2 - Objetivo de estas páginas.
En esta tercera PAC de la asignatura de Historia Contemporánea II se
nos propone estudiar las relaciones entre los procesos de
descolonización y la “Guerra fría”. Dado que la Guerra fría
comienza al final de la Segunda Guerra Mundial, ello nos marca el
límite temporal inferior del trabajo. Y en cuanto al límite
superior, aunque la Guerra fría acabe al principio de la década de
1990, veremos que bastante antes se pueden dar por acabados los
procesos principales de la descolonización.
El trabajo constará de tres partes: una introducción
-necesariamente breve- a ambos procesos históricos en el marco
colonial general, una descripción de las relaciones que entre ambos
puedan detectarse, y, para terminar, el estudio de un punto concreto
de la descolonización, la del Sáhara español, comparándolo con
los modelos de descolonización inglés y francés (que se habrán
descrito en la primera parte del trabajo).
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3 – Introducción: el marco imperialista-colonial general.
Para analizar la situación de
las posesiones coloniales europeas al final de la 2ª Guerra mundial
hay que recordar, ni que sea brevemente, cómo y porqué se produjo
el proceso de colonización.
Las grandes revoluciones
americana y francesa de principios del Siglo XIX (entendido este de
manera amplia) han abierto paso a los procesos revolucionarios
europeos de la primera mitad de dicho siglo. El nacionalismo y el
liberalismo, unas veces aliados y otras en claro conflicto (al menos,
ideológico) han conformado la historia europea de ese período, y,
paralelamente, la incorporación de la burguesía a los resortes
reales de poder (económico y político) ha sido imparable.
El desarrollo de la economía
europea del último tercio del Siglo XIX se basa en gran medida en un
proceso de acumulación de capital, de concentración de los procesos
industriales y de incremento del poder de los bancos, que da lugar a
la aparición del “imperialismo” en el sentido “moderno” del
término. Efectivamente, en épocas anteriores los europeos ya han
colonizado otros territorios allende sus fronteras, ya han creado
“imperios” políticos con repercusiones económicas evidentes,
pero la situación actual es diferente, y el concepto de “imperio”
también lo es. Para dar salida al capital acumulado es necesario
ampliar el ámbito territorial del mercado, y es también necesario
ampliar la base demográfica que lo sustenta. Las colonias
tradicionales “se han quedado pequeñas” y su papel convencional
de generadoras de materias primas y de pequeñas consumidoras de
bienes metropolitanos manufacturados ya no es suficiente para
absorber el capital que la boyante actividad económica europea está
generando.
➊Así pues, a partir de 1875
(por marcar un inicio...) Europa acuña un nuevo concepto -en muchos
sentidos, “global”- y lo pone en práctica de manera rápida y
eficaz. Gran Bretaña, Francia, Italia, Alemania, Holanda... entran
en una dinámica de expansión territorial colonial, no exenta
de rivalidades entre ellas, y que será otro de los factores a tener
en cuenta en el comienzo del conflicto de 1914. El imperialismo se
hace en gran medida “imperialismo nacionalista”, aglutinador de
todo tipo de ideologías, y con algunos tintes racistas o, al menos ,
xenófobos.
La expansión colonial se dirige
desde Europa hacia los dos continentes que tiene a su alcance, Asia y
África, unas veces basándose en situaciones coloniales previas y
otras partiendo desde cero. Debe aquí hacerse una referencia a la
cuestión tecnológica, muchas veces descuidada en los estudios
históricos: los conocimientos técnicos europeos, su capacidad
industrial y logística, su desarrollo militar... hacen posible la
expansión territorial que se emprende sin encontrar, en general, una
resistencia eficaz por parte de los habitantes de los territorios
invadidos.
➋Puede decirse, en resumen, que
el reparto colonial fue una consecuencia inevitable del
imperialismo europeo, nacido a su vez de la revolución
industrial. Este enfoque de tipo económico se ha visto
complementado, más recientemente, por otras componentes causales de
tipo más político y geoestratégico. Sobre todo en el caso inglés,
África fue un trampolín para la defensa de sus intereses más
amplios en Asia. La importancia estratégica del Canal de Suez
también suele citarse como una de los focos claves de la política
británica en África, de la misma manera que los primeros intereses
comerciales de Holanda en el Congo, o la utilización de la expansión
colonial alemana como parte de la política centroeuropea de
Bismarck. Y tampoco hay que olvidar el aspecto tecnológico de la
cuestión: la medicina europea, sus medios de transporte, su
logística comercial, su clara superioridad militar,... hizo posible
lo que se hizo.
Pero una vez empezado el reparto
colonial aparecen otro tipo de causas que inciden en su desarrollo,
mantenimiento y culminación, y aquí es más fácil fijar alguna de
ellas. La primera, interior: no hubo -no pudo haberla- una auténtica
oposición indígena al reparto. De entrada, porque no hubo durante
bastantes años nada a lo que oponerse. El reparto eran unas líneas
sobre un mapa, que no implicaban nada concreto en la vida del día a
día de la colonia. Posteriormente, cuando el reparto pasa del papel
al territorio, la oposición indígena jamás tuvo lugar a gran
escala, ni espacial ni temporal. En segundo lugar, el reparto se
desarrolló hasta sus últimas consecuencias ya que no hubo ninguna
intervención exterior -ni militar ni diplomática- que modificase la
dinámica colonial emprendida, y así los países imperialistas
tuvieron las manos libres para hacer el reparto que quisieron hacer,
y que efectivamente hicieron.
