1.-Introducción.
1.1.-Propósito de
este trabajo.
En el trabajo anteriormente presentado estudiábamos un
subconjunto de la arquitectura antigua y clásica, la arquitectura religiosa
concretada en los templos. En este nuevo trabajo cambiamos de período, de
objetivo, y, en gran parte, de entorno geográfico.
En cuanto al
período temporal, vamos a movernos desde el
Siglo IV al XV. En concreto, desde la
caída del Imperio Romano de Occidente hasta la caída del Imperio Bizantino
(llamado también, quizás incorrectamente, Imperio Romano de Oriente). Los
extremos de la época que hemos convenido en llamar “Edad Media” (como
siempre, hay algo de arbitrariedad en la elección de esos límites) van desde
la destitución del último emperador romano, Rómulo Augústulo,
por Odoacro en el año 476, hasta la toma de Constantinopla por el turco otomano
Mehmed II en el año 1453.
El entorno geográfico queda así fijado, y hablaremos de la “herencia” de
Roma en ese sentido. Diocleciano instaura la Tetrarquía como forma
administrativa de gobierno del Imperio, y Constantino fija la división
definitiva del Imperio entre Occidente y Oriente, división que se formaliza con
la separación definitiva, regida por Honorio y Arcadio, a la muerte de su padre
Teodosio I “El Grande” en el año 395. Los caminos de ambos imperios quedan
separados para siempre, y no pueden ser más diferentes. En Occidente, las
invasiones llamadas “bárbaras” ponen fin al Imperio a finales del siglo V,
mientras que en Oriente, lo que en realidad era un imperio más griego que
romano, se prolonga la historia de lo romano transformado en bizantino hasta
mediados del Siglo XV. Seguimos pues hablando del Mediterráneo, pero extendido
en Occidente hacia lo que ahora llamamos Europa, manteniéndose bajo el
Imperio de Bizancio el arco mediterráneo del sur y las posesiones
lindantes con Asia.
En cuanto al objetivo del trabajo, se nos propone estudiar la iconografía
de esta época y de este entorno geográfico. Dada la aparición y triunfo del
cristianismo, legalizado por Constantino en el año 313 (Edicto de Milán) y 325
(Concilio de Nicea) y elevado a religión oficial de Roma por Teodosio en el
año 380 (Edicto de Tesalónica), dicha iconografía deberá llevar
inevitablemente la etiqueta de “cristiana”. Y así trataremos de dar una
visión general de dicha iconografía cristiana medieval a través de
las artes plásticas, esencialmente pintura (incluyendo los “miniados”) y
escultura (esencialmente la aplicada en las portadas de los templos). No
estaría de más en este momento dejar lo más claro posible qué entendemos por
iconografía...
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1.2.-La iconografía.
Las definiciones de “diccionario” suelen hacer referencia a
la iconografía como la ciencia que estudia la formación y el desarrollo de un
tema en las artes figurativas. Aceptándola como punto de partidar1,
podemos matizarla en el sentido que le da Panofskyr2.
Así, este historiador del Arte nos dice que la iconografía es una rama de la
Historia del Arte que se ocupa del tema/significado de la obra de arte más
allá de su aspecto formal. La considera subdividida en dos grandes aspectos
metodológicos: el estrictamente iconográfico, descripción de la obra sin
interpretar su contenido, y el que llama “iconológico”, que desarrolla la
interpretación de la obra descrita atendiendo a los variados contextos (social,
cultural, literario,...) de la misma. Intentaremos atender a ambos aspectos,
descripción e interpretación, en el trabajo que exponemos a continuación.
La iconografía cristiana, que es la que nos ocupa, empezó de forma natural
inspirándose en modelos romanos tardíos, pero pronto desarrolla sus propios
modelos y temáticas, que, con las naturales variaciones y la lógica
evolución, veremos repetirse en todo el período estudiador3.
Los grandes temas de la iconografía cristiana son, evidentemente, los que
derivan de sus principales propuestas teológicas, y así veremos representado
al Dios-Padre, a Jesucristo, a la Virgen, a los Santos,... pero también
introducirán las obras de arte religioso una gran componente “narrativa”,
pedagógica podríamos decir, en la que un discurso narrativo visual (basado
muchas veces en historias del Antiguo Testamento) intentará hacer más
comprensible la historia sagrada a los que las contemplan.
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1.3.-Una visión
cronológica.
Como casi siempre que se aborda el estudio de un tema tan
complejo y extenso como este que abordamos, es conveniente tratar de poner un
cierto orden en la cronología, aunque sólo sea por facilitarnos el abordaje de
ese estudio. La propuesta que se nos hace incide esencialmente sobre el arte
románico, gótico y bizantino, y trataremos de ponerlos en relación entre sí
y con su contexto. Por las consideraciones geográficas expuestas anteriormente,
haremos una cronología de Bizancio (Oriente) por un lado y de la Europa
Occidental por otro. Como en todas las cronologías, hay ambigüedades,
solapamientos, imprecisiones,... imposibles de recoger totalmente en un esquema
como el siguiente (de elaboración propia a partir de las fuentes consultadas)
200
|
|
|
|
|
|
Antigüedad Tardía
|
Crisis en el Imperio
Romano
|
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|
300
|
|
|
Fundación de
Constantinopla
|
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|
Separación Occidente /
Oriente
|
|
|
|
EUROPA OCCIDENTAL
|
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BIZANCIO
|
|
400
|
|
|
|
|
|
Las invasiones
|
|
|
|
500
|
|
Regresión y crisis
|
Proto-Bizantino o 1ª
Edad de Oro
|
Arte esencialmente
áulico, influencias griegas, paleocristianas, persas, musulmanas. El espacio
interior es más importante que el exterior. Mosaico, policromía, riqueza, luz.
|
600
|
|
|
|
|
700
|
|
|
|
|
|
Imperio Carolingio
(+Asturias, +Islas)
|
Renacimiento
Carolingio
Particularidades
|
Iconoclastas /
Iconódulos
|
Cien años de
discusiones graves en un contexto complejo. Imágenes sí, imágenes no,
pérdida de muchas de ellas. La iconoclastia, ¿un “experimento” de arte no
figurativo en un entorno figurativo?
|
800
|
|
|
|
|
|
|
|
Renovación Macedónica
o
2ª Edad de Oro
|
Vuelta a la ortodoxia
después del período iconoclasta.
|
900
|
|
Regresión
|
|
Ilustraciones de
libros
|
|
Sacro Imperio R.G.
Milenarismo
|
Signos del
inicio del
cambio
|
|
Iglesias de los
monasterios, ya no “oficialistas”, privatización
|
1000
|
Primer Románico
|
Estructuras de
bóveda, decoración mural, maiestas domini, maiestas mariae, diversidad
geográfica
|
|
Cúpula y concha del
ábside, lugares privilegiados para las imágenes del Pantocrátor con los
Tetramorfos y
|
1075
|
Románico Pleno
|
Uniformidad
geográfica, vida monacal, peregrinaciones, vocación religiosa-pedagógica,
simbolismo
|
|
de la Madre de
Dios(θεοτοκος)
|
1150
|
Románico Tardío
Primer Gótico
|
Transición hacia el
naturalismo, mezcla de estilos
|
|
Expansión del arte
bizantino hacia el el exterior: Sicilia, San Marcos de Venecia,
|
1200
|
|
|
Imperio Latino
|
Kiev
|
1225
|
Gótico Clásico
|
Arco apuntado,
bóveda ojival, verticalidad, ligereza, realismo, naturalismo, luz
|
|
|
1250
|
|
La ciudad medieval,
cuna de libertades y espacio natural del gótico
|
Los Paleólogos o 3ª
Edad de Oro
|
El arte es
exclusivamente privado, desequilibrio entre el continente y el
|
1300
|
Expansión del Gótico
|
Difusión y
adaptación, frescos
|
|
contenido, sobrecarga
decorativa, acercamiento del hombre a Dios, época
|
1400
|
Gótico Internacional
|
Estilo uniforme,
características comunes, elegancia, detallista
|
|
de esplendor de los
iconos rusos (Andrei Rublev)
|
|
Último Gótico o
Pre-Renacimiento
|
Ambigüedades en el
cambio, realismo flamenco como signo de cambio
|
Toma de Constantinopla.
Fin de la Edad Media
|
|
Aunque se han citado algunas características de cada período que ha parecido
conveniente resaltar, será en otra parte del trabajo donde se desarrollarán
completamente para los tres períodos propuestos, el románico, el gótico y el
bizantino.
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2.-El Arte Medieval.
Aunque por su propia naturaleza -dispersión geográfica, duración de un
milenio, evolución ligada a los contextos- el arte medieval es múltiple en
muchos aspectos, sí que es posible reconocer en él algunas características
comunes (y no comunes) que merecen destacarse antes de entrar en el detalle de
los períodos propuestos para el estudio.
2.1.-Ars versus Arte.
Lo primero que vale la pena resaltar es que, en general, el
concepto de Arte en la época que estudiamos no es ni mucho menos el nuestro
actual, y que se estudió en el trabajo “Una mirada sobre el concepto de
Arte”r4.
Efectivamente, no podemos identificar en este contexto medieval las palabras
ars y Arter5.
Bajo el concepto de ars se recoge más bien la idea griega de la
utilidad, del saber hacer (nuestro know how actual), tanto desde el punto
de vista intelectual como desde el punto de vista manual. En la Edad Media se
piensa en las artes divididas en dos grandes grupos; el primero, el de las artes
liberales, “superiores”, que se estudian en el trivium -gramática,
lógica, retórica- como preparación al quadrivium -aritmética,
geometría, astronomía y música-; el segundo grupo lo formaban las artes
consideradas “inferiores” por su aspecto estrictamente práctico (por
ejemplo, el arte de un alfarero, o de un arquitecto, que no son artistas, sino
artesanosr6)
En esa dicotomía entre lo intelectual y lo práctico, nuestras “bellas
artes” actuales quedaban un tanto en tierra de nadie. Por un lado, la pintura,
la escultura, la orfebrería,... se hacen con las manos, y no pueden ser
consideradas entonces como artes liberales. Pero por otro lado no tienen una
utilidad práctica en sentido estricto, por lo que tampoco son artes mecánicas
como podía serlo la arquitectura, por ejemplo. Así que se quedaban un tanto al
margen, en una zona ambigua entre lo intelectual y lo práctico, que orientaría
en gran parte su evolución, ya que esa indefinición las hacía particularmente
sensibles a las influencias externas que las presionaban (el poder político o
económico, por ejemplo)
Hay que hacer aquí, para no dejar cabos sueltos, una pequeña referencia a la
Música, que si bien se hacía con las manos tenía un carácter -o se le
adjudicaba...- tan matemático en el la Edad Media que se agrupaba con las artes
liberales en el quadrivium.
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2.2.-Arte, creación
y belleza. El papel del artista.
Vimos con Huyghe que el arte es esencialmente un acto creativo
propio del ser humano (con una gran dosis de libertad, por tanto) y que encierra
en sí, como objetivo ¿inalcanzable? la búsqueda de la belleza.
