2.-Objetivo de estas páginas.
En el marco general de la Europa del siglo
XIX, la PAC2 propone el estudio de las unificaciones de Italia y
Alemania. Para ello se analizará la (re)aparición
de los nacionalismos y su repercusión en las formación de los
nuevos estados, estudiando los antecedentes de cada una de las
situaciones de partida, los procesos concretos de unificación /
independencia (de Italia y Alemania esencialmente, aunque hubo
más...) y las consecuencias de dichos procesos en el panorama
europeo del siglo XIX, con las inevitables referencias a las
repercusiones a más largo plazo, identificadas ya entrado el siglo
XX.
3.-Antecedentes generales: Europa y Revolución.
3.1.-Napoleón y
Europa.
Aunque quizás puedan encontrarse antecedentes “remotos” en el
tema que nos ocupa, empezaremos su estudio en el cambio del siglo
XVIII al XIX. En esos años Europa ha asistido -activa y pasivamente-
a dos revoluciones en sentido estricto, la americana y la francesa,
que han cambiado el rumbo de la historia. La primera constituye
posiblemente el primer proceso descolonizador de la historia, y desde
luego el de mayor escala nunca emprendido por una sola comunidad, y
la segunda pone las condiciones para que Europa haga el gran cambio
de mentalidad que impregna el devenir histórico decimonónico.
Al amparo de la revolución francesa surge la figura de Napoleón
Bonaparte1,
sin la que es difícil entender el proceso histórico que nos
conducirá durante el siglo XIX hasta las unificaciones estatales
nacionalistas que estudiaremos. Encontramos en Napoleón una
ambigüedad -o una dualidad- intrínseca entre el hombre
revolucionario, el republicano de pro, y el hombre mesiánico de
vocación, “salvador de la Patria”, y que vuelve a formas
autoritarias de gobierno bajo diferentes denominaciones (consulado e
imperio).
En una quincena de años Napoleón revoluciona Europa a una escala
territorial y con una intensidad ideológica nunca vista antes. No
sólo es una cuestión militar (sus campos de batalla se extendieron
desde Bailén en España hasta Borodino y Moscú en Rusia, sin hablar
ya de Egipto), sino de profundas (y duraderas...) reformas
administrativas, judiciales, sociales y económicas. Además, sus
guerras con Austria, Gran Bretaña, Rusia, Prusia,... tuvieron un
efecto de lógico y profundo rechazo en las poblaciones afectadas,
sentando así una firme base en la que se apoyará el resurgir de los
nacionalismos a lo largo del siglo XIX.
En el punto que más nos interesa, cabe decir que Napoleón
estableció la “Confederación del Rin”, en la que se agruparon
los estados alemanes existentes, y también creó el “Reino de
Italia” al norte de la misma, del que él mismo se declaró
soberano, junto con el Reino de Nápoles al sur. En los procesos de
unificación alemán e italiano veremos reminiscencias de estas dos
realidades, el aspecto “confederado” en Alemania y la dualidad
norte-sur en Italia.
3.2.-El Congreso de
Viena.
Tras la caída de Napoleón se produce una oleada de conservadurismo
a ultranza, que se plasma inicialmente en la propia Francia con la
restauración borbónica en la figura de Luis XVIII2
(Tratado de París, 30 de mayo de 1814). A continuación, y bajo el
impulso principal del canciller austríaco Metternich3,
se celebra el Congreso de Viena (que acaba el 9 de junio de 1815) en
el que se intenta sentar las bases de una estabilidad europea
duradera basada en un equilibrio territorial y político, en cierta
manera “supranacional” (la Cuádruple Alianza nace con fuertes
prerrogativas intervencionistas). Las decisiones del Congreso de
Viena tienen un marcado carácter antiliberal, suponen una vuelta al
absolutismo anterior a la época napoleónica, y no tienen en cuenta
la aparición de los nacionalismos europeos, de manera que en
realidad lo se está sentando es el inicio de los movimientos
revolucionarios liberales posteriores.
De cara a las unificaciones que nos interesan, la situación es la
siguiente: por el lado que podemos llamar alemán encontramos los
reinos independientes de Baviera, Hannover y Prusia, junto con una
Confederación de Estados Alemanes (el Deutscher Bund, en cierta
manera “sucesora de la Confederación del Rin napoleónica),
sometida a la autoridad austríaca; por el lado italiano, encontramos
los reinos independientes de Cerdeña, Dos Sicilias y los Estados
Pontificios, junto con las provincias del norte de la península
itálica bajo la autoridad austríaca.
En las dos regiones comentadas hay ya un claro sentimiento
nacionalista, que, si bien tiene diferencias importantes en su
concepción, comparte una misma idea de “comunidad” y,
posiblemente despertado por el centralismo de Napoleón, un mismo
deseo de plasmar esa idea de comunidad en una realidad política
independiente.
