En
esta tercera parte del trabajo se nos propone el estudio de una obra
de arte relacionada directamente con Bizancio, de época tardía.
Tras algunas consideraciones y con la ayuda del consultor, se ha
escogido para ello una obra arquitectónica, situada en la ciudad de
Bizancio / Constantinopla / Estambul, la iglesia llamada
Theotokos
Pammakaristos, Θεοτόκος
ἡ Παμμακάριστος, La
Bienaventurada Madre de Dios,
hoy convertida en la Mezquita de la Victoria, Fethiye
Camii1.
En primer
lugar, se hará una introducción general al Imperio
Bizantino
/ Imperio romano de Oriente, enfocando después con más
detalle la propia ciudad de
Bizancio, para, finalmente, entrar en el estudio de la Iglesia
de Pammakaristos.
➊Ya
hemos visto anteriormente en este trabajo cómo Diocleciano divide el
Imperio Romano en dos partes, la Occidental y la Oriental (año 285),
cómo Constantino refunda Bizancio (año 330) y legaliza la religión
cristiana (“Edicto de Milán”, año 313; Concilio de Nicea, año
325) , cómo Honorio y Arcadio fijan definitivamente la partición
del Imperio cuando muere Teodosio “el Grande” (año 395) , cómo
en el año 476 Odoacro reconoce a Zenón, en Oriente, como su
emperador, renunciando a la continuidad el Imperio Romano
occidental...
Así
pues, en el año 476 nos encontramos con la situación de que el
único Imperio Romano del que cabe hablar es el de Oriente, y que
además habría que empezar a denominarlo Imperio Bizantino2
ya que su trayectoria y desarrollo inician una andadura propia.
Procuraremos usar el nombre de Imperio Bizantino sistemáticamente,
aunque también se usa el de Bizancio a secas, por lo que a la
capital del Imperio la denominaremos preferentemente como
Constantinopla para evitar confusiones.
En
el orden geográfico, el Imperio Bizantino no era en absoluto una
nadería. Iliria y Dacia eran sus diócesis más pobres, pero Tracia,
Asia y Ponto eran la columna vertebral del Imperio, que además
conservaba Siria, Mesopotamia y, sobre todo, el granero de Egipto. El
mar bañaba todas sus costas, permitiendo una fácil comunicación
entre sus puertos. Desde el punto de vista cultural, aunque la
población era en principio muy variada en sus orígenes, el Imperio
Bizantino venía a coincidir con el área lingüística griega, que
se potenció aún más y le dió coherencia y continuidad, como lo
hizo también el cristianismo. El arte bizantino se benefició
de esta coherencia, y siempre fue por delante de lo que sucedía en
occidente. Es difícil precisar la población del Imperio
Bizantino en sus inicios, pero se apuntan cifras3
del orden de los 16-20 millones de habitantes. Senadores y
decuriones, junto con los inevitables jefes militares, conformaban el
entramado político. El pueblo llano, campesino en su mayoría,
sufría una fuerte fiscalidad, e iniciaba un proceso de migración
hacia las ciudades, especialmente las tres más grandes
(Constantinopla, Antioquía y Alejandría). Posiblemente, el punto
más débil del Imperio fuera el ejército, mal pagado y mal
organizado, y, al principio fuertemente infiltrado de germanos, tal
como sucedía también en la Roma occidental.
Por
tanto, cabe concluir que el inicio del Imperio Bizantino es
“prometedor”, potencialmente con capacidad de expansión, si bien
con importantes problemas internos y externos, en realidad, una
herencia/continuidad de su propio proceso de formación.
➋Sin
poder entrar a fondo en ninguna de ellas, sí citaremos las cinco
etapas4
en las que hemos visto que puede dividirse la historia de Bizancio.
Entre
los años 457 y 6025
podemos hablar de una etapa de prosperidad a pesar de las
dificultades (por ejemplo, las de Anastasio frente a intentos de
invasión y rebeliones internas...) que cristaliza en el reinado de
Justiniano6.