Pues bien, en la Edad Media no se considerabar7
el arte estrictamente como un acto creador, ya que, supeditada la estética a
la teología (cristiana al cien por cien, como ya hemos visto), el único
creador es Dios y el hombre no puede atribuirse esa función divina. Por tanto,
un artista no está en realidad creando nada, sino que se limita a dar forma
a algo ya preexistente, no pasando de ser un simple “organizador” de la
materia. Lo que se consigue expresar a partir de la materia se considera que ya
estaba en ella, directa o indirectamente proporcionado por Dios. Con esta manera
de ver las cosas, el artista es esencialmente anónimo -con las excepciones que
de manera indirecta hemos podido conocer- y en su obra los elementos novedosos u
originales deben estar ausentes, aunque muchas veces los podamos ver como
“tapados” por formas antiguas, haciéndolos así ya aceptables. El artista
medieval, “fabricando” sus imágenes, está haciendo un tanto el papel de
divulgador, de catequista de la doctrina. En una sociedad donde el leer y
el escribir eran habilidades de una minoría, las pinturas y las esculturas
hacían ese papel de transmisión de conocimiento, en particular el conocimiento
bíblico a través de obras “narrativas” y descriptivas. Pero el problema
surge cuando se trata de representar conceptos abstractos fundamentales, como el
amor de Dios hacia los hombres, la esencia de la eucaristía,... que no tienen
una plasmación fácil en imágenes. Es por ello que el arte medieval debe
recurrir a sustituir el concepto que quiere explicar expresado directamente por
el concepto “oculto” o representado/interpretado mediante un código de
signos, los símbolos y las alegorías. Así,
la obra de arte medieval siempre tiene un significado más allá de lo que se
ve directamente en ella, significado que puede estar más o menos explícito
según la época y el contexto en el que se enmarca. Representar lo
“sobrenatural” a partir de imágenes bien naturales se convierte en lo
estándar en el Arte Medieval, y ello exige de la persona que contempla la obra
que esté en posesión de los códigos para des-codificarla. La carencia de esos
códigos en la actualidad es lo que nos lleva muchas veces a ver el Arte
Medieval de una manera superficial, sin ir más allá de lo simplemente
representado, no entrando en su significado real.
El segundo factor inherente al Arte según Huyghe, la “belleza” que debe
estar presente en toda obra de arte, es otro de los escollos con los que
tropezamos en nuestra visión actual de las obras medievales. Evidentemente, el
concepto de belleza ha evolucionado en el tiempo, y la Edad Media no ha sido
precisamente una excepción. Para esa época en su conjunto, con las excepciones
que fuera necesario hacer, la belleza es una cualidad que procede -como todas
las cosas “buenas”- directamente de Dios, que se sirve de ella para
indicarnos precisamente si algo es bueno o no. La belleza medieval tiene pues
un carácter que va más allá de lo material, lo trasciender8
bajo la óptica de la fe, y se basa en la creencia de que todo lo creado por
Dios es bueno y contiene, por tanto, una cierta “dosis” de belleza que el
artista debe simplemente poner de manifiesto en su obra.
Para ello, el artista medieval se basa -en gran parte como el arte griego, no
podemos olvidarlo- en que la naturaleza es “perfecta”, en particular en el
sentido matemático que se plasma en la
proporción. Ello le lleva a construcciones muy geometrizadas, en las que
la deformación que se puede producir en las figuras no es importante, porque
la belleza surge más de la adecuación geométrica (medida, forma y orden)r9
que del simplista “parecido” con la realidad. También observamos que esa
geometrización, evidente en la arquitectura, obliga en gran medida a la
escultura medieval a adaptarse a las necesidades arquitectónicas: portadas,
tímpanos, capiteles,... son buenos ejemplos para ver esa adaptación. Y la
pintura no escapa de esa geometrización, de esa imposición de un marco, y
el marco “físico” de las obras pictóricas se convierte en la norma, aun
cuando sea a veces innecesario como soporte.
A esta proporción, en realidad usada desde mucho antes en el arte, la época
medieval añade la luz como otro de los atributos divinos directamente
expresable: “Fiat lux” se dijo en su momento, y así las pinturas son
de colores vivos, los mosaicos ponen las teselas inclinadas para usar mejor la
luz que les llega, la vidriera medieval protege del exterior pero con la luz que
deja pasar al interior construye otra manera más de “explicar” la
teología...
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2.3.-Imágenes sí,
imágenes no.
La polémica sobre la licitud y/o conveniencia de la utilización de las
imágenes sagradas en el culto tuvo una especial trascendencia en la Edad Media,
especialmente en Bizancio, e incluso en nuestros días hay diferentes posiciones
al respecto.
Aparentemente, en la Bibliar10
se puede leer una prohibición al respecto: “No te hagas ninguna escultura
ni ninguna imagen de nada de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra,
o en las aguas de debajo de la tierra” (Éxodo, 20:4) Parece muy claro,
pero no lo es tanto, ya que también podemos leer en el Primer Libro de los
Reyes, 6:23-32 cómo se usan sin problemas las artes decorativas en el Templo de
Salomón, como en 7:25 y 7:29 del mismo Libro. En realidad, basta con volver al
Libro del Éxodo y seguir leyendo el versículo 20:5, “No les adores ni les
des culto...” para ver que lo que se está prohibiendo es la idolatría
centrada en las representaciones de la divinidad. Sin embargo, las
interpretaciones de estas prohibiciones -un tanto confusas, si se quiere- han
sido bien diferentes en las religiones “del Libro”. El Islam no admite
imágenes en sentido estricto, la época iconoclasta bizantina intentó
eliminarlas por completo, la Edad Media cristiana no sólo las aceptaba sino que
las elevó a la categoría de elemento pedagógico indispensable, cuyo punto
más álgido se alcanzó en el Arte Gótico...
La interpretación del porqué el cristianismo acepta las imágenes con
la intensidad y la fuerza con que lo hace (tanto en la Edad Media como en
épocas posteriores) no parece difícil si se piensa que el Dios-Padre envía al
Dios-Hijo para que redima a la humanidad, y este Dios-Hijo dice: “Quien me
ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan, 14:9)
Más complejo es entender las luchas iconoclastas en Bizancior11
entre los años 726 y 843. Es el emperador León III “El Sirio” quien en el
año 730, tras algunas actuaciones anteriores en el mismo sentido, ratifica la
iconoclastia, prohibiendo los iconos, sobre todo en público, entendiéndolos
todavía más como una superstición que como una herejía. El motivo que le
llevó a esta decisión puede explicarse quizás en el contexto político,
económico y militar en el que se encontraba. Los árabes sitiando
Constantinopla, los búlgaros presionando para sustituir su dinastía por otra,
la economía casi en bancarrota... León atribuyó las dificultades de su
reinado a la “cólera divina” (sea eso lo que sea...) y, pensando en los
motivos por los que esa cólera se había desencadenado, pensó que la
adoración de los iconos -prohibida por el Islam que le atacaba, por el
judaísmo que se resistía a la conversión- podía ser la causa desencadenante,
y ello le llevó a decretar la destrucción de los iconos. Algunas victorias en
Anatolia sobre los árabes le hicieron pensar que estaba en lo cierto, pero los
iconódulos encontraban argumentos a su favor en otros acontecimientos (como el
terremoto de Constantinopla en el 740) Su hijo, Constantino V, permitió otra
vez los iconos para facilitar el apoyo a su coronación, pero sin abolir
realmente las leyes iconoclastas de su padre. Siendo en el fondo partidario de
la iconoclastia, ratificó esta en el Concilio de Hieria, en el año 753. El
argumento principal por el cual la adoración de un icono podía considerarse
herejía es digno de ser resumido: un icono representando a Cristo podía
hacerlo como un hombre más (cayendo en el nestorianismo) o como la
representación de una única naturaleza humana y divina a la vez (cayendo
entonces en el monofisismo) León IV intentó suavizar las disensiones
provocadas por este enconado problema, que en realidad fue provocado por el
propio poder imperial antes que por cualquier disensión eclesial (más
iconódula que iconoclasta) o por la presión popular, que realmente deseaba
continuar con su tradición. Parece pues que la iconoclastia fue una faceta
más de la disputa entre el poder imperial y el poder eclesiástico, todo un
clásico en sociedades tan fuertemente polarizadas alrededor de ambos poderes.
Esta controversia1,
aparentemente teológica pero realmente una disputa imperial-eclesial, no
desaparece de la Historia hasta que en el año 843 Teodora, que reinaba en
nombre de su hijo Miguel III, consiguió que se reconociese la autoridad
ecuménica del II Concilio de Nicea que había organizado Irene (la madre de
Constantino VI) y cuya línea fue claramente iconódula.
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2.4.-Los grandes temas.
Hay en toda la época y contexto estudiados una serie de “grandes temas” de
la iconografía cristiana que veremos repetidos una y otra vez. Aunque en sus
correspondientes apartados se describirán y comentarán más a fondo, parece
conveniente hacer una lista de ellos aquí, a manera de introducción en la
iconografía que estamos estudiando. Realmente, la conclusión a la que se llega
después de la consulta y estudio de las fuentes citadas, es que la iconografía
medieval, exagerando un tanto, “representó todo”, por lo que lo que se
hará aquí no será más que citar los motivos iconográficos más repetidos.
En primer lugar, y parece que sea lógico que sea así,
encontraremos
abundantísimas representaciones del Dios-Padre y del Dios-Hijo bajo la
forma de Pantocrátorr12
en Bizancio o de Maiestas Dominir13
en el Románico. En ambos casos se trata de una representación de la
“autoridad” divina absoluta, “del que todo lo gobierna”, y ello se
refleja en su aspecto severo, incluso a veces atemorizador. No deja de ser una
cierta transposición de la imagen del poder (imperial en Bizancio, feudal en
Europa) y por ello trata normalmente de transmitir la clásica sensación del
“temor de Dios”. Irá acompañado en numerosas ocasiones del Tetramorfos,
representación de los cuatro Evangelistas, o incluso de los doce Apóstoles. En
el Gótico veremos la Maiestas sustituida frecuentemente por la
Parusíar14,
“La segunda venida de Cristo”, con escenas del Juicio Final.
En segundo lugar podemos agrupar las representaciones de la
Madre de Dios, Theotokosr15
en Bizancio y Maiestas Mariaer16
en Europa. Su papel en la iconografía puede ser doble, por un lado el de
salvadora/redentora a través de su Hijo, mediadora entre Él y nosotros, y por
otro puede representar la idealización de la mujer medieval, que la iglesia
cristiana tiene un tanto “abandonada”.
Las
escenas que podemos llamar “apocalípticas” también aparecen con
frecuencia: los 24 Ancianos del Apocalipsis, la resurrección de los muertos,
ángeles y demonios,...
La
naturaleza nos aparece en el Arte Medieval sin un paisaje definido, los
motivos vegetales serán puramente ornamentales, y sólo será el mundo animal
el que aparezca más veces pero no por su propia identidad sino como soporte
simbólico: la paloma, el cordero, la serpiente,...
Y en cuanto a la figura humana la encontraremos casi
siempre en relación con las necesidades de la historia o escena bíblica que se
esté narrando. De manera más independiente, la figura humana puede usarse para
ilustrar pecados, y cuando lo haga para ilustrar virtudes usará normalmente a
los santos, a los apóstoles, los profetas...
La relación de motivos iconográficos medievalesr17
no puede ser aquí más que simplemente esbozada, pero nos dará pie en cada una
de las épocas que estudiaremos a continuación a fijarnos en lo más relevante
de cada una de ellas.
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3.-El Arte Bizantino.
3.1.-El contexto.
Ya hemos visto en el punto 1.3 de este trabajo una cronología
del Imperio Bizantino sucinta, pero suficiente para nuestro propósito.
