2.-Objetivo de estas páginas.
De acuerdo con el enunciado
de la PAC2 de esta asignatura se mirarán, artículo por artículo,
(pueden verse enlazados al final de la página) los tres suministrados por la consultora con la intención de
identificar sus puntos de partida, exponer las ideas principales
y clarificar lo que se quiere demostrar con ellos. Posteriormente, se
enmarcarán los tres en una línea común de pensamiento,
identificando sus posibles relaciones y poniendo de relieve sus
diferencias. Para facilitar el seguimiento del hilo que se pretende
establecer, se comentarán los artículos en un orden diferente
al que se suministraron, a saber:
En
primer lugar, se comentará el artículo de Rodríguez sobre Isabel
de Valois, centrado plenamente en el
S. XVI.
A continuación se tratará del artículo de Carrasco, centrado en
los problemas de la nobleza en la transición del S. XVI al XVII.
Y por último se hará referencia al artículo de Oliván sobre
Mariana de Austria, sobre unos hechos acontecidos a finales del
S. XVII.
El motivo de hacerlo en este orden es, además del prurito
cronológico, el tratar de ver si se aprecia algún cambio en las
vicisitudes que Isabel de Valois y Mariana de Austria tuvieron que
"sufrir" por el hecho común de ser reinas (mujeres, por
tanto), aunque en situaciones bien diferentes.
3.-Artículo 1: Una
reina no regente.
El artículo1
leído de María José Rodríguez Salgado2
(continuación de otro suyo anterior3)
se centra en las vicisitudes políticas y matrimoniales de Isabel de
Valois, en pleno siglo XVI. Encontramos a Isabel de Valois
"laminada" entre su marido, Felipe II, y su propia madre,
la reina y regente en Francia, Catalina de Médicis. En medio de
ambos, Isabel de Valois se nos presenta, a tenor de lo expuesto en el
artículo, como una mujer manipulada por su marido y por su madre,
con una personalidad sin suficientes recursos como para trazar una
trayectoria política y personal propia, y que, sin embargo, ha
quedado en el imaginario de la historia con un aura idealizada que
resulta un tanto irreal4.
El artículo toma como punto
inicial el momento en que Isabel de
Valois ya está establecida en su matrimonio con Felipe II, y
comienza su actividad política y materna, los dos polos sobre los
que gira la segunda parte de su corta vida. La autora del artículo
deja clara desde el primer párrafo del artículo su opinión sobre
el carácter "un tanto incompetente" de la reina Isabel,
aunque posteriormente lo matiza y habla más bien de "falta
de iniciativa"5.
El artículo desarrolla dos
líneas expositivas, la política y la
personal, con evidentes, necesarias e importantes relaciones
entre ambos aspectos. Incluso en la última parte, dedicada
detalladamente al momento de su prematura muerte, se observa con toda
claridad la imposibilidad de separar la faceta personal de la
pública, dada su condición de reina en un entorno sucesorio
que puede calificarse, como mínimo, de "complejo".
Desde un punto de vista político, no cabe
entender las actuaciones de la reina Isabel sin hacer referencia
constantemente a su madre, Catalina de Médicis, que a través de sus
embajadores en la corte de Felipe II le dictaba las actitudes a
adoptar y las actuaciones que debía realizar, siempre pensando
en los intereses de la Casa de Valois. Estas actuaciones fueron de
muy diferente índole, y en realidad cabe decir que el "éxito"
de Isabel de Valois en su desempeño no fue, en general, demasiado
brillante. La autora nos dice que la mayor virtud de Isabel en este
ámbito político fue, probablemente, la información que pasaba a su
madre a través de sus embajadores. Una excepción, que se comenta
extensamente en el artículo, fue la buena gestión de su papel de
mediadora en la reunión de Bayona en 1565, si bien al final fue el
Duque de Alba el que concretó los pactos con Catalina,
especialmente en lo que hacia referencia a su apoyo a la causa
católica enfrente de los hugonotes. Por el otro lado, Felipe II
no hace un caso excesivo –desde este punto de vista político- a su
mujer, siendo así su influencia en la corte realmente escasa. Lo más
llamativo que nos cuenta la autora en este sentido es que Felipe II
no la deja de regente cuando decide ir a Flandes en 1566, lo cual
pone de manifiesto realmente lo que se esperaba de ella.
