“...los
textos griegos han sobrevivido frescos, jóvenes y lúcidos más de
dos mil años. Los cantos de Homero, las máximas fragmentadas de
Heráclito, los restos del naufragio de la poesía de Safo, el verbo
encendido de Esquilo, los versos elegíacos de Píndaro y las
sentencias de Platón y de Aristóteles han trascendido la prueba del
tiempo, han viajado incólumes por los caminos del espíritu. Aunque
muchos lo ignoren, creo en lo que afirmaba el poeta Shelley: «Todos
somos griegos1».”
(Reverte,
Javier.
Corazón de Ulises,
pág. 27)r1
0.-Introducción.
0.1.-El
propósito de este trabajo.
De acuerdo con el enunciado de la PAC1 propuesto en la asignatura de
Món Clàssic I, en este trabajo se desarrollarán cuestiones
relacionadas con dos aspectos del inicio de lo que hemos
convenido en denominar “Grecia”. Por un lado, los aspectos
históricos comprendidos entre la Edad del Bronce y la Época
Arcaica (en esencia, desde el principio del 2º Milenio a.C.
hasta la formación de las primeras ciudades griegas). Por otro lado,
y dadas las importantes connotaciones históricas que contiene, se
tratarán aspectos de la poesía homérica, centrados
obviamente en La Ilíadar2
y La Odisear3.
Respecto a la siempre espinosa cuestión del uso de los nombres
propios antiguos, he seguido, con muy pocas excepciones, la forma
usada por Pierre Grimal en su Diccionario de mitología griega y romana
(ver Bibliografía)
(Volver al índice)
0.2.-Los
entornos geográfico e histórico.
①Antes de entrar en el detalle de los ejercicios
propuestos para esta PAC1, parece conveniente hacer alguna
referencia, por breve que sea, al entorno en el que nos vamos a mover
en toda la asignatura. Para ello, nada mejor que observar algún mapa
de la Grecia antigua, y ver en él el alcance del entorno geográfico
griego antiguo.
Se
distinguen en este mapa2
claramente tres partes en la Hélade (nombre usado por los
griegos para describir su comunidad) : la parte continental
europea, en el extremo inferior de la gran península balcánica, la
parte insular del Mar Egeo (cerrada al Sur por la gran isla
cretense) y por último, al Este, la costa de lo que hoy
llamamos Turquía, cuyo nombre clásico fue el de Asia Menor. Basta
con dar un vistazo rápido a las diferentes regiones y a los nombres
de las ciudades para comprender que estamos en el corazón de muchas
cosas: los conceptos modernos de ciudad (como la de Priene), el
nacimiento de la filosofía (en Mileto...), las grandes bibliotecas
(como la de Éfeso), los grandes estrechos del Bósforo y los
Dardanelos (claves en la historia griega y en la posterior), los
grandes nombres de Atenas, Esparta, Tebas,... Es imposible es aquí
describirlos todos, pero alguna referencia debía hacerse...
②Y también para entrar en el estudio de la Grecia
Antigua con un mínimo de orientación temporal, o, al menos, de la
sucesión histórica de las etapas más relevantes en el devenir
griego, haremos aquí una referencia a la manera habitual de
separar y ordenar esas etapas. En esencia, las fuentes que se han
consultado vienen todas a decir lo mismo, con algunos matices que
pueden ser relevantes según el tipo de estudio que se quiera hacer y
según el enfoque decidido para ello.
Así, siguiendo por ejemplo a Morkotr4,
hablaremos de cinco etapas en la historia de la Grecia Clásica:
-
Creta, Micenas y las edades “heroicas”.
-
Desde las edades “oscuras” hasta la potencia de
Atenas.
-
La rivalidad Grecia-Persia.
-
Desde Pericles hasta Filipo II de Macedonia.
-
De Alejandro Magno hasta la conquista romana.
Si se toma la clasificación de Finleyr5,
por ejemplo, nos encontramos con las siguientes cuatro
-
La edad “oscura” y los poemas de Homero.
-
La Grecia Arcaica.
-
Las ciudades-estado clásicas.
-
La época helenística.
Y Carreras et al.r6,
en el material proporcionado por la asignatura, utiliza cinco:
-
Los orígenes de Grecia
-
El arcaísmo
-
El Siglo V a.C.
-
La hora de Macedonia
-
La oikouméne helenística
No es difícil establecer las relaciones entre las
diferentes etapas propuestas por los diferentes autores, y puede ser
muy significativo e instructivo pensar sobre los nombres que se han
puesto a cada una de ellas...
En las diferentes propuestas de trabajo de la asignatura
se irán desarrollando temas relacionados con esas etapas. En
particular, y de acuerdo con lo expuesto en el apartado 0.1, en esta
PAC1 se abordarán las dos primeras etapas según Carreras et al.,
es decir, los Orígenes y el Arcaísmo. A ello nos dedicaremos en las
páginas que siguen.
(Volver al índice)
1.-Minoicos y micénicos.
En esta primera parte del
ejercicio se resolverán cuestiones relacionadas con Creta
(civilización minoica) y con Micenas (civilización micénica, de
origen muy posiblemente aqueo). Para enfocar debidamente las
respuestas al ejercicio, comentemos brevemente algunas cuestiones
generales de ambas civilizaciones3.
Los ámbitos geográficos
de cada una de ellas están implícitos en sus nombres, al menos en
lo que se refiere a su localización principal.
Desde el punto de vista
temporal, podemos decir que los primeros vestigios del Neolítico en
Grecia y su zona de influencia en el Egeo datan del 7º Milenio a.C.,
y que no es hasta el principio del 2º Milenio a.C. cuando aparece la
civilización llamada minoica (por el rey Minos) en Creta. Hacia
el año 1450-1500 a.C. se produce una primera destrucción de esa
civilización, (atribuida muchas veces, de manera un tanto dudosa, a
consecuencias de fuertes movimientos sísmicos) que será ya
definitiva en las proximidades del año 1200 a.C. La civilización
micénica (del yacimiento arqueológico de Micenas) emerge hacia
el año 1600 a.C., así que coexiste varios siglos con el final de la
minoica. También se extingue alrededor al año 1200 a.C., y suele
atribuirse esa desaparición a las invasiones de los denominados
genéricamente “Pueblos del Mar”, que hacia el año 1200 a.C. -al
final de la Edad del Bronce- pusieron en jaque a sistemas
político-económicos tan bien fundamentados como el egipcio del
Imperio Nuevo4
(Ramésidas) y de los que se dice que también estuvieron implicados
-de manera secundaria- en la desmembración del Imperio Hitita,
acaecida en esas mismas fechas.
Como siempre, ante la
falta de certezas, hay que suponer que no hubo una sola causa para
el gran cambio que se produjo en todo el ámbito del Mediterráneo
hacia esos años del 1200 a.C. Invasiones/migraciones, desastres
naturales, cambios en la climatología/crisis alimentaria,... todo
pudo aunarse para la gran crisis del Mediterráneo (Oriental
esencialmente) que hizo entrar a todo ese ámbito en unas épocas
“oscuras” en la que muchas cosas tuvieron que reinventarse.
Relacionado con la
leyenda del rey Minos en Creta, hay una referencia al momento en el
que se da nombre a todo el mar que baña la zona, el Egeo, llamado
así en memoria del Rey Egeo, suicidado a la vuelta de su hijo Teseo
tras acabar con el Minotauro. Puede verse dicho texto, escrito por
Pausanias en el Siglo II d.C., en el Cap. 7 de este trabajo o en la
recopilación del Proyecto Perseus5.
(Volver al índice)
1.1.-Sobre
Teseo.
En estas épocas que no se puede dudar en calificar de
“heroicas”, surge la idea de “mito” y dentro de ella se
fragua la figura de los “héroes”, seres excelentes,
paradigmas del comportamiento modélico, atemporales, de origen
divino/semidivino, cuyas hazañas en favor de la sociedad han llegado
hasta nosotros y se han fijado en nuestro imaginario6.
Uno
de ellos es Teseo, un hijo de Egeo
-y/o de Poseidón..., de ahí su origen real o semidivino-, rey de
Atenas, y de Etra, hija del rey de Trecén, Piteo. Egeo, en su
disputa con los Palántidas, “semiabandona” a Teseo, que no
recupera su condición real hasta que Etra no se la revela. Para que
esa recuperación sea hecha con todas las de la ley, Teseo se embarca
en una serie de aventuras / hazañas que configurarán para siempre
su papel de héroe: vence a Perifetes, Sinis, Escirón, Procusto,
Cerción, Fea, al toro de Maratón, esquiva el intento de Egeo y
Medea de darle muerte, vence la inevitable rebelión en su contra de
los Palántidas, viaja a Creta para enfrentarse con el Minotauro,
matándole en el Laberinto, viaja al país de las amazonas, forma
parte del grupo de Argonautas de Jasón y parte en pos del Vellocino
de oro... Su actividad es tal que el mítico Teseo se ha configurado
en nuestra memoria como uno de los principales iniciadores del mundo
griego clásico. El texto de Pausanias nos narra cómo, al fin y al
cabo, Teseo es responsable al menos
indirectamente de la muerte de su padre,
gracias a la cual se da nombre al mar griego por excelencia.
La muerte
del Minotauro es quizás la hazaña del héroe
Teseo que más se ha fijado en el imaginario popularr7.