➌En
el proceso de expansión imperialista, que no podemos comentar más
aquí, encontramos algunas
líneas generales que es conveniente precisar para situar el marco de
los hechos posteriores: en primer lugar, es un proceso rápido, muy
rápido en realidad. En segundo lugar, es un proceso sin grandes
sucesos bélicos (que no sin violencia), como podía esperarse dada
la escala continental a la que se produce. Y en tercer lugar podemos
decir que es un proceso en dos fases, una sobre el papel, realizando
una partición sobre una abstracción en el mapa, y otra sobre el
territorio, que dio contenido
a posteriori
a las decisiones tomadas previamente.
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4 – El proceso de descolonización: las independencias.
Dejando de lado las primeras
descolonizaciones “históricas” (como por ejemplo la de las
colonias inglesas en América del Norte a finales del siglo XVIII, o
las de Latinoamérica en el XIX), podemos hablar de cuatro etapas1
claramente diferenciadas en el problema que nos ocupa. Una primera
etapa, ya comentada en el punto anterior, de formación masiva
de propiedades coloniales (especialmente por los europeos -pero no
sólo por ellos- y especialmente en África y Asia -pero no sólo en
ellas-). La segunda etapa abarcaría el período entre las dos
guerras mundiales, las décadas entre 1920 y 1940, en las que se
empieza a gestar una clara conciencia nacional en las
colonias, sentimiento que se realimenta con el cambio de la visión
que la colonia tiene de la metrópoli debido a las vicisitudes de la
G.M. I. El tercer período a considerar se concentra en el corto
-relativamente hablando- intervalo de la 2ª Guerra mundial. El
esfuerzo bélico de las colonias, su participación humana y material
en el conflicto, marcan un antes y un después en las
actitudes frente a la dominación colonial, tanto por parte de los
dominados como de los dominadores. Y por último, al acabar la 2ª
Guerra mundial se inicia el proceso concreto de independencia
descolonizadora, con una rapidez que nada tiene que envidiar a la
rapidez con la que se crearon las colonias entre 1875 y 1914.
Efectivamente, en 1950 se puede dar por acabada la descolonización
en Asia (a excepción de Vietnam), en África se cierra el proceso en
los primeros años 60 (independencia de Argelia en 1961, p. ej.), en
1975 EEUU abandona Vietnam... poco queda después de este momento sin
que se haya formalizado una “independencia” al menos teórica2
respecto a la antigua metrópoli. Es conveniente fijarse en que todo
el proceso de colonización-descolonización dura apenas un siglo,
turbulento ciertamente, pero un período “corto” en el devenir de
la Historia de la humanidad.
➊Dado que el objetivo de este
trabajo debe centrarse en las relaciones entre la descolonización y
la Guerra fría3,
de las cuatro etapas descritas anteriormente destacaremos la última,
la que empieza al final de la 2ª Guerra mundial. Los procesos de
independencia que tendrán lugar en esta etapa se enmarcan en un
mundo recién salido de un conflicto de una intensidad sin
precedentes, con unas consecuencias económicas y demográficas de
una escala nunca vista, y en el que se van a dar dos períodos muy
diferenciados. Inicialmente, la descolonización cuenta con el apoyo
de las dos grandes potencias que han emergido después -o mejor,
durante- la guerra, EEUU y la URSS. Por motivos diferentes, ambos
países apuestan inicialmente por un apoyo decidido a la
descolonización. Sin embargo, no tarda mucho en cambiar esta actitud
debido a la gran bipolarización que se produce pivotando
sobre esas dos potencias4,
de manera que la descolonización deja de verse como un
fin en sí misma y se convierte en un arma más de la lucha política
y económica entre los antiguos aliados.
➋Sin entrar en el detalle de
todas las independencias conseguidas en el períodos que estamos
estudiando, sí puede hacerse un resumen de ellas con el objetivo de
que nos sea útil cuando confrontemos la descolonización con los
avatares de la Guerra fría
Un grupo de independencias puede
centrarse en las que fueron colonias de países perdedores de
la 2ª Guerra mundial, como Japón e Italia, que perdieron sus
propiedades sin muchos más trámites, revertiendo la situación de
las colonias a la etapa previa a la dominación.
Los ganadores de la G.M.,
como Gran Bretaña, Francia o Rusia hicieron un intento, un tanto
llevados por la inercia de la situación anterior, de mantener sus
imperios coloniales. Pero nada era igual que antes de la guerra, y
ese intento tropezó frontalmente con las nuevas situaciones y
actitudes creadas en las colonias, en las que la visión que se tiene
de la metrópoli es radicalmente diferente que antes del conflicto.
Por otro lado, no se puede olvidar que en el marco del desarrollo
económico de la época el sistema colonial empezaba a no encajar
adecuadamente, y muchas veces el coste de mantenerlo era superior a
los beneficios que de él se obtenía, lo cual también fue un motivo
para que la descolonización se llevase a efecto sin demasiadas
resistencias, aunque hubo matices en esta actitud; la descolonización
llevada a cabo en las propiedades inglesas y francesas siguió un
camino un tanto diferente en cada uno de esos entornos, y es por ello
por lo que suele hablarse del “modelo de descolonización” inglés
o francés.
➌Desde la óptica de
Londres, se reconoció rápidamente que la descolonización iba a
ser un proceso irremediable, al que era inútil oponerse, y frente al
cual lo más pragmático era intentar conseguir el mantenimiento de
una cierta influencia política, con el reforzamiento de los lazos e
intereses económicos entre la colonia y la metrópoli. La
flexibilidad mostrada por Gran Bretaña facilitó enormemente
la transición hacia la independencia en sus antiguas posesiones -la
India, un auténtico polvorín, es una buena muestra de ello- y
posibilitó ese objetivo de mantener las relaciones desde este otro
punto de vista. La creación y posterior consolidación de la
Commonwealth es la plasmación concreta de este modelo inglés de
descolonización, que sin duda estuvo estimulado por la gran
tradición y experiencia diplomática del Foreing Office inglés, y
por el hecho de que las colonias inglesas sufrieron especialmente el
conflicto de la 2ª Guerra mundial, con el fuerte cambio de las
mentalidades hacia el estatus colonial que ello supuso.
