En
la última parte del trabajo que estamos desarrollando debemos
estudiar uno de los aspectos de la expansión romana, la romanización
de Bretaña, basándonos en un texto de Tácito y con el apoyo de
alguna imagen. Antes de entrar en ello, haremos un resumen de lo que
entendemos por romanización, y miraremos de condensar sus
características fundamentales para enmarcar correctamente el caso
particular de Britannia, que es un tanto peculiar.
➊Entendemos
por romanización el proceso
por el cual1
Roma hace que los territorios que conquista adopten su modus
vivendi. Se matizará más adelante
esta
definición inicial, pero de momento nos es útil para empezar a
trabajar2.
Se trata de un proceso gradual,
global, algunas
veces voluntario, muchas veces impuesto,
que tiene como objetivo
último la
asimilación,
en sentido amplio, de los que llegarán a ser -si
todo va bien- nuevos
habitantes de pleno derecho del Imperio. Y decimos
“imperio” porque es en esta época cuando tales procesos
adquieren su verdadera dimensión e importancia. Efectivamente, la
expansión romana empezó “desde siempre”, los etrusco, latinos,
sabinos,... y tantos otros pueblos de las inmediaciones de Roma
pueden dar fe de ello. Pero
la expansión en tiempos de la República tiene un marcado carácter
militar, de simple “conquista” de territorio, de llevar el limes
un poco más allá, hasta conseguir un espacio vital suficientemente
seguro para el desarrollo
propio de Roma. Pero a partir de César, y aún más, de Augusto, la
expansión toma tales vuelos que es imposible limitarse a la mera
conquista de territorio, que no podría mantenerse manu
militari, y lo que se inicia es
una auténtica “incorporación”
del
territorio y de sus pobladores.
Porque,
no hay que olvidarlo, la romanización no se hace sobre un territorio
despoblado (salvo en contadas ocasiones...) sino que hay en él unas
pobladores con su cultura (entendida esta de manera amplia) previa.
Por tanto, hay una confrontación
inevitable entre esas
culturas y la propiamente romana, que conducirá a una asimilación
de la “dominada” por la “dominante”. Habrá, evidentemente,
contagios culturales mutuos (el caso etrusco es paradigmático) pero
en general, el llamado “modelo
difusionista” piensa que esa relación entre culturas en
interacción será muy unidireccional. Ya
hemos comentado (ver Nota 22) lo que dijo Virgilio en La
Eneida, L. VI, 851-853, y no hay
mucha ambigüedad posible cuando dice “imponere”...
El
modelo difusionista no es la única manera de acercarse a la
comprensión del proceso de romanización. La historiografía de
finales del Siglo XIX y principios del XX, empujada por las
“aventuras” imperialistas europeas en diferentes escenarios3
-África, China,...- llega a hablar de un “imperialismo romano”,
lo que debe hacerse, evidentemente, salvando todas las distancias,
quizás la más importante la derivada de los diferentes sistemas
económicos, especialmente el capitalista, inexistente en el mundo
Romano.
Más
recientemente4,
el modelo difusionista empieza a ser
sustituido/matizado/complementado por otros conceptos
más complejos, menos
unívocos, que tienen en cuenta las diferencias entre los distintos
procesos de romanización, las diferentes intensidades de esta
-romanización “relativa”5-,
la permeabilidad / impermeabilidad de diferentes capas de la
sociedad... Así,
aparecen en escena la aculturación,
el contacto de culturas,
el cambio cultural... como elementos descriptivos e
interpretativos más flexibles, dejando claro que si se romanizaron
muchos pueblos, estos también dejaron su huella en Roma. Y de esta
manera se intenta encontrar también una explicación a los
diferentes
tempos que
tuvieron las intervenciones romanas en diferentes territorios
(Hispania y Galia, dos ritmos de conquista muy diferentes) motivados
por las diferentes resistencias de todo tipo -las culturales entre
ellas- encontradas. También
esta manera de enfocar las cosas logra explicar los diferentes
resultados obtenidos. Por ejemplo, Hispania, que ha costado tanto
conquistar / pacificar, experimenta una romanización muy profunda,
llegando a dar al imperio romano alguno de sus emperadores.
Con
el habitual pragmatismo que caracteriza desde siempre a Roma, esta adaptó sus intervenciones
en los territorios conquistados a las características geográficas,
culturales, políticas... de cada uno, por lo que es difícil hablar
de romanización en general sin entrar en el detalle de cada caso6.