En la vertiente más personal, y teniendo en
cuenta todos los convencionalismos y hábitos creados sobre un
matrimonio real, la autora afirma que es bien probable que hubiera
entre ellos un sincero afecto. En todo momento tiene presente que
para poder afirmarlo con seguridad hay que saltar por encima de
tantos estereotipos que lo hace difícil de precisar. No obstante, y
por convencional y estereotipada que fuera, la actitud de Felipe II
hacia su esposa se muestra bien afectuosa en muy diferentes momentos,
especialmente en las enfermedades, embarazos y partos. Pero subyace
un trasfondo de duda (el viaje a Aragón por ejemplo, planeado sin
ella, o el asunto de la regencia comentado antes) que invita a una
investigación más profunda en este plano personal.
Es en el entorno temporal y anímico
de los embarazos y los partos de Isabel donde más puede verse esa
duda de su relación personal con el rey, por más que sea difícil
abrirse paso en medio de las costumbres del momento. Pero el
"destierro" que sufre en Valsain, las presiones de todo
tipo para dar un heredero varón a la Corona, y la actitud interesada
de Felipe II para que Isabel diera a luz en Flandes, proyectan una
sombra bien definida sobre la relación personal entre los monarcas.
Y Felipe II se muestra, en el parto de la segunda hija, ciertamente
como estaba, decepcionado por la ausencia de un heredero varón, no
asistiendo siquiera al bautizo de Catalina Micaela. Poco podía
imaginar Felipe II lo que su hija Isabel Clara Eugenia6
iba a suponer posteriormente para él en el terreno personal y
político...
Esta utilización interesada
de Isabel de Valois por su marido (téngase en cuenta también que
era su tercer matrimonio, de un total de cuatro) era absolutamente
normal en la época, donde los matrimonios reales eran una cuestión
de estado7
de la que los aspectos personales estaban excluidos. Sin
embargo, esa "frialdad" institucional cabe pensar que
podría haberse suavizado en el trato diario, cosa que la autora del
artículo no da por imposible, pero tampoco asegura. Es más fácil
encontrar ejemplos de lo contrario, como cuando en su muerte tanto el
embajador Fourquevaux como el propio Felipe II utilizan
exageradamente las últimas opiniones de Isabel para aconsejar a
Catalina de Médicis sobre los conflictos religiosos en Francia.
Por todo lo expuesto anteriormente, podemos ver
a Isabel de Valois, una mujer recién salida de la adolescencia
(y que muere a los 22 años...) manipulada en los aspectos políticos
tanto por su madre como por su marido, manipulada en su vida personal
por su marido y su corte, implicada en problemas sucesorios que
ella no había creado –ni resuelto-, con unas limitadas dotes para
moverse en tan procelosos mares, y que, sin embargo, ha proyectado en
la historia una imagen idealizada y un tanto irreal, que la
autora del artículo propone se siga investigando.
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4.-Artículo 2: Nobleza
y poder en el 1600.
El artículo8
de Adolfo Carrasco Martínez9
se centra en el estudio de cómo vivió la nobleza europea la
transición del siglo XVI al XVII en cuanto al poder real absoluto se
refiere. Se tratan los problemas de identidad nobiliarios, se explica
cómo se fue reduciendo la posibilidad de maniobra de la
nobleza, y cuáles fueron las "soluciones" que se adoptaron
ante ese estrechamiento de su entorno social, económico y, por
tanto, de poder.
