Tanto
a nivel individual como colectivo, la Historia nos enseña que todas
las civilizaciones han buscado la manera de dotarse de un “corpus”
fundacional, compuesto a base de mitos, leyendas, tradiciones y,
cuando se ha podido hacerlo, documentado con
hechos.
Roma
no ha sido en ese aspecto ninguna excepción, y a lo largo de su
historia ha
ido procurando completar
esa cronología
que permite a las generaciones más recientes ir entroncando con las
pasadas, de manera que se les dé
continuidad y contenido.
Como ejemplo de lo anterior, sólo
citaremos aquí el momento en que Virgilio escribe La Eneida, de
manera que el papel crucial del héroe Eneas queda fijado de una
manera definitiva, al menos para los patrones vigentes en ese
momento.
➊La
formulación de lo que se ha convenido en llamar la versión
canónica de la
fundación de Roma no es el objetivo concreto de este trabajo, pero
es inevitable una referencia contextualizadora, por mínima que sea.
Y ya detectaremos en esa referencia más de una de las
características de los mitos fundacionales en general, que
posteriormente aparecerán en alguno de los apartados del trabajo.
Así
pues, y aceptando el riesgo que todo resumen conlleva, vemos que un
dios, la diosa
Venus en
este caso, tiene a bien descender a la tierra y engendrar
un héroe, Eneas.
Le toca el bando perdedor en la guerra de Troya, y tras un largo y
dificultoso periplo mediterráneo (una característica esta del viaje
iniciático que veremos repetirse a menudo, como el
de Ulises en La Odisea), logra a través de matrimonio con Lavinia
(el matrimonio, una forma tradicional de conquistar territorio sin
derramamiento inútil de sangre) asentarse en las costas del Lacio.
Sus descendientes fundan una dinastía real, la cual conduce en no
mucho tiempo a
otro de los hechos paradigmáticos en los mitos clásicos. Rea
Sílvia, en una rama dinástica en pleno litigio fraternal, vuelve a
recurrir a un dios, el Marte de la guerra, y
engendra dos gemelos, Rómulo
y Remo. Como Sargón
de Acad, como Moisés,... son abandonados a su suerte en una cesta
cerca de un río, posiblemente el Tíber. Una crecida del mismo lleva
a los gemelos a encallar a los pies de una de las siete colinas de lo
que luego será Roma. Una loba los amamanta y permite que un pastor
pueda así recogerlos y
criarlos. Tras crecer y
reconocer su origen real y divino, se hacen con el poder, y en otro
clásico marco de lucha fraternal, se llega a la fundación de Roma
en el lugar escogido por Rómulo (la colina del Palatino) , quien se
deshace de su hermano Remo. Tenemos
así pues la “explicación” de la fundación de Roma.
➋Es
evidente que dicha “explicación” no es “la explicación”.
Las fundaciones de ciudades hechas por humanos concretos en momentos
concretos pocas veces responden a un hecho puntual, intencionado y
limitado en el lugar y en el tiempo. Más bien responden a causas
complejas e interrelacionadas entre sí, con aspectos demográficos,
económico-comerciales, en un contexto geográfico que no debe
olvidarse nunca.
➌La
aparición y expansión de
lo que hoy llamamos Roma fue sin duda ninguna un proceso gradual, a
partir de un núcleo inicial o por agregación de varios núcleos
diferentes. Posteriormente, a medida que pasaban los años y el poder
de la ciudad
iba creciendo hasta límites difícilmente pensables, los
romanos se fueron dotando de una “historia” en la que, como hemos
visto, no faltan las referencia divinas, heroicas, míticas... Podría
decirse que alrededor del Siglo VI a.C. Roma empieza a pisar
firmemente en la Historia (esta vez con mayúscula), y no cabe duda
actualmente que sus relaciones con los pueblos vecinos fueron en esa
época muy importantes, especialmente con los etruscos, de los que
los romanos tomaron tantas y tantas cosas.
➍Y así
tenemos mínimamente centrado el marco en el que nos moveremos a
continuación: un héroe semidivino conduce a su pueblo a un
territorio nuevo, en el que otro descendiente divino funda una ciudad
(que será luego mucho más que una ciudad) la cual recibe
influencias clave de los territorios que la rodean (como no podía
ser de otra manera...)