Este monstruo, con cabeza de toro y cuerpo de hombre, era hijo de
Pasífae, la esposa del mítico rey Minos (que reinó en Creta un
poco antes de las guerras troyanas) y del toro enviado por Poseidón
a Minos para ayudarle a alcanzar el poder. Dédalo construyó para
encerrar al Minotauro el famoso Laberinto, en el que este devoraba el
tributo en forma de jóvenes y doncellas que Atenas le estaba
obligada a dar cada cierto tiempo. Teseo se añade a uno de esos
grupos de víctimas del Minotauro, y ayudado por Ariadna (hija
también de Minos y Pasífae, o sea, hermanastra del Minotauro) da
muerte a este y escapa junto con Ariadna. Pero en una actuación muy
poco digna de un héroe, la abandona en la isla de Naxos... No es un
mal final para Ariadna, de todos modos, puesto que el dios Dioniso la
recogió en Naxos, la convirtió en su esposa, y Hefesto le regaló
una diadema de joyas que hoy vemos en la constelación que lleva su
nombre, la belleza y la solidez de un mito fijada para siempre en el
firmamento...
(Volver al índice)
1.2.-Sobre
Minos.
Cuando
las excavaciones de Sir Arthur Evans, a principios del Siglo XX,
sacan a la luz la casi completa estructura del gran Palacio de
Cnosos, en el Norte de la isla de Creta, su enorme complejidad
arquitectónica, su trazado “laberíntico” que se observa en el
trazado de su planta7,
le hicieron elegir el adjetivo “minoica” para la civilización
cretense que se estaba descubriendo. La arqueología parece ser
que no ha probado nada en este sentido, pero la asociación entre el
Palacio de Cnosos y el Laberinto del Minotauro ha quedado fijada
popularmente. Ha ayudado a esta asociación el hecho cierto de que la
civilización minoica tuvo un culto del toro (nada extraño ni
inhabitual en la época y en la zona: recuérdese el culto egipcio al
toro sagrado Apis, p. ej., o el rapto de Europa por Zeus convertido
en un toro) y en ese entorno la aparición del mito del Minotauro
tiene un sentido pleno.
Otra
cuestión ampliamente debatida sobre este tema de la asociación
mito/arqueología versa sobre una cuestión cuasi-etimológica. La
palabra laberinto deriva de la palabra “prestada” al griego
labrys, que se traduce por “hacha doble”. Y resulta que en
el Palacio de Cnosos se encuentra el símbolo de la doble hacha un
poco por todas partes, relacionado con algún ritual sacrificial...
la especulación está servida... También encuentro que es
especulativo ver en el mito del Minotauro (muerte de un símbolo
minoico a manos de un símbolo griego) el hecho de la transición que
se está produciendo de la Edad del Bronce a la del Hierro, la
primera representada por la civilización cretense y la segunda
representada por la “griega” que se está gestando.
Así
pues, las evidencias arqueológicas comentadas (complejidad de los
palacios cretenses, especialmente el de Cnosos y la gran importancia
en el culto social y religioso del toro) han permitido relacionar
aspectos del mito con aspectos de la realidad minoica. Pero,
evidentemente, el hecho de relacionarlos no pasa de ser, al menos de
momento, más que un ejercicio de imaginación. El mito, la historia
y la arqueología tienen sus (más o menos claros) puntos de
contacto, pero no hay que ir mucho más allá de ellos si no se
quiere caer en la simple especulación.
(Volver
al índice)
1.3.-Talasocracia
minoica.
En el ámbito “griego” cuyo estudio estamos
iniciando, Creta constituyó, indudablemente, un comienzo del
desarrollo del concepto de “estado”. Antes del año 2000
a.C. y desde el 3000 a.C. (lo que Evans llama “el minoico antiguo”)
el poder era tribal, y en esta etapa pre-palacial no cabe hablar de
estructuras de poder supratribales. Las cosas cambian, evidentemente,
en la etapa palacial de la civilización minoica, donde se empiezan a
producir acumulaciones de poder de más alto vuelo,
detectables en los palacios minoicos de este período. Ciertamente,
la complejidad y extensión del Palacio de Cnosos, por ejemplo, nos
hace pensar irremediablemente en una concentración de poder
político, asistido de poder económico y social, sin las cuales el
Palacio no tiene demasiado sentido (dicho esto con la salvedad de que
realmente no está documentado el uso de ese Palacio, como el
de muchos otros asentamientos palaciales de “reyes” minoicos).
El poder de estos Palacios supone la posesión y el
control de excedentes económicos, que se canalizaron por la vía
del comercio. La posición privilegiada de Creta en el
Mediterráneo la convertía en un punto neurálgico natural en este
comercio8
de la Edad del Bronce, desarrollado desde y hasta Cerdeña, Sicilia,
Grecia continental, Asia Menor, Egipto... Es totalmente clara la
hegemonía cretense en este comercio, llevando y trayendo mercancías
de todo tipo (cerámicas finas de Lesbos, cobre de Chipre, plata de
las Cícladas, esmeril de Naxos, aceites perfumados minoicos y
micénicos, madera y lana cretenses,...)
Sin embargo, no disponemos de ninguna evidencia
de que este auge y control del comercio fuese más allá y llegase a
constituir ese imperio marítimo (talasocracia) del que hablaba
Tucídides. En ningún sitio se han hallado evidencias arqueológicas
en las que se vean colonias cretenses, que serían una señal clara
de la existencia de esa pretendida talasocracia, gestionando un poder
político “a distancia” desde la propia Creta. Por tanto, debemos
quedarnos con la idea de que el comercio fue el único aglutinante
del Mediterráneo durante la Edad de Bronce.
(Volver
al índice)
1.4.-Minoicos y Micénicos.
Ya hemos visto en la
cronología sucintamente expuesta en el punto 1 de este trabajo cómo
la civilización micénica irrumpe en la historia alrededor del año
1600 a.C. y acaba (como la minoica) en el 1200 a.C. Aunque Micenas
haya dado, por su gran importancia, el nombre al período, no hay que
olvidar que hubo más “estados” como Micenas en la parte
continental de Grecia, como Tebas y Atenas.
La estructura económica
y política de estos “estados” no era muy diferente de la que se
podía encontrar en Creta. La vida giraba sobre los palacios,
sedes del poder, alrededor de los cuales se iba extendiendo un área
de influencia conformando la comunidad de la que eran centros de todo
tipo.
Pero la situación
geográfica del continente micénico no era la misma que la
insularidad cretense. Ello
implica una gran
diferencia en los planteamientos estratégicos
de ambas civilizaciones en lo que se refiere a su defensa. Mientras
que los minoicos debían esperar a lo sumo incursiones pequeñas en
número e intensidad ya que su situación aislada así lo conformaba,
los micénicos estaban expuestos a fáciles e importantes asaltos
enemigos por vía terrestre. Así pues, ambas civilizaciones,
esencialmente urbanas, rodearon sus ciudades con murallas defensivas,
posiblemente más importantes en el mundo micénico que en el minoico
(las de Micenas son un paradigma en este sentido) Además, en Micenas
vemos un uso del caballo como elemento guerrero básico en el carro
de guerrar8
(¿influencia hitita?) que no vemos en Creta hasta sus últimos
siglos, posiblemente llevado por los micénicos9.
Y lo que es más
importante10, el carácter micénico fue
mucho más guerrero -por
pura necesidad, probablemente- que el minoico. Tanto es así que
Creta fue sometida directamente al poder micénico en los dos últimos
siglos de ambas civilizaciones. Y como siempre debe recordarse, hay
que tener bien presente que la coexistencia de ambas implicaba muchas
influencias y adaptaciones mutuas, no todas de dominación/sumisión.
Por ejemplo, el mundo micénico adopta el palacio como estructura
básica para la residencia del rey y la representación del poder,
pero lo adapta a sus necesidades defensivas mayores y a su
idiosincrasia guerrera, y lo modifica cerrándolo más, sustituyendo
el gran patio abierto central minoico por la gran sala del trono. La
escritura es otro ejemplo de adaptación, esta vez no guerrera, y la
escritura micénica, la lineal B, se genera a partir de la minoica
lineal A. Las relaciones comerciales con diferentes países son otro
punto de coexistencia pacífica entre ambas civilizaciones, que les
hace compartir todo tipo de intercambios económicos, sociales y
culturales.
No puede acabarse
esta primera parte del trabajo sin hacer alguna observación
precisamente sobre la escritura micénica lineal B, descifrada a
mediados del Siglo XX por Michael Ventris, el “Champollion”
micénico. Junto con el carácter fuertemente guerrero del mundo
micénico, ya estudiado, el
uso de la escritura es el otro gran pilar11
de la formación/expansión del mundo micénico en su apogeo. El
palacio, además de un símbolo de poder, empieza a tener en los
escribas un símbolo de la información y de la administración del
poder, como ya había pasado, p. ej., en Egipto. Guerra y
administración en las monarquías micénicas... ¿un símbolo de
“modernidad”?
(Volver
al índice)
2.-Los poemas homéricos.
Pocas
obras literarias han tenido la importancia de los poemas de
Homero (uno o más Homeros...) La Ilíada y La Odisea,
y pocas como ellas se han instalado en nuestra memoria de una
manera tan profunda. Si acaso, podría añadirse a ellas La
Eneida de Virgilio, de manera que se completase la “trilogía
del Mediterráneo” como me gusta pensar... En esa trilogía, La
Ilíada genera en cierta manera las otras dos obras: tras la
caída de Troya, Ulises y Eneas, cada uno en su estilo y en sus
límites, viajan por el Mediterráneo, y llevan el mundo griego en
sus sandalias. Mientras Ulises se “cierra” otra vez en sus
orígenes, Eneas se “abre” hacia la futura Roma. Pero hay que
tener cuidado con esta manera de pensar, ya que el origen de los
versos de Homero y de Virgilio no puede ser más dispar. A diferencia
de Homero, que recoge una tradición
estrictamente oral, confiando en la Titánide Mnemósine,
Virgilio -un tanto por “encargo” de Augusto12-
se sienta y escribe de manera coherente y calculada las aventuras de
Eneas, pensando siempre en la figura de Augusto y en la legitimación
del poder imperial que se estaba gestando/consolidando13.