Añadiremos aquí algunos detalles que consideramos importantes para la
contextualización del Arte Bizantino.
En primer lugar hay que señalar que el Imperio Bizantino, llamado a veces
Imperio Romano de Oriente, podría llamarse perfectamente “Imperio Griego de
Oriente”. En efecto, la divisiónr18
del Imperio Romano a la muerte de Teodosio en el año 395 se hace con unos
criterios2
geográficos totalmente lógicos, y así Bizancio tiene una unidad
cultural, lingüística especialmente, que conferirán a su arte un carácter
muy uniforme desde el principio hasta el final (cosa que no sucederá en la muy
diversa Europa Occidental...)
Asimismo hay que destacar la fortísima interrelación entre el poder
imperial y el poder eclesiástico; tanto es así que se ha acuñado el
término “cesaropapismo” para describir la acumulación de poderes en los
emperadores bizantinos. Ello tendrá una gran repercusión en el arte, que será
áulico indiscutiblemente hasta quizás la última etapa de Bizancio, con la
dinastía paleóloga, cuando el mecenazgo privado tome el relevo del imperial,
ya totalmente exhausto.
La historia del Imperio Bizantino, larga y complejar19,
no dejará de influir en el Arte, y así vemos que hay tres etapas que
pueden considerarse “normales” (dicho esto con todas las reservas) separadas
por dos períodos críticos totalmente. Así, el reinado de Justiniano, la
Renovación Macedónica y la Dinastía Paleóloga están separados por la crisis
iconoclasta y la invasión de los cruzados formando el Imperio Latino. Estos
altibajos3
políticos, militares y económicos se verán reflejados inevitablemente en el
arte de cada una de esas etapas, así como lo harán también las influencias
del entorno, esencialmente persas y musulmanas
Como era de esperar, el Arte Bizantino desaparece como tal
tras la caída de Constantinopla. Parece una ley, no escrita pero cierta, el
hecho de que un estilo artístico no puede sobrevivir a la desaparición del
“caldo de cultivo” en el que se desarrolla. Lo hemos visto en Egipto,
Mesopotamia, Grecia y Roma, y Bizancio no es ninguna excepción.
La vertiente arquitectónica del Arte Bizantinor20
-de la que no nos ocupamos en este trabajo más que lo mínimo imprescindible
para comprender mejor el resto- introduce una fuerte variación sobre la
herencia grecorromana, y abandona la basílica en favor de una planta en forma
de cruz griega, con grandes cúpulas apoyadas en pechinas.
El gran espacio interior así conseguido se verá
fuertemente decorado a base de mosaicos y pinturas murales, con un estilo
muy formal, hierático en la representación de las figuras humanas y divinas,
una característica que re-encontraremos en el primer período Románico
Europeo.
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3.2.-Los principios.
La primera etapar21
a considerar en el Arte Bizantino es la que podemos llamar “era de
Justiniano” que, evidentemente, se extiende más allá de su muerte en el año
565. Es una era de arte casi totalmente “dirigido” por las necesidades y
voluntades del Imperio y de la Iglesia, que eran los únicos que podían
sufragar los elevados costes de la obra artística. No sólo la
arquitectura era costosa, el mosaico añadía también un gran coste a la
decoración debido a la mano de obra muy especializada que debía colocarlo.
En la arquitectura es inevitable citar la construcción de
Santa Sofíar22,
ya bajo el modelo constructivo de cruz griega (que se adaptaba mejor que la
basílica a las necesidades de la liturgia oriental) y que generó, como en
todas las iglesias hechas con este modelo, un gran espacio interior.
La decoración de ese espacio interior es muy rica en los
materiales y juega, como ya será norma, con los efectos de luz y sombra.
La utilización del mosaico es todavía escasa, pero irá creciendo a medida que
se observe su capacidad de crear múltiples efectos con la luz a base de colocar
las teselas un tanto inclinadas en vez de planas como se colocaron en los
mosaicos romanos.
Fuera de Constantinopla -y bastante a salvo de la época
iconoclasta que nos privó de tantas imágenes- debemos citar los mosaicos de la
Iglesia de San Vital de Rávenar23.
Situados en el ábside de la iglesia (de planta octogonal) han llegado
prácticamente intactos y nos permiten ver un programa iconográfico completo de
esta época temprana, narrando cómo Justiniano y Teodora participan en la
liturgia, cómo Jesucristo nos salva mediante la Eucaristía,... Las figuras
son, por así decirlo, “inmateriales”, parecen no estar apoyadas en el
suelo, son
repetitivas y esencialmente, son símbolos representando actos que
no son propiamente suyos. La excepción, la concesión del pintor a la
naturaleza humana de las figuras, la encontramos en la minuciosidad con la que
están realizadas las cabezas de las figuras, completamente realistas.
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3.3.-La renovación macedónica.
Tras la etapa iconoclasta, ya estudiada en el punto 2.3 de este
trabajo, se inicia lo que sin duda es la mejor etapa de Bizancio, y, por
tanto, la de su arte. Una especie de “helenización” hace mirar hacia el
pasado, copiando e ilustrando obras clásicas, vía por la que han llegado hasta
nosotros. La miniatura produce obras maestras como el Salterio de París,
la arquitectura se desarrolla a fondo y las iglesias definen definitivamente su
tipología...
Dentro de las iglesias, el mosaico alcanza su madurez técnica
(introduciendo múltiples tipos de teselas) y expresiva, definiéndose
claramente que la función de las imágenes en el interior prima sobre el
aspecto exterior (que en general, nos parece como “aplastado”, posiblemente
debido al material y las técnicas de construcción). La distribución de los
mosaicos (las imágenes se hacen casi en su totalidad con ellos, y por eso
identificamos instintivamente ambas palabras en Bizancio) queda normalizada,
y se reparten en la iglesia de una manera bien determinada, atendiendo a su
“importancia”, importancia vista desde la óptica teológica-pedagógica que
siempre tienen. El principio básico de esa distribución4
es la jerarquía: en lo más alto -la cúpula- se situaba el
Pantocrátor, en su función de manifestación del poder, acompañado a
veces del Tetramorfos u otros motivos iconográficos (apóstoles,
profetas, santos...) ; el segundo lugar en importancia era la zona del altar, y
en el ábside se sitúa la Madre de Dios, Theotokos, a veces con el
Niño, en diferentes actitudes y posiciones. Estos dos lugares y estas imágenes
en ellos son prácticamente fijos en todas las iglesias, y las variaciones de
unas a otras podemos encontrarlas en los muros laterales, en las pechinas de
soporte de la cúpula, en el nártex o atrio de entrada,... Podemos ver
esta distribución, por ejemplo, en el
Pantocrátor de la cúpula de la Iglesia de Daphner24
en Atenas y en la renovada decoración de esta época de Santa Sofía, en cuyo
ábside se sitúa la imagen de la Virgen con el Niño en brazos.
En toda la decoración de las iglesias observamos las características básicas
de este tipo de arte, que utiliza el color y la luz para realzar las figuras.
Muchas veces sobre un fondo de mosaico dorado, neutro, sin efectos
tridimensionales, planas... las figuras se adaptan al espacio arquitectónico
disponible, curvo en las pechinas, cúpulas y ábsides, plano en los muros,
utilizando sólo parte del espacio disponible para realzar la importancia de las
imágenes dejándoles sitio alrededor.
No sólo vemos el desarrollo de los mosaicos, sino que hay también
pinturas al fresco (más económicas...), iconos, miniaturas, alguna
escultura... Y, por descontado, no sólo se desarrolla el arte bizantino en
Constantinopla, sino en todo el Imperio y en sus zonas limítrofes de
influencia: Armenia, Georgia, Rusia, Venecia... Es, sin duda, la época en que
el Arte Bizantino alcanza sus más altas cotas de desarrollo, belleza y
expansión. Y aunque sigue siendo áulico en gran parte, ya se inician fuertes
movimientos de mecenazgo privado, y el desarrollo monacal también toma
importancia. Hay que tener en cuenta que a lo largo de toda esta etapa, el
Imperio pasa por momentos muy difíciles y, desde el punto de vista económico,
no siempre puede sostener el coste de las grandes obras de arte, por lo que la
privatización por la vía del mecenazgo empieza a ser un hecho
significativo.
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3.4.-La última etapa.
Tras el “desastre” de todo tipo que supuso la toma de Constantinopla por los
Cruzados y la formación de lo que se ha llamado el “Imperio Latino”, los
casi dos siglos que aún dura el Imperio bajo la dinastía Paleóloga, son
prácticamente un milagro de supervivencia. La economía estaba en manos
de genoveses y venecianos, el territorio imperial se iba reduciendo cada vez
más con la consecuente disminución de población y de posibilidades
económicas, en lo militar los turcos otomanos presionaban en las fronteras casi
continuamente... Y, sin embargo, la vida artística de Bizancio (como una
manifestación más de la actividad humana, no lo olvidemos...) no dejó de
manifestarse con fuerza. Si bien es cierto que el mosaico se ve en gran medida
sustituido por los frescos, mucho más baratos, también es verdad que algunas
de las obras que más admiramos hoy en día se hicieron aún con mosaico: la
decoración de la Iglesia de San Salvador de Cora (o Chora) la de la Iglesia de
Theotokos Pammakaristos (la Bienaventurada Madre de Dios), la espléndida
Déesis en Santa Sofía, son buenos ejemplos de ello. En estas iglesias, y
provocado tal vez por la sensación de “final” que indudablemente debía
sentirse en Bizancio, se produce una explosión de la decoración, que
llena todo el espacio posible en la iglesia, aumentando el tamaño de las
imágenes hasta ocuparlo por completo, rompiendo cualquier proporción razonable
entre continente y contenido. La aproximación que se pretende del hombre a Dios
parece que quiera hacerse por “saturación”... La pintura al fresco, que no
deja de ser una técnica más sencilla y más flexible que la del mosaico,
empieza a introducir un dinamismo en las imágenes inexistente hasta
entonces y su utilización del color es mucho más libre que con el mosaico.
Estamos ante el final de todo un milenio de arte, y en ese final se aprecian
algunos vientos de cambio, que hincharán ya otras velas.
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3.5.-Algunos ejemplos relevantes.
En
el momento de decidir qué ejemplos pueden ponerse para ilustrar lo que se ha
comentado hasta aquí del Arte Bizantino, hay tal abundancia de ellos que es
difícil escogerlos. Por tanto, y casi de manera “obligada” por su
importancia y frecuencia, me he decidido por algunos ejemplos de la
representación de Jesucristo, en concreto los siguientes:
De izquierda a derecha, un icono de la primera época, un
Pantocrátor de la segunda, dos Pantocrátor de la última etapa
bizantina y la Déesis en Santa Sofía, también de la última época.
Las fechas son aproximadas, y los enlaces permiten ver la imagen en su
totalidad.
El icono del Sinaír25,
pintura sobre tabla, del Monasterio de Santa Catalina en el Monte Sinaír26,
pasa por ser el icono de esta temática más antiguo que se conoce, y en el que
no es imposible encontrar referencias de los retratos de Al-Fayum. Es una buena
muestra de la evolución de los símbolos cristianos primitivos, que
representaban a Jesucristo de una manera críptica y simbólica estrictamente, y
que en este icono se ha cambiado ya por la imagen de Jesucristo como Creador
Todopoderoso. Fijándonos en la evidente falta de simetríar27
de la cara de Cristo, desde luego no achacable a la impericia del artista,
podríamos deducir que este quiere representar las dos naturalezas del
Dios-Hijo, como divino y como humano. Delicado terreno herético este... En este
icono (que es el único de los cinco ejemplos que no he podido ver -todavía-
in situ) ya se aprecian las características que vemos en los otros
tres Pantocrátor: figura de medio cuerpo, frontal, en actitud solemne,
sosteniendo “EL Libro” en una mano y en actitud de bendecir (o enseñar...)
con la otra. El halo que rodea la cabeza no tiene la cruz que vemos en los
otros, ni tampoco las letras a ambos lados.
