Por el
lado romano, tenemos al “secretario”,
que es el que pone orden en la asamblea. La
palabra usada en el texto es exactamente γραμματεύς
, con la que se pueden designar diferentes magistrados. No sabemos su
nombre, pero sí queda claro que era quien presidía la Asamblea de
ciudadanos de Éfeso.
Por el
lado judío aparece el personaje de
Alejandro, aunque en realidad su aparición es bajo la expresión
“...enviado por los judíos...”, que no es exactamente lo mismo,
aunque luego sí se especifica su procedencia. Este personaje, que no
llega siquiera a hablar en la Asamblea, ha dado lugar a diversas
interpretaciones. Una de ellas es
la que identifica a este Alejandro con el propio grammateus,
basándose en un cierto paralelismo entre su discurso y el discurso
de Gamaliel ante el Sanedrín28,
recurso este del paralelismo habitualmente usado por Lucas. Otras
fuentes afirman que el tal Alejandro (un calderero) ya se había
opuesto anteriormente a la predicación de Pablo en Éfeso, como dice
Lucas29
en otros pasajes de los Hechos. En
cualquier caso queda claro que los efesios no miraban tampoco
demasiado bien a los judíos, ya que no le dejaron ni hablar.
Los
cristianos
están representados por Pablo -del que poco podemos ya añadir, y
que realmente no llega a intervenir en el asunto, manteniéndose
entre bastidores- y por dos de sus discípulos, ambos
macedonios. De Aristarco sabemos que nació en Tesalónica30
y de Gaius que lo hizo en Derba. En
el texto da la sensación de que estaban en la Asamblea un tanto a su
pesar, ya que se dice que “fueron arrastrados”...
Entre los efesios
podemos distinguir hasta cuatro diferentes grupos. De entrada, los
propios habitantes de Éfeso, que son los que forman el grueso de la
Asamblea ya que “todos a una se precipitaron hacia el teatro...”.
A continuación, distinguiéndolos dentro de ellos, estaban presentes
“...otros trabajadores de oficios semejantes...”. El núcleo
aparentemente más significado en la protesta estaba formado por los
“numerosos orfebres...”, y todos ellos habían sido convocados
por Demetrio, uno de esos orfebres.
➌Ya sabemos cuándo y
quienes... respecto al dónde, se puede concretar dentro de Éfeso
dónde estaba el Teatro.
Esta gran estructura muy integrada en la
ciudad y que aún puede verse muy bien conservada, tiene una
capacidad superior a las 20.000 personas, dominando desde un extremo
en alto (la ladera del Monte Pion) la amplia calle (Avenida/Vía
Arcadiana) que desciende hacia el antiguo puerto, inutilizado desde
hace tiempo por el aterramiento de la sedimentación del río
Kaystros. Como también aparece en el texto de los Hechos
y en el mapa adjunto,
podemos citar el Templo de Artemisa, del que una triste y solitaria
columna forma el pobre vestigio de una de las siete maravillas31
del mundo antiguo.
➍Respecto al qué sucedió, el
texto es suficientemente explícito y no necesita demasiadas
aclaraciones. Pero sí pueden extraerse de su trasfondo algunas
consecuencias interesantes. El orden de exposición de las mismas
será el que el propio texto marca.
En primer lugar, parece claro que
Demetrio tiene alguna ascendencia sobre el resto de los
orfebres, dado que es él el que los convoca, y a su vez se deduce
que estos están firmemente encarnados en la vida de la ciudad, dado
el enorme poder de convocatoria que reúne a la Asamblea. Ello nos
indica que el trasfondo del tema, aunque disfrazado por una discusión
religiosa, sea mayormente económico. Éfeso es una ciudad de
peregrinación al Templo de Artemisa, y cualquier cosa que ponga en
cuestión esta actividad es un peligro grave para la ciudad entera.
Además, el texto nos deja
entrever que el éxito de Pablo en su evangelización de Éfeso
no era pequeño ni mucho menos. Cierto que la Asamblea -fácilmente
manipulable: “la mayoría ni sabía el motivo por el cual se
habían reunido”- se opone a su predicación, pero en el texto
se nos dice que Pablo “tenía amigos entre los administradores
de la provincia” que le quisieron proteger, igual que sus
discípulos, evitando que fuera al teatro. Cabe suponer, por ese
paralelismo, que Pablo ya tenía discípulos entre los dirigentes de
la ciudad/provincia.