El punto de
partida del artículo consiste en la
argumentación que expone Carrasco, apoyada en numerosas citas y
ejemplos, sobre la autoridad real, que se considera la única
posible, y cómo se engarza esta autoridad suprema y única con el
hecho cierto de la existencia de una nobleza que, en cierta
manera y bajo ciertas limitaciones, parece "compartir" ese
poder. La consolidación de las monarquías absolutas (en
sentido estricto) desplaza el debate "hacia abajo",
enfrentando a la nobleza con otros grupos sociales que están
intentando emerger en la escena política a niveles significativos
del poder. La nobleza queda así doblemente "asediada"; por
un lado, desde arriba, el poder real cada vez más fuerte y
estrictamente personal, la quiere controlar lo más posible en el
marco teórico de lo absoluto; por otro lado, grupos sociales nuevos
de rango inferior a la nobleza intentan arrebatar a ésta parcelas de
control y de poder que tradicionalmente detentaba.
En el artículo se
desarrolla en primer lugar la idea
esencial del mismo: la política de la época no es más que un
instrumento de poder, de dominación, de control. Sin adornos de
ninguna clase, las ideas anteriores -humanistas y renacentistas-
sobre el poder derivan hacia una concepción en la que el poder único
del monarca lo es todo. El autor hace extensa referencia de lo que
Jean Bodin10
desarrolla sobre esta concepción, expuesto en su obra "Los
seis libros de la república11",
publicada en 1576. También aporta citas y comentarios sobre las
opiniones que en ese mismo sentido exponen otros autores: Lipsio12,
López Madera13,
Camos14,
Escalante y Fortin de la Hoguette. Todos ellos abundan en la
conveniencia y necesidad de que el poder real se ejerza de manera
absoluta, única e indivisible, relegando a la nobleza a un papel un
tanto secundario de apoyo y sometimiento sin reservas al poder
real, haciendo de correa de transmisión de ese poder, en todos sus
aspectos y especialmente en el coercitivo.
La reacción de la nobleza ante estas ideas
limitadoras de su función –que sólo se aceptaba por pura
necesidad, por pura inercia histórica- no estuvo demasiado a la
altura de lo que se necesitaba. Ante
los consejos que daba Álamos15
al rey Felipe III, o ante los que daba Settala en su obra "La
razón de estado"16,
realmente preocupantes desde el punto de vista de la nobleza, esta
parece no darse demasiada cuenta de lo que se está gestando, y su
reacción es claramente calificable de "escapista".
Volviendo la vista atrás, a tiempos considerados mejores en su
imaginario, la nobleza encuentra justificación teórica de su papel
en las ideas clásicas aristotélicas, y en el orden personal, la
moral estoica le proporciona los elementos básicos de conducta:
constancia, paciencia, firmeza. Y el estoicismo retornado también
dotó a la nobleza de otra de sus supuestas respuestas ante la
situación que se estaba planteando: la prudencia, que se utiliza, en
un entorno de una cierta "parálisis" ideológica, como pièce de résistence frente
al poder real. Carrasco pone ejemplos ilustrativos de Inglaterra y de
Francia para ver cómo el estoicismo –y las ideas de Tácito
sobre el poder- alimentó la oposición de la nobleza al rey y a sus
validos.
A partir de las ideas anteriormente expuestas, el autor concluye
que la respuesta colectiva de la nobleza no llega así a articularse
de manera efectiva, y el individualismo estoico del que hace gala la
nobleza, un tanto "encogiéndose de hombros" ante lo
(supuestamente) inevitable, sienta las bases de la aceptación en la
práctica del poder real absoluto fortalecido hasta el extremo.
Dicho poder, no obstante lo anterior, por su propio interés
mantiene17
y utiliza a esa nobleza, lo cual, a la larga, no le reportará más
que dificultades.
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5.-Artículo 3: Una reina
regente.
