Como
vimos en la introducción del trabajo, la fundación de Roma vino
seguida de un conjunto de relaciones -no todas pacíficas- con su
entorno próximo. Debemos tener en cuenta, al analizar esas
relaciones, que tenía que haber, por fuerza, algunas de ellas
“privilegiadas” sobre las otras. En efecto, Roma nace a partir de
unos pobladores
que proceden de un entorno helénico, como
lo era Troya, y alrededor de Roma se encuentran territorios que
mantenían importantes
relaciones comerciales con los griegos del sur de Italia y Sicilia
(Magna Grecia). Uno de esos pueblos fronterizos con el territorio
romano, con fuertes rasgos helenizantes, son los etruscos, y en ellos
vamos a fijar nuestra atención1, ya
que su influencia en la etapa romana anterior a la República fue más
que importante.
Dejando
para otra ocasión el delicado tema del origen de los etruscos2
(Heródoto y Dionisio de Halicarnaso mantuvieron posturas encontradas
al respecto, posturas que hoy se intentan reconciliar hablando de una
migración asiática asimilada a la población autóctona) o el tema
de la lengua, aún hoy controvertido, nos fijaremos nada más que en
la relación de Etruria con Roma3.
➊De
las tres etapas en las que se considera normalmente dividida
cronológicamente la civilización etrusca (época villanoviana,
época oriental y época urbana) es la segunda la que se puede
considerar de mayor esplendor en todos los ámbitos, entre ellos el
comercial, con una expansión etrusca hacia los territorios
vecinos (Lacio, Campania, llanura del Po...) Inevitablemente, Etruria
se relaciona con Roma de manera amplia, introduciendo en ella
costumbres y leyes sociales, religiosas, políticas, militares,... de
gran importancia. Tanta es esa penetración cultural -y de todo tipo-
etrusca en Roma, que según la tradición Roma tiene varios reyes
etruscos (600-500 a.C. aprox.) El enfrentamiento de los etruscos con
los griegos conduce, tras algunas derrotas militares importantes, a
una decadencia completa, que hace que Etruria se vea sometida a Roma4
(400 a.C. aprox.) que ya era republicana tras la expulsión del
último rey tarquino y también el último rey romano, Tarquinio “el
soberbio”. Así, Etruria, que tanto influyó en el desarrollo
romano, acaba ella misma siendo romana por
completo.
En
ese contexto histórico, descrito muy brevemente, se nos pide que
identifiquemos dos imágenes del mundo etrusco -una escultura
y una pintura- y que a partir de ellas (y otras similares), se haga
referencia al papel de la mujer etrusca en ese entorno.
Empecemos pues con lo que se ha podido encontrar de esas dos imágenes
propuestas.
➋La
primera de ellas
no ha sido difícil de identificar,
dado que es un “clásico” total en la iconografía más
divulgada.
Nos
encontramos, en efecto, ante la obra titulada “Sarcofago
degli Sposi”, encontrada
en la necrópolis de Banditaccia
en Cerveteri, la
antigua Caere, declarada
patrimonio de la humanidad
por la Unesco5 (ver el mapa que
se adjunta,
extraído
de la página Web http://terraeantiquae.blogia.com)
Datado
a
finales del Siglo VI a.C (520
a.C. aprox.).,
está hecho de terracota, con unas dimensiones aproximadas de 1,1 x 2
m, en dos partes. Encontrado en unas excavaciones en el siglo XIX, se
encuentra en la actualidad en el Museo Nacional Etrusco de Villa
Giulia6,
en Roma.
El
sarcófago representa a
una pareja, echados en un kliné,
quizás parte de un triclinium,
como si estuvieran en un banquete. La composición es totalmente
realista, y se observan claramente rasgos arcaicos griegos
,
sobre todo en las caras de la pareja:
cabello
peinado de manera trenzada, barba
puntiaguda, ojos
rasgados,...(véanse
también
las patas del sarcófago...)