Los otros tres ejemplos,
aunque con algunas diferencias, mantienen esencialmente las características
descritas, evidenciando así lo que ya se ha comentado de la relativamente
poca evolución del Arte Bizantino en general. Las diferencias que se aprecian
son de detalle más que de concepción. Así, podemos ver en el de Daphne
(Atenas, fuera de Constantinopla, como el icono anterior...) una expresión
bastante diferente, casi colérica o huraña, destinada sin duda a reforzar el
“temor de Dios”. Incluso la manera de sujetar el libro se nos antoja como
crispada, y el gesto de la mano derecha no nos parece precisamente una
bendición. Los otros dos no tiene en absoluto esa expresión tan especial, y
más nos parecen “melancólicos” que “enfadados”. Los tres tienen ya la
mandorla que se verá casi siempre rodeando las imágenes cristianas, y
presentan dos parejas de letras a cada lado de la cabeza, sobre el típico fondo
dorado que proporciona neutralidad para que resalte mejor la figura. Si hubiese
que destacar algo más, quizás podría hacerse referencia al de
Pammakaristos, en el que los rasgos de
Jesucristo ya denotan un cierto “cansancio” artístico... (es una sensación
que también noté, p.ej, en el templo de la Isla de File.) Las letras, como
todo en la iconografía medieval, representan alguna cosa... la pareja de la
izquierda, “IC” son la primera y la última de Ιησους,
Jesús en griego, y la otra pareja, “XC” son la primera y la última de
Χριστος, Cristo en griego.
Así aún queda más claro a quién se está representando ICXC, Jesucristo.
Los tres Pantocrátor
no están solos en sus cúpulas... en el de Daphne vemos a los 16 profetas
mayores (en la foto completa no aparecen...), en el de San Salvador de Cora
vemos representada la genealogía de Jesús (ver foto completa) y en el de
Pammakaristos vemos a los 12 Profetas del
Antiguo Testamento (ver foto completa)
Y debemos advertir que hay que
tener siempre cuidado con las generalizaciones ante cualquier actividad humana,
como es el Arte... en la misma Iglesia de Pammakaristos
encontramos otro Pantocrátor
representado de cuerpo entero5...
El último ejemplo no es un
Pantocrátor, aunque encontremos también la
figura de Jesucristo. Se trata de la escena de la Déesisr28,
en la que la Virgen a la izquierda y San Juan Bautista interceden ante
Jesucristo, en el centro, para rogarle por la redención de la humanidad. Esta
escena inspirará muchos “Juicios Finales” en el mundo occidental6,
y, a pesar de su deterioro, nos permite ver bien que la figura de Jesucristo
está tratada exactamente igual que en los Pantocrátor
anteriores. El mosaico se encuentra en Santa Sofía, y es milagroso que haya
sobrevivido hasta hoy cuando se ve como está el interior de la ahora mezquita.
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4.-El Arte Románico.
4.1.-El contexto.
Tras el largo periplo de un milenio por el Imperio “Griego”
de Bizancio volvemos al lugar donde nació todo: el Mediterráneo Occidental y
las tierras que se extienden al Norte y al Oeste, Galia, Germania, Hispania,
Britania,... Ya hemos visto anteriormente cómo fueron las cosas entre el año
500 y el 1000, aproximadamente, entre la caída de la Roma Occidental y la
llegada del primer movimiento artístico realmente “europeo”, internacional,
integrador, renovador... Aunque sea una pena no poder entrar en esos 500 años,
no tan “oscuros” como a veces se los calificar29,
al menos diremos de ellos que fueron el reservorio de muchas tradiciones
culturales y artísticas anteriores, permitiendo la eclosión del año Milr30.
Poco a poco, pero no en más de dos-tres siglos, las barreras que la geografía
y la política han levantado en la Europa Occidental van cayendo ante la
potencia de un Arte, el Románico, que -Bizancio aparte- se nos revela como el
más importante hasta el momento.
El nombre de “Románico”r31
no se usa aún, como tantas otras veces sucede, en su propia época, sino que es
un “invento” de los Siglos XVIII y XIX, que de entrada veían el arte de
estos Siglos de después del Milenio como una especie de “derivación” de lo
romano, con menos calidad, y de ahí vino la terminación -ico. A partir de
principios del Siglo XX se produce un cambio radical en la historiografía, y el
Románico empieza a estudiarse y valorarse como se debe.
No es fortuita -casi, o nunca, lo es- la aparición de
este movimiento artístico. Europa se ha enfrentado con el Islam por el Sur
-deteniéndolo- , se ha consolidado una estructura política que, con todas las
salvedades que haya que hacer, ha proporcionado una cierta estabilidad, el
sistema feudal, y en ese entorno hay tiempo, dinero y necesidad de algún tipo
de vertebración común. Esa vertebración no la proporciona ya el poder real,
puesto que la descomposición del Imperio Carolingio ha propiciado la
fragmentación del poder en pequeños núcleos, que poco a poco establecen unas
relaciones internas de vasallaje-beneficio. Esas relaciones que llamamos
feudalesr32
(del germano fehu) atan fuertemente al señor feudal con sus vasallos,
cortocircuitando en gran manera el papel de los monarcas de la época. El rey,
aunque ostenta el poder nominal, no tiene una manera efectiva de ejercerlo si no
es a través de sus señores feudales, que son los que realmente se relacionan
con sus súbditos. La Iglesia como estructura no es ajena al proceso, e
interviene también en los procesos de feudalización, creando monasterios que
se convierten en focos de poder, como mínimo económico. Poco a poco, la
población se va agrupando y el fenómeno de la creación de ciudades nuevas y
expansión de las existentes también facilita que la situación económica
mejore.
En estas circunstancias, y una vez vencidos los “miedos” del
año Mil, se produce un resurgimiento económico en las tres vertientes
clásicas -agricultura, comercio, industria- que permite la aparición del
fenómeno artístico que llamamos Románico. Como el feudalismo, cuya
consolidación no fue uniforme ni simultánea en toda Europa, el Románico
hace su aparición en diferentes momentos, en diferentes sitios y cede su
sitio al Gótico también en diferentes momentos. La complejidad del fenómeno
queda atenuada un tanto por su rapidez -poco más de dos siglos-, que permite
una aproximación entendedora, por más compleja que pueda parecer. Además, en
un primer momento el Románico afecta esencialmente a la arquitectura, y las
artes plásticas que ahora nos ocupan se uniformizan de manera más rápida en
una segunda etapa del Románico, por lo que su estudio es más abordable.
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4.2.-El inicio (arquitectónico) del
Románico.
No parece fácil decir simplemente “aquí y en este momento”
empezó el Románicor33.
Según Puig i Cadafalch (un personaje7
polifacético: arquitecto, historiador del arte, político,...) el inicio del
Románico -y refiriéndose estrictamente al aspecto arquitectónico- es difuso,
temporal y geográficamente hablando. Hay que buscar “una cierta” manera
de construir (abovedando todas las construcciones -bóvedas de cañón y de
aristas-, cambiando el arco de herradura por el de medio punto), “una
cierta” manera de aplicar de manera monumental la estatuaria, “una cierta”
manera de dinamizar los muros,... Nada muy concreto en realidad, como
tampoco lo es el sitio donde empieza a desarrollarse este movimiento artístico.
Italia y Catalunyar34
son firmes candidatas a ostentar el papel iniciador, extendiéndose
posteriormente por Francia especialmente. La reforma benedictina cluniacense
impulsa enormemente la aparición de unos cánones arquitectónicos comunes, que
se convirtieron en los arquetipos de las construcciones eclesiales, que son en
las que el Románico más frecuentemente se manifiesta. Cluny, Dijon, Ripollr35,
Canigó, Fuxà ,... y muchos otros emplazamientos acogen construcciones que ya
claramente reconocemos como románicas.
En cuanto a la escultura, se encuentran actuaciones
-especialmente en los capiteles- que indican los principios de un
cambio en la concepción de la monumentalidad. También hay tímidos
intentos de decoración exterior, en los dinteles de las puertas p. ej., y en
general vemos cómo se van adecuando las estatuas/relieves al entorno
arquitectónico que los acoge. Focillon llega a hablar de “...el hombre
arcada... el conformismo arquitectónico...”8.
La que parece ir más “retrasada “ es la pintura,
anclada todavía en las concepciones carolingias tardías. No hay ruptura con lo
que se había venido haciendo, y los modelos usados en los libros miniados, p.
ej., son totalmente pre-milenarios.
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4.3.-El esplendor Románico en las artes
plásticas.
Dejando de lado la riqueza arquitectónica generada en los casi
cien años que dura el apogeo del Románico, nos ceñiremos, según lo propuesto
en el trabajo, a la escultura y a la pintura de este períodor36.
En la cronología (punto 1.3) vimos que estamos hablando del final del Siglo XI
hasta mediados del XII, algo menos de un siglo, pero un tiempo que fue capaz de
unificar totalmente la expresión artística en el occidente europeo (con
las lógicas variantes locales, siempre presentes y ligadas en gran parte a los
artistas/artesanos y a los incipientes gremios artesanales)
Para entender cómo pudo producirse una unificación tan fuerte,
hay que pensar en primer lugar en la actividad monacalr37,
que repetía esquemas constructivos, pictóricos y escultóricos allí donde se
instalaba, y hay que recordar que se expandió fuertemente. También facilitó
esta expansión la creación y mantenimiento de las vías de comunicación,
necesarias para el comercio, para la unión entre las ciudades, para las
peregrinaciones... Las vías romanas, abandonadas/descuidadas en gran medida en
la segunda mitad del primer milenio, vuelven a ser el eje directriz de las
comunicaciones europeas, facilitando la relación entre las personas y
permitiendo el intercambio de sus ideas, además del económico. Es un momento
culturalmente muy coherente en toda Europa, con la población unida fuertemente
por la argamasa de “la” religión, que permitió la superación de
diferencias locales y nacionales. La cultura europea occidental de estos años
es, sin más, románica totalmente.
Las características de las esculturas que ya se veían a partir
del año Mil cristalizan ahora claramente en un abandono del respeto a la forma
representada, en aras de su adecuación al entorno arquitectónico en el
que se integra. Ese entorno salta desde los capiteles de los claustros
interiores hasta la gran creación románica, la “portada”. Santiago
de Compostela9,
San Isidoro de León10,
Saint Sernin11
de Toulose de Languedoc y tantas otras portadas de la época constituyen todo un
programa iconográfico, que se desarrollará esencialmente en su tímpano,
aunque no tardará mucho en extenderse por las columnas, cornisas y demás
elementos que enmarcan la puerta. Los motivos iconográficos desarrollados en la
escultura coinciden mucho con los de la pintura, así que los trataremos a
continuación junto con ella.