Por el lado francés las
cosas no discurrieron por el mismo camino, y si antes hablábamos de
“flexibilidad” ahora habría que hacerlo de “intransigencia”.
La resistencia francesa a la pérdida de sus colonias le llevó a
enfrentarse a ellas en conflictos intensos y sin una auténtica
perspectiva de éxito. La guerra de Indochina -continuada por los
EEUU tras la retirada francesa- o la guerra en Argelia son dos buenas
muestras de este otro modo de hacer. A diferencia del caso inglés,
las colonias francesas no estuvieron tan implicadas territorialmente
en el conflicto armado, constituyendo así una “reserva” en la
retaguardia de la Francia Libre, que se intentaría, inútilmente,
conservar, retrasando el inevitable final durante una década.
➍En resumen, la descolonización
fue fruto de un cierto debilitamiento y desistimiento de las
potencias coloniales, de la ascensión de los sentimientos -e
intereses- nacionalistas, ideológicamente antiimperialistas,
y también de la situación política general del momento, en plana
“guerra fría”, situación a la que vamos a dedicar el
siguiente punto.
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5 – La Guerra fría: la política de bloques.
Al principio del trabajo
presentado en la PAC2 de esta asignatura se decía:
“Simplificando, puede
hablarse de un bloque occidental, bajo la guía y tutela de los
Estados Unidos de América, y de un bloque oriental liderado por
Rusia, en aquel momento, la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas. Las “relaciones” entre ambos bloques son bien
tirantes, y se instaura entre ellos una “guerra fría5”
que va a orientar y condicionar la historia del mundo hasta
(simbólicamente) la caída del muro de Berlín en 1989.”
Se trataría ahora de describir
con algo más de detalle los hechos fundamentales de esta época de
Guerra fría para poder relacionarlos posteriormente con el proceso
de descolonización.
➊Los
inicios de la situación política mundial que ha convenido en
llamarse “la guerra fría” pueden situarse ya en los últimos
meses de la 2ª Guerra mundial, y en la inmediata posguerra.
Efectivamente, EEUU y la URSS acaban la lucha armada con un
sentimiento “tangible” y ostensible de liderazgo
a
escala mundial.
EEUU se sabe poseedora de la clave “material”
de la victoria, mientras que la URSS sabe que ha aportado la clave
demográfica
y territorial esencial para vencer al ejército alemán. Esta
situación de enaltecimiento de la propia importancia se proyecta
sobre el mundo occidental por parte de EEUU y sobre el antiguo
imperio zarista y países limítrofes por parte de la URSS. La
partición de Alemania y la “micropartición” de Berlín marca la
“frontera mental” entre ambas potencias, y el recelo
mutuo sobre los
supuestos afanes expansionistas llevan a cada una de ellas al
enfrentamiento con la otra. Ha empezado una guerra, efectivamente,
pero de otra clase. El enfrentamiento no va a ser armado -al menos
directamente entre ellas- sino económico,
social e ideológico.
Cabe decir que si en el principio de la Guerra fría se observa
claramente la “responsabilidad” (o irresponsabilidad) de ambos
contendientes, rápidamente es EEUU quien eleva el tono de amenaza,
de “apocalipsis” justificatorio de la situación, yendo la URSS
un tanto a remolque.
➋Por
parte de EEUU y sus “aliados” existía un cierto miedo a una
recesión
económica y política, en algún modo similar a la producida después
del conflicto de 1914, pero de alcance mucho mayor dada la situación
de Europa especialmente al acabar la 2ª Guerra mundial. Se veía
desde esta óptica occidental a la URSS como una potencia fuerte,
reafirmada en sus ideas revolucionarias de alcance mundial, vencedora
del fascismo en su propio territorio. La respuesta a esta situación,
que en principio no tenía porqué haber conducido a un
enfrentamiento, pasa por el establecimiento de una línea ideológica
que se demostrará irreductible, un “primer
mundo” occidental,
democrático, estable en lo económico y en lo político, frente a un
“segundo mundo”,
autocrático, de partido único, supuestamente revolucionario. En los
dos bloques
en que se divide la política mundial se observa también el clásico
recurso al “enemigo exterior” para la justificación de muchos
intereses económicos y políticos internos.
➌La
situación de enfrentamiento entre ambos bloques se ve frenada de
inmediato por la irrupción en la escena militar y política del
armamento atómico, que impide el conflicto directo entre las
potencias nucleares. Paradójicamente, el arma “definitiva” se
convierte en un paralizador
del conflicto militar a escala mundial, y las tensiones entre los dos
bloques derivan
hacia otros objetivos, tanto político-económicos como de conflictos
armados locales, en los que los dos bloques dirimen diferencias sin
un enfrentamiento directo de consecuencias inimaginables. La carrera
de armamento, tanto nuclear como convencional, empieza a pesar
fuertemente sobre las economías a escala global, y será la semilla
del fin de la Guerra fría por agotamiento de la capacidad económica
de los contendientes, tanto de la URSS como, de manera menos
evidente, de los EEUU.
➍La
intensidad de la Guerra fría, muy fuerte inicialmente, no fue la
misma en todo el período estudiado, notándose una cierta
“distensión” en la década de los años 60. Sin embargo,
la década de los años 70 ve un recrudecimiento de las
tensiones internacionales, provocada por la crisis energética del
petróleo, por las implicaciones de la guerra de Vietnam y por la
guerra del Yom Kippur en el polvorín del Oriente Próximo. Los
escenarios de enfrentamientos locales se multiplican (Afganistán),
las situaciones políticas de países clave en las estrategias
internacionales sufren continuos cambios (caída del Sha en Irán y
subida al poder del ayatola Jomeini), y la situación internacional
puede considerarse fuertemente deteriorada. En particular, la
URSS ha entrado en un proceso de desgaste económico superior a sus
capacidades de gestión de los recursos disponibles, y es en este
marco en el que aparece la figura de Mijail Gorvachov, que juntamente
con Ronald Reagan escenifican el -provisional al menos- fin de la
Guerra fría.