Sin embargo, se puede distinguir una línea de actuación que,
convenientemente adaptada a cada caso como decimos, subyace en todos
ellos.
Evidentemente,
la primera acción suele ser una conquista,
una ocupación, mayoritariamente por vía militar, y en algunos
casos, por algún tipo de tratado, más o menos impuesto. Una vez
iniciada así la integración del territorio, que ya inicialmente
tiene importantes consecuencias (creación de tropas auxiliares con
los habitantes indígenas, impacto económico y social de los
campamentos grandes/estables -germen de muchas ciudades actuales-),
dicha integración continúa en su vertiente administrativa
(creación de la provincia)
y se dota lo más pronto posible de una buena comunicación
terrestre y/o marítima con carreteras, puentes, puertos,... La urbanización
necesaria para dar soporte administrativo y logístico a lo anterior
cristaliza en la creación de colonias o
de municipios, que
derivan en muchos casos hacia núcleos urbanos -nuevos o
remodelados- con buenas dotaciones de infraestructura, monumentales,
etc, teniendo bastante que ver en ello el fenómeno del evergetismo
estudiado anteriormente en este trabajo.
En
paralelo y simultáneamente con esta integración del territorio, se
va produciendo la integración de sus habitantes en la estructura
social, política y económica del imperio. El mecanismo por el que
se concede la ciudadanía
romana de pleno derecho a
personas individuales y a colectividades (por
ejemplo, Vespasiano concede el ius latii
a los habitantes de Hispania, un primer paso hacia la plena
ciudadanía) se convierte en
un mecanismo clave para atraer a esas personas hacia el entorno
romano en general. El proceso
puede decirse que culmina con Caracalla, que en el 212 d.C. concede
la ciudadanía romana a todos los habitantes del imperio.
Con
ambas líneas de actuación, los territorios y sus habitantes recién
anexionados por Roma se van integrando de manera eficaz en las
estructuras generales del imperio y en sus costumbres, y acaban
siendo tan romanos como los romanos “de siempre” (aunque con
matices, y siempre teniendo en cuenta que son las capas sociales más
altas las que más profundamente se romanizan7,
o, al menos, las primeras que lo hacen) El objetivo de Roma se ve
pues así cumplido en las dos vertientes que más interés le
suponen: fronteras más seguras y aprovechamiento económico.
Para
una valoración del grado de romanización, diferentes fuentes
proponen diferentes
indicadores, pero resulta
que en conjunto se
proponen tantos que podemos
decir que “todo” lo que miremos puede ser un indicador de la
romanización alcanzada. De todas maneras, los indicadores más
citados son la implantación de la lengua
latina en el territorio (con la supervivencia, o no, de la lengua
autóctona, con bilingüismos de transición,...) , la adopción de
la religión
romana (o al menos, un sincretismo importante) , el uso sistemático
del derecho
romano. Y, en otro orden de cosas más “tangibles” se proponen
también como indicadores la incorporación del urbanismo
romano, así como las manifestaciones monumentales en el mismo. Y
para relacionar esta tercera parte con la anteriormente desarrollada
sobre las inscripciones latinas que se estudiaron junto con el
evergetismo, señalemos que algunos autores8
también usan la epigrafía
como un indicador fiable de cómo se implantó/profundizó la
romanización.
➋Una
vez descrito brevemente qué puede entenderse por romanización y
cómo ha evolucionado el concepto hasta hoy, podemos empezar a
estudiar un caso concreto de esa romanización, la que se llevó a
cabo -o no...- en Britannia.
Empezaremos,
como parece razonable, con un breve apunte
cronológico.