Por más que la política de Metternich lo intente de múltiples
maneras, la realidad, terca como siempre, impone sus derechos, y la
expansión de las ideas liberales, alentadas y sostenidas por la cada
vez mayor presencia burguesa en los mecanismos del poder, es
imparable. Se inician así una treintena de años “revolucionarios”
que desde 1820 hasta mediados del siglo irán conduciendo a Europa a
la configuración con la que entrará en el siglo XX.
3.3.-1820:
Nacionalismo.
Ya en 1820 puede verse que el sistema de Metternich no es lo
monolítico y “eficaz” que se pretendía y los nacionalismos, aún
incipientes, empiezan a aparecer en el panorama político. En Italia,
Nápoles ve la revuelta de los carbonarios y, en el norte, Austria se
ve obligada a reprimir una situación bien delicada en el Piamonte.
En Rusia, la insurrección “decembrista” fracasa, pero ha quedado
patente su deseo de dotar al país de un régimen constitucional. En
Francia el asesinato del conservador Duque de Berry aparta del poder
a los moderados, facilitando la coronación de Carlos X4
en 1824, líder de los conservadores a ultranza. Pero es en Grecia
donde la situación evoluciona más a fondo, y en un entorno de apoyo
europeo de todo tipo consigue independizarse del Imperio Otomano en
1830.
3.4.-1830:
Liberalismo.
Una segunda marea revolucionaria puede fecharse en 1830. Si los
hechos de 1820 pueden tildarse de “nacionalistas”, los que se
producen en 1830 son revueltas que también tienen un claro
componente de origen liberal, lideradas por un amplio muestrario de
dirigentes burgueses. Esas revueltas tienen lugar un poco por toda
Europa: Italia, Francia, parte de Alemania, Bélgica, Polonia... En
Francia, ante el intento de supresión de la “Carta otorgada” por
parte del rey Carlos X, estalla una revuelta popular, especialmente
virulenta en París, que provoca la abdicación real, y el cambio de
rey satisface (al menos) a la burguesía de clase alta, aunque no
tanto a los republicanos. En Bélgica la opresión holandesa provoca
un movimiento en favor de la independencia, que se consigue en parte
por la ayuda de Francia, y que se plasma en la Constitución de
Bruselas de 1831, iniciando la dinastía real Leopoldo I5.
En Varsovia estalla la revolución a finales de 1830, llegándose a
declarar la independencia, pero ante la falta de apoyo exterior, la
represión del zar Nicolás I6
acaba con los moderados logros liberales conseguidos anteriormente.
En Italia, Austria vuelve a reprimir un intento de unificación en
los Ducados de Parma y Módena, así como en la Romaña.
3.5.-1848:
Democracia.
Por último, en los primeros meses de 1848 volvemos a encontrar otro
gran movimiento revolucionario en Europa. Sin embargo, hay en él un
matiz diferenciador de los anteriormente vistos, y a los motivos
liberales y nacionalistas de 1820 y 1830 hay que añadir la aparición
de exigencias democráticas nuevas, como el sufragio universal,
derecho al trabajo, superación de los formalismos liberales en aras
de una auténtica justicia, reformas sociales profundas... Muy
posiblemente por este añadido democrático, la base social de las
revueltas se amplia, y las clases trabajadoras se incorporan de lleno
a ellas. Francia, Italia, los estados alemanes, vuelven a verse
inmersos en importantes acontecimientos revolucionarios, con la
novedad que en el interior mismo del imperio austríaco se producen
movimientos nacionalistas y liberales que hasta ahora no habían
encontrado demasiado apoyo.
La reacción contra este movimiento revolucionario es muy intensa,
haciéndose todo lo posible por restablecer “la ley y el orden”,
y por ello cabe decir que sus “triunfos” concretos son escasos.
Sin embargo, algunos logros sí que permanecieron posteriormente,
como la idea del sufragio universal como un derecho a alcanzar, o la
tendencia hacia regímenes más constitucionalistas /
parlamentaristas, o la quasi-desaparición de los últimos residuos
de feudalismo.
Puede decirse que la situación política “parece” controlada por
el poder, pero que es una sensación engañosa dado que los
nacionalismos siguen presentes / latentes en la escena, y los
procesos de unificación de Italia y Alemania que se abren en este
momento son una buena muestra de ello.
(Volver al Índice)
4.-Las unificaciones de Italia y Alemania.
4.1.-El
marco general común.
Las unificaciones de Italia y Alemania tienen lugar en un marco
temporal común, y en un entorno nacionalista similar (aunque con
matices importantes). También cuentan con un impulso generador que
comparte una característica decisiva en los procesos seguidos: si
bien se apoyan en el sustrato liberal y nacionalista del momento y
del lugar, no puede decirse que sean unos movimientos ni populares ni
democráticos, como se irá viendo en sus descripciones particulares.
Además de ese marco general común, encontramos en ambos procesos
unas características repetidas que permiten hacerse una mejor idea
del “por qué” de las unificaciones.