Apoyado en su general Belisario7,
Justiniano inicia una serie de campañas militares -Persia y Armenia,
Crimea, África de los vándalos, las islas del Mediterráneo- que
constituyen una auténtica “reconquista” de territorio. Pero en
el año 541 una epidemia de peste bubónica, de las primeras que
tenemos documentadas, hizo auténticos estragos en la parte más
septentrional de Bizancio, y se inició una época de serias
dificultades demográficas, económicas y militares.
Los
dos siglos que van entre los años 602 y 7808
son realmente complicados para Bizancio. Heraclio elimina y sustituye
a Focas, que había accedido al poder de manera harto dudosa, pero la
situación es cada vez peor, y el Imperio va perdiendo territorio
(quizás el 50% del mismo...) en diferentes invasiones, sin que las
medidas de Heraclio9
logren frenar esta sangría. En el 626 el persa Cosroes II10
llega a sitiar Constantinopla... en el 633 los recién aparecidos
califas musulmanes ponen al ejército bizantino al borde de la
desaparición en Yarmuk11...
los árabes conquistan Siria y Egipto, y son una fuente constante de
dificultades, llegando también a sitiar Constantinopla... En el
trasfondo de estas vicisitudes se encuentra una dicotomía que
planeará siempre sobre Bizancio: su territorio, su economía, no
producen los suficientes ingresos como para mantener una política
militar adecuada a las difíciles necesidades, pero sin ese ejército
la pérdida de territorio está asegurada. Es una espiral en
descenso, de la que es casi imposible salir. Y en el interior, las
disputas religiosas -monofisismo- se complican extraordinariamente
con la aparición del fenómeno de la iconoclasia12,
iniciado formalmente por el emperador León III “el Sirio”. Su
hijo Constantino IV y su nieto, León IV, logran, tras innumerables
campañas militares -guerra civil incluida-, estabilizar en cierta
manera el Imperio. La pérdida territorial disminuye en intensidad
(aunque realmente está en su punto más bajo13
antes del “principio del fin” en el 1200...) ,
El
siglo y medio que va desde el año 780 hasta el 102514
constituye una cierta excepción en el proceso de decadencia que
viene siendo la historia del Imperio Bizantino hasta aquí. Las
figuras femeninas de Irene, Teodora y Zoe introducen algunos
elementos positivos en sus respectivos mandatos/regencias, los árabes
están perdiendo un tanto su impulso inicial, los generales
bizantinos tienen relativo éxito en campañas de consolidación de
fronteras... Todo se auna para que los emperadores Nicéforo II, Juan
I y Basilio II15
condujeran al Imperio a una situación mucho más fuerte y segura que
la que había al principio del Siglo IX, doblando casi su extensión
territorial, triplicando sus efectivos militares, mejorando la
economía y la demografía (la población sube a 12 millones de
habitantes, frente a los 7 millones del año 780), extendiendo la
influencia política y artística (la arquitectura monumental se
recupera un tanto) de Bizancio en su territorio propio y en sus zonas
de interés (Rusia, por ejemplo...) , las fronteras -excepto al sur-
han vuelto casi a las que fueron en el Siglo V,... Sin grandes
alardes y sin poder decir que todos los problemas están resueltos,
entre Irene y Basilio II se desarrolla esta época de prosperidad
y de “buen hacer” por parte de todos los implicados en el
gobierno del Imperio, si bien es cierto que algunas circunstancias
exteriores, como la situación interna del mundo árabe, ayudaron a
estos logros.
La etapa que va desde el año 1025 hasta el 120416
presenta una complejidad tal que parece conveniente subdividirla en
varios tramos para su comentario. Se inicia con una serie de una
docena de emperadores mediocres y de corto reinado, que logran
dilapidar las reservas económicas dejadas por Basilio II y, con la
mezcla de inactividad y de reformas inadecuadas, hacen que el
ejército pierda eficacia de manera notable. Por tanto, ante las
agresiones selyúcidas en Anatolia y las pérdidas, a manos de los
normandos, en la Italia bizantina que quedaba, poco podía hacerse.
