1.Introducción: La República Romana.

Dado que las tres partes de este trabajo se van a enmarcar en el período republicano romano, parece conveniente empezar resumiendo, aunque sea brevemente, los rasgos y los hechos fundamentales de la República romana, de manera que posteriormente tengamos definido el entorno en el que nos moveremos. No se pretende, desde luego, hacer un imposible resumen1 de casi cinco siglos de una complejísima historia, pero sí de marcar los hitos más relevantes que nos ayuden a situar correctamente los ejercicios a desarrollar.

➊Tras la expulsión/huida de Tarquino a la vecina Etruria, se inicia un período de más de cuatro siglos en los que la organización política romana intenta de muchas maneras huir del poder omnímodo de la monarquía, estableciendo un complejo entramado de instituciones públicas (res publica en un sentido amplio). Dichas instituciones, no siempre “estancas” por completo entre sí, desarrollan un modelo de poder que busca un equilibrio entre los diferentes grupos sociales. No podemos entrar en el detalle2, pero en esencia lo que sucede es que el peso del auténtico poder desequilibra la balanza entre plebeyos y patricios a favor de los segundos, y la República romana se convierte, de manera más o menos velada, de manera más o menos controlada, en una clara oligarquía3. Esa oligarquía, que podemos ver bien representada en el Senado, tiende, por su propia naturaleza, a ser conservadora en lo político y en lo social, y por tanto busca siempre la manera de autoafirmarse, de hacer valer sus méritos pasados, iniciando así un proceso de “idealización” de la República que no hará más que crecer (incluso durante el Imperio la República es recordada y añorada...) y que llegará hasta nuestros días.

Uno de los múltiples aspectos de esa idealización -que se puede ver en los escritos de diferentes autores- es la entronización de diferentes personajes que, por sus méritos personales, se convierten en “arquetipos” de lo que el conservadurismo republicano entiende que es “el buen republicano”. Y la historia de la República es un buen caldo de cultivo para este tipo de personas4, como veremos a continuación.

➋En efecto, los inicios de la República son difíciles en muchos sentidos, además del puramente político, teniendo en cuenta que se está gestando un régimen sobre el que no hay referencias previas. Bien al comienzo se produce un intento de Tarquino, junto con Porsenna (rey etrusco de Chiusi) por recuperar Roma, y en esa guerra ya aparecen algunos de los personajes que representarán el valor y las virtudes romanas: Horacio Cocles defendiendo el puente Sublicio, Mucio Escévola haciendo un alarde de valor ante el rey Porsenna, Clelia escapando de Porsenna5...

La expansión romana hacia el norte tropezó con Etruria en el sitio de Veyes (los diez años que duró empezaron a forjar las principales características posteriores del ejército romano, hábil en los desplazamientos, pero también en los asedios...); hacia el interior, Roma peleó con los volscos, los ecuos, los sabinos... En esas guerras de vecindad destaca la figura de Lucius Quintius Cincinnatus6, otro ejemplo de personaje abnegado a quien no le importa sacrificar su vida privada para acudir en defensa de la República.

Hubo un momento, en torno al año 390 a.C. en el que Roma estuvo a punto de desaparecer, tomada por los galos al mando de Breno (que en realidad parece ser que iban contra la ciudad de Caere...) Tras la resistencia en el Capitolio y la ayuda del ejército organizado en Veyes y Ardea por Marcus Furius Camillus7, Roma reconstruye su poder en lo que se considera -al menos por los propios romanos tardorrepublicanos- como una auténtica refundación de Roma.

Las guerras de expansión de Roma hacia sus vecinos ya no tan próximos continúan, y en una de ellas, la llamada Segunda Guerra Latina, el cónsul Publius Decius Mus8 se sacrifica, a los pies del Vesubio, peleando sin esperanza para permitir la posterior victoria del resto de su ejército. Tenemos pues otro personaje más9 que pasa a engrosar la lista de los “buenos republicanos” en el imaginario de la República, y por extensión temporal, en el nuestro. Tras las guerras Samnitas, y una vez conquistado Tarento, resumiendo mucho podemos afirmar que hacia el año 270 a.C. Roma poseía ya toda la Península Itálica por el sur.