Britannia “aparece” en el mundo clásico
cuando a finales del Siglo IV a.C. el navegante griego Piteas hace
una exploración de la isla. Por
esas mismas fechas, los celtas llegados del continente han desplazado
a las poblaciones autóctonas, confinándolas esencialmente al norte
de la isla. El primer contacto con Roma lo tiene Britannia en los
años 55-54 a.C., cuando Julio César hace alguna incursión en la
isla, muy posiblemente para evitar que los britanos ayuden a los
galos en su lucha con Roma. César no hace ningún intento de
instalarse en Britannia, y simplemente consigue algún tipo de
juramento de (dudosa) fidelidad y el pago de algún tributo. Suele
afirmarse que tanto Augusto como Calígula
habían pensado llevar a cabo una invasión más permanente de
Britannia, pero al final es el emperador Claudio (con mandato
imperial entre los años 41-54 d.C., el primer emperador nacido lejos
de Roma...) el que llevará a cabo esa primera invasión seria de
Britannia. En
el año 43, y siempre pensando en cortar la posible ayuda de
Britannia a la Galia, el general Aulus
Plautius
con cuatro legiones y tropas auxiliares realiza la invasión, y tras
ganar la batalla de Medway establece un primer embrión de provincia,
esencialmente en el sur de la isla. Diferentes gobernadores romanos
se van sucediendo en Britannia (Publius
Ostorius Scapula , Gaius Suetonius Paullinus , Publius
Petronius Turpilianus,...) y se van enfrentando a sucesivas
manifestaciones de resistencia por parte de los britanos en general
(Icenos, Siluros, otra vez los Icenos con la reina
Bouddica/Boadicea,...) La
posterior expansión hacia el norte se va consolidando poco a poco, y
es con Agrícola
cuando se consigue una importante consolidación al vencer a los
Brigantios y empujar a los Caledonianos
bastante al norte (batalla de Mons Graupius
en el año 83 d.C.) La
necesidad de usar las tropas romanas en otras partes del imperio hace
reducir el número de estas en Britannia, y con el emperador Trajano
puede decirse que hay una estabilización de la frontera norte de la
provincia. En la primera
mitad del Siglo II d.C. los emperadores Adriano y Antonino Pio hacen
construir sendas murallas en la frontera norte, que sufren diferentes
abandonos y recuperaciones según las posibilidades de cada momento.
En el año 197 d.C. el emperador Septimius Severus
logra derrotar a su rival Clodius Albinus, que
era gobernador de Britannia, y emprende una reconstrucción general de la presencia
romana en Britannia. Tanto Severo (207 d.C.) como posteriormente
Caracalla (210 d.C.) emprenden expediciones de castigo hacia el norte
contra los Caledonios, pero la situación general del Imperio hace
que Caracalla pacte con los Caledonios (211 d.C.) para poder
dedicarse a otros problemas más acuciantes. Caracalla divide la
provincia en dos partes, y consigue iniciar un período largo -el
resto del siglo prácticamente- de estabilidad en Britannia.
Curiosamente, en ese período el imperio romano se ve sometido a importantes tensiones, tanto
externas como internas, que no acaban hasta que el emperador
Diocleciano llega al poder (284 d.C.) Es también en estos momentos
cuando las tribus sajonas empiezan a hacer acto de presencia,
pirateando en la costa este de Britannia. En
el Siglo IV los acontecimientos se precipitan, y el reparto del
Imperio a la muerte de Constantino (337 d.C.) favorece sin duda
ninguna el debilitamiento de la relación entre la provincia(s) y la
metrópoli. Escoceses,
irlandeses y pictos ponen en jaque al imperio, y es el futuro
emperador Teodosio el que debe encargarse de pacificar en la medida
de lo posible el territorio insular. Pero
el imperio tiene los días contados, y en
la primera década del Siglo V d.C. Roma ya no puede asegurar su
poder en Britannia; a partir del saqueo de Roma en el 410 d.C. su
presencia en la isla desaparece9
tras más de cuatrocientos años de
ocupación10. Sic transit gloria mundi...
En todo el proceso anterior hay una época especialmente
interesante, aquella en la que Cneo Julio Agrícola es
gobernador de Britannia (77-84 d.C.). En primer lugar, es uno de los
momentos más importantes de la pacificación de Britannia, momento
en el que Agrícola se manifiesta como un buen administrador, quizás
mejor
11
desde ese punto de vista que desde el militar. Y, por otra parte,
resulta que se tiene de él una información de primerísima mano, ya
que su hija Julia está casada con Cornelius Tacitus12
quien nos deja esa información en su obra De vita Iulii
Agricolae, una mezcla de estilos: es una “biografía” de
Agrícola, pero también es un laudatio funebris,
sin descuidar los aspectos históricos y geográficos, y, en cierta
manera, es también una declaración personal de Tácito sobre sus
ideas políticas, que entran en franca contradicción con las formas
del poder romano encarnadas por Diocleciano, el emperador en esa
época. (En realidad, Tácito publica esta obra suya algo después de
la muerte de Diocleciano...) La obra13
de Tácito es un compendio de lo que este opina del despotismo
imperial, y podemos detectar en ella una cierta nostalgia de un
pasado más virtuoso desde el punto de vista político. Agrícola se
convierte en boca de Tácito en un ejemplo de siervo fiel pero
crítico, que hace su trabajo sin estar necesariamente de acuerdo con
él, o, al menos, con la forma de hacerlo.