➎La
Guerra fría polarizó totalmente la política internacional
(y tuvo una gran influencia en las políticas internas), hizo tabla
rasa de las antiguas formas de enfrentamientos bélicos, y
produjo una perniciosa paralización de la evolución política
mundial que podría haberse producido sin ella. La carrera de
armamento, la enorme producción de armas de todo tipo para
vender a no importa quién, es uno de los más pesados lastres que la
Guerra fría ha dejado detrás suyo, juntamente con un debilitamiento
de las estructuras políticas internacionales, un vacío de
liderazgo en ambos bloques, y una confusión generalizada
acerca de los objetivos y enfoques de una política internacional
compatible con las ideas de progreso que parecían firmemente
establecidas en la segunda mitad del Siglo XX. Con la Guerra fría
acaba, indudablemente, toda una época.
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6 – La descolonización en el marco de la Guerra fría.
Hemos
visto en los dos puntos anteriores cómo, al finalizar la 2ª Guerra
mundial, empiezan de manera quasi-simultánea los dos fenómenos que
nos ocupan, la Guerra fría y la fase de formalización de
independencias en el proceso de descolonización que se produce a
escala mundial. Dada esa simultaneidad
tan llamativa, cabe preguntarse en primer lugar si cualquiera de los
dos fenómenos fue la causa del otro. Huyendo, como siempre, de la
“causa única” de los acontecimientos históricos, la respuesta a
la pregunta debe ser “no” en las dos direcciones. Por un lado, el
conjunto de causas que llevaron a la Guerra fría y que hemos
analizado en el punto 3 de este trabajo, son en gran manera
independientes y previas al inicio de la fase de la descolonización
que le es coetánea. Y al contrario, la descolonización, si bien se
acelera al acabar la 2ª Guerra mundial, ya había plantado sus
raíces anteriormente, y por motivos (vistos en el punto 2 de este
trabajo) en los que no aparecía la rivalidad entre las dos potencias
principales.
➊Dicho
lo anterior, no hay que concluir sin embargo que fueran fenómenos
absolutamente disjuntos. Si bien es cierto que la descolonización en
este período “arrancó” de manera independiente de la existencia
o no de enfrentamientos entre las superpotencias, no es menos cierto
que ese enfrentamiento entre ellas se “apropió” en gran manera
del proceso de descolonización, convirtiéndolo en un
arma más de la confrontación.
Hay
que señalar que al inicio del período estudiado, ambas
superpotencias apoyan decididamente -y de momento,
“desinteresadamente”- los procesos de descolonización. Por un
lado, EEUU no ha perdido de vista todavía sus orígenes de
ex-colonia, y no puede por menos que apoyar procesos similares. Por
el otro lado, la proyección externa de la URSS, su internacionalismo
declarado, le obliga en gran manera a adoptar una actitud favorable a
la descolonización, siempre en el marco de la “liberación” de
los pueblos.
Esta
situación de apoyo teórico a la descolonización no tarda en ser
sustituida por la actitud -más pragmática- que imperará durante
toda la duración de ambos procesos: por un lado, EEUU usará la
descolonización como un arma para la contención de la
“amenaza” comunista (real o imaginada); por otro lado, la URSS
utilizará también la descolonización como un elemento de extensión
de su ámbito de influencia, pero sin buscar realmente una expansión
territorial formalizada. La diferencia de enfoque ante la
descolonización era clara, los EEUU actúan siempre que ven la
posibilidad de que algún país -especialmente de los que se van
creando nuevos- entre en la órbita de influencia comunista, siempre
pensando en la amenaza expansionista de la URSS. Esta, sin embargo,
es mucho menos “agresiva” en este orden de cosas, ya que en
realidad piensa que el capitalismo, agudizando sus contradicciones
internas, caerá por sí solo de manera inevitable.
La
política de ambas potencias de atraer hacia sus respectivos ámbitos
de influencia a los nuevos países descolonizados puede decirse que
tuvo un éxito relativo solamente. Los países que iban
surgiendo al acceder, de una manera u otra, a la independencia
formal, se encontraban con una serie de problemas muy similares,
organizativos en lo político y de falta de recursos en lo económico.
Esa similitud en las dificultades empieza a conformar en esos países
una conciencia de grupo, y nace así lo que se convino en llamar “el
tercer mundo”, en contraposición con los otros dos “mundos”.
Estos países, que hubiese sido razonable que se hubieran integrado
lo más formalmente posible en alguno de los dos bloques
preexistentes, adoptan sin embargo una postura de “no alineación”,
intentando apartarse lo más posible de los conflictos entre bloques,
de manera que éstos no experimentan una expansión territorial
tangible. Por descontado, esa “no alineación” era muchas
veces un intento de obtener las mayores ventajas posibles de
cualquiera de los dos bloques, y otras veces era puramente teórica,
como los ejemplos Egipto/URSS y Iran/EEUU ponen claramente de
manifiesto.
La
Guerra fría utilizó también la descolonización como una “válvula
de escape” de las tensiones entre bloques, generando conflictos
armados locales (Vietnam es un ejemplo extremo de ellos),
introduciendo fortísimas tensiones económicas debidas en gran parte
al gasto militar, observándose un desplazamiento de escenarios de
conflicto hacia ese tercer mundo emergente (Afganistán, caída del
Sha en Iran) dado que la situación en Europa está completamente
“congelada” por la total bipolarización de la política de
bloques.