En contra de lo que nos parece tras las “limpiezas” del Siglo
XIX, las construcciones románicas estaban abundantemente decoradas con pinturas
en su interior. Incluso los capiteles12
se podían pintar, aunque ahora se haya perdido ese colorido, que indudablemente
tenía su referente en el mundo bizantino. En efecto, en esta época del
desarrollo pleno del Románico se encuentra Bizancio en su mejor momento, y a
través de genoveses y venecianos
la pintura bizantina influirá en la románica, y ya vimos que el
tratamiento del color era importante en Bizancio. Por descontado, la técnica de
la pintura no puede ser el mosaico, del que no hay tradición ni experiencia en
los siglos anteriores (aunque sí en la Roma clásica...) y empujados
posiblemente también por motivos económicos, los pintores medievales utilizan
esencialmente la
pintura al frescor38.
Es una técnica barata, pero en absoluto fácil de aplicar, ya que la base de
recepción de la pintura debe tener el nivel exacto de humedad, y la rapidez es
esencial, sin muchas posibilidades de rectificación. Su principal inconveniente
es la mala conservación, ya que el soporte de yeso es frágil, muy hidrófilo,
y los movimientos del edificio o las filtraciones producen daños muy
fácilmente. Esta técnica induce a representar las figuras con trazos
“simplistas”, sin detalles que individualicen en exceso lo representado. La
perspectiva sigue ausente, son figuras planas, presentadas normalmente de
frente.
En cuanto a lo representado por la escultura y la pintura
románicas, es aplicable lo ya visto en el apartado 2.4 del trabajo cuando se
relacionaron los “grandes temas” de la iconografía medieval. Ya vimos
también cuál era la intención de las imágenes en el mundo medieval (ver
punto 2.2) así que simplemente recordaremos que la función de las imágenes
era esencialmente pedagógica y moralizadora. Se pretendía con ella, como
ya dijimos, acercar la teología a la comprensión del hombre, y para ello se
estableció todo un código de símbolos y alegorías para ayudar más
aún a lo que las imágenes contenían ya explícitamente. Incluso se llegó a
añadir “letreros explicativos” para facilitar la comprensión de lo
representado (eso sí, al que supiera leer...) como las aclaraciones escritas en
el tímpano de la Catedral de Jaca13.
La representación más importante en las iglesias románicas era
sin duda la divina, que encontramos tanto en los
tímpanos de las portadas (en forma de escultura) como en los
ábsides (en forma de pintura). La majestad y el poder de Dios se han de
hacer llegar al hombre sin que este dude ni un momento de ese poder. Por tanto,
las representaciones serán siempre, como ya vimos en Bizancio, hieráticas,
rígidas, majestuosas, un tanto “atemorizantes”... La figura de Jesucristo
sentado en el trono, sosteniendo “El Libro” y bendiciendo a quien lo
contempla es un referente en todo el románico, como vimos que era también
en Bizancio. A pesar de la similitud entre el tratamiento de la figura de
Jesucristo en Bizancio y en el entorno europeo occidental, hay alguna diferencia
entre ellas y se ha convenido en denominarla en el Románico como “Maiestas
Domini”. Esa diferencia parece consistir simplemente en que la
representación bizantina del
Pantocrátor es de medio cuerpo mientras que en la Maiestas Domini
se le representa entero, sentado en un trono. Profundizando un poco más,
podemos observar que en el Románico la
Maiestas Domini presenta sistemáticamente una serie de atributosr39
(la mandorla, el trono, la bóveda celeste,...) que no siempre se encuentran (al
menos, de manera tan sistemática) en la representación bizantina. Dichos
atributos están en correspondencia con textos del Apocalipsis de San
Juan, textos y correspondencias que figuran en el material de la asignatura y
que considero ocioso repetir aquí, pero que hay que tener bien presentes en el
momento de interpretar la Maiestas Domini.
Sin embargo, en ese libro del Apocalipsis de San Juan podemos
intentar encontrar alguna explicación a un hecho del que me he dado cuenta
recientemente, al estudiar diferentes imágenes para este trabajo. Se trata de
la existencia de alguna diferencia como mínimo “curiosa” entre algunas de
las imágenes del Tetramorfos
que podemos encontrar en la iconografía medieval. En principio, está
claro que el Tetramorfos es la representación más o menos simbólica
de los cuatro evangelistas que acompaña con frecuencia a la representación
de Jesucristo. Esos símbolos son, siguiendo a Ezequiel, un león, un hombre, un
toro y un águila. Los cuatro normalmente se apoyan/sostienen un libro, en
referencia al evangelio que representan. Pero el símbolo del águila de San
Juan muchas veces se aparta de la norma y en vez de sostener un libro se nos
presenta con una hoja de pergamino enrollada y sujeta por una de sus garras o
por ambas14.
Como hemos ido viendo hasta aquí, nada en la iconografía medieval es gratuito,
todo simboliza algo, y por tanto ese rollo de pergamino enrollado15
debe querer decirnos alguna cosa. Leyendo el libro del Apocalipsis con detalle,
al llegar al momento en que se abren los Siete Sellos, al llegar al Sexto se lee
“...el cielo desapareció como una hoja que se enrolla...” (6:14) , y
una hoja enrollada es lo que lleva el águila de San Juan. Pero más aún, en el
mismo libro del Apocalipsis (10:9) se lee: “Fui hacia el ángel diciéndole
que me diese la hoja. Y me dice: cógelo y cómelo,...” El sentido de
“tragarse” algo representa la manera de adquirir el conocimiento más
profundo de lo que es tragado, así que podemos interpretar que el águila de
San Juan lleva en sus garras el cielo enrollado, que proporcionará a San Juan
su reconocido “alto vuelo” intelectual por encima de los demás
evangelistas... No cabe duda de que la iconografía medieval es “todo un
mundo” en sí misma y en lo que representa y quiere transmitirnos.
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4.4.-Y después del esplendor.
Como todas las manifestaciones humanas tan activas e innovadoras
como lo fue el Románico, no podía pasar mucho tiempo sin que evolucionase. O
mejor dicho, sin que cambiase. Existe una “explicación” sencilla pero no
demasiado cierta en la que se interpreta que el románico fue
“transformándose” en el Gótico. Pero la realidad es más compleja, y en la
etapa del Románico tardío simplemente encontramos la “coexistencia” de
los dos estilos, sin que se pueda afirmar que uno es la obligada consecuencia
del otro. Coexisten en la misma zona geográfica, e incluso en la misma obra
si esta es un poco lenta de construcción (cuántas obras de inicios románicos
se acaban en forma gótica...) pero es eso,
coexistencia y no dependencia. Elementos del nuevo estilo gótico se van
introduciendo y superponiendo en las obras románicas tardías, sin que ello
suponga en realidad la existencia de una relación de causa-efecto. Son unos
años en los que se tiene la ¿suerte? de disponer de una coexistencia de dos
grandes estilos, y pocas veces en la historia del Arte ha sucedido esto con la
intensidad que vemos en esta etapa crucial en el desarrollo del arte europeo.
Si nos detenemos a pensar un momento en las causas por las que
esto sucede de manera tan clara, hay que hacer referencia una vez más a la
actividad monacal, una constante en el mundo medieval europeo. Cluny es
sustituido por el Císter, y los patrones estilísticos de ambas corrientes de
pensamiento religioso no son los mismos, y de ahí que veamos la coexistencia
temporal y espacial de ambos.
Por una cuestión probablemente debida a la “velocidad de
producción”, la escultura es más “sensible” que la arquitectura a los
cambios que se están produciendo, y así vemos fachadas que ya no nos parecen
“tan” románicas, mucho más decoradas, mucho más dinámicas, y que
acabarán por configurar definitivamente el nuevo paradigma. Lo más
convencional del Románico empieza a dar paso a un nuevo realismo, que se
reconoce muchas veces porque ya no se deja “enmarcar” por el espacio
arquitectónico disponible, independizándose en lo posible de este. No es
todavía un realismo en estado puro, pero es indudable que puede hablarse de un
naturalismo que va derivando hacia ese realismo que acabará haciendo posible
una identificación plena entre lo representado y su imagen. Un ejemplo claro de
esta situación se produce en el Pórtico de la Gloria16
de la Catedral de Santiago de Compostela, donde la decoración “se sale” del
espacio arquitectónico y nos da una sensación bien clara de un realismo antes
inexistente.
Podemos concluir esta breve introducción al arte Románico
expresando nuestra convicción de que no se trató de un movimiento artístico
más, como tantos otros que vinieron luego, sino que fue único e irrepetible
por su carácter unificador. Y no murió poco a poco, con la clásica
agonía de otros movimientos artísticos; simplemente fue sustituido por otro
cuando aún conservaba todo su vigor. Y así es como ha llegado a nosotros y es
por eso, en gran medida, por lo que nos sigue impresionando tanto.
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4.5.-Algunos ejemplos relevantes.
Meister_aus_Tahull (imagen en grande)
Para ilustrar lo más significativo de las características
románicas que hemos ido comentando, se nos propone que lo hagamos a través de
una pintura mural de un ábside y de una portada importante.
Para el primer ejemplo, es
inevitable caer un tanto en el tópico, y fijarnos en la
Maiestas Domini
del ábside de la Iglesia de Sant Climent de Taüllr40,
consagrada -según una inscripción existente en la misma iglesia- en el año
1123, lo que nos sitúa muy bien la fecha de la decoración que comentamos
aquí. Motivos para esa elección sobran: proximidad geográfica, contemplada en
repetidas ocasiones, entorno espléndido patrimonio de la Humanidad, reconocida
obra maestra del arte románico... Y en lo que ahora nos ocupa, un
ejemplo paradigmático de las características básicas del arte románico
estudiadas. Aunque el original está en el MNAC, la reproducción es lo
suficientemente fiel como para que valga la pena contemplarla en su entorno
natural. Un entorno en el que el tratamiento de la luz
es fundamental: una iglesia más bien oscura coloca una ventana hiperluminosa
justo a los pies de la
Maiestas,
de manera que
esta parece cabalgar sobre esa luz, que introduce un eje de simetría evidente.
La figura de Jesucristo recoge todos los tópicos ya vistos:
majestuosa, un tanto “ausente”, poco o nada naturalista (a pesar de una
cierta volumetría del ropaje), sosteniendo “El Libro” en la mano izquierda
(en el que se puede leer Ego
sum lux mundi por
si no estaba claro el simbolismo de la ventana justo debajo) , bendiciendo (o
juzgando...) con la derecha, rodeada de la mandorla en forma de almendra
sobrepasada por el nimbo y la cruz indicando que está por encima de los
límites, con un fondo azul que representa la bóveda celeste concretada en el
gran círculo sobre el que se sienta, los pies sobre el círculo más pequeño
que representa la tierra, las letras alfa y omega indicando que es el principio
y el fin de todas las cosas, los pies calzados con las sandalias del pescador...
todo un arquetipo. La figura se
presenta de frente, sin ninguna
perspectiva, con rasgos sencillos/simplistas, en una parte obligada por la
técnica al fresco usada. La pintura aplicada está muy “recortada” sobre el
fondo, es decir, se ha dado una gran importancia al dibujo sobre el cual se
aplica posteriormente la pintura.
Alrededor del la
Maiestas
encontramos el Tetramorfos,
en el que cuatro ángeles exhiben los símbolos de los cuatro evangelistas.