En primer lugar, ya se ha comentado la influencia napoleónica en el
ámbito territorial que estudiamos.
En segundo lugar, el aspecto económico, en manos burguesas
liberales, es fundamental en ambos procesos. En Italia, el contraste
norte-sur (industria versus sector primario, con matices) estimula
las perspectivas de mercado. En Alemania, la unión aduanera ya
existente en torno a Prusia (Zollverein) ha ido abriendo el
camino hacia una unificación mercantil, camino que se refuerza con
la mejora de las comunicaciones, especialmente con la aparición del
ferrocarril.
En tercer lugar, en ambos procesos encontramos unos ejércitos de
carácter “moderno” (piamontés y prusiano), con un material
eficaz, con una oficialidad comprometida... que harán posible el
enfrentamiento con el “enemigo exterior”, Austria esencialmente.
En cuarto lugar, en los dos territorios encontramos diferentes
enfoques de cómo llevar adelante la unificación. En Italia,
Mazzini7
y su “Joven Italia” no piensa lo mismo que otros sectores más
moderados, como el de los neogüelfos, o el del ecléctico movimiento
“Sociedad Nacional Italiana” dirigido por Cavour. En Alemania, de
la misma manera, hay diferencias en el pensamiento unificador de la
“Joven Alemania” de corte romántico, y el de corte economicista
burgués que apoya el Zollverein
como elemento aglutinador inicial.
Por último, en ambos procesos se da una circunstancia similar en
cuanto al liderazgo de los mismos. En Italia el tándem Cavour-Victor
Manuel II y en Alemania el formado por Bismarck-Guillermo I conducen
de manera similar ambas unificaciones, difícilmente explicables sin
hacer referencia a sus personalidades.
4.2.-El
proceso italiano.
➊El
sustrato de partida8
está formado por los fragmentados Estados Italianos surgidos del
Congreso de Viena, ligados de manera mayoritaria a los reinos “no
italianos” de los Habsburgo y los Borbones. Los intereses
internacionales que confluyen inicialmente en el proceso de
unificación son esencialmente ingleses, que pretenden la formación
de un estado fuerte en la región como contrapeso a la influencia
francesa. Sin embargo, dichos intereses internacionales se
complicarán fuertemente a lo largo de todo el proceso, con
intervenciones, militares y/o diplomáticas, de Francia, Austria y
Prusia. Como línea general, podemos considerar que el proceso de
unificación italiana consiste en una expansión desde el norte
(Piamonte / Cerdeña, Valle del Po) hacia el sur, hasta Nápoles y
Sicilia. Puede pensarse que se trata de una pugna entre el norte
industrializado, burgués, y el sur agrícola y aristocrático, pero
no hay que olvidar que en esos años Nápoles cuenta con una
industria nada despreciable. El proceso es liderado (aunque no hasta
el final, por su muerte prematura) por el conde de Cavour, ministro
de Victor Manuel II de la Casa de Saboya.
➋Tras
los hechos revolucionarios ya comentados de 1820, 1830 y 1848, puede
hablarse del inicio del proceso de unificación italiana en el
momento en que Carlos Alberto9
de Saboya declara la guerra a Austria en 1848, liderando una alianza
entre su Reino de Cerdeña, el de Dos Sicilias y los Estados
Pontificios. Dos derrotas en dos años consecutivos (Custoza10,
1848, y Novara11,
1849) le obligan a abdicar en su hijo Victor Manuel II12,
un acontecimiento que sería fundamental en la evolución del proceso
unificador. Cabe decir que sus aliados (el Papa y Fernando II) no
mantuvieron firmemente las alianzas comprometidas, por diferentes
motivos, como el temor a la posible hegemonía del Reino de Cerdeña
en caso de ganar la guerra, lo que nos pone claramente de manifiesto
que el tímido inicio de la unificación no era visto de la misma
manera en todo el territorio.
➌En
la década siguiente puede hablarse de una aparente calma en los
afanes unificadores. Sin embargo, la aparición de la figura de
Cavour13
(fundador del movimiento nacionalista “Il Risorgimento”) está
gestando el inicio real de la unificación. Con una visión a largo
plazo, incomprendida por sus compatriotas, el ministro de Víctor
Manuel II y ya presidente del Piamonte, embarca al Reino de Cerdeña
en la Guerra de Crimea (1855) con Francia y Gran Bretaña contra
Rusia, con la esperanza de acceder así a las decisiones de la alta
política europea. No lo consigue, y en el Tratado de París de 1856
las peticiones italianas respecto a su (in)dependencia de Austria no
son tenidas en cuenta.
No
obstante, Cavour ha sentado las bases de una cierta relación con
Napoleón III14,
y después del intento de asesinato de este por el extremista
italiano Orsini, logran pactar una acción conjunta contra Austria,
en la que Francia recibiría la Saboya y Niza, y Cerdeña se
anexionaría la Lombardía, el Véneto y los ducados de Módena y
Parma.