Tácito
se muestra realmente
muy crítico con la
romanización de Britannia.
Así, reproduce -y en cierta manera “hace suyo”- el discurso de
uno de los
enemigos britanos de
Agrícola,
Calgaco, cuando en el año 80 d.C. iba a enfrentarse con él y nos
dice que “Los
romanos son avaros si el enemigo es rico; si pobre, ambiciosos a los
que ni el Oriente ni el Occidente han saciado; sólo ellos codician
por igual la riqueza y la pobreza. Robar, masacrar, expoliar, a eso
lo llaman con palabras engañosas imperio, y al asolamiento lo llaman
paz”14.
Pero
por otro lado, Agrícola, como buen administrador
y un fiel servidor de su Roma, hace todo lo posible por atraerse
a los bretones
y convencerles de que adopten el modus
vivendi
romano. El famoso texto15
de Tácito que se nos propone leer lo
ilustra a la perfección. Así, habla de que “tomó
las medidas más saludables”
, traducidas en construcciones de templos y foros, por ejemplo. Y la
táctica que usaba para
atraerse a los bretones
se
basaba más en el prestigio
del entorno romano importado que en la coacción pura y dura (que sí
llevaría a efecto en la frontera norte)
De
esta manera, Tácito nos explica cómo se iba adoptando la lengua
latina, la educación romana, las costumbres -elocuencia, termas,
arte, indumentaria, banquetes,... al menos entre los dirigentes
tribales más significados16.
Sin embargo, al final de este citado capítulo XXI, Tácito da un
golpe bajo a su propia política, indicando que en realidad se trata
de conseguir “por las buenas” un buen grado de sumisión:
“...humanitas
uocabatur, cum pars seruitutis esset.”
De esta manera vemos que la
política de Agrícola no se escapa de la practicada en general por
Roma: con el apoyo esencial del ejército -numeroso, estable,
importante económicamente...-, se utiliza a las clases dirigentes de
los territorios ocupados para obtener lo que se desea/precisa de la
provincia. Ello tiene las
ventajas de la rapidez y la efectividad con la que el poder se ejerce
sobre la población local, pero si se limita a esos estratos sociales
puede ser contraproducente a la larga.
Y, efectivamente, de
las fuentes consultadas a lo
largo de toda esta parte del trabajo puede deducirse
que la romanización de Britannia no fue en
absoluto un éxito. No
fue ni un paseo en lo militar ni un fenómeno social duradero y
estable, siendo muy fuertes
las resistencias de todo
tipo opuestas a la ocupación
del territorio y a la asimilación cultural.
Los resultados pues de
la presencia romana en la isla pueden
calificarse de superficiales, y poco -aparte del trazado de las
carreteras17
y los aspectos más monumentales de las construcciones romanas18-
ha llegado hasta hoy. Quizás el ejemplo más válido de ello lo
constituya el hecho de que la lengua latina no perduró gran cosa en
Britannia. Es cierto que los dirigentes locales adoptaron costumbres
y usos romanos, pero al limitarse fuertemente a esta capa social, su
duración se limitó al tiempo
que esas capas dirigentes se mantuvieron en el poder. Al no haber
impregnado la romanización las capas sociales de base, más amplias
y estables en su inercia poblacional, no pudo perdurar tras la caída
del imperio.
En este estudio de la romanización
de Britannia que hemos realizado, y comparándola con lo estudiado de
la romanización en general y de lo que sabemos de algún otro
ejemplo como el de Hispania, podemos concluir que quizás habría que
rebajar un tanto el concepto, y hablar simplemente de “ocupación”19.
Roma estuvo en Britannia, pero no se incorporó a su alma...
NOTAS:
1Se
trata de una herramienta más “teórica” que “arqueológica”...
2Para
esta introducción a la romanización se ha utilizado esencialmente
el material de la asignatura, ESPLUGA,
X., “El món romà.
Urbi et orbi. Romanització i contacte de cultures”,
pág. 121-133. Es una exposición muy bien estructurada, que
complementaremos con algunas otras referencias que se citarán si
son de entidad suficiente.
5Véase
el corto pero absolutamente pertinente artículo de PÉREZ
PARRA y GARCÍA BAREA: El debate
sobre la romanización: la historiografía tradicional frente a las
nuevas tendencias investigadoras,
en Contribuciones a las Ciencias Sociales, diciembre 2009, en
la dirección
www.eumed.net/rev/cccss/06/ppgb2.htm
7Hay
autores muy críticos con los “verdaderos” intereses de Roma en
sus relaciones con los habitantes de los territorios anexionados,
afirmando que Roma “dosificó” cuidadosamente sus acciones un
función de sus necesidades.