Arriba, adaptados al espacio disponible lo mejor que han podido, vemos el
águila de Juan a nuestra derecha, símbolo de la ascensión, del “alto
vuelo” intelectual de su evangelio, y a nuestra izquierda se presenta un
ángel con un libro, representando a Mateo y a su evangelio de la encarnación,
más “humano” que divino. Debajo a la derecha se ve el buey de Lucas,
símbolo de la expiación y del sacrificio, y a la izquierda el león de Marcos
representa la resurrección. Por el
afán pedagógico ya comentado, las figuras
del Tetramorfos
se acompañan de inscripciones con los nombres de los evangelistas. El “horror
vacui” hace
rellenar el poco espacio ya libre en la bóveda triangular con dos ángeles
dotados de tres pares de alas cada uno de ellos, quedando todo el espacio
disponible prácticamente “saturado”.
A cada lado de la ventana,
debajo de la bóveda, ya en un plano vertical, se encuentran una serie de
figuras que se identifican gracias a las inscripciones que tienen encima. Desde
nuestra izquierda, vemos a Tomás, Bartolomé, María, Juan, Jaime, y,
posiblemente, Felipe. En el MNAC hay más elementos en este increíble ábside
románico, pero me he limitado a describir los que se ven
in situ, que ya
nos han servido suficientemente para ilustrar lo estudiado.
Porte_Miégeville_-_Basilique_Saint-Sernin (imagen en grande)
En cuanto a la elección de una portada románica como ejemplo de
lo comentado sobre ellas, la elección es más difícil, dada su
abundancia/importancia. Me he decidido por la portada llamada “de
Miègeville”r41
situada en la Basílica de Saint Serninr42,
iglesia en Toulouse de Languedoc. El motivo de su elección es doble: por un
lado, es de la misma época de esplendor que el ejemplo anterior, y por otro,
viviendo en Aran es normal tener como referente para muchas cosas la ciudad de
Toulouse, de manera que es una portada que he visto en repetidas ocasiones.
Dos líneas para situar la Iglesia de Saint Sernin en el
contexto: es una iglesia “de peregrinación”, punto clave en el camino
francés de Santiago de Compostela, coetánea con la de Jaca al otro lado de la
frontera, construida esencialmente de obra de ladrillo (como casi toda la
Toulouse antigua, no en vano llamada “la ciudad rosa”)
La portada o portal que nos ocupa recibe su nombre de la
posición respecto a la ciudad, que se veía a mediodía respecto de la puerta
-orientada por tanto al Sur- , y de ahí su denominación “miège-ville, la
ciudad al mediodía”. La datación de la portada es un tanto incierta, según
he visto en las fuentes consultadas, y se mueve en una horquilla temporal entre
1050 y 1120. En cualquier caso, románico en su apogeo... La autoría se
atribuye a veces a Raymond Gayrard, que falleció en 1118, lo que es coherente
con las fechas supuestas de construcción de la portada. Hay que advertir que
fue profundamente restaurada en el Siglo XIX por el famosísimo Viollet-le-Duc17,
con un profundo respeto al original por lo que parece.
De arriba abajo vemos el desarrollo del programa iconográficor43
ideado por el autor para este portal: coronación, tímpano, dintel, estatuas
laterales, capiteles y ménsulas. El tímpano y el dintel contienen lo esencial
de la iconografía, en mi opinión, y representan “lo divino” en el
tímpano y “lo humano” en el dintel debajo del tímpano, en una
disposición simbólica evidente. El tímpano contiene en su parte central una
representación de la subida de Jesucristo a los cielos (Ascensión) y en la
documentación consultada (en las imágenes no llego a verlo...) se dice que en
la cruz del nimbo se ven las letras alfa y omega y los textos “Deus Pater”
y “Rex”. Nada que no sepamos: el principio y el fin de todas las
cosas, declaración de ser Hijo del Padre, reinando sobre la muerte. Acompañado
a los lados por seis ángeles (los de los extremos tienen que “adaptarse” al
sitio que les deja en tímpano...), la figura de Jesucristo (como la de los
ángeles) presenta un cierto dinamismo, no está en posición frontal,
mira hacia arriba, uno de los pies parece impulsarle... el intento de dinamizar
la escena resulta, no obstante, un tanto forzado ya que las posiciones no las
vemos demasiado “naturales”, pero la intención está a la vista. En el
dintel se representan los doce apóstoles más una pareja de ángeles, pero
sólo reconozco dos de ellos, Pedro con la llave y Pablo con su calva. Entre el
cielo y la tierra, entre el tímpano y el dintel, una fila de lo que parecen
vides (hojas de parra), nos está recordando la misión de los apóstoles, la de
hacer crecer la semilla de la palabra de Dios cuando este abandona la tierra.
Las estatuas que vemos de frente, a los lados de las arquivoltas,
no presentan problemas de identificación, ya que llevan sus correspondientes
rótulos de Pedro (que además enseña sus llaves) y de Santiago (¿una
referencia a Santiago de Compostela quizás?) El resto de la iconografía más
interesante está en los capiteles, en los que se desarrollan temas bíblicos
absolutamente clásicos: la matanza de los Santos Inocentes, La Anunciación y
la Visitación de la Virgen, el pecado original, siempre con la función
explicativa que hemos ido reconociendo en todo el Arte Medieval visto hasta
ahora.
La portada, detalles aparte, da cuando se la contempla con calma
una cierta sensación de paz, de “seguridad” de ser bien recibidos, de
entrada a un sitio donde se debe entrar... es muy probable que esta sensación
se deba a la buena proporción de sus elementos, a pesar de que en
realidad la portada resulta algo “alargada” en altura. Es muy probable que
esa verticalidad aparente provenga del tamaño de las dos grandes estatuas, que
de lejos es lo que más destaca del conjunto, un conjunto que nos ha servido
para ver claramente las características que hemos comentado anteriormente.
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5.-El Arte Gótico.
5.1.-El contexto.
Hemos usado en algunos párrafos anteriores en este trabajo la
palabra “gótico” asociada a un tipo de Arte que vino a sustituir al
Románico a mediados del Siglo XII y que duró hasta el fin de la Baja Edad
Media, a principios de la segunda mitad del Siglo XV. Tres siglos pues de un
estilo artístico del que debemos empezar su estudio advirtiendo que el
nombre “gótico” es un nombre que no se merece. El Góticor44
(bautizado así un tanto despectivamente en el Renacimiento, atribuyéndose
frecuentemente la autoría del vocablo a Giorgio Vasarir45)
no es en absoluto un oscuro arte “de godos”, sino que corresponde a un arte
paneuropeo, dinámico, fiel reflejo en su diversidad de la diversidad de la
sociedad europea del momento. Afortunadamente, esta actitud renacentista fue
cambiando con el paso del tiempo y es el Romanticismo del XIX, con su
“enamoramiento” de lo medieval, el que empieza a poner al Gótico “en su
sitio”. El ya citado anteriormente Viollet-le-Duc desde el punto de vista
arqueológico, o Víctor Hugo, religioso y realista, o Merimée con su visión
social, son varios de los románticos que sacaron al Gótico del lugar donde
injustamente se había relegado, y lo pusieron en valor. Y no es casualidad que
sean tres personajes franceses los que hemos citado aquí, ya que Francia es la
cuna de uno de los grandes tipos de Gótico, el que nace en
Île-de-France, y que junto con el Gótico Toscano/Italiano conformarán este
nuevo Arte (con muchas otras variantes geográficas...). Por tanto, la
denominación “Gótico” tiene ahora una componente mayoritariamente
descriptiva de una época, antes que descriptiva de un contenido, ya que la
diversidad es enorme, muy diferente de la uniformidad del Románicor46.
No es en absoluto extraño que estos tres siglos se nos aparezcan
tan diversos en el Arte Gótico. Especialmente al principio del período (Siglo
XII) , Europa vive un momento óptimo desde muchos puntos de vista, y es
normal que ese dinamismo social y económico tenga su manifestación en
el Arte, que, no lo olvidemos, va siempre ligado a la actividad humana. Hacia el
último tercio del período abarcado por el Gótico surge en Europa (y en más
lugares, por descontado) un fenómeno que influirá enormemente en todos los
aspectos de la actividad humana. Nos referimos a la mortandad causada por la
Peste Negra, que provocará una paralización / ralentización de las obras
más monumentales pero que aún permitirá un gran desarrollo de las artes
figurativas.
Políticamente hablando, el feudalismo empieza a estar en baja
forma, y el poder real resurge de nuevo, y ello se aprecia en el
florecimiento de obras de envergadura en el terreno artístico. No deja de ser
paradójico -y no veo una explicación asequible- el hecho de que en momentos
políticamente disgregadores (el feudalismo lo es, sin duda) se practicase un
arte (el Románico) uniforme e integrador, mientras que en momentos políticos
más centralizados, el Gótico presentase tanta diversidad. Quizás la
explicación pueda venir del reforzamiento del fenómeno de las ciudades
medievales, que entran en su etapa de esplendor y que son un contrapunto del
poder real. Esa dicotomía poder real / poder ciudadano puede explicarnos el
porqué de la diversidad que el Góticor47
nos ofrece. En las ciudades, además, se instalan órdenes religiosas nuevas
(dominicos y franciscanos) que apean un tanto la influencia unificadora
cisterciense. Son órdenes esencialmente “ciudadanas” y lo notaremos en las
construcciones que impulsan, ya fuera del ámbito rural. No es descabellado
decir que la ciudad18
medieval sustituye al medio rural como elemento básico de generación de
ideas/arte... Las ciudades generan ya tanta o más riqueza que el agro, y desde
luego, mucha más cultura. Dada la variedad de sus habitantes, la cultura
ciudadana se diversifica, y uno de los resultados evidentes es que la
monolítica religiosidad del Románico se ve sustituida por una cultura menos
religiosa, más laica, y ello tendrá su manifestación en el Arte que ahora
tratamos. Esta
humanización de la religión (frente a la subordinación religiosa
anterior) implicará cambios en la iconografía, como, por ej., la sustitución
de las habituales Maiestas románicas por escenas más “humanas”
aunque, evidentemente sigan siendo del ámbito religioso, como representaciones
de vidas de santos, p. ej. Las representaciones de la Madre de Dios también
sufren este proceso de “descenso a la tierra” y la variedad de motivos
marianos es enorme. En este proceso de humanización de las imágenes el propio
Jesucristo ve como su representación deja de ser lo majestuosa que fuera
otrora, y se ve representado frecuentemente como un “hombre crucificado” que
no oculta su dolor sino que lo usa para acercarse a los hombres, una actitud
radicalmente diferente de la románica. Otras escenas más cercanas a la
humanidad y que se usan con frecuencia son las escenas del juicio final, por
ejemplo, o las descripciones “más domésticas” de la vida de María. Y, en
un paso más allá, la iconografía da paso a muchas imágenes ya totalmente
laicas, esencialmente en palacios y residencias de la nobleza, como no podía
ser de otra manera. El dinamismo que apreciamos, generado muchas veces por la
necesidad de “innovación”, no deja de anunciarnos el Renacimiento que
vendrá.
En este entorno gótico, el artista sigue siendo un artesano
-como vimos al principio de este trabajo- , muchas veces polifacético (pintor y
constructor de vidrieras, por ejemplo... o arquitectos que además pintan o
esculpen...) Los incipientes gremios artesanales, afincados
necesariamente en las ciudades, alcanzan todo su desarrollo y “control”
sobre el arte que se produce, y algunas veces este arte es tan mediatizado por
los gremios que nos recuerda producciones industriales posteriores.
Dejando de lado -por duro que sea, y siempre que no sea
imprescindible para la comprensión de lo que está sucediendo en las artes
figurativas- el desarrollo de la arquitectura gótica, haremos una panorámica
sobre las principales características de la escultura y pintura góticas.