En el 1071, la batalla de Manzikert17
contra los selyúcidas acabó desastrosamente, siendo capturado el
propio emperador Romano IV. Al final de esta etapa, que acaba en el
año 1081 cuando es nombrado emperador Alejo Comneno I, y a base de
una mala gestión de los recursos públicos (con fuertes
devaluaciones monetarias incluidas) , de una mala gestión del
ejército y, todo hay que decirlo, de algunos acontecimientos
desafortunados e imprevisibles, se encuentra el Imperio Bizantino en
la menor extensión territorial de toda su historia, con la pérdida
de la parte central de Anatolia, el corazón del Imperio, y en una
situación de auténtico peligro en cuanto a su supervivencia.
Alejo Comneno I18
y Juan II Comneno logran reconducir en parte la situación durante
unas pocas decenas de años, pero todo vuelve a ir cuesta abajo con
sus sucesores. Cabe decir, sin embargo, que el arte bizantino no
parece decaer en esta época, antes al contrario. Incluso la
arquitectura, a pesar de su coste, se mantiene viva en estos dos
siglos, el XI y el XII, que tantas dificultades han visto. Por
ejemplo, Juan II Comneno hace construir el espléndido monasterio19
de Cristo Pantocrator en una de las colinas de Constantinopla. Pero
en general, hacia finales del siglo XII, Bizancio está en una fase
crítica, que se agudiza con el episodio de la toma de
Constantinopla por los cruzados (de la cuarta cruzada20)
embarcados en la flota veneciana que debería haberlos llevado a
Egipto. En vez de eso, y por motivos políticos (lucha por el poder
entre dos líneas sucesorias antagonistas) y económicos (ambiciones
venecianas de control/influencia comercial) los cruzados y los
venecianos asaltan Constantinopla. La muralla que mira al Cuerno de
Oro no resiste el asalto, y Constantinopla cae, por primera vez en su
historia.
Los
años comprendidos entre 1204 y 146121
son, en gran medida, “un milagro” de supervivencia. La
fragmentación del anterior Imperio Bizantino se concreta en un
llamado “Imperio” Latino (con la capital en Constantinopla como
casi único activo, controlado por los venecianos) y los “Estados”
bizantinos: Nicea, Trebisonda, Epiro,... que tras sucesivas
contiendas entre ellos es el Imperio de Nicea, con Juan Vatatzes al
frente, el que se queda con la mayor parte del poder bizantino. Su
sucesor, Miguel Paleólogo, prepara la recuperación de
Constantinopla, con una alianza con los genoveses, rivales marítimos
de los venecianos. Pero en un golpe de audacia un destacamento niceno
aprovecha un grave descuido defensivo de la ciudad, y prácticamente
sin derramamiento de sangre se hace con ella. Miguel Paleólogo
“restaura” la sucesión interrumpida en el Imperio Bizantino, con
el nombre de Miguel VIII22
en el año 1261. Supo defender al Imperio de los ataques de
venecianos, turcos, epirotas, latinos,... pero murió pronto. Con él
se abre la última saga de emperadores de Bizancio, llamados todos
Paleólogos: Andrónico II (el que contrató mercenarios
catalano/aragoneses23,
que le causaron más perjuicio que beneficio...) , Andrónico III
(enfrentado con el anterior en otra guerra civil más...) , Juan V
(un reinado desastroso, que puso a Bizancio a las puertas de la
desaparición, etc, etc. Lo que queda de historia es sencillo de
explicar, aunque no sea fácil de interpretar cómo Bizancio
(casi reducido a Constantinopla) aún pudo hacer frente a los
otomanos, que se habían extendido ampliamente a su alrededor24
e incluso mantener un buen nivel artístico en sus creaciones
(obviamente, más modestas ya, pero aún dignas: decoración de Santa
Sofía, Iglesia de San salvador de Chora, Iglesia de Theotokos
Pammakaristos,...)