Por
la posición que vemos de las manos parece como si faltasen
en
ellas algunos
objetos que estuvieran sosteniendo
(¿un
vaso, unas flores, una moneda para Caronte?).
La
expresión de las caras nos hace pensar en el afecto entre los -muy
probablemente- esposos, un tema no tratado por la escultura griega
anterior. Inevitablemente, las formas generales de la pieza nos hacen
pensar también
en
una escultura en bronce, de la que podía haber sido perfectamente un
molde para vaciado (obsérvese
lo difuminadas / simplificadas
que están las piernas bajo el manto...en
la práctica, tenemos dos bustos solamente...)
Toda
la obra es una declaración de principios
etruscos
ante
la muerte: no
estamos sólo ante un recordatorio de los placeres7
de la vida, sino que podemos pensar en una promesa de reanudación de
esta después de la muerte.
La
segunda imagen ha resultado mucho más compleja de situar, y en
realidad no puede afirmarse que se haya conseguido hacerlo al
completo. Se expone a continuación el proceso de búsqueda que se ha
seguido y la conclusión a la que se ha llegado.
La
imagen tiene al fondo el dibujo de unos bloques de construcción, por
lo que sugiere que se trata de una pintura mural. Dado que la inmensa
mayor parte de pintura etrusca que ha llegado hasta nosotros es la
que podemos calificar de “funeraria”, se intuye que estamos
delante de una pintura mural encontrada en una tumba etrusca.
Realmente, por los bordes “limpios” de la imagen propuesta parece
que se trate de un “recorte” de una pintura más grande, de la
que sólo se ha suministrado un fragmento.
Teniendo
todo esto presente, se inicia una búsqueda en algunos libros
generales de arte, sin éxito directo, pero que permiten irse
haciendo la idea de que la pintura que se busca podría ser de alguna
tumba de Tarquinia, por el estilo general de la obra, por la
vestimenta... Ello permite profundizar en la búsqueda, y así se
llega a encontrar en la web la imagen en cuestión, todavía
incompleta, solamente el
recorte. En alguna de esas páginas web8
se habla de “una pintura en Tarquinia”, lo cual es como decir
“una gota de agua en el océano” dado el gran número de ellas
que se encuentran en esa localidad (ver mapa arriba).
Se
trataría pues de determinar la tumba en cuestión localizando la
imagen completa.
Se consigue encontrar
esa
imagen ¡pero
aún no completa del
todo, al
parecer!
en una universidad norteamericana9, aunque
lamentablemente no se identifica con claridad la tumba de
Tarquinia en
donde se encuentra. Pero
al ver la imagen más completa se observa que la escena está formada
por varias parejas recostadas en un triclinium10,
y de esta manera se orienta la búsqueda de una tumba que contenga
esa escena. Tarquinia nos ofrece así una amplia
colección de escenas similares, en la Tumba de los Leopardos, por
ejemplo, pero seguimos sin localizar exactamente la tumba que
buscamos.
Encontramos,
eso sí, referencias
a una tumba llamada “del Triclinio”, cuyo nombre nos hace
sospechar que estamos en la buena pista. Sin embargo, no somos
capaces de encontrar la imagen de la que disponemos claramente
referenciada en esa tumba. Pero sí que encontramos, de esa Tumba del
Triclinio, algunas otras escenas, como esta
de
danza que
se muestra11.
Un
análisis de la vestimenta de los danzantes (forma del escote en la
mujer, puntos bordados en la tela, forma
y
color de
las mangas, remate de las orillas de los dos vestidos, color
y
cenefa de
la túnica masculina...) , de los peinados, de la posición de las
manos,... nos hace pensar que estamos en la misma tumba -aunque se
insiste en que no se tiene una referencia completamente segura-.
Sin
embargo, se ha encontrado una confirmación bastante clara, aunque
indirecta, en una descripción12
de la Tumba del Triclinio (sin la imagen en cuestión) en la que se dice que: “A
typically elongated Etruscan cat prowls under one of the couches on
the lookout for morsels. Above the couches funerary wreaths are
painted to give the impression of being suspended from the walls.”