➍Teniendo
en cuenta la prudencia con la que Napoleón III debe comportarse ante
el resto de Europa (no olvida la caída del primer imperio...),
Cavour logra provocar que sea Austria la que rompa las hostilidades a
finales de abril de 1859. Las tropas austríacas, de manera
incomprensible, no logran aniquilar al ejército piamontés antes de
la irrupción efectiva del ejército francés. A partir de este
momento, las tropas francesas (auténticas protagonistas de la
guerra) baten a las austríacas en Montebello15
y Magenta16,
entrando en Milán al principio del verano. Y es el 24 de junio
cuando la batalla de Solferino17
(nominalmente ganada por los francopiamonteses, pero a un coste tal
que difícilmente puede hablarse de victoria18)
pone fin a la guerra. En efecto, Napoleón III, movido por diversos
intereses (tanto personales como de política general europea, en la
que Prusia realiza acciones amenazadoras en sus fronteras) ofrece a
Francisco José I19
un armisticio, que es aceptado inmediatamente, sin tener en cuenta la
opinión de los piamonteses. Cavour dimite de la presidencia del
gobierno, pero no puede evitar que Austria retenga el Véneto y otros
territorios, mientras que el Reino de Cerdeña se anexiona la
Lombardía.
➎La
situación política evoluciona rápidamente, y uno de los factores
que más influyen en los acontecimientos es la posición reforzada de
Napoleón III en la política europea, que le permite apoyar los
movimientos unificadores en Italia. Cavour ve la oportunidad de
reactivar los procesos de unificación, y vuelve al gobierno, desde
donde los estimula durante 1859 y 1860. Finalmente, la Toscana,
Módena, Parma y la Romaña votan plebiscitariamente su adhesión al
Piamonte, la cual se produce en marzo de 1860. En abril se cumple la
otra parte del trato, y Saboya y Niza pasan a dominio francés,
también mediante un plebiscito, a modo de justificación de la
participación francesa en la guerra.
➏El
siguiente paso en la expansión territorial emprendida tiene un
carácter un tanto rocambolesco, como veremos, pero a la vez hace dar
un giro importante a las intenciones de Cavour. Hasta el momento, las
intenciones de este han sido un tanto limitadas al norte de la
península itálica, pero los acontecimientos desencadenados en 1860
por Garibaldi20
le embarcan en una unificación norte-sur no exenta de problemas.
En
efecto, Garibaldi, originario de Niza y contrario a su cesión a
Francia, organiza la famosa “expedición de los mil21”,
que desde Génova se desplaza a Sicilia, donde desembarca el 11 de
mayo. Napoleón III intenta organizar un proyecto federado para
Italia, pero Cavour y Gran Bretaña (que ha dado cobertura naval a
Garibaldi) se oponen, dado que ya buscan claramente la mayor
extensión unificada posible. Garibaldi pasa el estrecho de Mesina y
entra en Nápoles el 7 de setiembre. Ante la posibilidad de
fragmentación de su proyecto unitario que esto supone, Cavour
reacciona rápidamente, y con la disimulada aprobación de Napoleón
III, cruza los Estados Pontificios con un ejército que vence a las
tropas del Papa en Castelfidardo22
(18 de setiembre) y frena a las napolitanas en Volturno23
a finales de setiembre / primeros de octubre. Garibaldi abandona así
su proyecto personal (republicano, no monárquico) y acepta a Victor
Manuel como rey de Italia, entrando juntos en Nápoles el 7 de
noviembre. El Reino de Nápoles queda así anexionado al ya extenso
Piamonte.
Esta
integración norte-sur, no prevista por Cavour en un principio, y a
pesar de ser refrendada en plebiscito por los napolitanos, no dió
más que problemas desde un principio, y la situación social del sur
de la península no fue en absoluto tranquila, con continuas acciones
militares y bandoleras.
➐En
marzo de 1861 el Parlamento italiano, tras unas elecciones que hoy no
se calificarían de democráticas, reconoce a Victor Manuel II de
Saboya como rey de toda Italia (salvo Roma, en manos del Papa, y el
Véneto, en manos austríacas). El nuevo estado nace apoyándose en
el Estatuto Albertino, texto constitucional liberal redactado en 1848
en el reinado de Carlos Alberto de Saboya antes de su abdicación.
Cavour muere, con casi 51 años, sin ver acabada la unificación
completa de Italia, proyecto al que dedicó su vida.