No son orígenes iguales, sus “intenciones” también
son diferentes, y así sus “resultados” son
inevitablemente distintos, palideciendo14
un tanto La Eneida cuando la comparamos con las obras de
Homero.
En
la tradición (legendaria) más difundidar9,
Homero nace en Esmirna, o en Quíos, o en algún otro punto de la
costa hoy turca; es ciego, lo que aún hace más meritorio su trabajo
de fijación de ambas obras; era más que un simple rapsoda
(recitador de cantos), era un “aedo” (ἀοιδός), un
cantor, que no sólo cantaba sino que también componía. Y
aunque podamos imaginar todo lo que queramos sobre esa figura (o
figuras, ya que no está claro que ambas obras sean necesariamente
del mismo autor) lo cierto es que nada sabemos de él. Excepto, claro
está, que “alguien” debe estar tras esas dos maravillas
literarias...
Se acepta en la
actualidad que las obras de Homero están compuestas entre los
Siglos IX y VIII a.C., (según la cronología expuesta al principio
de este trabajo, estaríamos hablando de los finales de la edad
“oscura” / principios de la época arcaica) y que el orden en que
se escribieron es el propio de las acciones que describen (primero
las de Aquiles y luego las de Ulises). No son coetáneas, ya
que se detectan en ellas diferencias de estilo que hacen pensar en
una separación de varias décadas -al menos- entre ellas. Lo que
tenemos, según cuenta Vidal-Naquet, es la ¿certeza? de que en el
720 a.C. al menos La Ilíada ya
estaba escrita. En efecto, se tiene datada con bastante precisión
una copa encontrada en una tumba de la isla de Ischia, en la bahía
de Nápoles, en la que se puede leer:
“Yo
soy el cáliz, útil para beber, de Néstor.
Quien
beba será embargado inmediatamente
por
el deseo de Afrodita, la de la bella corona. ”15
Néstor
es un bien conocido personaje de ambas obras homéricas, y, p. ej.,
en La Ilíada puede
leerse en el Canto XI, 618-648, cómo se hace referencia a la copa de
Néstor, cuando Hecamede le prepara un refrigerio en un descanso y
aprovecha para hablar con Patroclo para intentar convencer a Aquiles
de que vuelva a la batalla... como siempre, no hay que hacerse
demasiadas ilusiones con este tipo de certezas:
el Néstor de la copa de Ischia podría ser cualquier otro Néstor...
Desde
un punto de vista técnico, ambas obras (divididas en Cantos muy
posteriormente) están compuestas en adaptaciones de los dialectos
jónico y eólico
hablados en el Asia Minor.
Su forma poética (que soy incapaz, desgraciadamente, de valorar dado
mi gran desconocimiento del griego) adopta la métrica llamada
“hexámetro dactílico”,
formada por seis conjuntos (pies) de tres sílabas cada uno, la
primera larga, las otras dos cortas16, una métrica que
acabará siendo típica del mundo literario épico grecolatino.
Y
para acabar con esta introducción hay que comentar que no es Homero
(no olvidemos que es un “cantor”) el que fija sus obras de manera
escrita, sino que ello se hace en un momento posterior, desconocido
con certeza -como tantas cosas que hemos comentado- pero que se
acepta17
que no es más tarde de la edición
de Pisístrato, tirano de
Atenas, hecha en el 560 a.C. Tras ella, y a través de todas las
vicisitudes “normales” de la siempre convulsa historia, esas dos
obras van pasando sin apenas variaciones en manuscritos de todo tipo,
hasta que en 1488 entran en el mundo de la impresión moderna en
Florencia18,
y así han llegado hasta nosotros, para nuestro disfrute, sin grandes
alteraciones desde su origen oral homérico.
2.1.-Características esenciales de los poemas de Homero.
Ante dos obras tan
monumentales como estas, cualquier aproximación de un “aficionado”
produce, inevitablemente, un sentimiento de “vértigo” ante todo
lo que podría decirse, y un sentimiento de “frustración” cuando
se concreta lo que se sabe decir. Entre ambos extremos debe haber un
término medio, que procuraremos encontrar.
En primer lugar, y desde
un punto de vista temático, ambas composiciones literarias de
Homero son, sin duda ninguna, obras épicas en el más noble
sentido de la palabra. Sus héroes están completamente inmersos en
sus papeles heroicos de sacrificio por la comunidad, de gestas que se
proyectarán en el tiempo, de una “actuación” ante sus
coetáneos, pero indudablemente con la vista puesta en el futuro.
Esas acciones heroicas pueden estar focalizadas en una sola persona
(como Ulises en La Odisea, o repartidas entre varios (como
Aquiles, Patroclo y Héctor en La Ilíada) El soporte
argumentativo para sus hazañas puede ser el entorno guerrero de
La
Ilíada
o el periplo viajero de
La
Odisea.
El
espacio temporal de su desarrollo es muy diferente, apenas dos meses
en La
Ilíada
y toda una década en La
Odisea.
Teniendo en cuenta que Homero habla de hechos del pasado, y que
conoce por tanto con anticipación lo que depara el porvenir a todos
los protagonistas, ambas obras están impregnadas de una cierta
tristeza/melancolía, mitigadas en parte por la firme creencia de la
vida en el más allá, en ese Hades que varios de los protagonistas
visitan, con diferentes intenciones y consecuencias.
En segundo lugar, hay que resaltar la aparición de
los dioses19
en la acción de ambas obras. No podía ser de otra manera, dada la
fortísima influencia que en la vida diaria tenían los dioses en
estos momentos del devenir griego, así que era totalmente razonable
que se fuesen incorporando en las historias narradas. Lo que
sorprende, por su intensidad, es cómo intervienen20
en la acción directamente en La Ilíada, tomando partido por
uno u otro bando, participando activamente en la lucha,
incluso entre ellos, incluso saltándose los más elementales usos de
respeto y nobleza que los luchadores humanos manifiestan. A fuer de
sincero, nunca he notado a los dioses ser tan parecidos a
nosotros21,
en lo bueno y en lo malo. No se puede decir lo mismo en La Odisea,
donde, aunque Atenea ayuda a Ulises y Poseidón lo pone en repetidos
aprietos, la intensidad de lo divino es infinitamente menor que en La
Ilíada. De hecho, y no es un tema fácil de explicar, incluso el
nivel de “heroicidad” en La Odisea no parece ser, ni mucho
menos, el mismo que en La Ilíada. Ulises se nos presenta
muchas veces, más que como un héroe épico con todas las de la ley,
como un ser muy humano (en el mejor sentido de la palabra) pero cuya
única obsesión es su vuelta a Ítaca. Conseguida esta contra viento
y marea (nunca mejor dicho), su venganza sobre los pretendientes de
Penélope y las esclavas infieles es todo su objetivo final. No
hay punto de comparación con las actitudes de un Aquiles, por
poner un ejemplo, que asiste a Troya movido por un sentimiento del
honor, sin tener nada personal que ganar, sino todo que perder. Esto
nos da pie a comentar que entendemos La Ilíada como un canto
coral, comunitario, formado por un mosaico de héroes mayores y
menores luchando juntos por un ideal común, mientras que La
Odisea nos parece más un canto a la individualidad, a la astucia
para salir airoso de situaciones fantásticamente comprometidas. Como
siempre, podemos encontrar aquí también
contrastes/contradicciones: mientras que en La Ilíada el único
héroe que canta con su lira es Aquiles, en La Odisea encontramos
varios “aedos”, entre los feacios, en el palacio de Ulises en
Ítaca, ¿las sirenas?...
En tercer lugar, y desde el punto de vista
organizativo de las obras, hay algunas similitudes y algunas
diferencias. Siguiendo p. ej. a Carreras et al.22
vemos que ambas obras empiezan de manera semejante, con una llamada a
la diosa o a la Musa, una buena manera de introducir un resumen de lo
que se va a tratar; ambas obras utilizan la referencia a la palabra
como elemento básico de la convivencia (recordemos que en esta edad
“oscura” se ha perdido la escritura...) y así vemos cómo los
dioses se reúnen para discutir su actitud ante la guerra de Troya,
de la misma manera como los hombres lo hacen, para ponerse de acuerdo
o para manifestar sus desavenencias -como Aquiles y Agamenón, p.
ej.; en ambas encontramos comparaciones que hacen más entendedor y
ameno el texto, y escenas “típicas” que por su repetición
llegan a hacerse “tópicas” pero que nos permiten ir enlazando
situaciones, recordando momentos... tengamos en cuenta que todo
aquello que permitiese memorizar mejor el poema debía ser de
agradecer por quien debía recitarlo. Y en este orden de cosas, si
hay que encontrar alguna diferencia entre ellas, podríamos
referirnos a la narrativa cronológicamente lineal de La Ilíada,
mientras que en La Odisea encontramos una larga “vuelta
atrás” a partir del canto VIII, cuando Ulises narra sus aventuras
a los feacios.