Y,
efectivamente, en la imagen más ampliada que hemos encontrado se ven
ambas cosas, el gato debajo del sofá y los collares funerarios
colgando al fondo.
Como
conclusión, el fragmento
de imagen inicial nos
atrevemos a situarlo
en Tarquinia,
necrópolis
de Monterozzi, en
la Tumba del Triclinio,
y, dado que se trata de la escena principal, podemos suponer que se
encuentra en la pared del fondo del rectángulo que forma la tumba,
tal como hemos visto en muchas otras tumbas.
La
tumba se encontró en el año 1830, y se data sobre el año 480 a.C.,
un
momento ya tardío en la historia y el arte de Etruria.
En
cuanto a la forma, se ven en ella claramente las habilidades
pictóricas de un autor muy influenciado por los modelos griegos, y
en cuanto al fondo, llama la atención la aparente ausencia de comida
en una representación de un banquete, lo que nos hace pensar que
estamos ante un ritual más gestual que otra cosa.
➌Una vez identificadas las imágenes (con las reservas ya
expresadas en la búsqueda de la segunda) y contextualizadas
mínimamente en su entorno histórico, podemos plantearnos qué vemos
en ellas, más allá de su apariencia. Tienen en común que
ambas representan un hombre y una mujer, en ambos casos en un entorno
funerario. En la escultura, ambos personajes están en pie de
igualdad, no hay ninguna razón para suponer una preeminencia de
ninguno de ellos (el brazo del varón tendido sobre el hombro de la
mujer nos parece más protector que posesivo...) En la pintura, el
personaje de la mujer parece “más importante” que el del
flautista13,
ya que ella forma parte de la escena principal mientras que el
flautista aparece de pie, tocando para los protagonistas principales.
La mujer pues aparece en ambas imágenes en un plano de igualdad
(como mínimo) con el hombre, lo que no había sido ni mucho menos lo
visto en el arte griego anterior. Deducimos de ello que la mujer en
el mundo etrusco tuvo un estatus infrecuente para la época, y
vamos pues a tratar de ver cuál fue su papel en la sociedad etrusca.
➍Ya
Aristóteles14
se extraña (no olvidemos las costumbres griegas al respecto...) de
cómo la mujer etrusca participa de forma habitual en la vida
cotidiana: “los etruscos se tumbaban en los banquetes junto a
sus esposas, tapándose ambos con un mismo manto”. Posteriormente,
autores romanos como Plauto nos han legado una imagen de la mujer
etrusca que sin duda se puede calificar, como mínimo, de
“desenfocada”.
La
“realidad” podemos buscarla en la muy abundante
iconografía que Etruria
nos ha dejado, especialmente la de la época alrededor del Siglo V
a.C., precisamente la de las imágenes propuestas para este trabajo. También hay algunas inscripciones etruscas
y algunos textos
literarios/históricos
que aportarán luz sobre el asunto.
Podemos
empezar diciendo una obviedad:
la mujer etrusca tiene “nombre y apellido” En efecto, en contra
de lo que sucede por
ejemplo en Roma, la mujer etrusca usa explícitamente su nombre de
pila y su nombre de familia, que no pierde al casarse.
Por
ejemplo, en una vasija etrusca podemos leer “Io (sono) di
Aruntia Larnia”
o en otra “Io
( sono ) di Thesantei Tarchumenai” 15.
La identificación
personal de la mujer de
manera autónoma respecto al marido abre la puerta a la posibilidad
(enunciada en esas inscripciones) de acceder
a la propiedad también
de manera independiente, cosa que en Roma sería impensable ya que
las propiedades familiares lo son, en
principio, del pater
familias. Podemos deducir que
efectivamente la mujer etrusca ha tenido sus propiedades de manera
independiente cuando vemos una inscripción (ver nota 15) que dice
“Mi ha donato Uenalia (moglie) di Larino; non mi
prendere!” haciendo referencia
a una donación que una mujer hace a un templo. Otra diferencia
sustancial con el mundo romano es que la genealogía usa muy
frecuentemente la línea
materna en vez de la
paterna. Por ejemplo, la inscripción 760 de la recopilación que
estamos citando nos dice que “Mi ha donato Larth Aponio
figlio di Ueletia”.