El tema de los discípulos, que
aparecen varias veces en el texto, (e infinidad de veces en los
Hechos) nos
permite recordar una de las principales características del
cristianismo primitivo, la evangelización, la diseminación de “la
Palabra”, mediante viajes apostólicos (“el Camino”) en
los que se iban ganando adeptos para la nueva religión, visitando
ciudades, viviendo y predicando en ellas, y dejando al marchar
núcleos de discípulos para continuar con la tarea (las “Iglesias
del Apocalipsis”). Y este establecimiento de relaciones entre
tantas y tan separadas ciudades no pudo hacerse sin el concurso de la
buena red de comunicaciones romana, una contribución involuntaria de
Roma a la sustitución de su religión por la recién llegada.
El último tercio del texto
recoge el discurso del grammateus
dirigido a la Asamblea para tranquilizar los ánimos, típica actitud
del burócrata. Ya hemos comentado el paralelismo entre ese discurso
y otro también famoso, el de Gamaliel al Sanedrín, pero en sí
mismo el discurso que nos ocupa es todo un ejemplo de cómo
desactivar una protesta:
la gran Artemisa está por encima de estos recién llegados, en
realidad Pablo y sus discípulos no han ofendido a la diosa, la vía
para protestar es a través de las autoridades, esta asamblea es
ilegal,... ¡todo un clásico!
Y
también podemos hacer referencia a otra de las características del
cristianismo primitivo, que podemos decir que no está en el texto,
aún estando. En efecto, en todo él no hay ninguna referencia a
ninguna mujer. Ni entre los discípulos, ni entre los amigos
asiarcas, ni en la Asamblea, nada vemos al respecto. Y evidentemente,
no es una casualidad. El
papel de la mujer,
esencial en el paganismo (recordemos Etruria, por ejemplo) pasa a un
segundo plano, cediendo el protagonismo
al varón. Apóstoles, evangelizadores, misioneros, la jerarquía por
completo,... son varones. Ciertamente entre los discípulos hay
mujeres32,
pero no así en la jerarquía (situación que aún dura, por cierto,
al menos en la iglesia católica)
➎Tras
haber expuesto lo que puede deducirse del texto propuesto, podemos
tratar de resumir las principales características del cristianismo
primitivo que han aparecido, enmarcándolas en un contexto más
general todavía.
El
cristianismo de los primeros tiempos es -no podía serlo de
otro modo- militante. Tras una primer etapa localista,
limitada a Palestina, inicia su expansión en el mundo griego
especialmente. Sus herramientas son la palabra (la oralidad de la
presencia física, el sermón, la predicación en sinagogas,
teatros,...) y también la vertiente de la palabra escrita, en forma
de epístolas, cartas,...
La
conversión al cristianismo inicial no es un asunto trivial, y las
dificultades del converso son de muchos tipos, pero siempre
complejas. Han de cumplir las leyes, son gente de orden, pero no
pueden adorar al emperador ni a otros dioses. Han de ser más
honestos que los paganos, más humildes. Su vida ha de seguir el
ejemplo de Jesús y ser una vida de trabajo, de solidaridad con los
demás, sencilla. Y la conversión no implica ninguna mejora en el
estatus social: el esclavo sigue siendo esclavo, el liberto, liberto,
el señor, señor... aunque sus vidas interiores hayan hecho un
cambio radical, la vida exterior habitual no mejora, si acaso empeora
por el “aislamiento” que el abrazar la nueva religión impone.