El artículo18
de Laura Oliván Santaliestra19
se enmarca en la segunda mitad del Siglo XVII. La España de Felipe
IV aún vive las postrimerías del Siglo de Oro, el Rey se ha
desprendido de su proto-valido, el Conde-Duque de Olivares20,
y a la muerte del monarca su consorte, Mariana de Austria, asume la
regencia. En el testamento del rey se crea una Junta de Gobierno para
controlar dicha regencia, lo que despierta algunas reacciones en
contra, no siempre desinteresadas. Una de ellas es la que se narra en
el artículo, centrada en el documento atribuido al Duque de Medina
de las Torres21,
encargado de la política exterior de Felipe IV, y yerno del
Conde-Duque de Olivares. Dicho documento hace una apología del papel
de las reinas regentes, abogando por la disolución de la creada
Junta de Gobierno, en lo que parece un interesado intento de volver
hacia el sistema de validos, del que la regente supuestamente tendría
necesidad en caso de desaparecer dicha Junta.
El punto de
partida del autor se basa en las ideas
contenidas en el documento aparecido a la muerte del rey, cuando
Mariana de Austria se hace cargo de la regencia. Titulado "Discurso
jurídico, histórico y político"
y atribuido, por motivos que se exponen ampliamente en el final del
artículo, al Duque de Medina de las Torres (Ramiro Núñez Felipe de
Guzmán, Señor de la Casa de Guzmán, Marqués del Toral, Virrey en
Nápoles, casado con María, hija del Conde-Duque de Olivares), dicho
documento intenta argumentar la conveniencia y necesidad de la
disolución de la Junta de Gobierno creada en el testamento real, de
manera que la regencia de Mariana se base en los Consejos ya
existentes, sin la necesidad de la supervisión de esa Junta.
En el artículo se
expone en primer lugar el "entorno"
en el que aparece el documento. Muerto el rey, con la reina regente
–cuya preparación política se cuestiona- iniciando su
singladura, con las tensiones y dudas que ello provocó, con los
conflictos competenciales entre los Consejos y la Junta... todo ello
configura una situación en la que la oposición al binomio mujer
regente + Junta de Gobierno tenía un caldo de cultivo abonado para
manifestarse.
El Discurso
así lo hace, oponiéndose esencialmente a la Junta, no a la regencia
de Mariana de Austria. En realidad, utiliza a esta para oponerse a la
otra... Efectivamente, en él asistimos a un panegírico de las
actuaciones históricas que las mujeres han llevado a cabo cuando se
han visto en la tesitura de hacerlo. Se buscan –y encuentran- todo
tipo de ejemplos en la historia que así lo ponen de manifiesto, y se
utilizan por el autor del Discurso
para argumentar que Mariana de Austria puede llevar adelante la
regencia haciendo uso de su plena potestad, sin cortapisas (la Junta
de Gobierno) añadidas a las ya existentes (los Consejos) en el
ejercicio del poder real. La transición que supone una regencia se
debe gestionar, según el autor del Discurso,
por quien mejor puede hacerlo de manera natural, la regente en su
doble cualidad de mujer de un rey y madre del siguiente.
Para argumentar la necesidad de disolver la Junta, reinterpretando el
testamento del rey, el Duque de Medina de las Torres expone dos
líneas argumentales diferentes. Por un lado, la idea de la
"violación" de la soberanía real, heredada de pleno
derecho por la regente, y a la que no deberían ponerse controles
limitadores. Por otro lado, se aducen razones de tipo práctico, como
los conflictos con los Consejos, el enlentecimiento de la máquina
del Estado, la duplicación de funciones...
Enfrente de esta opinión, la autora del artículo
expone que el enfoque de Felipe IV en su testamento
había sido claro, en el sentido de querer realmente que Mariana
tuviera la supervisión de la Junta. El rey ha quedado posiblemente
"vacunado" contra el sistema de validos tras su intensa y
extensa relación con el Conde-Duque, y dado el delicado momento de
la monarquía (tanto en el interior como en el exterior), parece
clara la interpretación de que la Junta era una manera tanto de
evitar un nuevo valido como de ayudar en el manejo de esos problemas
por parte de la regente. Esta prevención contra el sistema de
validos estaba totalmente en sintonía con las ideas de las
monarquías europeas del momento, y la Junta era la manera de impedir
una vuelta a situaciones anteriores22.