El sultán Bayaceto I25
pone cerco en 1394 a Constantinopla, que resiste, ayudada de
venecianos y genoveses (¡); el sultán Murad II26
vuelve a sitiarla en el año 1421 y además vence a un ejército
cruzado organizado para auxiliarla; el sultán Mohamed II27
asedia la ciudad, y con el concurso de la artillería pesada28,
de la que los turcos llegaron a ser maestros, abren una brecha en las
murallas. Los defensores, en un número excesivamente bajo para
atender la gran longitud de murallas a defender, se ven obligados a
luchar ya sin esperanza en el interior de la ciudad, muriendo incluso
el emperador, Constantino XI Paleólogo29.
Es el año 1453... En el año 1461 cae el pequeño Imperio de
Trebisonda, último estado bizantino que quedaba. Han sido mil
años de Imperio Bizantino... hablar de “fracaso” parece
exagerado ante una duración tal, y en cualquier caso, serían los
aspectos políticos, no los culturales ni los artísticos, los que
fracasaron.
➌Aunque
la ciudad que fue la capital del Imperio Bizantino, Constantinopla,
ya ha salido citada en numerosas ocasiones en la exposición
anterior, habría que añadir algún detalle que nos sirviese para
enfocar la última parte de este trabajo. Poco añadiremos de la
historia de la ciudad, pero de su posición y estructura sí que
puede decirse aún mucho. Para empezar, su situación geográfica
absolutamente privilegiada, en el punto de unión entre Europa y
Asia. Su posición, tal como se ve en el dibujo adjunto, permitía
una perfecta defensa gracias a sus murallas, construidas por
Septimio Severo, Constantino y Teodosio. Al estar rodeada de mar por
tres de los cuatro lados del trapecio que forma, la defensa aún era
más fácil. Dos salvedades hay que hacer al respecto. La
primera es que una extensión tal de murallas necesitaba un
número proporcional de defensores para guarnecerlas, ya que en caso
contrario no servirían de mucho. La segunda es que hay que hacer
observar que la introducción de la artillería sería el fin
de las defensas basadas en murallas, tanto en Constantinopla como en
cualquier otro lugar. También colaboraba en las posibilidades de
resistir los asedios la política de acumular agua en las numerosas y
grandes cisternas existentes30.
La
ciudad no tiene grandes alturas, estando su punto más alto situado a
unos 80 metros sobre el nivel del mar. Esas alturas forman siete
colinas31,
en las que se han construido normalmente monumentos significativos.
Seis de ellas forman un eje paralelo a la costa del Cuerno de Oro,
en dirección ascendente Este-Oeste, y la séptima está aislada de
las demás, apoyándose en ella la parte más curva de la muralla de
Teodosio, la más exterior de las construidas.
Reconocemos
en Constantinopla muchas estructuras urbanísticas romanas,
destinadas en muchos casos a dar relevancia a la monumentalidad que
una capital exige. Por ejemplo, se observa claramente el eje viario
principal, que nace en el Gran Palacio al este, en la primera colina,
y que discurre hacia el oeste, abriéndose en diferentes vías para
ir a buscar las puertas32
de la ciudad en la muralla teodosiana, y se adivinan las vías que
cruzan perpendicularmente a la principal, intentando salvar las
dificultades orográficas de la ciudad.
Y
si en la actualidad hay que usar el nombre de Estambul, no se ha de
olvidar que debajo de él subyace todavía el recuerdo de lo que fue
Constantinopla, antes Byzantion, un asentamiento humano desde el año
660 a.C., capital de varios Imperios.