El
resultado de la expansión
del cristianismo es muy irregular
al principio, lenta, nada homogénea,
y hay que concretar ese
resultado provincia a
provincia, o, al menos, hacer una gran
distinción entre lo que sucede en oriente (Asia) y en occidente
(Roma). Los “números” de la expansión han sido estudiados por
diferentes autores, y por ejemplo Rodney Stark proporciona
globalmente los siguientes33:
Año
|
Número de cristianos
|
% respecto a la población del imperio
|
40
|
1000
|
0,0017
|
50
|
1400
|
0,0023
|
100
|
7530
|
0,0126
|
150
|
40496
|
0,07
|
200
|
217795
|
0,36
|
250
|
1171356
|
1,9
|
300
|
6299832
|
10,5
|
350
|
33388208
|
56,5
|
Como
vemos, el “despegue” del cristianismo comienza, acabada la fase
inicial, a partir del año 100, justo cuando acaba el estudio que
hemos hecho. Su número no es de momento muy boyante, pero esta
segunda religión “del Libro” (junto con el judaísmo y,
posteriormente, el islam) ha sentado firmemente las bases de su
proyección en la historia.
➏Y
para acabar con esta parte del trabajo, se nos propone -entre los
objetivos generales- hacer alguna referencia al llamado “Evangelio
de Judas”. Una primera
búsqueda en la red de los términos “evangelio de judas” arroja
un resultado de 171.000 referencias, pero si se hace en inglés con
los términos “the gospel of judas” el resultado es de 298.000,
de manera que es bien cierto que los medios de comunicación “alguna
cosa” dijeron al respecto.
En
cualquiera de las referencias34
“sólidas” que pueden encontrarse en la red se puede ver la descripción del texto
así llamado, su traza a lo largo de la historia desde que fue
escrito en el Siglo II hasta que fue “descubierto” a finales del
Siglo XX, la historia de su re-descubrimiento
y restauración, la repercusión mediática que tuvo,...
Entrar
en la discusión -ya antigua- de si lo que dice ese documento es
“verdadero o falso” es absolutamente superfluo, desde muchos
puntos de vista. Esencialmente, y resumiendo mucho, podemos decir que
la jerarquía cristiana hizo, en su momento (Trento, 8 de abril de 1546) y bajo determinadas
circunstancias
históricas, la “fijación” de su corpus doctrinal, aceptando
algunos escritos “canónicos” y rechazando otros, los
“apócrifos”. Una vez
decidido por quien se considera capaz de hacerlo que lo canónico es
lo verdadero, y lo apócrifo no, ya no hay más que decir al
respecto. Ni que decir tiene
que
ese documento pertenece a la segunda categoría...
Pero
del tratamiento moderno que se hizo de ese documento, del que en la
red hay miles de huellas, sí que podemos decir alguna cosa, ya que
son “de nuestro tiempo”.
En
primer lugar, un apunte sobre la pertinencia -o no- del nombre del
documento. “Evangelio” es mucha palabra... de hecho, ni los
evangelios canónicos (escritos en la segunda mitad del Siglo I, no
hay que olvidarlo...) citan la palabra “evangelio”, salvo uno de
ellos. Parece claro que la asignación de ese nombre se hizo con la
intención de asociarlo lo más directamente posible con el
cristianismo... Y la coletilla “de Judas” tampoco es de recibo,
por más antigua que sea. Cierto es que se habla en él esencialmente
de Judas (y de poco más, todo hay que decirlo) pero está claro que
no es Judas su autor. Es como si se titulase un libro “poesías
de Espriu” y ningún poema de ese supuesto libro fuese del autor
citado.
Esa
asociación del nombre con el cristianismo es más que arriesgada,
por otra parte. Desde el punto de vista histórico, parece claro que
el documento está generado en el entorno gnóstico, tan en
vigor en el Siglo II. Y decir que los gnósticos son cristianos, o
una secta dentro de ellos, es extremadamente arriesgado, dado el
absoluto sincretismo (o mezcolanza, más exactamente) que practicaron
para formar su “filosofía”.
Lo
que pasó a finales del Siglo XX, cuando se redescubre el documento
en cuestión, es una buena muestra del signo de nuestros tiempos, tan
mediáticos... De entrada, el descubrimiento
arqueológico, de indudable interés en el campo gnóstico aunque no
el cristiano, salió de Egipto de modo fraudulento. No es que Egipto
no esté acostumbrado a este tipo de expolios, pero no deja de
sorprender que todavía pueda pasar en la actualidad. Sobre la
rocambolesca historia del documento “físico”, con sus ventas,
compras, reventas y recompras, podría escribirse una antología de
lo que no debería hacerse nunca con un bien cultural. Y la guinda la
pone una multinacional del reportaje “cool”, el National
Geographic Magazine, quien se encarga de la restauración de los
restos físicos del documento en una operación cuyo fin último es
el del puro y duro marketing, con el puro
y duro beneficio económico en el horizonte.