Hemos visto pues cómo en la edad “oscura” se fueron
gestando las tradiciones orales a las que Homero dio forma
definitiva, convirtiéndolas en obras maestras imperecederas. No cabe
duda que el adjetivo “oscuro” para esas épocas se refiere
exclusivamente a nuestro desconocimiento de ellas23,
muy probablemente generado por la ausencia de documentos escritos y
por las dificultades de una profundización y discriminación
arqueológicas. Quizás por ello nos hemos visto impelidos a buscar y
a creer encontrar datos históricos en la obra de Homero, todo un
ejercicio voluntarista...
(Volver al índice)
2.2.-Las Musas. Recitales poéticos en Homero.
En la
más pura tradición mitológica, las Musas son hijas de Zeus y
Mnemósine (ya citada anteriormente...) , personificación de la
memoria, hija de Gea y Urano, una Titánide por tanto. Teniendo en
cuenta que Zeus es fruto de la unión entre los hermanos Crono y Rea,
y Mnemósine es hermana también de ellos, resulta que las Nueve
Musas son hijas de tía y sobrino... El simbolismo de las Musas,
cantoras entre los dioses y los hombres (boda de Tetis y Peleo,
padres de Aquiles), e inspiradoras entre los humanos, nos llevaría a
consideraciones relacionadas con la creación/conservación de todas
las facetas del pensamiento humano.
El
primer verso de La Odisea comienza con una
invocación a una de las Musas, que podría suponerse que se trata de
Calíope, “la de la bella voz”, la musa de la poesía épica24.
Es totalmente coherente que en el inicio de un largo recitado haga
una súplica a “la bella voz” para que todo salga como es
debido... De manera similar, el primer verso de La
Ilíada comienza con una invocación a una “diosa”,
lo cual puede confundirnos. Por un lado, podemos pensar que se está
refiriendo a la personificación de la memoria para que le ayude en
el discurrir del recitado, es decir, está invocando a Mnemósine,
que en su carácter de Titánide es incluso más que una diosa. Pero
por otro lado resulta que en el verso décimo de La Odisea se
vuelve a invocar a la que en el primer verso se llamó “Musa” y
ahora se llama “hija de Zeus”. En este caso, y dado el
posicionamiento que tuvieron los dioses en la guerra troyana, debemos
suponer que se refiere a Atenea, que ciertamente es hija de Zeus
(sólo de Zeus...) y que se mantuvo al lado de Ulises en toda su
vuelta a Ítaca. Es bien extraño que en el verso 1 se invoque a una
musa, y en el 10 se la ascienda a la categoría divina, pero así son
las cosas...
En
cualquier caso, sea una musa o una diosa la invocada al principio de
ambas obras, los motivos para hacerlo son claros. Por un lado, se
está introduciendo un principio
de “autoridad”,
diciendo al público oyente que el cantor canta en nombre de alguien
superior a él, de manera que el contenido sea más “creíble”.
Por otro lado, se está solicitando de quien corresponda un
auxilio en la nada fácil
tarea de recitar una obra de tal envergadura. Leemos que “se sabían
las obras de memoria, y las recitaban” y no nos paramos a pensar en
la enorme dificultad
memorística que tal cosa
precisaba, dado el número de versos que las componían, de manera
que toda ayuda debía ser poca. Y por último, pero no por ello menos
importante, se está haciendo uso de un recurso
retórico de primer
orden, iniciando el recitado con una invocación llamativa y con un
resumen de lo que se tratará. Tradicionalmente, se acepta que es
Cicerón, varios siglos más tarde, el que fija las reglas de la
retórica25,
pero no cabe duda de que Homero está haciendo uso aquí de una
especie de exordio, para
atraerse
la benevolencia del público (captatio
benevolentiae).
Estos
recitados poéticos a los que nos estamos refiriendo tenían lugar
esencialmente en ocasión de alguna fiesta, popular o
religiosa. El público, reunido delante del aedo o del rapsoda,
escuchaba aquello que sólo se transmitía de forma oral y que estaba
totalmente confiado a la memoria de estos. También sabemos que se
llevaban a cabo concursos de recitación, como en los siempre
citados Juegos Píticos en Delfos. La relación entre el recitador y
el público iba más allá de la simple transmisión, ya que se
establecía entre ambas partes una “complicidad” expresiva, que
incluso iba conformando poco a poco las obras recitadas, en un
contexto entusiasta en el que la psicología “de las masas”
estaba indudablemente presente y en el que la inspiración de las
Musas era fervientemente invocada.
En
los propios poemas homéricos que estamos comentando encontramos
ejemplos en donde algún cantor o algún rapsoda recita para
alguna clase de público. Así, suele citarse el caso del aedo
Femio, que en el palacio de Ulises en Ítaca amenizaba -a la
fuerza- las comidas de los pretendientes de Penélope:
“Un
herald va posar en mans una lira molt bella
a
Femi, el qual cantava davant de la colla per força;
i
ell, les cordes polsant, preludiava un bell càntic”26
También
en La Odisea encontramos al aedo Demódoco, que cantaba
-ciego, ¿como un trasunto de Homero?- en la corte feacia de Alcínoo,
donde Ulises explica sus aventuras hasta llegar allí. En uno de los
versos nos dice Homero que...
“el cantor, per la Musa inspirat,...”27
...lo
que pone de manifiesto claramente lo explicado más arriba. En este
caso, el público es toda una corte real, y la ocasión es el agasajo
del viajero Ulises. Poco después, Demódoco vuelve a cantar, pero
esta vez para acompañar la danza de...
“...uns
minyons en la flor, campions en l'art de la dansa,”28
...otro
de los cometidos clásicos de un aedo o de un rapsoda, además del de
su canto individual.
En
otro momento de La Odisea se hace referencia a otro aedo,
el que cantaba en la corte de Agamenón y al que este, al partir
hacia Troya, había dejado para “vigilar” (infructuosamente...) a
su esposa Clitemestra:
“i
a prop d'ella hi havia el cantor que, en partir cap a Troia,
l'Atreïda
adjurà talment que vetllés per l'esposa.”29
En
este caso, no hay actuación que comentar, excepto su falta de
previsión ante Egisto. No parece estar su nombre en la obra de
Homero, pero Grimal nos dice30
que se llamaba Demódoco, como el aedo de Alcínoo.
También
encontramos el correspondiente aedo en la corte de Menelao,
cuando Telémaco se desplaza a Esparta en busca de noticias sobre su
padre:
“Així
banquetejaven pel gran palau alt de sostre
els
veïns i els parents del gloriós Menelaos,
delectant-se;
i entre ells un diví cantor amb la lira
feia
música,...”31
Tampoco
aquí hay ninguna precisión sobre la identidad del aedo, aunque sí
queda claro ante qué público actuaba.
En La
Ilíada también encontramos algunas referencias al trabajo de
los aedos y rapsodas. Por ejemplo, tras la muerte de Patroclo, Tetis
-madre de Aquiles- encarga a Hefesto la fabricación de nuevas armas
para Aquiles. En el gran escudo, Hefesto representa, entre
muchas otras cosas,
“un
divino aedo cantaba, acompañándose con la cítara;
y
en cuanto se oía el preludio, dos saltadores hacían cabriolas...”32
Los
dioses, obviamente, también usan la cítara, como Apolo,
citado por ello en el Canto I, 604 y ss., y en el XXIV, 55 y ss.
En el
Canto II, 591 y ss., mientras se está haciendo el “recuento de las
naves”, hay una interesante referencia a un aedo, Tamiris el
tracio, a quien las Musas...
“...le
cegaron, le privaron del divino canto
y
le hicieron olvidar el arte de pulsar la cítara”
ya
que...
“...jactóse
de que saldría vencedor,
aunque
cantaran las propias Musas...”33
...lo
que nos hace pensar en algún tipo de concurso de canto de los que
hemos comentado anteriormente.
Se
observa claramente la gran diferencia en el trato y la importancia
concedidos a los cantores en ambas obras, teniendo un papel mucho más
importante en La Odisea que en La Ilíada. Es como si
Homero hubiera querido que se reconociera más su papel en la segunda
obra que compuso, quizás...
(Volver al índice)
2.3.-Las mujeres en los poemas homéricos.
①Tres mujeres destacan (aunque hay algunas
otras34...)
en la narración de La Ilíada: Helena (mujer de Menelao, que
al huir con Paris desencadena el conflicto troyano), Hécuba (segunda
esposa de Príamo, rey de Troya) y Andrómaca (mujer de Héctor, el
héroe troyano por excelencia) No son muchas, estamos en un mundo y
una época de “héroes”, pero las tres tienen una fuerte
influencia en sus parejas, y, por tanto, de manera indirecta si se
quiere, en el conflicto armado. Las tres son mujeres de la nobleza,
tanto por estirpe como por matrimonio, y exceptuando el caso de
Helena, aman y respetan a sus parejas legítimas, con las que en
cierta manera, comparten el poder que estas ostentan.
Helena es, sin duda, el desencadenante de la
guerra troyana, aunque desde luego no cabría afirmar que fuera su
“causa”, por más que así se afirme habitualmente. Una guerra de
las características y las consecuencias de esta no se emprende por
un asunto de esta clase, por más que lo usemos como símbolo del
“honor”, que sí puede ser ya una causa posible. Encuentro que es
un personaje muy ambivalente, ya que si bien es odiada en
general por el pueblo de Troya, Príamo y Héctor la aprecian. En
realidad, “saben” que la causa de la guerra radica en los dioses,
así que Helena poco ha podido contribuir a ella. Debemos entender
“dioses” como “destino”, inevitabilidad,... ¿Ananké? Si
bien Helena ha pasado al imaginario popular como el prototipo de
“mujer fatal” pienso que está bien lejos de ello. De hecho,
puede considerarse que la huida de Helena fue un rapto (medianamente
consentido, si se quiere) y que en la práctica guardó lealtad a su
pueblo35:
no denunció a Ulises al reconocerlo dentro de Troya36,
colabora con el regreso de la flota griega, vuelve a compartir su
vida con Menelao...