La
referencia al gasto militar de los países descolonizados
durante la Guerra fría no es sólo significativa en cuanto a la
economía se refiere, ya que desde el punto de vista político
también tuvo una gran trascendencia la enorme inversión en
armamento que se produjo en los países surgidos de la
descolonización. Ejemplos como Argelia, Libia, Siria,... ponen de
manifiesto hasta qué punto la política de un país era influenciada
por la compra -que no siempre el uso- de material bélico. Las
excolonias se veían sometidas a unas fuertes tensiones entre sus
fines deseados y sus recursos posibles, y la situación de
inestabilidad que ello conllevaba se paliaba con el recurso a la
militarización más o menos encubierta. Los dos países
hegemónicos tuvieron en ello una responsabilidad parecida, y una de
las principales maneras de atraer a su órbita a los nuevos estados
adoptaba la forma de “ayuda” militar. Esa hipotética ayuda no
era en realidad más que una manera de “atar” al país en
cuestión, ya que los repuestos, la sustitución del material
obsoleto, la munición, la formación,... debían buscarse
posteriormente en el país de donde había salido la ayuda, lo que
hacía difícil el cambio de un bloque a otro.
➋ El
fin de la descolonización -aunque no de las dependencias- se produce
unos años antes del fin de la Guerra fría. En los últimos años de
esta, una cierta “coexistencia pacífica” ha tomado el relevo en
las relaciones internacionales y, habiendo acabado prácticamente
todos los procesos de independencia, la situación internacional
entra, de la mano de Mijail Gorvachov y Ronald Reagan, en una época
diferente. Atrás queda la bipolarización del mundo en dos grandes
bloques, atrás queda la amenaza nuclear, la división de mundo tal
como se había conocido hasta entonces. Una “globalización”
de intereses, actitudes y procedimientos en casi todos los ámbitos
-especialmente el económico- hace difuminarse hasta el propio
concepto de “frontera”, de manera que muchos países surgidos en
la segunda mitad del Siglo XX se ven abocados a una situación de
supervivencia bastante compleja en el entramado de intereses
económicos mundiales.
Y
en esos países nacidos de las antiguas colonias, el fin de la Guerra
fría supone un drástico recorte de ayudas, proyectos de cooperación
y desarrollo, un cierto “abandono” en suma, que junto con la
enorme cantidad de armas existentes en todos ellos, supone una triste
herencia de toda la historia de la colonización y la
descolonización.
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7 – Una descolonización pendiente: el Sáhara español.
En
la última parte de este trabajo se nos propone el estudio de un caso
de descolonización “pendiente”, el de la antigua colonia y
provincia española del Sáhara. En efecto, la situación del
territorio del Sáhara Occidental, que constituye el núcleo
principal (de una extensión del 50% de la Península Ibérica) de
las (ex)colonias españolas en África, no deja lugar a dudas: la ONU
reconoce que España
sigue siendo la potencia administradora
del territorio, y el Tribunal Internacional de la Haya no reconoce
ninguna soberanía marroquí sobre la zona. España, de manera un
tanto increíble, cedió unilateralmente su provincia del Sáhara a
Marruecos y Mauritania mediante el Acuerdo de Madrid6
(14 de noviembre de 1975, seis días antes de la muerte del dictador
Franco), acuerdo que no tiene ningún valor jurídico a nivel
internacional, y que ha puesto a la excolonia en una situación de
impasse
cada vez menos sostenible.
➊La
historia del Sáhara español nace a finales del Siglo XIX, cuando
se empieza a gestar el reparto colonial del continente africano.
España realiza algunas expediciones en la zona (después de la
Conferencia de Berlín, 1885) movida en parte por su interés en
rehacer sus posesiones africanas, en parte por las posibilidades de
defensa de las Islas Canarias desde la costa africana, y en parte por
los crecientes intereses pesqueros en el banco sahariano. Junto con
Francia, España se reparte Marruecos, y antes de la 1ª Guerra
mundial en el Norte de Marruecos (junto con Ifni) se adopta la forma
jurídica clásica del protectorado.
Más al sur, en el Sáhara, la presencia española se va haciendo
cada vez mayor; en 1934 se funda El Aaiun, que será la capital del
territorio colonial, y la población saharaui comienza un proceso de
sedentarización, implicándose en trabajos mineros y pesqueros, así
como entrando a formar parte de las tropas auxiliares españolas, las
denominadas “Tropas Nómadas”.
➋En
el proceso general de descolonización posterior a la 2ª Guerra
mundial, ya estudiado en los puntos anteriores de este trabajo, le
llega el turno a Marruecos. Francia y España devuelven la soberanía
plena del territorio marroquí a la monarquía alahuita en 1956,
acabando así el protectorado español en la zona. España se queda
con Ceuta, Melilla, Ifni, el Sáhara Occidental y algunos islotes
rocosos en la costa marroquí (el llamado Isla Perejil se haría
famoso muchos años después...)
Marruecos,
dirigido por el monarca alahuita Mohammed V (al que sucedió Hassan
II en 1961), comienza la larga serie de presiones para
recuperar los territorios que España aún controlaba. A las
aspiraciones territoriales de Marruecos se suma Mauritania, que
también reclama todo o parte del Sáhara por el sur (en 1963 la ONU
desestima esa petición mauritana). El enfrentamiento bélico en Ifni
de 1957/1958 (que militarmente lo gana España, con ayuda francesa,
pero que acaba con una cesión territorial a Marruecos, la de la
Franja de Tarfaya) es el inicio de la devolución de ese pequeño
enclave a Marruecos en 1969. En esa fecha, mediante el Tratado de
Fez, se da cumplimiento parcial a la resolución 1965/2072 de la ONU,
en la que se instaba a España a traspasar a Marruecos tanto Ifni
como el Sáhara.