➍Saliendo
de Estambul por alguna de las calles que se corresponden con las
antiguas puertas de la muralla que discurre paralela al estuario33
del Cuerno de Oro, y cruzando el Puente de Gálata, llegaremos al
antiguo barrio “europeo” de Constantinopla, el barrio de Gálata
o de “los genoveses”. En su punto más alto, en 1348, los
genoveses que se habían aliado con Constantinopla construyeron una
torre de vigía/baluarte, que hoy llamamos la Torre Gálata34.
Con sus más de 50 metros de altura, domina toda la zona del Cuerno
de Oro, y desde el estrecho mirador circular que tiene en su terraza
superior ofrece una vista espectacular de Estambul, ya que se ve de
frente toda la sucesión de las seis colinas de este frente marítimo.
A nuestra izquierda, en lo más abierto del estuario, la primera
colina, con el Palacio de Topkapi, la Iglesia de Santa Sofia, la
Mezquita Azul... A la derecha del todo, en la parte estrecha del
Cuerno de Oro, casi al límite de lo que los edificios modernos nos
permiten ver, en la falda de la quinta colina de Estambul, se
encuentra la Iglesia de Theotokos
Pammakaristos.
La
construcción, como tantas otras, tiene sus orígenes un tanto
confusos. Sobre un posible templo del siglo VIII, se atribuye a
Juan II Comneno y a su mujer Ana la primera construcción35
del monasterio que nos ocupa, a principios del Siglo XII. Ello se
basa en una inscripción, hoy perdida pero copiada en su día, en
donde se habla de ellos36.
Pero de acuerdo con Van Millingen37,
la inscripción no puede hacer referencia a Juan II Comneno, pues su
mujer no se llamaba Ana. Siderides sugiere38
que la inscripción debe referirse a los abuelos de Juan II, el
curopalates39
Juan Comneno y su mujer Ana Dalassena40
(también llamada Ducaena, nombre que comparte con Irene Ducaena41,
su nuera, la mujer de Alejo I), lo que remontaría la fecha de
construcción a unos años más atrás, quizás al reinado de Miguel
VII Ducas. La inscripción no aclara si es una obra nueva o una
reconstrucción/remodelación, aunque por el estilo arquitectónico y
decorativo parece más probable que se trate de una reconstrucción,
según Siderides42.
Lo
que es mejor conocido es que a finales del siglo XIII la
iglesia sufre una remodelación tan importante (con el primer
deambulatorio típicamente paleólogo) que quienes la hacen son
calificados de “fundadores”. Hay dos referencias muy claras al
respecto que nos permiten saber quienes son. Una aparece en una obra
del poeta Philes43
cuando nos dice, haciendo referencia a una figura representada en una
pared del monasterio: “¿Ves, o visitante, este gran hombre? No
es otro que el protostrator44,
el constructor de este monasterio, la maravilla del mundo, el noble
Glabas”45.
Y hay otra inscripción46
en la iglesia, junto a dos figuras con vestimentas nobles, que dice
“Michael Ducas Glabas Tarchaniotes47,
protostrator y fundador; María Ducaena Comnena Palaeologina
Blachena, protostratorissa y fundadora”. Como sabemos según
Millingen48
que Glabas fue nombrado protostrator en 1292 y que podía
nombrar abades del monasterio en 1295, cabe fechar pues esa
reconstrucción entre los años 1292 y 1295. Glabas muere en una
fecha no claramente determinada, pero que puede estar comprendida
entre 1304 (cuando es enviado a contener una invasión búlgara) y
1310/1315, momento en que su viuda hace construir, adosada a la
iglesia existente por su lado sur, una capilla funeraria en recuerdo
de su marido.
La
planta
de la capilla (parekklesion)
es
en forma de cruz griega, con la cúpula apoyada en cuatro columnas y
precedida de un nártex.
Los
materiales
básicos son el ladrillo y el mortero, habituales en el lugar y en el
momento. Su
decoración
se hizo
a base
de
mosaicos,
que
han
sido
restaurados
y constituyen
un
perfecto
ejemplo
del
arte
bizantino
de la
época,
sólo
por
detrás de
la
Iglesia
de
San
Salvador
de
Chora.