Demasiado al sur, quizás... el enfrentamiento con Cartago, inicialmente por el granero de Sicilia y posteriormente ya por una cuestión de hegemonía territorial (una primera señal del imperialismo romano, quizás...) condujo a las Guerras Púnicas, que podemos considerarlas como el detonante del interés militar de Roma en el mar, como hasta ahora lo había sido en tierra. En la primera de las guerras con Cartago, el cónsul Marcus Atilius Regulus10 se incorpora a nuestra galería de “republicanos de honor” cuando, apresado por Cartago y enviado a Roma a negociar, cumple su palabra dada y vuelve a Cartago, donde es martirizado y muerto. Roma tiene serias dificultades para imponerse a los cartagineses, y la invasión de Italia por Aníbal es uno de los momentos más delicados de la República.

Una vez establecida firmemente la hegemonía de Roma en el Mare Nostrum (que ya lo era casi en sentido estricto...), la República se lanza a una dudosa y cambiante aventura oriental (Grecia, Siria, Pérgamo...) en una línea que puede calificarse fácilmente como imperialista11. Y a la vez, en el orden político interior republicano, se empezaban a ver las primeras muestras de evolución hacia otro tipo de régimen, con el salvador recurso al general victorioso (p.ej., Escipión “el Africano”) que “providencialmente” aparecería siempre que fuera necesario para poner las cosas en su sitio correcto. Catón “el Viejo”12 advierte a sus conciudadanos del peligro evidente de los personalismos, y sostiene que las victorias romanas se deben sistemáticamente a las “virtudes republicanas” y no a las genialidades de ningún general. Pero la semilla está sembrada...

Y al llegar al Siglo I a.C. encontramos un “siglo de crisis” sistémica en la República romana -crisis económica, política y social- que cristaliza en la aparición de diferentes personajes que con su actuación pública van cavando poco a poco la fosa donde se enterrará la República. (Ir a Julio César)

En efecto, una de las consecuencias de las Guerras Púnicas fueron las serias dificultades económicas que dejaron atrás, agravadas por la desmovilización de buena parte del ejército, y los que más las sufrieron fueron, inevitablemente, los plebeyos. Ello hace, a la larga, que los hermanos Tiberio y Cayo Graco13 capitaneasen una serie de acciones dirigidas a mejorar la situación de la clase más desfavorecida, pero todo quedó en nada, con el asesinato de Tiberio y el ¿suicidio? de Cayo. A excepción, claro está, de la profundísima separación que quedó entre la gente del pueblo y sus dirigentes, un foso en el que no tardarían en haber cadáveres.

De entre esos plebeyos surge la figura de Mario -dos veces cónsul-, en el que se ven representados y por el que se ven apoyados. Pero las aventuras en Oriente hacen aparecer también la figura del cónsul Cornelio Sila, que, empujado/nombrado por el Senado por diferentes motivos económicos (esencialmente, problemas derivados de las derrotas en Oriente ante Mitrídates) participa en una auténtica guerra civil entre sus partidarios aristocráticos y sus adversarios plebeyos (dirigidos por Mario -que muere de viejo en el 86 a.C.- y Cinna, que muere asesinado en el 84 a.C.). La victoria en el 82 a.C. sobre las tropas del partido popular, mandadas por Gneo Papirio Carbón, es para Sila, quien se convierte en dictador de Roma. Realiza una gran purga entre los derrotados, lleva a cabo un buen número de reformas que ayudaron a la reorganización de la maltrecha Roma, y, un tanto sorprendentemente, renuncia a la vida pública y se retira a sus propiedades en Cumas.

La obra de Sila, que podemos calificar de “inconclusa”, desapareció rápidamente, o eso parecía. Pero en realidad había quedado firmemente establecido entre los romanos que un líder militar que consiguiese el apoyo firme (aunque interesado...) de su ejército podía hacer casi cualquier cosa para convertirse en el dueño y señor, “de facto” al menos, de Roma. El momento histórico que se está viviendo (y Cicerón da fe de ello) es bien peligroso, ya que Roma se desangra en luchas en su periferia (España con Sertorio, en Oriente Mitrídates... aunque es bien cierto que sin esas preocupaciones exteriores, en el interior de Roma las cosas podían haber ido mucho peor.