A diferencia de Helena, vemos claramente en Andrómaca
el paradigma de la esposa perfecta, más aún en los tiempos
de tribulación en los que se desarrolla su relación con Héctor, el
dirigente de facto de la guerra por la parte troyana. Vemos la imagen
de una familia “como debe ser” en el largo coloquio que mantienen
Héctor y Andrómaca en el Canto VI, la vemos como la viuda doliente
en la que se ha convertido en el Canto XXII, en el Canto XXIV llora
ante el cadáver de Héctor -recuperado por Príamo suplicando a
Aquiles- (vv. 725 y ss.) y vaticina la ruina de la ciudad... Es de
notar que en estas honras fúnebres de Héctor hablan las tres
mujeres objeto de nuestro comentario: primero su mujer Andrómaca,
luego su madre Hécuba, (vv. 748 y ss. y al final su cuñada Helena
(vv. 762 y ss.) En lo que dicen estas tres mujeres a Héctor podemos
encontrar indicios de su personalidad:
“Saliste de la vida cuando aún eras joven y me
dejas viuda en el palacio […] será la ciudad arruinada desde su
cumbre […] me aguardan las penas más graves […] hubiera
recordado siempre, de noche y de día, con lágrimas en los
ojos...” (Andrómaca)
“...el hijo más amado de mi corazón”
(Hécuba)
“...el cuñado más querido de mi corazón […]
jamás he oído de tu boca una palabra ofensiva o grosera […] con
el corazón afligido, lloro a la vez por ti y por mí, desgraciada;
que ya no habrá en la vasta Troya quien me sea benévolo ni amigo,
pues todos me detestan.” (Helena)
Hécuba nos aparece en el Canto VI como un buen
ejemplo de la delegación de poder real, cuando hace sacrificios a
Atenea para pedirle ayuda para la ciudad. En los Cantos XXII y XXIV
“trabaja” de madre y de esposa: en el primero pide a Héctor que
no se enfrente a Aquiles, en el segundo pide a Príamo que no se
atreva a rogar a Aquiles la devolución del cadáver de Héctor. En
conjunto, una esposa de rango real, con dignidades públicas y
virtudes privadas. Una persona contenida, sin ínfulas de
nada, humilde en el sentido mejor de la palabra. En los fragmentos
seleccionados de los tres discursos fúnebres, el de Hécuba es el
más corto... pero ello es debido a que todo el resto (que no he
copiado) se dedica a relatar las ayudas que los dioses (Apolo) han
prestado a su hijo muerto, dejando el tema personal “cerrado” con
la sobria frase que sí he copiado...
②También podemos
comentar el papel de las tres
mujeres que destacan
aunque hay algunas otras37...)
en la narración de La
Odisea: Circe, Calipso
y Penélope. De entrada, hay que tener en cuenta que el ambiente de
La Odisea
es mucho menos “guerrero” que el de La
Ilíada, lo cual se
tendrá que reflejar de una manera u otra en el tratamiento que el
compositor da al papel femenino en estas obras homéricas. Y hay otra
diferencia a tener en cuenta: las tres mujeres que consideramos ahora
se relacionan directamente con un único personaje, Ulises, mientras
que en el caso anterior lo hacían con tres diferentes: Héctor,
Príamo, Menelao/Paris (aunque hubieran otras relaciones entre todos
ellos)
Podemos empezar con
Circe,
en la que podemos ver un ejemplo de “nivel
de compromiso bajo”.
Cuando Ulises llega a la isla de Ea, (Canto X) sus compañeros
“tropiezan” con la maga Circe, hija del Sol y de Perseis, hermana
de Eetes, guardián del Vellocino de Oro38
en el Reino de Cólquide39
(en la actual Georgia...) Tras ser ayudado por Hermes, Ulises
recupera a sus compañeros, y establece una buena relación con
Circe, convirtiéndose en amantes y concibiendo un hijo, Telégono.
La relación, sin embargo, tiene todos los rasgos de una relación
temporal, un tanto casual, y así Circe no da ninguna muestra de
querer retener a Ulises, antes bien, le ayuda en su descenso al Hades
(Canto XI) y a preparar las siguientes singladuras de su viaje,
advirtiéndole de los peligros que se encontrará (Canto XII)
Más dificultosa fue
la relación con Calipso,
una ninfa hija de Atlante y Pléyone (aunque otros autores40
la hacen ser hermana de Circe y Eetes...) que habitaba en la isla
Ogigia. Habiendo acogido al náufrago Ulises, lo retuvo contra su
voluntad varios años y sólo lo liberó cuando Hermes le transmitió
la voluntad de Zeus de que así lo hiciera (Canto V). Como es
habitual, se atribuye a Ulises y Calipso la concepción de un hijo,
Latino, o incluso más. En cualquier caso, vemos que la situación es
muy diferente a la que se vivirá con Circe, dado que Calipso es un
buen ejemplo de mujer
“posesiva” pero a la vez dadivosa
con su enamorado, ya que la tentación con la que intenta retenerle
es, ni más ni menos, que la inmortalidad. Pero Ulises tiene en su
corazón la idea de Ítaca, el retorno con Penélope, y no ceja en su
empeño de huida. Es notable señalar la idea de “aislamiento”
que produce la situación de una isla: Ogigia, Ea, Ítaca... estando
como está el Mediterráneo y, por tanto, el entorno griego, plagado
de islas, sorprende un tanto que se las considere tanto como lugares
aislados, cuando cabe suponer que la movilidad entre ellas estaba
garantizada en gran medida.
Y en Ítaca esperaba
Penélope,
tejiendo y destejiendo su famoso velo/manto, y viéndoselas cada día
con la necesidad de rechazar a sus pretendientes (a los que, al
menos, cabe reconocerles su determinación y tozudez...) Vemos a
Penélope así como un paradigma
de la fidelidad,
fidelidad guardada a Ulises durante veinte años (diez que estuvo en
Troya, diez que le costó volver a casa...) Si la comparamos con el
resto de mujeres de los héroes que fueron a pelear a Troya (p. ej,
Clitemestra, mujer de Agamenón) es de las pocas de ellas que no
sucumbió al paso del tiempo, y supo guardar incólume su amor y su
respeto por el marido. De esta manera Penélope ha entrado en “la
historia” como una mujer fiel, decidida y respetuosa con el marido,
dedicada a su hijo Telémaco, piadosa, buena administradora de su
casa... Según la narración de La
Odisea caben pocas
dudas sobre su amor a Ulises, como cuando le dice al aedo Femio:
“...però cessa
aquesta cantada
trista, que
sempre el cor amorós dins el pit m'esdernega,
puix que a mí
sobretot m'ha escaigut un dol que no passa:
tal és la testa
que enyoro, tostemps recordant-me de l'home
del qual la
glòria s'estén per l'Hèl.lada i el mig d'Argos!”41
De la
correspondencia del amor de Ulises hacia Penélope pueden surgir
algunas dudas, ya que no habla demasiado de ella a lo largo de
la narración... Sí lo hace con Calipso, pero da un poco la
sensación de que esté usando el nombre de su mujer un poco en vano,
pues inmediatamente después de hablar de ella a Calipso,
elogiándola, resulta que
“i retirant-se,
els dos, al fons de l'espluga balmada,
van fruir de
l'amor, restant l'un en braços de l'altre.”42
Sin embargo, es
también cierto que cuando llega a Ítaca lo hace movido
esencialmente por su recuerdo/amor hacia Penélope, puesto de
manifiesto en el cuidado que pone de no involucrarla en la pelea con
los pretendientes, en cómo pasa con ella su primera noche después
de la vuelta... concedámosle, al menos, el beneficio de una duda
honorable...
(Volver
al índice)
3.-Atenas y Esparta.
En la cronología sucinta comentada al principio del
trabajo, vemos que, tras las edades “oscuras” se inicia,
según Morkot, aproximadamente43
en el año 700 a.C., el período que hemos convenido en denominar “la
Grecia arcaica”. Otros autores, como Finley, inician este período
hacia el año 750 a.C., coincidiendo con las primeras oleadas
migratorias. En lo que parece haber más consenso es en el momento
del fin del período, hacia el año 500 a.C., coincidiendo con la
fundación de la democracia ateniense y con el inicio de los
conflictos con los persas. En ese período se alcanza la fijación ya
casi definitiva de Grecia en su parte continental, en la franja
costera de Asia Menor y en la mayor parte de las islas del Egeo.
No es superfluo, en mi opinión, darse cuenta de que en
este período está surgiendo la potencia mediterránea que sucederá
a los griegos en su momento: Roma. Fundada, según la leyenda
de su origen más difundida44,
hacia mediados del Siglo VIII a.C., en el año 500 aproximadamente
asistirá a la sustitución de la monarquía romana por un nuevo
sistema de gobierno, que fructificará enormemente: la República.
Esta
época arcaica, predecesora y conformadora del posterior y espléndido
Siglo V a.C. griego, sufrirá -y aprovechará también- las
consecuencias
inherentes a su entorno geográfico.