➌La
resistencia
española a la devolución del Sáhara a Marruecos se debía
esencialmente a cuestiones económicas, centradas en el fosfato
de Bu-Craa y en la pesca
en el fértil banco
sahariano. Las acciones emprendidas para ello fueron tres, en un
crescendo
administrativo que intentaba poner coto tanto a las aspiraciones de
Marruecos como a los incipientes movimientos independentistas
saharauis (Movimiento de Liberación Saharaui, creado por Mohamed
Sidi Brahim Basiri en 1967). En primer lugar, en 1958-1958, se
convirtió el territorio saharaui en una provincia
más del estado español. En segundo lugar, en 1967 se crea la
Yema'a,
una asamblea de notables saharauis con funciones de representación
ante España, que en plena dictadura franquista era más una cuestión
de imagen que de auténtica representación. Por último, en 1974, y
muy posiblemente bajo la influencia de los acontecimientos
revolucionarios portugueses del momento y en el marco del final de la
dictadura franquista, se aprobó un Estatuto
de Autonomía para el
Sáhara como un primer paso para una futura independencia, que no
llegó a concretarse, como veremos a continuación.
➍Al
anunciar España en 1975 (siguiendo las indicaciones de la ONU) la
intención de realizar un referéndum
de autodeterminación
en el Sáhara para establecer las condiciones de la independencia,
este llevó la cuestión al Tribunal Internacional de La Haya
(juntamente con Mauritania), que no les reconoció sus aspiraciones
de anexionarse directamente el territorio saharaui, como pretendían.
En esta escena se había añadido en 1973 la fundación del Frente
Polisario, movimiento
sucesor en gran medida del anterior MLS. El Polisario se enfrenta a
España ya que es la potencia colonizadora, pero también se enfrenta
a Marruecos, que no esconde en absoluto sus intenciones de anexión
pura y dura.
➎Cuando
en mayo de 1975 se inician los trabajos
de la ONU para llevar
a cabo el referéndum de autodeterminación (ya que España ha
renunciado a ello por la confusa situación de su política
internacional en los meses finales de la dictadura), se ve claramente
que el resultado no puede ser otro que el de la independencia del
territorio, por lo que las presiones
marroquíes (tanto
directas como a través del lobby
que tiene en Madrid) crecen día a día. EEUU no es en absoluto ajeno
a esta cuestión, ya que estaba interesado en una cierta
“neutralización” de la zona, y no podía aceptar la creación de
un nuevo estado “socialista” en la región, en la esfera de
influencia de Argelia que en aquel momento es muy poco
pro-occidental. A medida que la situación política en Madrid
empeora, y con todas las presiones imaginables, la diplomacia
española -que aún pretendía mantener una cierta “dignidad” en
el proceso- se ve desbordada por la realidad de los intereses de todo
tipo que están en juego, y no tiene más remedio que, sencillamente,
abandonar el Sáhara.
El detonante es lo que convino en llamarse la “Marcha Verde”, un
amago de ocupación civil del territorio, que no llegó a completarse
ante la rendición de España a todas las pretensiones marroquíes.
Los llamados “Acuerdos
de Madrid” firmados
en noviembre de 1975 por las tres partes en litigio, España,
Marruecos y Mauritania, formalizan el abandono de la excolonia, que
debe recordarse que en ese momento tenía el status
de provincia española como cualquiera de las otras. Pocos días
después de esos acuerdos fallece el dictador Franco -que había
mantenido, en la medida de sus posibilidades, una actitud
antiabandonista, y el Príncipe Juan Carlos -Jefe de Estado en
funciones en el momento de abandono definitivo del Sáhara- se
convierte en el Rey Juan Carlos I, inmediatamente después de haber
perdido un tercio del territorio español y unos centenares de miles
de españoles del Sáhara.
➏Tras
el abandono del territorio por parte de España, Marruecos
lo ocupa rápidamente
(Mauritania le cede en 1980 su parte ante la situación interna suya,
que le hace imposible el mantenimiento de la ocupación),
enfrentándose a la población saharaui, con un importante número de
bajas. Se genera en este momento una dinámica de huida
del territorio ante la
presión marroquí, y Argelia
acoge a un buen número de saharauis en campamentos de refugiados
que han perdurado
hasta la actualidad. El Frente Polisario, tras gestionar ese éxodo
en la medida de lo posible, mantiene una lucha
armada desigual y sin
futuro contra las fuerzas armadas reales de Marruecos (FAR), que en
ese momento han vuelto de sus aventuras en el Oriente lejano y son
enviadas al Sáhara por Hassan II para su “neutralización”. En
1976 el Polisario proclama la RASD
(República Árabe Saharaui Democrática) que se convertirá en
estado miembro de la OUA en 1984.
➐El
Frente Polisario, con ayuda argelina y libia, mantiene una lucha de
guerrilla en el desierto contra Marruecos, que mientras tanto va
poblando el territorio saharaui con población marroquí para obtener
así el control definitivo en caso de celebrarse el referéndum de
autodeterminación que la ONU -en teoría- sigue preparando. La
situación militar se deteriora pronto, dada la enorme capacidad que
Marruecos va desarrollando a base de las ayudas internacionales que
va consiguiendo, y en
1991 se pacta un “alto el fuego”
entre el Polisario y Marruecos (hoy ya con el sucesor de Hassan II,
Mohammed VI) que perdura hasta el momento
actual.