Para derrotar a Mitrídates, el Senado había recurrido a Pompeyo, un ambicioso general que, además, se encontró con un ejército mayoritariamente mercenario (tras la importante reforma militar de Mario) que miraba más al general que le pagaba que a la patria a la que defendía. Y en paralelo a Pompeyo, inicia su ascensión política y militar un sobrino de Mario (y descendiente de Eneas...) , Gaius Julius Caesar, del que Sila había llegado a decir que “encontraréis en él a muchos Marios14.

Tras una compleja operación política y de desprestigio personal, los partidarios de César logran el exilio de la voz discordante de Cicerón, y César parte a la conquista de la Galia, una operación difícilmente comprensible desde un punto de vista económico (público, ya que la situación económica del propio César se vería beneficiada) y de límites territoriales. Pero a César la guerra de las Galias le proporciona un ejército devoto y aguerrido, con el que avanza por Italia hacia Roma, donde se encuentra Pompeyo. En enero del año 49 a.C. cruza el Rubicón15, límite teórico de su mandato provincial, y avanza sobre Roma. Pompeyo, en una decisión que parecía inevitable, rehuye el combate y se retira a Epiro, al otro lado del Adríatico, seguido de un buen número de patricios.

Roma, dividida en dos, está a punto de dar un vuelco histórico. En efecto, la desproporción de fuerzas favorece enormemente a César (España, la Galia, Italia) y su moral y la de sus seguidores es la moral de unos vencedores, mientras que Pompeyo no deja de estar “fuera” de los centros de decisión política y de poder económico. Por ello, César da el paso decisivo, atacando a Pompeyo, al que derrota en Farsalia16 el 9 de agosto del año 48 a.C. La República de Roma, tras casi cinco siglos de existencia, ha pasado a mejor vida, si no de iurede facto, y el poder se concentra de manera prácticamente absoluta en una sola persona.

     Como en todos los cambios importantes, las resistencias y las inercias anteriores intentan ponerse de manifiesto y hacer que los cambios queden sin efecto, y así, muy poco años después, el 15 de marzo del año 44 a.C., César es asesinado por un grupo de aristócratas. Se ha discutido mucho si Cicerón estuvo o no en la organización de los conjurados17, pero lo que si sabemos es que se alegró de lo sucedido y que se equivocó totalmente en sus valoraciones de las consecuencias que tendría el asesinato. La figura de César había dejado más claro aún lo que ya se venía gestando desde hacía años, y la historia no volvería hacia atrás de ninguna manera. Un lugarteniente de César, el cónsul y amigo personal Marco Antonio, y un jovencísimo sobrino-nieto de César, Octavio, inician una guerra civil por la posesión del poder personal absoluto,N sin ninguna intención de restituirlo a las instituciones republicanas anteriores. En agosto del año 29 a.C., tras vencer a Marco Antonio en Accio y en Alejandría en el año 31 a.C., Octavio celebra su triunfo en Roma. Está naciendo el Imperio romano18.

NOTAS:

1El libro de GRIMAL (ver Bibliografía) puede considerarse como el mínimo resumen posible, eso sí, un resumen espléndido en el fondo y en la forma.

2ESPLUGA, X. “El món romà”, material de la asignatura, págs. 57-65 (ver Bibliografía)

3ESPLUGA, pág. 65; GRIMAL, pág. 26.