En
los
arcos
de
la cruz
y
en
las
crucetas
de
la bóveda
se
conservan
las imágenes
de
los
padres
de
la
Iglesia,
separados
por una
cornisa
del
resto
del
techo
en
el
que
vemos
lo que
queda
(la
Epifanía)
de
las
escenas
del
Evangelio.
Arriba
del
todo,
en
la
cúpula,
el Cristo
Pantocrator
rodeado
de
doce
profetas.
En
el
diakonikon
(al
sur
del
ábside
central)
y
en
la
prothesis
(al
lado
contrario)
se
representan
los fundadores
de
las sedes
de
los
obispos
de
la Iglesia:
San
Gregorio,
San
Atanasio,
etc.
Entre
ambos, en
el ábside
principal,
se
representa
a Cristo
“hyperagathos”
(el
“sumamente
bueno”;
la
capilla está dedicada a
Christos
ho
Logos,
“Cristo
la Palabra -o el Verbo-)
con la
Virgen,
San
Juan
Bautista
y
los
cuatro
Arcángeles.
Hay
que
interpretar
que
están
intercediendo
por
el
alma del
difunto
Glabas,
ya
que
alrededor
del
Cristo
se ve una inscripción49
que dice
“Marta la monja
[María
Ducaena]
edificó esta
ofrenda a
Dios en
memoria de Miguel
Glabas,
su esposo, que
fue un guerrero
excelente
y un digno protostrator”.
Este
carácter
funerario
de
la
capilla
se
ve
reforzado
por
la
presencia
de
varios
arcosolia,
en
uno de los cuales se piensa que fue enterrado Glabas. Unos años más
tarde, el uso funerario de la capilla indujo a la construcción de un
nártex
que, prolongando la capilla, rodea la iglesia principal por todos sus
lados, excepto, claro está, el de los ábsides al Este50.
Y
como en todas las iglesias del período paleólogo, vemos que se
ha roto la proporcionalidad entre el continente y el contenido,
entre la arquitectura portante y la decoración
doctrinal51.
Cada parte de esa decoración, sea pintura o mosaico, se extiende
ocupando todo el espacio del que se dispone, sin ninguna
consideración hacia la escala, la proporción con el entorno... de
manera que se produce una
clara
sobrecarga decorativa,
muy
evidente en San Salvador de Chora por su alto grado de conservación,
pero también presente en Pammakaristos.
La
perspectiva es utilizada de manera poco ortodoxa, produciendo figuras
un tanto irreales, limitadas por una concepción del espacio
pictórico que no pudo evolucionar como lo hizo, p. ej, la pintura
italiana de la misma época.
Si
se compara la decoración de la capilla de esta Iglesia de
Pammakaristos con otras de la misma época, se advierten diferencias
sustanciales, como pone de manifiesto Yerasimos52,
por ejemplo. Comparándolo con Chora, o con los Santos Apóstoles de
Tesalónica, ambas coetáneas, se advierte un cierto
estatismo,
una general “blandura”, una cierta “insipidez”, premonitorias
de tiempos peores. Ello sin entrar en el tema de la pervivencia
excesivamente repetitiva de ciertos modelos estereotipados, como se
advierte comparando el Pantocrator de Pammakaristos con el
“arquetipo” del icono del Cristo del
Sinaí,
del Siglo VI53.
Para
ver las reformas
sobre la construcción primitiva,
tanto antes de la caída de Constantinopla como después de la misma,
puede ser interesante estudiar estos dos planos, tomados de los dos
libros de referencia utilizados. En esencia, las reformas anteriores
a 1453 consistieron en la creación del
nártex
exterior ya citado, y las posteriores se dedicaron a convertir la
iglesia en una mezquita, con importantes modificaciones interiores
para conseguir los espacios de oración habituales en el Islam.
|
|
Tomado de Yerasimos, pág. 136
|
Tomado de Millingen, pág. 161
|
La
complejidad arquitectónica
de la
iglesia
es tal que recomendamos la
lectura
detallada de la obra de Millingen54,
en la que puede seguirse con detalle. Se trata del capítulo
VII
íntegro, entre las páginas 138 y 163, con todas las características
arquitectónicas, planos, alzados, y algunas fotografías
reveladoras.