➑La
situación del Sáhara español presenta un panorama sombrío bajo
cualquier punto de vista que se considere. En
lo militar, el
Polisario ha perdido la posibilidad -si es que la llegó a tener
realmente en algún momento- de conseguir la independencia por la
fuerza de las armas. En
lo social, la
población vive dividida entre los campamentos de refugiados en la
hamada
argelina cerca de Tinduf, los “Territorios ocupados”, el propio
Marruecos, la excolonia española,... en una situación de dispersión
poblacional que hace inviable cualquier tipo de presión por su
parte. En los últimos años se ha producido, además, una clara
ruptura generacional en el pueblo saharaui, diferenciándose el
comportamiento, la actitud y los intereses de los saharauis que
sufrieron los primeros años del exilio respecto a los más jóvenes,
que ya han desarrollado toda su vida en un entorno de desarraigo y
sin referentes históricos que puedan servirles de elemento de
cohesión. En lo
económico, el
panorama es desolador, y los saharauis refugiados en Argelia viven
simplemente de la caridad mundial, sin ninguna posibilidad de
desarrollo de una economía propia por mínima que fuese. En lo
político,
el “equilibrio” alcanzado beneficia a todas las partes (haciendo
abstracción, evidentemente, de la población civil propiamente
dicha). Marruecos
tiene en sus manos el control económico de la producción de
fosfatos y de la riqueza pesquera, y de una hipotética presencia de
petróleo. Además, utiliza -de una manera bien clásica- el
conflicto del Sáhara como un elemento de contención de su auténtico
problema interior, el del pueblo bereber
en el noreste de Marruecos. Por si fuera poco, los campamentos de
refugiados presionan a Argelia, competidor local de Marruecos, quien
tiene así una cierta presencia en los asuntos argelinos. Pero en
Argelia
la situación está viviéndose también como un elemento
distorsionador de la política marroquí, y le interesa mantenerla
así, apoyando al Frente Polisario. Y no hay que olvidar la nada
desdeñable cifra de negocio que le supone el paso por su territorio
de toda la ayuda internacional dirigida hacia los campamentos
saharauis. Lejos de la zona, EEUU
mantiene a través de un punto de presión y control, habiendo
apostado fuertemente por la monarquía alahuita como aliado en la
zona. La ONU
en teoría sigue “preparando” el referéndum de
autodeterminación, paralizado aparentemente por una cuestión
censal, pero que en la práctica es impensable que pueda llegar a
producirse dada la situación creada internacionalmente en la zona,
al menos hasta que su resultado sea el que Marruecos y sus aliados
desean que sea.
Punto
y aparte se merece la actuación de la potencia colonizadora.
La abdicación unilateral de España de sus responsabilidades
administrativas, jurídicas y éticas en su antigua provincia es
difícil de calificar, y desde luego no se encuentran demasiados
ejemplos de una actuación similar (el comportamiento de Portugal en
Timor, al menos en una primera fase de la descolonización, podría
parecerse un tanto). Dos son los puntos que siempre se tratan cuando
se intenta explicar el porqué de la actitud española -de “todos”
sus gobiernos democráticos desde la muerte de Franco y abandono del
Sáhara en 1975. En primer lugar, la gestación del conflicto
en un momento caótico de la política española, con un dictador en
el lecho de muerte y un sucesor de ese dictador con el enorme
problema de “credibilidad” ante un país que le ve como una
imposición póstuma de la dictadura. Salvada esa fase, España tiene
en realidad las manos atadas ante el conflicto del Sáhara.
Desde un punto de vista geopolítico, EEUU ha tomado partido por
Marruecos en la zona, y difícilmente la política española puede
superar ese hecho. A una escala más local, Marruecos tiene frente a
España una batería de “argumentos” incontestables:
Ceuta, Melilla, Las Islas Canarias, el control de la emigración
marroquí hacia España, la inversión española en Marruecos, los
acuerdos pesqueros en en banco atlántico saharaui/marroquí...
frente a estas “razones”, la capacidad de maniobra de los
gobiernos españoles ha sido -y muy posiblemente, lo siga siendo-
nula. Dejando de lado “la razón de estado”, al menos la
población española ha dado muestras sobradas de un comportamiento
ético y solidario irreprochable a través de decenas de
asociaciones de ayuda al pueblo saharaui. Esas asociaciones se mueven
entre la indiferencia de los gobiernos españoles, la hostilidad de
Marruecos y el aprovechamiento de Argelia, y su actuación adolece
siempre de una seria falta de coordinación y de objetivos a
medio/largo plazo, con lo que es cuestionable que se esté ayudando a
una auténtica recuperación más allá de la indudable labor
humanitaria a escala personal que realizan.
➒Este
proceso de “no-descolonización” que España ha seguido en su
territorio del Sáhara es difícilmente comparable con los
modelos de descolonización francés e inglés que ya hemos visto en
el punto 2 de este trabajo. Desde luego, no es comparable con el
modelo inglés, en el que las acciones diplomáticas lograron
suavizar los aspectos más conflictivos de la descolonización.
España retrasó lo más posible la descolonización del Sáhara (a
diferencia de lo sucedido en las posesiones inglesas), y sólo la
llevó a cabo -o no la llevó, tal como hemos visto- cuando ya no
hubo más remedio, y sin que la diplomacia lograra dar al menos una
apariencia de corrección jurídica al proceso. También es muy
diferente lo que consiguió España al irse del Sáhara si lo
comparamos con los lazos económicos y la influencia política que
Inglaterra conservó en muchas de sus ex-colonias, con la
Commonwealth como referente. Inglaterra cerró su proceso de
descolonización con todos los problemas que se originaron, pero lo
hizo de una manera esencialmente coherente y procurando, al menos a
medio plazo, volver a relacionarse con sus colonias. Nada de ello
hizo España con el Sáhara, simplemente “sacrificado” por la
mezcla que ya hemos comentado de confusión política en la
transición a la democracia y posterior interés obligado en otras
zonas más prioritarias.