4Sin olvidar casos pre-republicanos, como el de Lucrecia, descrito por TITO LIVIO, Libro I, 58, 1-12(ver Bibliografía

5MAYER, M. Las claves del Imperio romano”, pág. 14.(ver Bibliografía) Ver también TITO LIVIO, II, 13, 6-11 y ver también cómo lo contaba Boccaccio ya en la Edad Media: http://www.uv.es/lemir/Textos/Mujeres/Boc/Clelia.html

6BLOCH y COUSIN, Roma y su destino”, pág. 54 y 88(ver Bibliografía) Ver también este resumen:

http://ancienthistory.about.com/od/rulersleaderskings/p/Cincinnatus.htm

7Al que se le considera como un “precursor” en las reformas y en el “estilo” que llevaron hacia el Imperio. Ver MAYER pág. 19. Ver BLOCH y COUSIN, pág. 218, quienes lo valoran como un precedente de Sila y Mario...

9Atención: téngase en cuenta que con el nombre de Publius Decius Mus encontramos (al menos) tres personas diferentes, padre, hijo y nieto. El primero, el padre, hijo de Quintus, es cónsul en el 340 a.C. y es el que se inmola a los pies del Vesubio peleando contra los Latinos. Su hijo es cónsul en el 312 a.C. y se inmola, como su padre, en la batalla de Sentinum contra los galos y samnitas. El tercero, el nieto, es cónsul en el 279 y muere en la batalla de Asculum contra Pirro, ¿también con una devotio?

10GRIMAL, pág. 46; Véase también el “filosófico” artículo “PROMISES PAST: MARCUS ATILIUS REGULUS

AND THE DIALOGUE OF NATURAL LAW ” de NIFONG, W. de la Duke University School of Law , Durham, en el Duke Law Journal, vol. 49, nº 1077, año 2000, consultable en http://www.law.duke.edu/shell/cite.pl?49+Duke+L.+J.+1077+pdf En él, además de tratar la historia de Regulus, se hace en sus 50 páginas un paralelismo interesantísimo con una historia moderna... Es, por tanto, una buena fuente para el tema que nos ocupa.

11GRIMAL, pág 55-57.

12Es curioso pensar a veces en las vueltas que da la Historia... Marco Porcio Catón (El Viejo) se pasa la vida temiendo /odiando a la familia de los Escipiones. En teoría, su miedo era que Publio Cornelio Escipión hiciese girar la Historia y conseguir una vuelta hacia la monarquía, si no en las formas, sí en el fondo. El viejo Catón se adelantó doscientos años a la realidad de sus temores... es Cayo Julio César el que hizo lo que no hizo Publio Cornelio Escipión . Pero Julio César es sobrino de Cayo Mario, que como tribuno combatió en Hispania a las órdenes de Publio Cornelio Escipión "Emiliano"... que era hijo adoptivo de Publio Cornelio Escipión, hijo a su vez del “Africano”. Así que se podría decir, dejando volar la imaginación, que Cayo Julio César "heredó" el protagonismo de la muerte de la República que Catón El Viejo temía en Publio Cornelio Escipión... y además, uno de los mayores oponentes de Julio Cesar es descendiente directo (aunque de una rama ilegítima, que una cosa es predicar y otra dar trigo) de Catón el Viejo, concretamente un biznieto (creo), llamado Catón el Joven, que tampoco consiguió evitar lo ¿inevitable? a pesar de haber sido más duro que su tatarabuelo en el tratamiento del problema, por decirlo suavemente. Cosas veredes...

13MAYER, ver el capítulo “De los gracos a Sila”, en su obra citada, pag. 36-46.

14GRIMAL, pág 71.

15Para ver con detalle los “motivos” que le impulsaron a esa decisión, puede consultarse el apartado “La crisis política entre César y Pompeyo” en MANGAS, J. “Historia Universal. Edad Antigua. Roma.”, pág. 203-205.(ver Bibliografía)

16MANGAS, pág. 205. Se puede leer textualmente que “En Farsalia se puso fin al régimen republicano...

17GRIMAL, pág. 84

18Los años “nebulosos” de transición entre la República y el Imperio han sido objeto de innumerables estudios. Además de los libros citados en la Bibliografía, pueden verse dos buenos resúmenes de esta etapa histórica tan importante en:

http://www.artehistoria.jcyl.es/civilizaciones/contextos/8047.htm

http://revistas.um.es/respublica/article/download/72401/69831