La
incorporación de Roma y el Véneto a la monarquía italiana tiene
lugar en los años comprendidos entre 1862 y 1871. En cuanto al
Véneto, Italia aprovecha el conflicto entre Austria y Prusia de
1866, y consigue hacer del Véneto la “moneda de cambio” en su
alianza con Prusia, gestada el año anterior. La rápida victoria de
Prusia conduce al resultado previsto, y tras el consabido plebiscito
se consuma la anexión ese mismo año. En lo que respecta a Roma, la
cuestión es más complicada, ya que los intereses de Napoleón III
le hacen mantener una ambigüedad calculada, con la presencia de
tropas francesas en Roma. En 1862, Garibaldi, en otra de sus
genialidades, hace un intento fallido de entrar en Roma, intento que
repite en 1867, siendo derrotado por las tropas francesas. Pero una
vez más Italia se aprovecha de las disensiones en Europa, y en plena
guerra entre Prusia y Francia en 1870 aprovecha la derrota de esta
para anexionarse (¿hace falta decir que después de un plebiscito
abrumadoramente votado?) definitivamente la ciudad de los Papas, que
a partir de ese momento limitan su dominio al Vaticano. En agosto de
1871 Roma se convierte en la capital del Reino de Italia, cerrando
así el proceso de unificación.
Los
problemas de Italia en ese momento no son pocos (relación con el
Papado, profunda diversidad económica y social entre las diferentes
partes del territorio, tensiones de todo tipo entre liberales y
conservadores, reivindicaciones territoriales en el Trentino y Alto
Adigio...) y la mayoría de los mismos se enquistarán hasta bien
entrado el siglo XX.
4.3.-El
proceso alemán.
➊El
sustrato de partida24
está formado por la situación dibujada en el Congreso de Viena, con
Prusia, Baviera,
Hannover como entidades políticas ya independientes, junto con una
Confederación de Estados Alemanes bajo el poder austríaco. Los
hechos revolucionarios de 1848 habían conducido a la creación de un
primer Parlamento alemán, constituído en Frankfurt, que intentó
iniciar la creación de un estado alemán. El primer escollo con el
que se enfrentó el sentimiento nacionalista alemán en esta tarea
fue la determinación de lo que se debía entender por “Alemania”,
la “Gran Alemania” o la “Pequeña Alemania”. La actitud de
Austria pretendiendo aliarse con la Confederación decantó la
cuestión hacia el lado de la “Pequeña Alemania”. El Parlamento
votó una Constitución, en la que se contemplaba el ofrecimiento de
la corona unificada al rey Federico
Guillermo IV25
de Prusia.
Este rechazó el ofrecimiento, por un problema más de forma que de
fondo, lo que provocó una fuerte desorientación del Parlamento de
Frankfurt, que, vacío de contenido y en manos de los radicales,
acabó disolviéndose.
➋La
disolución del Parlamento de Frankfurt puede considerarse como el
punto de inicio del proceso de unificación alemán. Efectivamente,
dicha disolución abrió paso al primer intento nacido directamente
desde Prusia, auténtico motor de la unificación del territorio
alemán en todos los sentidos. El plan de Radowitz26,
ministro de Federico Guillermo IV, fraguado en 1850, intentaba la
unión con Hannover y Sajonia, apoyándose en los liberales prusianos
más moderados. El plan fracasó, primero por motivos internos dada
la oposición de los conservadores, y sobre todo por la acción de
Austria, que se opone a dicha unión y hace que Prusia abandone la
idea con un pacto impuesto en Olmütz. Aparentemente, Austria ha
ganado la partida, y se inicia una década de parálisis en las
reivindicaciones de unidad alemanas, pero nada hay más lejos de la
realidad. Durante ese tiempo, y gracias esencialmente al Zollverein
(del que está excluída
Austria) las relaciones entre los diferentes territorios alemanes se
van extendiendo y profundizando, tanto en el orden económico como en
el social. Los procesos de urbanización, las altas tasas de
natalidad, el tendido de una extensa red de ferrocarril, la
industrialización (especial referencia hay que hacer a la industria
del acero), la minería del carbón,.... fueron configurando una
realidad nacional que, si bien no estaba formada de iure,
sí lo estaba de facto.
Mientras tanto, Austria sufre, lenta pero inexorablemente, un declive
económico sustancial. El futuro conflicto entre ambas potencias se
está gestando de manera política, pero se resolverá, en gran
medida, por la desigual capacidad económica que también se gesta en
estos años de aparente calma.
Así,
debemos esperar hasta 1859 para detectar otro paso “visible” en
el proceso hacia la unidad alemana. La situación en Italia, con
Cavour implicando a Napoleón III en el conflicto entre Austria y
Piamonte / Cerdeña, es vista en Alemania como un cierto revulsivo,
dividiendo a la opinión pública, que oscila entre el apoyo a la
causa italiana (como anticipo y espejo de la unidad alemana) y la
oposición a la misma (por miedo a la hegemonía francesa). Aparece
en este momento el Deutscher Nationalverein,
movimiento de apoyo a Prusia y partidario de la solución de la
“Pequeña Alemania” con la exclusión de Austria. A continuación,
en 1862, aparece un movimiento contrario filoaustríaco, el
Reformverein, que
defiende la posibilidad de crear una zona alemana “tampón” entre
Austria y Prusia. Pero el acontecimiento que va a marcar el resto del
proceso de Alemania hacia su unidad es el nombramiento de Bismarck
como presidente del gobierno prusiano en 1862, ya con Guillermo I27
en el trono.