Lo anteriormente expuesto no debe hacernos pensar en que
la mujer “mandase” realmente en Etruria (en su casa o en la res
publica) , simplemente nos hace ver que tenía una serie de
derechos aceptados socialmente que abrían un tanto el abanico
de sus posibilidades.
Entendemos así mejor las dos escenas representadas en
las imágenes propuestas inicialmente. No vemos sumisión, sino
igualdad y equilibrio entre el hombre y la mujer. La mujer
come en público, danza en público, atiende en público a la música,
la danza, las lides atléticas... bien sola, bien con su familia.
Por otro lado, en los textos literarios que han llegado
hasta nosotros vemos “destellos” de la independencia e
iniciativa de la mujer etrusca. Por ejemplo Tito Livio16
cuenta cómo Tánaquil toma iniciativas importantes en momentos
clave, para favorecer primero a Tarquinio el Viejo y posteriormente a
Servio Tulio. Aunque el ejemplo quizás no sea muy representativo
-estamos hablando de la mujer de un rey- si que pone de manifiesto
una gran diferencia con el comportamiento de las damas romanas, como
cuenta el mismo Tito Livio17
de la romana Lucrecia comparándola con otras mujeres etruscas.
➎En
resumen, entre los rígidos patriarcados griego y romano, -y dejando
de lado las a veces interesadas malas interpretaciones hechas sobre
ella- la mujer etrusca18
disfruta de una integración social y una libertad personal
muy aceptables en comparación con las mujeres griegas y romanas, lo
cual podemos ver en el arte etrusco19
(sarcófagos, pinturas funerarias,...), en las inscripciones etruscas
que se han podido descifrar, y en algunas obras
históricas/literarias.
NOTAS:
1BRAUDEL,
Fernand: “Memorias
del Mediterráneo”,
pág. 174-183
(Ver bibliografía)
Un
breve pero sustancioso paseo por el mundo etrusco, de la mano de un
maestro.
6http://es.wikipedia.org/wiki/Museo_Nacional_Etrusco;
hay otro sarcófago, de características muy similares (tanto, que
se piensa que podría ser del mismo autor) que se conserva en el
Museo del Louvre en París. Por lo que se ve, da lugar a bastantes
errores en algunas páginas web, que los confunden, cosa bien
curiosa ya que en uno de ellos falta la mano izquierda del hombre,
mientras que en el otro la tiene extendida con la palma hacia arriba
(entre otros detalles...) Una muestra más del cuidado que hay que
tener con la información extraída de la web.
En este documento pueden verse (pág. 56)
perfectamente las diferencias entre ambos:
http://www.candiulb.be/forum/index.php?act=attach&type=post&id=22813
10Aunque
en la imagen, incompleta, no se vea entero más que un kliné, quizás el
lectus
imus por la posición del
flautista.
13Dicho
flautista está tocando una flauta un tanto especial, pero bien
conocida en el mundo clásico, una diaula, también
llamada óboe doble (tibia biforis o
tibia curia). Dicho
instrumento ya sale citado en La Eneida, Libro IX, versos 617 y
618: “...ite per alta Dyndima ubi adsuetis biforem dat
tibia cantum!”
16TITO
LIVIO: “Ab
Urbe Condita”,
Libro I, 34 (9) y 41 (1 a 5) Págs. 225 y 235 de la obra citada en
la bibliografía.
17TITO
LIVIO: “Ab
Urbe Condita”,
Libro I, 57
(6 a 11) Pág. 261
de la obra citada en la bibliografía.