Siempre se dice que la Geografía no condiciona la Historia, pero sin
duda influye en ella. Fragmentada
tanto en lo marítimo como en lo terrestre,
Grecia desarrolla un conjunto
de comunidades
mal comunicadas entre sí, agrupadas entorno de lo que hoy llamamos
“ciudad”. Vernant califica la aparición de la polis
griega,
entre los siglos VIII y VII a.C. (es decir, a principios de la época
arcaica) como “un
acontecimiento decisivo”45 No es que antes no hubiese “ciudades”,
ello es evidente, pero la polis
griega tuvo el acierto de añadir a lo que simplemente era un “lugar
donde vivir” una serie de características que las convirtieron en
“lugares para convivir”.
Se dio a la palabra una importancia que antes no tenía, apareciendo
conceptos como el de debate público en el ágora,
argumentación, demostración,... y así decimos que el logos
empezó a coexistir46
con el mythos. La
recuperación de la escritura permitió fijar claramente el conjunto
de normas por las que la sociedad “decidía” regirse, y así
asistimos a los primeros
cuerpos de legislación
redactados con la intención de constituir un bien común47.
Todo
ello no sucedió sin conflictos: conflictos
entre diferentes ciudades, conflictos entre la riqueza acumulada y la
pobreza repartida (quizás el más universal y atemporal de los
conflictos), conflictos de todo tipo... Las soluciones políticas -la tiranía, por
ejemplo- que se les dieron fueron diferentes48,
y se vieron además apoyadas/facilitadas por la utilización de la
emigración/colonización, lo que a la larga en la Historia se
constituiría en “todo un clásico”.
En lo
literario, Homero y Hesíodo siguen siendo fundamentales en el
patrimonio cultural griego, pero, ¡ay!, la escritura ha vuelto,
y esta vez es para quedarse...
(Volver
al índice)
3.1.-Licurgo de Esparta y Solón de Atenas.
Se nos pide que identifiquemos dos imágenes, dos bustos
concretamente, que corresponden a dos legisladores griegos (hay que
suponer del período arcaico...) , uno espartano y el otro,
ateniense.
El primero, es, sin lugar a dudas, el busto del Siglo II
que se conserva en el Museo del Prado, y que tiene el número de
catálogo E00107. En la actualidad no está expuesto, y en su ficha49
del Museo se dice que es de autor desconocido y lo titula “Retrato
del llamado Licurgo”. No hay en realidad ningún motivo para
suponer que es Licurgo realmente el representado, como sucede en
muchos otros bustos romanos, copias de originales griegos o de otras
copias griegas. En resumen, una obra de autor desconocido que no se
sabe si representa a alguien que no se sabe si existió...
El segundo aparece en todas las búsquedas50
como el busto de Solón de Atenas, que se conserva en el Museo
Arqueológico Nacional de Nápoles, en la Colección Farnesio. Debo
decir, sin embargo, que he sido incapaz (hasta el momento al menos)
de situar dicha obra en la colección del Museo51.
Se obtienen referencias escritas de “Solone”, pero ninguna
iconográfica, como si no estuviese catalogada la imagen ¿?. Daremos
por buena la adscripción, y supondremos que, como tantas veces, el
representado no es seguro que sea el mismo Solón, del que, sin
embargo, y a diferencia de Licurgo, no tenemos dudas de su
historicidad.
Si tuviese que hacer un resumen de la biografía de cada
uno de ellos, quizás acudiese a Plutarco, quien en su
famosísima obrar10
en la que compara personajes griegos y romanos, dedica sendos
capítulos a ambos personajes (Licurgo52
versus Numa y Solón53
versus Publícula)
Hay que hacer notar, antes que nada, que su trabajo
legislativo -hecho por el que son famosos- tienen cronologías un
tanto diferentes (Licurgo en 650 a.C., Solón en 594 a.C.) y que
si bien Licurgo es considerado el primer legislador de Esparta, Solón
tuvo por delante en Atenas a Dracón, quien en el año 624 a.C.
estableció sus famosas “Draconianas” leyes, que Solón tuvo que
cambiar.
Lo cierto es que al acercarnos a la “biografía” de
Licurgo de Esparta nos invade un cierto sentimiento de impotencia, ya
que no se tiene claro en absoluto que haya sido un personaje
histórico en el sentido que damos a esa condición. Incluso
Plutarco, que lo biografía en teoría, duda de su existencia “real”
y reconoce que no sabe cuándo vivió... Inicia el capítulo dedicado
a Licurgo diciendo “Nada absolutamente puede decirse que no esté
sujeto a dudas acerca del legislador Licurgo...” 54 Así pues, cualquier cosa que se
diga de su biografía es pura especulación, y sólo tenemos para
apoyarnos lo que conocemos de su corpus
legislativo. Pero incluso su autoría
está en duda55,
ya que no se tiene claro si fue obra de una sola persona, y si esta
fue realmente56
Licurgo, o si fue una recopilación temporalmente dilatada.
Aceptemos, por cuestión de brevedad, que Licurgo (sea quien fuere)
redactó/recopiló la primera constitución espartana, que hemos
convenido en llamar La Gran Retra
y que ello se plasmó/concretó alrededor57
del año 650 a.C. Nos ocuparemos de ella en el punto siguiente...
El
caso de Solón de Atenas es diferente, ya que de él nos cuenta
Plutarco muchos detalles que parecen
claramente documentados.
Nace aproximadamente en 638 a.C.
y muere alrededor de 558 a.C. (probablemente en Chipre),
pariente de Pisístrato, uno de los tiranos de Atenas. Nos
encontramos con un personaje
polifacético: comerciante, viajero
impenitente, poeta, legislador, político... En el año 594 a.C., y
en medio de una gran agitación social, es elegido
“arconte”, uno de los nueve
magistrados que regían Atenas. Lo hace, según Plutarco58,
“...a satisfacción de los ricos,
por ser hombre acomodado, y de los pobres, por la opinión de su
probidad.”
Desde su cargo, impulsa una serie de reformas
que quedan plasmadas en una nueva
Constitución
ateniense, modificando sustancialmente las leyes “Draconianas”
imperantes hasta el momento. Conocemos bien esa Constitución,
gracias a Aristóteles59,
p.ej., y de ella nos ocuparemos en el punto siguiente...
Vemos en ambos personajes, con todos los matices que se
quieran, una gran influencia/importancia en la conformación política
de Esparta y Atenas. Un proceso más rápido60
en Esparta, más lento en Atenas, pero que sentaron las bases del
futuro de ambas ciudades. Esparta mantuvo mucho tiempo -varios
siglos- la legislación de Licurgo, sin grandes cambios en lo
esencial, mientras que Atenas supo hacer evolucionar las reformas de
Solón hacia la democracia de Clístenes en el final del Siglo VI
a.C. Pero eso es ya otra época...
(Volver
al índice)
3.2.-La Gran Retra y la Constitución de los Atenienses.
Trataremos ahora de hacer un resumen de las reformas
llevadas a cabo por Licurgo y Solón; evidentemente, su complejidad
histórica y jurídica, así como sus repercusiones posteriores,
son muy elevadas, por lo que el acercamiento a ellas no podrá
profundizarse como sería lo debido.
①La Gran Retra61
espartana trata de resolver/mitigar los conflictos internos
provocados por la anexión del territorio mesénico y la guerra con
Argos; sus temores a ser derrotada le llevan hacia la legislación
de Licurgo que estamos comentando, con un trasfondo
inevitablemente guerrero, patriótico y comunitario. La
configuración política que surge de las leyes de Licurgo está
fuertemente estratificada y a la vez, es fuertemente
“igualitaria”. El núcleo esencial de Esparta queda constituido
por los varones mayores de treinta años (hómoioi), que, con
plenos derechos cívicos y políticos, reciben tierras que cultivan a
base de esclavos (hilotas) . La vida de estos “iguales” se
desarrolla de manera fuertemente comunitaria (incluida su educación),
austera, orientada a la guerra de manera completa (y manifestando ese
igualitarismo en la organización de la falange hoplítica), cerrada
en sí misma, con pocos/nulos contactos con otras culturas... Las
mujeres forman parte de la comunidad a través del matrimonio, que
muchas veces será incentivado y, cuando el número de espartanos
disminuya, se convertirá en obligatorio. Excluidas de la guerra, su
papel es clave en la economía doméstica, en el entramado de las
relaciones sociales, en la educación inicial de sus hijos, y para
todo ello recibían una educación que les permitiese desarrollar los
valores cívicos y patrióticos que los espartanos necesitaban como
sustrato último de su aceptación de las duras leyes que los regían.
La reunión de todos ellos constituye la apella,
donde se toman las decisiones fundamentales de la comunidad. La
gerousía la forman treinta miembros representativos de
la comunidad, entre los cuales hay algún representante real, y que
se dedica a atender los asuntos más urgentes de la vida cotidiana.
Completa el panorama de la organización espartana la institución de
los éphoroi, cinco miembros representantes de las tribus,
que tienen un claro papel de “control” del poder. Y por encima de
todos, pero fuertemente constreñidos en sus atribuciones por las
robustas instituciones de la apella, la gerousía y
los éphoroi, se encuentra el poder real, concretado en
una diarquía (en la práctica, uno de los dos reyes estaba en la
ciudad mientras el otro guerreaba, una manera un tanto “peligrosa”
de asegurarse la continuidad). Esta organización espartana oscila
entre los polos del poder real por un lado y el poder “popular”
de la apella por otro, haciendo la gerousía el papel
de bisagra, de fuerza equilibradora entre ambos polos. Y todo
se orienta hacia la guerra, se nutre de ella, y vemos que el futuro
de Esparta estará más en la espada que en la palabra, en la acción
más que en el pensamiento, dejando pasar de esta manera la
oportunidad de ser los primeros griegos ya modernos, democráticos,
un papel que le corresponderá a otros.