Cuando
Bismarck28
abandona la embajada de París y accede a la presidencia del gobierno
prusiano en Berlín, la causa de la unificación alemana ha
encontrado el motor que la empujará sin pausa hasta el final. En
política interior fue un decidido partidario de la autoridad real
sobre la parlamentaria, por más que evitase enfrentamientos con la
Asamblea parlamentaria para no hipotecar los recursos necesarios para
su política exterior. Su idea de cómo iba a ser esa política
exterior le hicieron reforzar al máximo el ejército y la autoridad
real, lo que -como no podía ser menos- le proporcionó fervorosos
partidarios y acérrimos opositores. En el viejo antagonismo entre
orden y libertad, Bismarck apostó por el primero, “maquillando”
un tanto la segunda con reformas sociales no despreciables. En cuanto
a su política exterior, el primer atisbo de cómo iba a
desarrollarse lo encontramos en la intervención de Bismarck en la
compleja cuestión sucesoria de los ducados daneses de
Schleswig-Holstein. Prusia intentó su anexión, pero se vio obligada
a pactarla con Austria, quedándose cada una de ellas con uno de los
ducados en 1865. No cabe interpretar este pacto como un “fracaso”
prusiano, ya que con él se estaba poniendo de manifiesto su
capacidad negociadora y, quizás lo más importante, se estaba
ganando tiempo para reforzar su capacidad militar pensando en un
conflicto armado que se pensaba que se produciría inevitablemente.
➎En
el año 1865, Bismarck inicia negociaciones con Napoleón III para
asegurarse su neutralidad en el previsible conflicto austro-prusiano.
A cambio, se comprometía a facilitar la anexión de el Véneto a
Italia, tal como Napoleón pretendía tras su anexión de Saboya y
Niza. El pacto se consigue en 1866, y Bismarck se ve con las manos
libres para iniciar la acción decisiva contra Austria. El conflicto
comienza de una manera “diplomática”, con una reforma de la
Confederación Germánica en la que aún se excluía más a Austria,
la cual reacciona presionando en la cuestión de los ducados daneses,
momento en el cual Prusia inicia la acción militar, conjuntamente
con sus aliados italianos. El ejército prusiano, organizativa y
materialmente superior al austríaco, consigue una victoria
sustancial en Sadowa29
(Königgrätz) en el mes de julio, que origina el tratado de Praga de
agosto de ese año. En él, Bismarck gestiona su victoria militar con
una cierta “moderación” diplomática, pero consigue lo que será
clave para el desarrollo posterior de la independencia alemana, a
saber, la exclusión ya definitiva de Austria del área de influencia
alemana. Además, el tratado crea la Confederación Alemana del Norte
(bajo la dirección prusiana) y reconoce la independencia de los
territorios alemanes al sur del Main. Esa “partición” hace que
Bismarck sólo deba preocuparse en el futuro de esos territorios al
sur, territorios que no tardan en caer en la esfera, al menos
aduanera y comercial, prusiana, ante los intentos de Napoleón III
de tener influencias en ellos. Toda esta exitosa acción exterior,
mientras tanto, ha ido produciendo en el interior de Prusia y en la
Confederación del Norte una corriente imparable de adhesión a
Bismarck y a su política, en la que se aunaban el nacionalismo
alemán de siempre, la clase dirigente de los Hohenzollern, las
clases burguesas y aristocráticas (Junkers), y el militarismo
prusiano, una mezcla explosiva que podrá explicar muchos de los
acontecimientos alemanes hasta bien entrado el siglo XX.
➏ Dado
que es ahora Napoleón III el principal obstáculo para anexionarse
Alemania los territorios del sur, es hacia Francia hacia donde se
dirige la política de Bismarck. La circunstancia que desencadena la
guerra entre Francia y Prusia hace intervenir, de manera tangencial a
España, que realmente no tenía un papel importante en la política
europea del momento. Alemania, en 1870, apoya la candidatura de un
príncipe de la casa de Hohenzollern al reino de España (donde
Isabel II30
ha sido destronada por la revolución). Ese apoyo subleva a la
opinión pública francesa y a su gobierno, que no ven con muy buenos
ojos el establecimiento en su frontera sur de un estado proclive a
Prusia. Su reacción diplomática es muy fuerte, y el rey Guillermo I
retira la candidatura. Pero Bismarck, en un intercambio de
correspondencia diplomática posiblemente manipulada, logra provocar
lo suficiente a Napoleón III como para que Francia declare la guerra
a Prusia, de manera quizás un tanto precipitada. El ejército
alemán, puesto a punto durante tantos años por Bismarck y al mando
del general von Moltke31,
obtiene una rápida victoria sobre el ejército francés en Sedan32,
en setiembre de ese año. El desastre es total, quedando prisionero
el propio Napoleón III tras la rendición, y abriéndose las puertas
de un rápido avance, sitio y conquista de París33.