Así vemos pues
que el Discurso
fue una de las manifestaciones de la oposición a la Junta de
Gobierno, pero que, en contra de la opinión general de la época (al
menos en los círculos más altos del poder), se manifestó a favor
de la reina regente. Esa opinión favorable cabe suponer, según lo
expuesto por Oliván en el artículo, que era al menos en parte,
interesada. Dada la experiencia del autor del Discurso
en los asuntos de Estado, como ministro que fue de Felipe IV, dada su
relación política y personal con el valido del rey, y dada su
decepción por no haber sido llamado a formar parte de la Junta23,
no es aventurado pensar que el Duque aspiraba a la posibilidad
de convertirse en el valido de Mariana de Austria, para lo cual era
preciso en su opinión que la Junta desapareciese. Así lo intentó
con el Discurso,
sin llegar a conseguirlo. En efecto, en 1666, en una de las reuniones
de la Junta, se planteó la posible recusación de algunos de sus
miembros o de la propia Junta; esta reconoció expresamente la
potestad de la regente y su capacidad para gobernar, teniendo
ella todo el poder decisorio. Se dejó claro el carácter asesor de
la Junta, y de esta manera la reina no hizo ninguna recusación,
acabando así el intenso debate sobre el tema. El Duque muere dos
años más tarde, y Mariana de Austria lo hace en 1696, habiendo sido
regente durante diez años24.
Tras el corto reinado de su hijo Carlos II, la Guerra de Sucesión y
los Borbones llaman a la puerta...
(Volver al Índice)
6.-¿Algún cambio en cien años?
Evidentemente, los tres artículos leídos
comparten, en primer lugar, un marco cronológico coherente, dentro
de lo que se ha convenido en llamar el Siglo de Oro español. También
comparten un ámbito temático
similar, ya que en los tres lo que aparece es la nobleza, los reyes,
los problemas de la regencia,...
Pero por interesantes que sean todas las líneas
históricas que se abren en esos textos, quizás lo más
significativo sea que se han centrado esencialmente en el papel de la
mujer en esos episodios y momentos
históricos. Cierto que el artículo de Carrasco habla casi en
exclusiva de la nobleza y sus actitudes en la preservación de sus
cuotas de poder, pero los otros dos artículos, el de Rodríguez
sobre Isabel de Valois y el de Oliván sobre Mariana de Austria
tienen como tema común el papel de dos mujeres en dos momentos
claves de la historia española. Artículos, por cierto, que tratan
sobre mujeres y que están escritos por mujeres... algo podrá
decirse al respecto.
Lo primero de todo que hay que comentar es que ambos artículos dejan
claramente de manifiesto que las dos reinas fueron amplia y
sistemáticamente manipuladas por su entorno cercano. No insistiré
en lo que ya se ha explicado en los comentarios sobre cada artículo,
pero es imprescindible, en mi opinión, dejar este punto de
partida bien aclarado.
Esa manipulación nace, esencialmente, del propio
consorte de cada una de las reinas, y adopta diferentes maneras. En
el plano político, a Isabel no se la deja asumir funciones propias
de su rango, mientras que Mariana se encuentra con una Junta de
Regencia que fiscaliza esas funciones. En el plano personal, y por
más que de cara a la galería los reyes mantengan una apariencia
de afecto, queda claro que su fidelidad deja mucho que desear. En el
plano sucesorio, tanto los reyes como la sociedad en general ven en
ambas reinas simplemente la capacidad de engendrar descendencia, a
ser posible masculina. Cierto que los matrimonios reales de la época
–como de muchas otras- son asuntos de estado antes que personales
(si es que lo son de alguna manera), pero es llamativa la insistencia
en ello por parte del entorno más cercano a las reinas.