②Respecto a las
reformas62
de Solón en Atenas,
recordemos que tiene que hacerlas sobre una base pre-existente, las
muy severas leyes de Dracón, que en esencia son el primer intento
conocido de limitar las arbitrariedades que un sistema “legal”
basado solamente en la “costumbre” contenía inevitablemente en
su seno. Cuando Solón accede al arcontado se encuentra con un poder
político controlado en exclusiva por la aristocracia,
a pesar de las leyes de Dracón. Las relaciones familiares y
religiosas en el mundo aristocrático daban a este una resistencia a
todo tipo de cambio y/o de pérdida de poder. El linaje familiar y la
pertenencia a una tribu era lo que garantizaba el ejercicio y el
control de ese poder aristocrático. La situación no daba más de
sí, y la gente de origen no aristocrático reclamaba cambios
sustanciales, lo que Solón inició ideando la
primera “timocracia” conocida.
En ella, que de todas maneras no deja de ser una oligarquía, el
poder se reparte y se asigna a cada individuo en
función de la clase social
a la que pertenece, definiéndose esas clases sociales según
el censo (producción
agraria o su equivalente en otros bienes) Estas clases sociales,
auténticos “escalones” económicos, quedaron definidas por Solón
en un número de
cuatro. De más
posibilidades económicas a menos, tenemos a los pentakosiomedimnoi,
hippeis, zeugitai y
thetes.
Las tres primeras clases pueden/deben armarse y la última no, pero
sólo pagan impuestos las tres primeras. Las mujeres y esclavos están
excluidos del sistema... Estas cuatro clases de hombres libres
participan directamente en la ekklesia
o asamblea general
y en los tribunales
populares (por
sorteo), los elièa.
La asamblea elige un consejo
de 400 de ellos, bulé,
que trata de los asuntos de cada día, y a nueve
arcontes, magistrados supremos
de la ciudad. Tanto la ekklesia
como el bulé
pueden proponer leyes, pero sólo la ekklesia
puede aprobarlas definitivamente. Los arcontes
que dejaban el cargo (que era temporal) pasaban a formar parte del
aeròpago,
que no tenía funciones administrativas pero que en realidad era el
máximo supervisor de todo el sistema ideado por Solón. Como se ve,
un sistema muy
garantista, con
diferentes mecanismos de control, con un reconocimiento explícito de
las virtudes de la experiencia, con la idea del “sorteo” para la
formación de tribunales... muy
diferente al sistema espartano,
en muchos sentidos.
Los papeles de
Licurgo y de Solón fueron decisivos en sus respectivas comunidades,
pero cada uno jugó esos papeles de manera muy diferente. Licurgo
encontró algunas serias
resistencias a sus
ideas reformadoras, mientras que Solón, al haber sido elegido por su
sabiduría y honradez, desarrolló la Constitución ateniense en un
ambiente mucho más
comprensivo. Sin
embargo, hay que insistir en señalar que el sistema espartano duró
varios siglos mientras que el de Solón dio paso, en una sola
generación al sistema de la tiranía, típico de Atenas, que Solón
rechazaba. Pero se habían sentado
las bases necesarias
para la evolución hacia un sistema ya democrático (la reforma de
Solón no lo era, al basarse en un sistema censitario), y así el
trabajo de Solón no fue en vano. Las dos legislaciones hacían gala
de pretender la “igualdad”, pero la espartana (que fue la
primera) enfocaba esa igualdad sólo para el militarismo, mientras
que la ateniense buscaba la igualdad ante todos
los aspectos de la ley, con un sistema garantista de tribunales, paso
previo necesario a las
transformaciones plenamente democráticas posteriores.
(Volver
al índice)
3.3.-Atenas, Esparta y los tiempos actuales.
➀Cuando pensamos
en la Atenas de la época de Solón, en la que la democracia es sólo
un inicio de lo que vendrá más adelante y un esbozo desdibujado de
lo que hoy en día entendemos como “democracia”, la comparación
entre esa Atenas y nuestras democracias actuales no presenta más que
diferencias notables.
En primer lugar, hay
que señalar que la Atenas de Solón no se rige por una democracia
en sentido pleno, sino por una timocracia, como antes hemos visto. El
acceso a según qué cargos y la capacidad de elegir según qué
cargos viene dado por la pertenencia a una clase social u otra,
compartimentadas por el valor del censo, de las propiedades que se
tienen, sin olvidar el tema de la mujer, excluida del sistema, o de
los esclavos... En nuestros sistemas políticos de ahora no es
que no existan clases sociales, por descontado que las hay, pero en
principio todo el mundo es elector y elegible. Y digo “en
principio” porque hay que matizar el tema de la elegibilidad. Con
el carácter de elector, no hay duda posible, cada persona,
normalmente mayor de 18 años y debidamente censado, puede depositar
su voto en las urnas. Afirmar, sin embargo, que todo el mundo es
elegible, debe ser matizado un tanto, ya que tal como está montado
el sistema político de la inmensa mayoría de países democráticos,
hay que pasar una serie de “filtros” que hacen difícil a veces
figurar en las listas electorales como candidato. Es bien probable
que a Solón le hubiese costado figurar en según qué listas
electorales actuales...
Y esto nos lleva a
otra de las grandes diferencias entre Atenas y nuestras democracias
actuales: la participación directa o indirecta. El sistema
ateniense diseñado por Solón era mayoritariamente “directo”, en
el sentido de que la asamblea era el órgano de decisión último.
Ciertamente, había un cierto grado de elección/delegación, pero
seguía siendo directo, siempre, claro está, que el candidato
perteneciese a la clase que permitía esa elección. Nuestro sistema,
por el contrario, es un sistema indirecto, ya que el voto se canaliza
a través de un sistema de partidos, con listas normalmente cerradas,
y es a posteriori cuando los representantes así elegidos toman las
decisiones en nuestro nombre. Obviamente, la diferencia de ambos
sistemas es debida, en gran parte, al número de individuos que
componen el cuerpo electoral, unos pocos centenares o miles en el
caso ateniense, millones en el caso de muchos países actuales. Se
detecta, no obstante, algún intento de vuelta a situaciones de
participación más directas como por ejemplo, el uso sistemático
del referéndum como herramienta de decisión en Suiza (un país
relativamente pequeño...) Y la aparición de las
tecnologías de la información, y, en particular, de Internet,
podrían facilitar la evolución de las consultas electorales en ese
sentido de participación más directa (se hizo un experimento no
hace mucho en Barcelona, sobre la reforma de la Diagonal...) Pero la partitocracia que envuelve lo que debería ser la
esencia democrática (relación directa entre representante y
representado, elecciones más abiertas,...) será un formidable
obstáculo para seguir ese camino.
Otra gran diferencia
entre ambas situaciones puede encontrarse en lo que cada comunidad
esperaba o espera del sistema con el que se rige políticamente. El
ateniense de la época de Solón (y supongo que más todavía
posteriormente) creía en su sistema, lo veía, lo palpaba,
participaba directamente en él... las democracias actuales definen
un sistema “idealizado” hacia el cual tender, pero en el buen
entendimiento de que no es alcanzable al 100%. Y no es que no
haya diferencias entre los grados de democracia alcanzados (Noruega
versus Venezuela, por ejemplo) pero en el contexto actual “se sabe”
que la democracia perfecta es inalcanzable.
➁El estereotipo de
la sociedad espartana, igualitaria sólo en su núcleo libre,
militarista en su enfoque general, aislada de su entorno, puede
inducirnos a pensar que realmente se ha utilizado en modelos
sociopolíticos recientes. Así, suele citarse, como hace Carreras et
al.63,
a los regímenes
totalitarios como
seguidores de la idea
espartana: la Alemania de Hitler, la Italia de Mussolini, la España
de Franco... quizás hubiera que añadir la Rusia de Stalin... pero
realmente estos regímenes citados no
toman la idea esencial
de la legislación espartana (no podría ser de otra manera, dada la
enorme diferencia de población existente), quedándose sólo con los
aspectos más
superficiales,
descontextualizados... De hecho, ya Maquiavelo
opinaba que experiencias como la de Esparta o Venecia estarían
condenadas al fracaso
si se intentaba hacerlas en un entorno expansivo
(territorial/poblacional): “Se
alcuno volesse, per tanto, ordinare una republica di nuovo, arebbe a
esaminare se volesse che ampliasse, come Roma, di dominio e di
potenza, ovvero che la stesse dentro a brevi termini. Nel primo caso,
è necessario ordinarla come Roma, [...] Nel
secondo caso, la puoi ordinare come Sparta e come Vinegia: ma perché
l'ampliare è il veleno di simili republiche, debbe, in tutti quelli
modi che si può, chi le ordina proibire loro lo acquistare, perché
tali acquisti fondati sopra una republica debole, sono al tutto la
rovina sua.”64
En realidad, Maquiavelo está razonando que los modelos
italianos renacentistas de ciudades-estado no son viables sin
expansión. Esparta (y sus posibles imitadores) sólo sería viable
en un entorno de sistemas como el suyo, no expansionistas, cerrados,
con suficientes recursos... una autarquía utópica muy posiblemente.