Antes de entrar en ella (el 23 de enero de 1871 se negocia el
armisticio y el desfile militar tiene lugar el 1 de marzo), en el
Palacio de Versalles el Rey Guillermo I de Prusia es proclamado
primer emperador del nuevo Reich alemán, pudiendo así dar por
concluido el proceso de unificación alemana (18 de enero de 1871).
También acaba el Segundo Imperio francés, proclamándose la Tercera
República, que durará hasta 1940, cuando la República Francesa de
Vichy pacte con los alemanes.
➐Bismarck
ha conseguido su objetivo de unificación, los estados alemanes del
sur del Main se incorporan a Prusia y a la Condederación del Norte
(no sin algunas concesiones a Baviera), Francia debe ceder Alsacia y
Lorena, y el nuevo imperio alemán es un continuum con fronteras con
Rusia, Austria, Italia y Francia. El nacionalismo y el militarismo
prusianos han marcado el nacimiento de este gigante económico y
político europeo, y junto con problemas territoriales mal resueltos,
lastrarán el futuro del nuevo estado. Alemania firmará algún
tratado más con Francia en el siglo XX...
(Volver al Índice)
5.-Mientras tanto...
En las líneas anteriores ya han aparecido los protagonistas
principales de los acontecimientos narrados: Italia, Alemania,
Austria y Francia. De manera un tanto marginal también han aparecido
otros protagonistas “secundarios”: Rusia, Gran Bretaña y España.
Podemos preguntarnos que ha estado pasando en estos tres países
durante los años que van del 1850 hasta 1870, marco temporal de las
unificaciones estudiadas.
En Rusia, la situación tras la guerra de Crimea es un continuo
debate entre la tensión nacionalista y el más absoluto centralismo
zarista. Los nacionalismos “periféricos” son muy activos, pero
tropiezan fuertemente con el nacionalismo ruso, capitalizado por el
zarismo. Muchos sectores rusos no nacionalistas veían, además, muy
conveniente el fuerte centralismo impuesto por los gobiernos zaristas
como motor imprescindible de la modernización del estado. La teoría
paneslavista por la cual todos los estados eslavos debían formar una
única entidad política bajo la dirección monárquica rusa, junto
con una fuerte y forzada rusificación, provocó el rechazo de muchas
naciones sometidas a Rusia, especialmente Polonia y Finlandia. El
asesinato del zar Alejandro II34
en 1881 no contribuyó precisamente a la “democratización” de la
política interior rusa, y su sucesor (Alejandro III35)
refuerza el carácter personal del poder zarista. En estas
condiciones es comprensible que Rusia no estuviese excesivamente
comprometida en políticas exteriores complejas.
En España la época estudiada viene marcada por el reinado de Isabel
II y su destronamiento en 1868. Mientras en el interior España pone
en marcha -con dificultades notables- los procesos liberales típicos
del XIX (industrialización, ascenso de la burguesía,...) en lo
exterior se aprecia un cierto “desentendimiento” de la política
europea. La neutralidad española mantenida en esos años en los
acontecimientos europeos busca, en cierta forma, un apoyo de su
política ultramarina, con la que trata de mantener los restos del
antiguo imperio colonial.
El caso más atípico es el constituido por la Gran Bretaña, cuya
implicación en los asuntos europeos es relativamente marginal. Los
años que nos ocupan suelen titularse “la primera época
victoriana”, aludiendo al (largo) reinado de la Reina Victoria36.
Gran Bretaña orienta su política exterior hacia la constitución,
consolidación y explotación de un gran imperio colonial (Sudáfrica,
India, Egipto, China...) y mantiene una cierta neutralidad en los
asuntos europeos, posiblemente reforzada por los lazos familiares de
la reina Victoria con buena parte de los dinastías europeas del
momento.
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6.-A modo de conclusión y resumen.
Tras
la primera mitad del siglo XIX, en la que Europa ha visto / sufrido
las guerras napoleónicas, el Congreso de Viena y los procesos
revolucionarios de 1820, 1830 y 1848, en la década 1850-1870 tienen
lugar dos procesos de unificación fundamentales en la historia
Europea, los de Italia y Alemania.
Las
dos unificaciones empiezan por el norte de los futuros estados,
posiblemente las zonas más ricas y más avanzadas. Ambas se
desarrollan contra un enemigo exterior, Austria en las dos, y en el
caso alemán, también Francia, lo que aumenta el sentimiento
nacionalista que motiva y justifica la unificación ante la opinión
pública. Las relaciones comerciales en el interior de los
territorios preludian y facilitan, sobre todo en el caso alemán, la
unión política. En los dos casos, el liderazgo es monárquico,
asistido por ministros de fuerte personalidad, y el impulso y
desarrollo de las unificaciones se hace sin contar demasiado con la
opinión del pueblo, por no decir a sus espaldas (el caso italiano es
paradigmático, con plebiscitos populares justificativos siempre
posteriores a las anexiones ya realizadas).