Por ejemplo, A. M. ROSTOVTZEFF escribe
-en su famosa “Historia económica y social del Imperio
Romano”, Madrid, 1937, p. 451, citado
por José María Blázquez en “¿Romanización o asimilación?
", consultable en
http://descargas.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/79171519007138506300080/019733.pdf-
lo siguiente:
“Además la romanización a fondo de las
ciudades y de los campos no entraba en los intereses del gobierno
romano, ya que había privado al Estado de excelentes reclutas,
tanto para las legiones como para las tropas auxiliares... Tampoco
la población de las ciudades llegó a estar acabadamente romanizada
y mucho menos la de sus territorios. Por último, muchas de las
tribus no fueron nunca urbanizadas, siendo lo que siempre habían
sido y viviendo a la antigua usanza... Impresiones que conducen a
considerar que el mundo rural vegetaba prisionero de costumbres
seculares, impermeable a toda transformación..."
8Por
ejemplo, puede leerse el apartado 4.9 “Romanización, epigrafía
y economía” en el libro
“Britannia y el Mediterráneo: estudios sobre el
abastecimiento de aceite bético y africano en Britannia”
de César CARRERAS y Pedro FUNARI, Universitat de Barcelona,
1998,
consultable
parcialmente en la dirección
http://books.google.es/books?id=2KPlXHiNM-sC&pg=PT89
9GIBBON,
Edward, “Histoire du
déclin et de la chute de l'empire romain. Rome de 96 à 582”,
de. Robert Laffont, Col. Bouquins, París, 1995,
pág. 948-951. Ya que se trata del final de Roma en Britannia, una
referencia a Gibbon parecía obligada...
10Para
este resumen cronológico nos hemos basado esencialmente en las
siguientes fuentes, siendo difícil escogerlas dado el ingente
número de obras sobre el tema:
KELLY, C., “The Roman Empire. A
very short introduction”, Oxford University Press, New York,
2006, consultable en
http://www.archive.org/stream/TheRomanEmpireaVeryShortIntroduction#page/n0/mode/2up
SALWAY,
Peter, “A History of Roman Britain”,
Oxford Paperbacks , 2001, consultable
parcialmente en
http://books.google.es/books?id=spyCIqTzJu0C&printsec=frontcover En esa obra se basa este buen resumen de la
cronología expuesta: http://everything2.com/title/Roman+Britain
12Sobre
Tácito puede leerse un buen estudio en el libro de David PANIAGUA
“El
panorama literario técnico-científico en Roma, Siglos I-II d.C.:
Et docere et delectare”,
Universidad de Salamanca, 2006, consultable parcialmente en la
dirección siguiente (ver páginas 177 y ss.)
http://books.google.es/books?id=oRGyg-TFR8AC&pg=PA177&lpg=PA177
18Las
dos fotografías suministradas son buena muestra de ello.
El anfiteatro de Londinium
y el complejo termal de Aquae Sulis
son construcciones típicamente romanas, sin precedentes en
Britannia, y que responden
ambas a los intentos de atraer a los britanos hacia las costumbres
romanas, además, evidentemente, del uso por parte de los propios
romanos asentados en el territorio. No
obstante, en el caso de Aquae Sulis sí existía previamente a la
llegada de los romanos en el 43 d.C. un santuario dedicado a la
diosa Sul, pero sin el
sentido claramente lúdico de unos baños al estilo romano;
los romanos identificaron a
Sul con Minerva, y
extendieron el santuario con un complejo de baños junto con un
templo dedicado al culto de esa diosa. Puede
ser muy-muy- interesante dar una ojeada a la dirección
http://faculty.vassar.edu/jolott/old_courses/crosscurrents2001/aquae_sulis/index.html
(debe usarse el desplegable al principio de la página)
La fundación
de Londinium sobre un
asentamiento celta anterior es de la misma época que la de Aquae Sulis, y
el anfiteatro está datado en el 70 d.C. inicialmente, con una
importante reconstrucción en el principio del Siglo II d.C. Lo poco
que queda de él se encuentra bajo la nueva construcción de la Guildhall Art Gallery.
Puede
ser muy interesante dar una ojeada a la dirección
https://www.cityoflondon.gov.uk/things-to-do/visit-the-city/attractions/guildhall-galleries/Pages/londons-roman-amphitheatre.aspx