Entre
las innumerables “curiosidades” que pueden encontrarse sobre el
tema, destacaríamos la serie de artículos/comentarios publicados al
amparo de José Montserrat Torrens35,
director de la Escuela de Egiptología de la Fundación Clos de
Barcelona. En el primero de ellos36,
a cargo de Sofía Torallas Tovar37,
se nos cuenta cómo es, físicamente hablando, el manuscrito del
documento en cuestión. Lo data en el Siglo IV, y hace referencia a
que es una copia de uno anterior, del Siglo II.
Textualmente
dice que “el
Evangelio de Judas, en la forma en la que lo conocemos, es una
traducción al copto copiada en el siglo IV, de un texto griego
escrito al menos un siglo y medio antes”. El
análisis del documento continúa en otro artículo38,
y podemos leer en él que “no es sin embargo
cierto que proporcione la base necesaria para las exageradas
afirmaciones que se han leído y escuchado. Este acontecimiento
fundamentalmente contribuye al estudio especializado de la filología
y la historia de la cultura coptas y el cristianismo primitivo y la
gnosis”.
En otro articulo posterior39,
a cargo ahora del propio José Montserrat,
se explican algunos puntos cercanos en el tiempo y en la geografía
sobre la rocambolesca historia del documento, y así podemos leer que “El panfleto de H. Krosney, El
evangelio perdido, publicado por
National Geographic, bajo su apariencia de "periodismo de
investigación", no es más que una cortina de humo destinada a
ocultar los hechos cruciales: que el códice es una pieza sacada
ilegalmente de Egipto, que la anticuaria hizo con él un negocio
fabuloso, que alguien más cobró comisión por la venta y que
National Geographic acaparó su difusión para hacer de él un
best-seller”. Y
también podemos leer algunas de las vicisitudes más recientes del
códice: “En
los primeros meses de 2001, Mario Roberty contactó con un mecenas
español, Jordi Clos, de la Fundació Arqueològica Clos, que
gestiona el “Museo Egipcio” de Barcelona y la Escuela de
Egiptología de la cual soy director. Es así como en 2001 me enteré
de la existencia del Evangelio de Judas. Roberty ofreció a Clos
participar en el equipo que iba a reconstruir y editar el Evangelio
de Judas. Pero
Jordi Clos no vio el asunto nada claro. Es de saber que los
museólogos occidentales son sumamente escrupulosos respecto a la
legalidad de las piezas que poseen y que adquieren. El gobierno
egipcio se ha vuelto muy riguroso en este punto. De hecho, la
Universidad de Yale había renunciado a adquirir el códice de Miniah
no por el precio, sino por las dudas acerca de su legalidad.
Prudentemente, J. Clos declinó el ofrecimiento de la Fundación
Maecenas. Y fue entonces cuando surgió la alternativa de National
Geographic.”
Vemos pues cómo un hallazgo
arqueológicamente interesante para determinados estudios, es
utilizado por los media de una manera sensacionalista40
y, en gran medida, distorsionadora. Ni que decir tiene que los medios
cristianos oficiales/oficialistas se han opuesto radicalmente41
a cualquier asomo de “verosimilitud” del contenido del Evangelio
de Judas.
NOTAS:
4Hay
dos obras muy útiles para
hacerse una idea de lo que sucedió y de su interpretación, más
allá del relato de Lucas:
STRELAN,
Rick: “Paul,
Artemis, and the Jews in Ephesus”, Ed.
Walter de Gruyter, Berlín, 1996: especialmente las págs.
135 y ss, con interesantes hipótesis sobre los protagonistas del
enfrentamiento. Consultable en línea parcialmente en la dirección http://books.google.es/books?id=nw1xdz7fO18C&printsec=frontcover
TREBILCO,
Paul, “The
early Christians in Ephesus from Paul to Ignatius”
, Ed. Mohr Siebeck,
Tübingen, Alemania, 2004; especialmente las págs. 155 y ss, en el
capítulo titulado “1.The
riot in Ephesus. Acts 19:23-40”.