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5.2.-El inicio del Gótico.
La
ya comentada coexistencia del Románico y del Gótico en los principios de este
hace difícil precisar el cuándo y el cómo (el porqué ya lo hemos intentado
acotar en el punto anterior) No obstante, nos parece claro que el inicio de
lo que se puede llamar ya de otra manera se produce más en la escultura que en
la arquitectura. No hay duda de que Suger19,
Abad de Saint-Genís, inicia el gótico arquitectónico, más con una
disposición/interrelación diferente de los elementos constructivos que con la
novedad de estos. Pero tampoco hay dudas de que es en la estatuaria exterior
donde más notamos que las cosas están cambiando. Las estatuas que en el
Románico se adaptaban a lo que la arquitectura les proporcionaba/cedía, rompen
ese modelo y se convierten en las auténticas protagonistas de las portadas
góticas. Un ejemplo paradigmático de este fenómeno lo vemos en la portada
principal de la Catedral de Chartres20
(la portada “Real”, circa 1150), en donde las estatuas parecen
separarse de las columnas en vez de verse apoyadas simplemente en ellas. Las
imágenes se van individualizando, los rasgos de muchas de ellas son
perfectamente reconocibles, y a pesar de que los tímpanos presentan temáticas
y desarrollos iconográficos típicos del Románico, los paramentos verticales
que acogen las estatuas de reyes y profetas muestran claramente que los tiempos
están cambiando. Aún hay esa mezcla de estilos que hemos comentado
anteriormente, pero los cambios se decantarán claramente hacia lo novedoso del
Gótico, y el Románico le dará paso definitivamente.
El nuevo arte se expande desigualmente alrededor de sus focos
iniciales, y en gran parte es debido, como ya se ha comentado, a la actuación
de la Orden del Císter. De esa manera, por ejemplo, el Gótico entra en
Catalunya (Poblet21)
y en toda España (Cuenca22).
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5.3.-El Gótico en su esplendor.
Entre los años 1200 y 1300, a grosso modo, alcanza el gótico su
apogeo. Y no es casualidad de que ello coincida con el
declive del poder feudal frente al poder real, de nuevo “resucitado”
Y ello es especialmente notable en Francia, de manera que muchas veces se asocia
el Gótico de esta época con el Gótico francés, sin que sea exactamente así.
La inevitable referencia a la arquitectura nos lleva a comentar
la innovación que más repercusiones tendrá en muchos otros aspectos: la
aparición de los arbotantes (que desplazan los esfuerzos verticales y oblicuos
hacia los botareles -contrafuertes exentos- reforzados con pináculos) Este
refuerzo exterior permite descargar a los muros de su condición de
estructura portante, permite abrir ventanas y vidrieras por doquier, y la
luz de las iglesias góticas – ayudada por la gran altura que puede
conseguirse con las innovaciones arquitectónicas- no tiene nada que ver con
oscuridades anteriores. La Catedral de Reims23,
alta y luminosa como no se había visto hasta entonces, es un buen ejemplo de
esta arquitectura gótica que ha alcanzado todo su potencial a mediados del
Siglo XIII. A pesar de su tamaño, la verticalidad de la que hace gala en su
conjunto le da un aspecto de “ingravidez pesada” muy solemne pero también
muy armonioso.
La iconografía se desarrolla especialmente en los
libros miniados, y los frescos son sustituidos en gran medida por las
vidrieras, ya que la técnica constructiva permite abrir grandes huecos en
los muros, y con la ventaja de que no hay que iluminarlos. Las estatuas se
separan definitiva y totalmente de las paredes que dejan atrás, y las vemos
cada vez más “expresivas”, en actitudes más vitales, más libres.
Evidentemente, se sigue siendo fiel a la vocación de enseñanza, y las portadas
(como la triple de Chartres) están cargadas de estatuas que narran historias
religiosas. Además, en esta corriente de humanización de la iconografía
religiosa que venimos comentando, la diferenciación entre el tímpano y las
estatuas de las paredes inferiores se hace muchas veces difusa, simbolizando el
mayor acercamiento del hombre a Dios, y/o viceversa.
Pero en Italia la pintura sigue un camino diferente y no
se basa tanto en las vidrieras como en las pinturas murales pintadas al fresco.
Y aquí la influencia de Bizancio es muy importante, dadas las relaciones
comerciales, políticas y militares que los genoveses y venecianos mantienen con
Constantinopla. Incluso pervive un tiempo la utilización del mosaico, como en
San Marcos de Venecia24.
La influencia bizantina en la pintura italiana va desapareciendo junto con el
poder bizantino, y a principios del Siglo XIV (el
Trecento en contraposición al Duecento) Giotto25
empieza a pintar “en tres dimensiones” en lo que no nos cabe duda que es un
anuncio del Renacimiento posterior a la Edad Media. Las figuras pintadas por
Giotto tienen volumen, salen del plano del fondo, gracias al uso del
color y la forma, aplicado especialmente a las vestiduras.
En Catalunya, como en toda España, el Gótico ha alcanzado
también en esta época unas características especialmente bellas. Citaremos
como ejemplos españoles las Catedrales de Burgos26,
Toledo27
y León28,
y como ejemplos catalanes las de Barcelona29,
Girona30,
y Palma de Mallorca31,
sin poder olvidar la Basílica de Santa María del Mar32.
En todas ellas, la iconografía evoluciona en el sentido general del Gótico,
con actitudes humanizadas y con una clara tendencia al realismo
típico del Gótico, en contraposición con el simbolismo del Románico.
Tanto la escultura como la pintura se “independizan” por completo de
la arquitectura que les da cobijo, olvidando definitivamente las subordinación
que esta les imponía. Esa independización llega a límites insospechados hasta
entonces, y aparecen nuevos campos temáticos ya no tan directamente religiosos,
como la escultura funeraria (inevitablemente vienen a la cabeza las imágenes
del panteón real de Poblet33,
o la capilla del Condestable34
en Burgos, aunque esta última ya está en los límites de nuestro marco
temporal...) La pintura, como en todo el ámbito geográfico del Gótico,
encuentra en los retablos un buen refugio ante la escasez de espacio provocada
por las grandes aberturas y la dificultad de una buena visión provocada por la
gran altura de la construcción, que limita el espacio pictórico al más
cercano al suelo.
Pero Europa está entrando, empujada por la Peste Negra y por un
cierto agotamiento del modelo del poder real, en una época diferente. Y el
Gótico así va a reflejarlo.
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5.4.-El Gótico internacional. Fin del estilo.
Hacia el año 1400 aproximadamente se detecta en el arte Gótico
(no ya en la arquitectura, muy paralizada por la situación de crisis
generalizada) una gran uniformización del estilo, inexistente hasta
ahora, que se ha convenido en llamar Gótico internacional. Los cambios en el
poder político han hecho florecer -en contraposición de lo que realmente está
pasando a nivel de la calle- cortes reales excepcionalmente suntuarias (y no
sólo a nivel real, sino también a nivel de la nobleza observamos este
fenómeno) Ello hace que se pueda buscar una cierta “evasión” de la
realidad a base de lujo deslumbrante, de una dilapidación de recursos de la que
el arte sale beneficiado. Los encargos menudean en la escultura y la pintura, y
el Gótico entra en una etapa un tanto “descontrolada” (podemos mirar
desde esta óptica la Catedral de Milán35,
por ejemplo...) Las artes plásticas entran en un terreno totalmente realista,
naturalista... los paisajes de Patinir, en el Siglo XVI, ya no están tan lejos
de los paisajes que tímidamente van asomando en
Las muy ricas horas del Duque de Berry36,
por ejemplo.
Como casi todas las épocas que cierran un ciclo, estamos ante
una situación como mínimo, confusa. A mediados del Siglo XV podemos ver
simultáneamente la “exasperación” del Gótico flamígero en el coro del
Mont-Saint-Michel37,
la prolongación “canónica” del Gótico estándar en la Catedral de Milán
o en los palacios venecianos, y las primeras señales del Renacimiento a través
de la pintura flamenca de los Van Eyck38.
Pero los dados están echados, y toca el muy típico “volver
atrás”. Como una reacción al dogmatismo de la Edad Media, renacen (y
volvemos a encontrar a Vasari bautizando el Renacimiento, Rinascitá)
los valores humanistas y naturales de la cultura clásica grecorromana, y atrás
queda la Edad Media. Aunque se suele fijar el limite temporal en el 1453,
cuando desaparece Bizancio, hay dos momentos estelares, como diría Zweig, en
los que el cambio tiene también unas potentes bisagras: la aparición y
desarrollo de la imprenta de tipos móviles hacia el 1440 y el
“descubrimiento” de América en 1492. Nada volvería a ser igual cuando el
conocimiento de todo tipo podía tenerse en forma de libros en cada casa y
cuando las fronteras del mundo conocido habían caído, más allá del Océano.
A partir del 1500, el mundo parece entrar en una vorágine acelerada tras la
“lentitud” medieval, y aún hoy nos parece estar en ella.
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5.5.-Algunos ejemplos relevantes.
Realmente, lo más difícil para escoger algunos ejemplos que nos
ilustren los conceptos comentados es debido a su abundancia, su interés, su
belleza... De modo que algunos criterios se han de seguir, y como todos los
criterios, serán en buena medida, subjetivos. Esencialmente, he usado dos: que
sean obras absolutamente representativas del gótico, pero con alguna
“incursión” cronológica hacia delante y hacia atrás, y que -a ser
posible- los haya podido ver directamente (cosa que ha sido posible en la mayor
parte de ellos) La bibliografía consultada, esencialmente en la red, es amplia
y detallada, por lo que en la exposición de los ejemplos procuraré no repetir
lo puramente descriptivo que podrá verse en las imágenes referenciadas. Me he
ceñido a la época del Gótico pleno y su expansión, es decir, entre 1250 y
1400 aproximadamente.
En primer lugar podemos ver un ejemplo escultórico que nos
permitirá comprobar lo que de la escultura gótica hemos dicho. Se trata de
la puerta llamada del Sarmentalr48
de la Catedral de Burgos. Es uno de los ejemplos más antiguos de
escultura
gótica en España -si no el que más- y en él se reconocen influencias
de la Catedral de Amiens39
en el tímpano y de la Catedral de Reims en el dintel, y el conjunto nos
recuerda a la puerta Real de Chartres, lo que confirma lo que hemos ido diciendo
sobre la expansión del Gótico desde Francia. En el tímpano se
encuentra la clásica Maiestas Domini con el Tetramorfos, sin
mayor novedad que estar representados los evangelistas escribiendo en unos
pupitres. Por lo que parece según las fuentes, otro autor diferente se encargó
del dintel, donde están representados los doce Apóstoles, y es en este
dintel en el que nos vamos a fijarr49
(el enlace deja acceder a una imagen completa y haciendo zoom sobre ella se ve
bastante bien el detalle del dintel; si no es así, se puede entrar en el enlace40
al pie de página y buscar los detalles del dintel que se ofrecen) Vemos así a
los Apóstoles sentados, hablando entre sí, y, aunque aún veamos en ellos
algún rasgo de estaticidad propio del Románico, en general las figuras parecen
moverse, tienen rasgos diferenciados unas de otras, sostienen los objetos que
tienen en sus manos de maneras diferentes y bastante creíbles, apoyan sus pies
en el suelo de forma muy natural.... También vemos en la ropa que llevan que
hay diferencias entre todos ellos, y que con los ropajes se da una idea clara de
volumen, acrecentada por la sensación de estar bastante separados de la pared
en la que se apoyan. Así que vemos reunidos en este dintel, fechado entre 1230
y 1240, rasgos de las estatuas románicas pero también, y muy claramente
rasgos realistas de la nueva escultura gótica, con una clara
humanización y diferenciación individual de los Apóstoles representados.