Las
consecuencias en el mapa europeo de las unificaciones italiana y
alemana son trascendentales para la historia posterior europea, hasta
bien entrado el siglo XX. En el aspecto territorial, la aparición de
un potente estado centroeuropeo como Alemania establece las bases de
un equilibrio entre Francia, Gran Bretaña y la propia Alemania que
cuando se pierda conducirá inevitablemente a importantes conflictos.
El cambio en la mentalidad militar que se ha producido, con la
tecnificación de la guerra, hará que los conflictos bélicos
europeos sean, en lo sucesivo, sangrantes. Las relaciones de poder en
Europa se verán enormemente influidas también por los cambios
económicos que la nueva situación introduce, con una
industrialización profunda del centro europeo, en competencia con la
industrialización, también intensa, de la Gran Bretaña.
En
el interior de ambos paises, el liberalismo como marco general
filosófico y el nacionalismo como aglutinante unificador, irán
añadiendo al gobierno del estado factores democráticos que regirán
ambos paises, al menos hasta la aparición en ambos de los regímenes
totalitarios en la tercera década del siglo XX.
En
la actualidad, aún se detectan en ambos países reminiscencias de
las condiciones previas a la unificación. Así, Alemania se organiza
en landers que recuerdan
claramente su pasado confederal, y en Italia las diferencias entre el
norte y el sur siguen siendo apreciables.
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7.-Biblio y webgrafia
A)Los
libros utilizados para estudiar y documentar el trabajo realizado se
exponen a continuación separados en tres grupos, según el período
abarcado en el siglo XIX. Se especifican, cuando procede, los
capítulos que más se han estudiado:
A1)Del
siglo XIX en general:
1.-BLANNING,
T.C.W., “El siglo XIX”,
Ed. Crítica, Col. Historia de Europa Oxford, Barcelona 2002. (Cap. 1
y 5)
2.-FERNÁNDEZ,
A., “Edad
Contemporánea”, en
Historia Universal Vol. IV, Vicens Vives, Barcelona, 2006. (Cap. 5,
6, 7 y 10)
3.-PAREDES,
J., (Coord.), “Historia
universal contemporánea: de las revoluciones liberales a la Primera
Guerra Mundial”,
Ariel Historia, Barcelona, 1999. (Cap. 4, 5, 6 y 7)
(*)4.-VILLANI,
P.,
“La edad
contemporánea, 1800-1914”,
Ariel Historia, Barcelona, 1999. (Cap. 2 y 3)
A2)De
la primera mitad del siglo XIX:
5.-GRAU
MATEU, J., “La Restauració i les revolucions burgeses
(1815-1848)”, Mòdul 2 de l'assignatura “Història
contemporània I”, Ed. UOC, Barcelona, 2002. (Cap. 1 i 2)
(*)6.-HOBSBAWN,
E., “La
era de la revolución, 1789-1848”,
Crítica, Barcelona, 2001. (Cap. 6 y 7)
7.-RUDÉ,
G., “Europa
desde las guerras napoleónicas a la revolución de 1848”,
Cátedra, Madrid, 1991. (Cap. 1, 4 y 6)
A3)De
la segunda mitad del siglo XIX:
8.-FIGUEROLA
GARRETA, J., “Nacionalisme
i consolidació dels estats burgesos”,
Mòdul
4 de l'assignatura “Història contemporània I”, Ed. UOC,
Barcelona, 2002. (Cap. 3, 4 i 5)
(*)9.-PAGÈS
BLANCH, P., “Las
claves del Nacionalismo y el Imperialismo 1848-1914”,
Ed. Planeta, Col. Las Claves de la Historia, Barcelona, 1991. (Pág.
1-74)
10.-PALMADE,
G., “La
época de la burguesía”,
Ed. Siglo XXI, Col. Historia Universal Vol. 27, Madrid, 1993. (Cap.
4)
(*)Libro
recomendado de su grupo.
B)En
este trabajo, la información utilizada basada en la WEB se ha
reducido a detalles puntuales, algún mapa, alguna biografía... la
información de la que disponía en formato libro ha hecho
innecesario el recurso exhaustivo a la red, imprescindible en otras
ocasiones. Aunque ya figuran los enlaces en las notas a pie de
página, se exponen a continuación, agrupados temáticamente:
Figuras
clave:
Monarcas:
Batallas:
Mapas:
“No
podemos hacer la historia, sino solo esperar a que se desarrolle”
(Otto von
Bismarck)
José Carlos Vilches Peña
En Vielha, a 22 de noviembre de 2007
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8.-Notas en el texto.