Consultable en línea parcialmente en la dirección http://books.google.es/books?id=280DZwLwCxMC&printsec=frontcover
5Es
muy cierto que bajo el concepto de Paleocristianismo
suele utilizarse el Siglo IV como final del mismo (en
el concilio de Nicea en el 325, esencialmente).
Sin embargo, el texto que se nos propone es del Siglo I (como
toda la redacción de los Evangelios, por ejemplo, o
el “Concilio de Jerusalén”, donde Pablo impondrá su apertura
hacia los gentiles...)),
y es en esos primeros cien años cuando la palabra “primitivo”,
en cuanto se refiere a la búsqueda de los orígenes, adopta su
verdadero sentido. Por tanto, esa será la fecha límite en todo
este trabajo.
8BLOCH,
R. y COUSIN, J., “Roma y su destino”, pág. 423
10BLOCH
y COUSIN, obra citada, pág. 424.
11SUETONIO,
“Los doce césares. Tiberio Claudio
Druso”,
párrafo XXV en la página 211. Se
han visto en diferentes fuentes diferentes interpretaciones de la
imputación de los disturbios que hace Suetonio a “un
tal Cresto”
creyendo ver en ello alguna referencia a Jesús o al menos, al
cristianismo. Sin embargo, parece ser que el tal Crestos era un
griego convertido al judaísmo, sin más. Hay otra referencia a esta
expulsión en el propio libro de los Hechos
de los Apóstoles,
cap. 18:2, en la Biblia
dels monjos de Montserrat,
pág. 228.
17MANGAS,
J., obra
citada, pág. 308.
20MANGAS,
J., obra
citada, pág. 309.
24BLOCH
y COUSIN, obra citada, pág. 424: “...judíos,
cristianos y romanos no podían entenderse, en realidad...”
25“En
aquel tiempo preguntó Pilato a Jesús: «¿Eres tú el rey de los
judíos?» Jesús le contestó: «¿Dices eso por tu cuenta o te lo
han dicho otros de mí?» Pilato le respondió: «¿Acaso soy yo
judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí.
¿Qué has hecho?» Jesús le contestó: «Mi Reino no es de este
mundo. Si mi Reino fuera de este mundo, mis seguidores habrían
luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero no, mi
Reino no es de aquí». Pilato le dijo: Conque ¿tú eres rey? Jesús
le contestó:«Tú lo dices: soy Rey. Yo nací y vine al mundo para
ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi
voz». (Juan, 18, 33-37) Pilato, un romano, dice que
-obviamente- no es judío; Jesús, un judío de nacimiento, habla de
los judíos en tercera persona, distanciándose de ellos. Una pena
que
este interesante fragmento del Evangelio de Juan no haya recogido la
opinión de ningún judío...
26Es
conveniente advertir que esta interpretación de enfrentamiento
entre romanos y cristianos en particular, muy tradicional y
sostenida por ejemplo por Gibbon (su “decline” son los
cristianos” y su “fall” los bárbaros del norte...) no es la
única posible, ya que hay interpretaciones en el sentido que los
cristianos usaron a Roma para su expansión, y Roma acabó
apoyándose en los cristianos para su permanencia. Es decir, que los
cristianos no fueron, a la larga, tan “disgregadores” del
imperio como sostiene, p. ej., el ya citado Gibbon.
29Hechos,
I Carta a Timoteo, 1:19-20; Hechos,
II Carta a Timoteo, 4:14-15.
30Hechos,
20:4 para ambos orígenes.
31“He
posado mis ojos sobre la muralla de la dulce Babilonia, que es una
calzada para carruajes, y la estatua de Zeus de los alfeos, y los
jardines colgantes, y el Coloso del Sol, y la enorme obra de las
altas Pirámides, y la vasta tumba de Mausolo; pero cuando vi la
casa de Artemisa, allí encaramada en las nubes, esos otros mármoles
perdieron su brillo, y dije: aparte de desde el Olimpo, el Sol nunca
pareció jamás tan grande” Antípatro
de Sidón: Antología griega IX.58