La
historia de la iglesia tras la caída de Constantinopla presenta dos
fases, tres si se quiere. En la primera, desde 1455, la iglesia es la
sede
del Patriarcado
bizantino. La segunda empieza en 1586, cuando el sultán Murat III
transforma
la iglesia en la mezquita
“de la victoria” Fethiye
camii.
La tercera empieza a mediados del Siglo XX, cuando se hace una
restauración
a fondo del edificio, y se divide en dos partes. Todo, menos el
parekklesion,
queda
reservado al culto islámico, y en la capilla dedicada a Glabas,
restaurada
por el Byzantine
Institute of America dirigido por P. Underwood,
se ha formado un museo55
que recoge esencialmente todo lo que sobrevivió de la iglesia
original.
Nos
encontramos, recordémoslo, en pleno período del que se vino en
llamar “el renacimiento paleólogo”, una época que si bien era
de decadencia en lo político y en lo militar, no lo era en absoluto
en lo artístico, como la iglesia de la que estamos hablando
atestigua, o como podríamos ver también en San Salvador de Chora,
en la decoración de Santa Sofía... Los Paleólogos, como hicieron
los Comnenos, mantuvieron -junto con sus nobles- una más que digna
actividad artística, más meritoria cuanto peores eran las
condiciones del entorno. El momento de esplendor de las artes
decorativas bizantinas ha alcanzado su madurez, y a partir de este
momento las cosas ya no serán lo mismo...
NOTAS:
2TREADGOLD,
W., “Breve historia de
Bizancio”,
pág.
52
3TREADGOLD,
W., obra citada, tabla de la pág. 277.
4TREADGOLD,
W., obra citada, introducción e índice general.
5TREADGOLD,
W., obra citada, Cap. 3,
especialmente las páginas 76 a 88
8TREADGOLD,
W., obra citada, Cap. 4.
13TREADGOLD,
W., obra citada, tabla de la pág. 17.
De cuatro millones de kilómetros cuadrados en el reinado de
Constantino I se ha bajado a menos de un millón. Para que sirva de
comparación, recordemos que la Península Ibérica tiene una
extensión de algo más de medio millón de km2.
14TREADGOLD,
W., obra citada, Cap. 5.
16TREADGOLD,
W., obra citada, Cap. 6.
21TREADGOLD,
W., obra citada, Cap. 7.
32La
puerta de más al sur es la Puerta Dorada, tocando casi al Mar de
Mármara, punto de salida de la Vía Egnatia, que nos llevaría
hasta Tesalónica, y más allá hasta Dyrrachium (la actual Dürres
albanesa) donde se podría pasar a Brindisi para seguir a Roma por
la Via Appia (César y Pompeyo tuvieron un prólogo de Farsalia en
Dyrrachium...)
http://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Via_Egnatia-en.jpg
(usar zoom)
38MILLINGEN,
obra citada, pág. 139.
42MILLINGEN,
obra citada, pág. 139.
45MILLINGEN,
obra citada, pág. 139, traducción propia.
46MILLINGEN,
obra citada, pág. 140, traducción propia.
48MILLINGEN,
obra citada, pág. 140.
49YERASIMOS,
Stéphane, “Constantinopla,
la herencia histórica de Estambul”,
pág. 137 (de las páginas 135- 138 se han tomado los datos
arquitectónicos y decorativos)
51MANGO,
Ciril, “Bizancio”, en
Los Tesoros de Turquía,
pág. 128 y 129
52YERASIMOS,
S., obra citada, pág. 137.