Como un primer ejemplo de
pintura he seleccionado un fresco de Giotto,
La Resurrección de Lázaro,
datado hacia 1305 y que se encuentra en la Iglesia de Santa María de Padua,
también llamada Capilla de los
Scrovegnir50
o Capilla de la Arena.
En otro punto de este trabajo se había dicho que “...Giotto
empieza a pintar “en tres dimensiones” en lo que no nos cabe duda que es un
anuncio del Renacimiento posterior a la Edad Media. Las figuras pintadas por
Giotto tienen volumen, salen del plano del fondo, gracias al uso del color y la
forma, aplicado especialmente a las vestiduras...”
y este fresco de Lázaro es un ejemplo
perfecto para corroborarlor51.
La pintura gótica, italiana en este caso, empieza aquí a
desprenderse de la fuerte influencia
bizantina que había tenido. De entrada,
observamos que el fondo ya no es plano, difuso, sino que se introduce
-tímidamente de momento- el
paisaje como elemento naturalista
y que proporciona un cierto relieve
al conjunto. La composición viene marcada por una clara diagonal de
izquierda a derecha y de arriba abajo, que introduce, de esta sencilla manera,
una sensación de dinamismo muy clara. Las figuras no están ya todas en
posiciones semejantes, sino que cada una de ellas, o por grupos al menos,
intentan transmitirnos sentimientos a partir de sus actitudes. A la izquierda,
la figura de Jesucristo bendiciendo a Lázaro es quizás la más estática de la
obra, pero la posición de adoración / agradecimiento que presentan las figuras
arrodilladas delante de él (Marta y María, las hermanas de Lázaro, según
Juan 11:17-44) no es estática en absoluto. Detrás de ellas, unos hombres
agachados está moviendo aún la tapa del sepulcro, del que ha salido Lázaro,
que ya indica su resurrección con la postura levantada y los ojos abiertos. Las
muy expresivas actitudes del grupo de personas entre Jesucristo y Lázaro
nos trasmiten claramente el dramatismo de la situación: la mano en la barbilla
de la figura vestida de verde, las manos alzadas por la sorpresa de algunos de
los personajes... La propia composición del grupo, compacta, tapándose los
unos a los otros, refuerza esa sensación que se quiere transmitir de sorpresa /
miedo ante un milagro que evidentemente no se comprende bien. Los gestos de las
mujeres tapándose la boca y la nariz puede hacer referencia a lo que nos dice
Juan “Señor, ya huele, es ya el cuarto día...” de manera que
incluso Giotto nos quiere transmitir algo tan poco pictórico como un olor. Las
ropas con las que están vestidos todos ellos (especialmente el hombre de verde
en el centro y la mujer de rosa a la derecha) están pintadas con volumen,
marcando los pliegues verticales, destacando las arrugas del tejido cuando se
recoge alrededor de los brazos o del cuello. En resumen, una obra que podemos
calificar de realista, en una clara evolución / ruptura respecto a momentos
artísticos anteriores. No estamos aún en el Renacimiento, claro está, pero
vemos cómo la época gótica va ya experimentando una evolución en esa
dirección.
Esta dirección de investigación pictórica de Giotto tiene
claras continuidades en otras zonas geográficas, demostrándonos así lo
permeable que era la sociedad europea del momento a las novedades que se
iban produciendo, tal y como se ha comentado en el trabajo anteriormente. Unos
años después de la obra de Giotto, Jean Pucelle41
en París se dedica a ilustrar libros dedicados a la oración y/o lectura de la
gente acomodada que se lospuede pagar. Se considera al
Libro de las horas de lareina Jeanne d'Évreuxr52
como su obra maestra, y la ponemos aquí como ejemplo representativo de todo el
conjunto de libros manuscritos ilustrados, que tanta información nos han
proporcionado sobre la época en que se hicieron. Se encuentra en el
Metropolitan Museum42
de Nueva York, y aún no he tenido ocasión de verlo.
La obra hace honor a la palabra “miniatura”, ya que es de un tamaño
diminuto, 9,5 x 6,5 cm. Contiene, además de los textos, 25 miniaturas a página
completa, pero lo más sorprendente, técnicamente hablando, son sus casi 700
figuras marginales, realizadas con la técnica del claroscuro, de estilo y
temática muy libres, aún más pequeñas que las ya pequeñas miniaturas
principales. Estas miniaturas llevan a Francia la influencia italiana
(¿sienesa?) del relieve / profundidad, intentando trasmitir la
sensación tridimensional, lo que en un espacio tan reducido es todo un
reto. El naturalismo y la expresividad son constantes en todas las
miniaturas, tal como vimos en Giotto, una de las fuentes indudablemente de Jean
Pucelle, que sabemos viajó a Italia al menos una vez. La obra de Pucelle,
mezcla de las ideas francesas sobre el “arte cortés” y de las ideas
italianas sobre la tridimensionalidad, tuvo una gran repercusión e imitadores
durante el resto del Siglo XIV, y es un ejemplo perfecto de cómo el Gótico
“se movía” fácilmente en todo el ámbito europeo.
De finales del siglo XIV es otra obra pictórica que ponemos
aquí como representante de todas las similares que el Gótico produjo
abundantemente, y que se proyectaron más allá de sus límites temporales. Nos
estamos refiriendo a los retablos, decoración gótica por excelencia de
la trasera de los altares. En el Románico no había sitio para que surgiese una
obra de esta factura, pero la construcción de las iglesias góticas ya hemos
comentado que libera mucho espacio, y la altura de las naves permite la
aparición de estas composiciones, esencialmente narrativas y que adquieren
una gran importancia decorativa, ya que son las encargadas de cerrar
visualmente el fondo de la nave o la capilla donde se alojan.
Como ejemplo representativo de estas obras me he decidido por el
Retablo del Espíritu Santor53,
obra de Pere Serra datada en 1394, y que se encuentra en La Seu43
de Manresa (Colegiata-Basílica de Santa María), una espléndida e
impresionante obra gótica (aunque su construcción se prolongó mucho en el
tiempo). Su interior realmente impacta en el visitante, su única nave tiene una
altura muy respetable, y todo el conjunto -un tanto oscuro me ha parecido
siempre que he entrado- trasmite una sensación de austeridad y espiritualidad
notables.
El retablo escogido, que no es el único de la iglesia, es un
muy buen ejemplo de retablo gótico pintado al óleo sobre tabla, y no hay
duda de que nos encontramos ante una de las obras paradigmáticas de la
pintura catalana del Siglo XIV. Sin entrar en un exceso de detalles que
pueden verse44
perfectamente en las fuentes54
consultadas y referenciadas, se distinguen en él fácilmente45
las partes constitutivas de todo retablo gótico: en vertical,
cinco “calles”, la central mayor que las laterales -rematadas por
cuatro ángeles- y coronada típicamente por el Calvario; en horizontal, tres
“cuerpos” sensiblemente semejantes en tamaño, y debajo de ellos el
bancal o predela, que en realidad proviene de otro retablo diferente, la
parte central con el Entierro de Cristo. La tabla principal, centrada y
de mucho mayor tamaño que las demás nos marca el tema del retablo,
Pentecostés, la venida del Espíritu Santo a la Virgen María rodeada de
los Apóstoles. Justo encima de ella, la segunda tabla principal, menor que la
anterior pero mayor que el resto, representa la escena de la Coronación de
María por su Hijo, y no es difícil reconocer influencias del Arte Bizantino
estudiadas en la primera parte del trabajo: figuras hieráticas, posturas
estereotipadas, fondo dorado neutro... El resto de tablas describe escenas
esencialmente de la vida de Jesucristo, siguiendo un orden que, si no se mira
con atención, puede parecernos desordenado. Los retablos son, como siempre en
la iconografía medieval cristiana, auténticos compendios de conocimiento
religioso / bíblico, y se han de “leer”, no basta con contemplar
sus tablas por separado. Al principio, todo parece “ir bien”: empezando por
las calles de la izquierda, en el cuerpo superior vemos la creación del mundo y
la del hombre; en el cuerpo central, la Anunciación a la Virgen y la Natividad;
en el cuerpo inferior, la Adoración de los Reyes Magos y la Presentación en el
Templo. Cambiando a las calles de la derecha, la historia sigue en el cuerpo
superior con el Bautismo de Cristo por San Juan Bautista y la Transfiguración
de Cristo, en referencia a sus diferentes naturalezas. La ordenación sufre un
salto hacia el ático, con el Calvario, y otro hacia abajo, en el centro de la
predela, con el Entierro. Volviendo al cuerpo central derecho, vemos la
continuación de la muerte en la Resurrección y en la aparición a los
discípulos. Tras ella, en la primera tabla del cuerpo inferior derecho, vemos
como Cristo asciende a los cielos. Desde esta tabla hay que ir a la principal
para asistir a la venida del Espíritu Santo, y volver a la segunda tabla del
cuerpo inferior derecho para ver a Pedro encargando a los Apóstoles su misión
de llevar “La Palabra” a todo el mundo. Acabadas aquí las tablas de las
calles, hemos de ir a la predela, a su lado izquierdo, para ver cómo San
Esteban hace su famoso discurso ampliando el campo del apostolado al mundo
griego. Y, ya casi acabando con esta apresurada lectura, hemos de mirar la tabla
de la Coronación de la Virgen (que precede a su Ascensión, que -curiosamente-
no aparece en el retablo). La tabla de la derecha de la predela, con una excusa
un tanto legendaria, la aprovecha el autor para firmar el retablo,
representándose a sí mismo, junto con sus hermanos y hermanas.
Realmente denso, toda una lección sobre el Nuevo Testamento,
narrativa en estado puro, y que con una gran parquedad de medios hace un
recorrido “mayor” por la historia sagrada que quiere poner al alcance de
quien la contempla. Mirando las tablas fuera del contexto narrativo, vemos en
ella la misma
influencia italiana que hemos comentado anteriormente. Con algunas
excepciones de aire bizantino, esta influencia del gótico italiano (realismo,
expresividad, fondos “activos” casi en cada tabla...) predomina en todo
el retablo, y pone de manifiesto cómo unos artesanos (¿artistas ya?)
manresanos pueden estar en contacto con el resto de Europa. En realidad, este
retablo debe situarse un tanto en el límite del Gótico italiano/italianizante,
y está justo en las puertas del Gótico internacional, como vimos en la
tabla cronológica del punto 1.3. Para cerrar el círculo, la tabla central de
la predela, que está perfectamente integrada en la narración del retablo, nos
llama la atención porque se ve “diferente” que el resto, y es que lo es. Su
autor, Lluís Borrassà, es uno de los introductores reconocidos del Gótico
internacional en Catalunya, y si miramos el
Entierro representado en la predela, veremos claramente cómo
ha cambiado la composición, las vestiduras, las actitudes...
Y con estos cuatro ejemplos, que nos han servido para poner de
manifiesto esencialmente cómo el Arte Gótico siendo diverso es también común
en toda Europa, ponemos punto final a este periplo por la Edad Media, que
ciertamente, está “en medio” de nuestros intereses artísticos
fundamentales.