Podría quizás pensarse que la situación de
Mariana de Austria "ha mejorado" un tanto respecto
a la de Isabel de Valois, dado que, al fin y al cabo, ejerce 10 años
de regente, aunque sea "filtrada" por la Junta. Pero no es
demasiado real esa apreciación, dado que Mariana, para poder
mantener en cierta manera su autoridad real, debe recurrir al sistema
de validos, hombres evidentemente, que le den la pátina de
"virtudes masculinas" que parecen ser tan necesarias para
la gobernación del estado. Así pues, estimo que en esos cien años
que las separan la condición de ambas reinas no ha variado gran cosa
en el fondo.
La lectura de estos dos artículos sobre el papel
de la mujer en la historia también hace ver que el estudio del
pasado se está abriendo a temas que antes se ignoraban
sistemáticamente. Cada vez más, la que puede llamarse "historia
de la mujer" está presente en las investigaciones actuales,
como lo prueban los artículos leídos y muchos otros de los
referenciados25.
La mujer pasa así a formar parte activa, además de pasiva, de la
revisión que se hace de la historia, que, afortunadamente, empieza a
poner el acento "en el otro" como fuente de un conocimiento
más profundo y amplio de la realidad pasada.
José Carlos Vilches Peña
En Vielha, a 30 de abril de 2007
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7.-Notas en el texto.
4
Braudel escribe de Isabel de Valois: "...una niña alegre,
viva, buena, inteligente, casi un ser del paraíso...",
pero un poco más adelante se pregunta "¿Hemos de tomar en
serio esta breve novela sentimental, esta novela rosa?".
BRAUDEL, F., "Carlos V y Felipe II",
Alianza Editorial Historia, Madrid, 1999, págs.110-111
5
Páginas 72 y 73 del artículo comentado.
7
Gracias a esta unión con la Casa de Valois, "...el duelo
entre Francia y España iba a experimentar una tregua de cuarenta
años", según Domínguez Ortiz, A., Historia Universal
Moderna, pág. 183, Vicens Vives, Barcelona, 2006.
17
"...y bajo Felipe IV fueron creados más de doscientos
nuevos nobles titulados", en TENENTI, A. "La
edad moderna, siglos XVI-XVIII", pág. 207, Crítica,
Barcelona, 2000.
20
Véase ELLIOT, J.H., "El conde-duque de Olivares", Ed.
Crítica, Barcelona, 1998, pág. 709.
22
No se evitó: recuérdense las figuras de Fernando de Valenzuela
y del jesuita Nithard... Y también hay que señalar que la
Junta, al menos al principio, estuvo formada por "olivaristas",
lo cual hace aún más dura la exclusión al Duque de Medina de las
Torres. Para más detalles, véase la Tesis Doctoral citada más
abajo.
23
Los tiempos cambian... En contraposición con esa exclusión, puede
recordarse que en 1643, cuando Felipe IV decide finalmente
prescindir del Conde-Duque, una de las primeras cartas que escribe
sobre el tema está dirigida precisamente al Duque de Medina de las
Torres, a la sazón en Nápoles. Lo cuenta ELLIOTT en su libro
citado anteriormente, pág. 709 y ss.
24
Una muy buena descripción general de la regencia de Mariana de
Austria puede encontrarse en la tesis doctoral siguiente:
PEÑA IZQUIERDO, A.R., "La crisis
sucesoria de la monarquía española. El cardenal Portocarrero y el
primer gobierno de Felipe V (1698-1705)", Universidad
Autónoma de Barcelona, 2005. Puede verse en la dirección
http://www.tesisenred.net/TESIS_UAB/AVAILABLE/TDX-0718106-141136//arpi1de1.pdf
; léase el capítulo 4.1.1, "La regencia de Mariana de
Austria", en el Vol. II, pág. 133 y ss.