Tampoco
se encuentran demasiados puntos de contacto con la manera de hacer
francesa, más intransigente y tardía que la inglesa. Es cierto
que en la guerra de Ifni Francia y España pelearon codo con codo
contra Marruecos, pero no es la política de enfrentamiento militar
la que predomina en el Sáhara, como podía predominar en la
Indochina francesa. En efecto, la poca oposición armada que el
Frente Polisario pudo hacer frente a España entre 1973 y 1975 no es
en absoluto comparable a lo sucedido en Dien Ben Fu, por ejemplo. De
hecho, España peleó poco contra su colonia. A diferencia de lo
sucedido en las colonias francesas e inglesas, la presión para que
se iniciase la descolonización venía más de un país exterior (de
Marruecos más que de Mauritania) que del propio Sáhara, canalizada
esa presión a través del Polisario. En los meses que precedieron a
la salida española, la guarnición española alternaba a Marruecos y
a al Frente Polisario como enemigos a controlar, situación que se
había dado pocas veces en otros procesos descolonizadores en los que
el conflicto con la metrópoli se debía estrictamente al interés de
la propia colonia.
➓Lo
dificultoso de la comprensión del proceso descolonizador de España
en el Sáhara estriba precisamente en esa situación de indefinición
en la que se ha situado la política española frente a un proceso
que está por acabar. Es difícil pensar que España pueda
involucrarse de manera decidida en la resolución del proceso, y la
ONU está dando también muestras claras de no saber/poder
resolverlo. Hace más de treinta años que los habitantes
ex-españoles del Sáhara viven fuera del tiempo y del espacio, y si
no cambia significativamente la situación -algo imprevisible con los
datos disponibles- es muy probable que en no demasiado tiempo el
problema simplemente se disuelva en el olvido.
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8 - Biblio y webgrafia.
A)Los
libros utilizados para realizar el trabajo se exponen a continuación,
especificando los capítulos utilizados realmente. Se distinguen dos
grupos diferentes, en función de para qué parte del trabajo se han
usado:
A1)Documentación
general:
1.-HOBSBAWM,
E., “Historia del Siglo XX”, Crítica, Barcelona,
2007.
Cap.
VII: “El fin de los imperios”
Cap.
VIII: “La guerra fría”
Cap.
XII: “El tercer mundo”
Cap.
XV: “El tercer mundo y la revolución”
2.-NOUSCHI,
M., “Historia del Siglo XX. Todos los mundos, el mundo”,
Cátedra, Madrid, 1999.
Cap.
VII: “Tiempos
gloriosos”
3.-SANTACANA
I TORRES, C., “La
descolonització”, UOC, 2008.
Documento completo
4.-TORTELLA,
G., “La
revolución del Siglo XX”,
Taurus, Madrid, 2000.
Cap.
XI: “El
tercer mundo”
5.-VEIGA,
F., “El món
d'entreguerres”,
Mòduls didàctics
de l'assignatura
“Història contemporània II”, Ed. UOC, Barcelona, 2002.
Mòdul
3: “Aparició,
apogeu i atenuació
de la primera guerra freda. La descolonització: 1945-1973”
Mòdul
4:
“La segona guerra freda. Orígens, desenvolupament i final:
1974-1991”
6.-VILLARES,
R. y
BAHAMONDE, A.,
“El mundo
contemporáneo, Siglos XIX y XX”,
Taurus, Madrid, 2001.
Capítulo
XV: “Vientos
de libertad. Los procesos de descolonización”
7.-SÁNCHEZ CERVELLÓ, J., “Descolonización y
surgimiento
del Tercer Mundo”,
Hipòtesi, Barcelona, 1997.
Libro
completo
A2)Documentación
sobre el Sáhara español:
8.-BÁRBULO,
T., “La historia prohibida del Sáhara español”,
Destino, Barcelona, 2002.
Libro completo
Se ha evitado, a lo largo del trabajo, poner citas concretas a estos
textos a pie de página, para facilitar la lectura. En realidad, se
han trabajado a
fondo para la primera parte del trabajo el libro de Hobsbawm, así
como el documento de Santacana. El libro de Villares ha proporcionado
algunas precisiones sobre el enfoque general del estudio de la
descolonización, y el de Tortella ha hecho lo mismo para la guerra
fría. La obra de Sánchez, pese a su brevedad, ha sido
extremadamente útil para la comprensión del fenómeno
descolonizador en su conjunto. El libro de Nouschi se ha leído -el
capítulo referenciado arriba- pero no se ha incorporado en exceso al
trabajo. En cuanto a la segunda parte del trabajo, concretada sobre
el Sáhara español, se ha leído a fondo el libro de Bárbulo, se
han hecho algunas consultas en la web, y se ha utilizado el
conocimiento directo que el autor de esta PAC tiene sobre la cuestión
del Sáhara.
B)La información utilizada basada en la WEB ha sido muy escasa en
esta PAC3, dada la abundante y excelente bibliografía en papel de la
que se ha dispuesto. Las referencias usadas ya se han puesto en su
lugar correspondiente, y por su escaso número entendemos que no es
relevante referenciarlas aquí de nuevo. Todos los enlaces se han
comprobado a las 18h del 29 de mayo de 2008.
C)Por motivos personales, se dispone de un cierto volumen de
información sobre la situación en el Sáhara en la actualidad, que
ha intentado usarse con toda la prudencia debida, y con el solo
objetivo de enmarcar correctamente el posible futuro de la
descolonización aún pendiente.
*********************************
“Los
acuerdos de Madrid [de 1975] no
han transferido la soberanía del Sáhara Occidental ni
han otorgado a ninguno de los firmantes el status de potencia
administradora, status que España no
puede transferir unilateralmente.”
(Resolución 2002/161 del Departamento Jurídico de Naciones Unidas7)
José Carlos Vilches Peña
En Vielha, a 29 de mayo de 2008
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9 – Notas en el texto.
2“independencias
dependientes” las titula Sánchez Cervelló.