En
cualquier caso, Esparta es un fenómeno muy especial, un
acontecimiento “extraño”, que logró confundir
al propio Platón,
que, hablando de ella, nos dice, en boca de Mégille: “Étranger,
lorsque je porte mes regards sur le gouvernement de Lacédémone, je
ne sais quel nom je dois lui donner. Il me paraît tenir de la
tyrannie, à raison du pouvoir des éphores, qui est vraiment
tyrannique. Sous un autre aspect, il me semble que la démocratie s'y
trouve autant qu'en aucun autre État. Il y aurait aussi de
l'absurdité à lui refuser le titre d'aristocratie. Pour la royauté,
elle est à vie chez nous ; et l'on convient à Sparte, comme partout
ailleurs, que c'est le plus ancien des gouvernements. Ainsi il est
impossible, comme je l'ai dit, de satisfaire sur-le-champ à ta
demande, et de te dire précisément quelle est la constitution de
notre État.”65
Platón no sabe lo que es Esparta, Maquiavelo nos dice
que es irrepetible... parece normal que no se haya vuelto a ver nada
semejante...
(Volver
al índice)
3.4.-¿Vivir en Esparta o en Atenas?
Si nos planteamos, desde nuestras coordenadas actuales,
la cuestión de “en cual de las dos ciudades hubiésemos preferido
vivir”, la respuesta inmediata -salvo en algún caso de “idealismo”
extremo- no puede ser otra más que la de Atenas. Nuestra
educación, nuestro entorno, nuestra manera de hacer social,
científica, filosófica, política... está mucho más cerca del
mundo ateniense (del arcaico y con mayor motivo, con el de los
siglos de esplendor ateniense posteriores) En resumen, mi opción
sería la de Atenas, sin demasiadas dudas.
Pero si no con dudas, sí con un par de matizaciones...
En primer lugar, habría que especificar en qué clase social
se me colocaría en cada una de esas ciudades, ya que no es lo mismo
-en absoluto- vivir en la cúspide social/económica que en el
último escalón de la ciudad. Y en segundo lugar, habría que tener
en cuenta la variable sexo. En caso de ser mujer, creo -y tendría
que tratar de fundamentarlo bien en otra ocasión- que prefiriría la
vida en Esparta. No sé muy bien porqué, pero me ha ido calando la
idea/sensación de que el tratamiento de la mujer en la vida de cada
día era algo mejor en Esparta que en Atenas (siempre haciendo la
comparación dentro de una similitud de estatus social). No deja de
ser más que una sensación, pero también lo es en el caso del
varón, dado que me faltan más argumentos para afirmarlo con
rotundidad.
(Volver
al índice)
4.-La religión y los inicios
de la escultura.
Gombrich, en su famosa obrar11
sobre Historia del Arte, habla en su capítulo 366
de lo que llama “El gran despertar”, refiriéndose a la
Grecia de los Siglos VII y VI a.C. Y ciertamente, en ese tramo final
de la Época Arcaica asistimos al despertar de muchas de las hasta
ahora larvadas manifestaciones culturales de todo tipo que
evolucionarán posteriormente hacia la época más esplendorosa de
Grecia. Por descontado, no hay que pensar que antes del Siglo VII no
hay más que el desierto de las edades “oscuras”. Si nos
limitamos al mundo de la escultura, que es el que hemos de comentar
en los apartados últimos de este trabajo, la herencia de Creta y
Micenas no está perdida/olvidada del todo. Los ídolos
cicládicos, citados por Huyguer12,
así como los xoana tallados en madera y los bronces cada vez
mejor fundidos, van a ir poco a poco, sin saltos bruscos,
evolucionando/derivando hacia las primeras estatuas que
podemos considerar claramente de carácter sagrado67.
Las influencias egipcias van poniéndose de manifiesto en
estas estatuas arcaicas, adelantando un pie, por ejemplo, pero a la
vez se van dejando atrás cuando se hacen separar un poco los
brazos... en la cerámica se impone el estilo geométrico, quizás
el más genuinamente griego, hacia68
el año 900 a.C., difícilmente trasladable a la estatuaria, que
sigue una evolución propia en conjunción con la aparición de
los primeros templos ya de piedra. Dado el gran antropomorfismo
del panteón griego -ya comentado en ocasión de la Ilíada-
no es de extrañar que la estatuaria griega se interese
especialmente por la figura humana69,
tanto por ella misma como para representar/identificar a un dios, y
así vemos aparecer infinidad de figuras masculinas, desnudas, en la
más pura tradición oral de los ya un tanto lejanos Homero y
Hesíodo. El politeísmo antropomórfico conduce casi
inevitablemente al humanismo que se concreta en las grandes
estatuas arcaicas (grandes no sólo por sus valores artísticos, sino
también, en muchas ocasiones, por su colosalismo) En este final de
la Época Arcaica las estatuas están aún lejos de adquirir las
sensaciones de movimiento y expresividad que aparecerán más
adelante, y siguen manifestando las influencias orientales,
con actitudes y expresiones estereotipadas, aunque incorporando el
desnudo, que estaba lejos de esas influencias. Surge así70
la figura masculina desnuda, atlética, recordando la forma de
participar en los juegos atléticos, que denominamos kouros,
(o kuros) junto con su asimilada forma femenina, la
koré, esta vestida (el desnudo femenino es relativamente
restringido en la Grecia Arcaica...). Sin poder entrar en los
detalles de cada estilo, se reconocen en la Época, según Huyghe71,
cuatro maneras de enfocar el diseño de las estatuas: el ionismo
asiático (anatolio) y el de las Cícladas, el estilo dórico (del
Peloponeso), y el estilo ático. El ático y el de las Cícladas
son los estilos que más se liberan de las influencias
asiáticoorientales, y ponen más interés en los desnudos, y es por
tanto en estos entornos en los que aparece la generación de los
kuroi.
(Volver
al índice)
4.1.-Un ejemplo de kouros y koré.
De las dos imágenes suministradas, la primera parece ser la del Kouros de Sunion (o Sounion),
una obra en mármol ¡de 3 m. de altura!, atribuida a Polymedes72,
fechada sobre al año 600 a.C., y que se conserva en el Museo
Nacional de Atenas73.
La segunda de ellas parece ser la
de la Koré del Peplo, una obra en mármol, de 118 cm de
altura, de autor anónimo74,
fechada hacia el año 530 a.C., y que se conserva en el Museo de la
Acrópolis de Atenas75.
Ya hemos visto en la introducción de esta 4ª parte del
trabajo el contexto en el que aparecen estas estatuas.
Respecto a sus funciones, aunque sea un tanto moverse en el
terreno de las meras hipótesis, los hallazgos arqueológicos (en
tumbas y en templos) sugieren fuertemente su uso tanto religioso como
votivo. Los kuroi76
pueden haber sido usados como representaciones de un dios o como
una ofrenda a él, y como recuerdo de un atleta ganador de los juegos
o, simplemente, un recuerdo de un hombre cualquiera dispuesto sobre
su tumba. Las korai77
se piensa que fueron representaciones de diosas o más probablemente
de sus sacerdotisas, así como una ofrenda a un dios y como un
elemento votivo en una tumba. En ambos casos, y dejando de lado
algunas otras posibilidades, vemos que estas estatuas, totalmente
representativas de la estatuaria griega arcaica, tuvieron una
finalidad sagrada, bien relacionada directamente con la
divinidad, bien formando parte de los ritos funerarios de la época.
(Volver
al índice)
4.2.-Características de los kuroi y las korai.
La observación de las dos imágenes suministradas,
junto con las similares que se han ido encontrando durante su
estudio, nos permiten enumerar una serie de características, que
describiremos brevemente.
①Los
kuroi,
desnudos,
configuran estatuas que inicialmente dejan reconocer el bloque de
piedra del que proceden pero que rápidamente evolucionan hacia
figuras totalmente exentas.
Las influencias que apreciamos en ellos son de dos procedencias:
egipcias
(frontalidad) y cretense
(cabello rizado, muy pegado a la cabeza y cuello). La estructuración
corporal en general de la estatua es muy
geometrizada
(recuérdese el estilo geométrico en otras artes...) pero se observa
en ellas una cierta “desproporción” en la distribución de masas
(musculares y óseas) Podemos decir así que el estudio anatómico
realizado para diseñarlas es muy
limitado
(aún está por llegar la estatuaria de la Época Clásica...) y un
ejemplo casi “palpable” lo constituyen las inverosímiles
rodillas. Toda la figura desprende un aire de quietismo
casi
absoluto (tímidamente adelantan un pie...) con los puños cerrados
(los dedos siempre han sido difíciles de esculpir/pintar/dibujar),
los brazos muy pegados al cuerpo... una actitud
hierática,
sin duda, heredada quizás del arte egipcio (recuérdense las
relaciones comerciales con el país del Nilo...), sin movilidad,
“quieta”, con una expresión más tensa que “amable”, con
ínfulas de solemnidad... la incipiente sonrisa bajo unos ojos que
siguen el arco ciliar (en forma de almendra) es más un intento que
una realidad... en general, nos parece que los kuroi
intentan
transmitirnos
una sensación de fuerza,
de tensión... más que ninguna otra cosa.
②Las korai
tienen algunas particularidades propias que las diferencian bastante
de los kuroi.
De entrada, las vemos
vestidas, dado que en
la Grecia Arcaica la dignidad de la mujer pasa en gran parte por su
vestimenta, que en estas estatuas vemos recargada y, en muchas
ocasiones, mezclando
estilos de vestidos
procedentes de diferentes regiones griegas. La mayor diferencia con
las estatuas masculinas me parece que radica en el intento de mostrar
una mayor
“gestualidad”, una
cierta intención de provocar la sensación de movimiento78.
Así, vemos en las korai
cómo un brazo, o ambos, se acerca hacia nosotros,
ofreciendo/enseñando algún objeto, o cómo con una mano se
sujetan/muestran alguna
parte del vestido. En el ejemplo que se nos ha propuesto, la koré
del peplo, vemos
claramente, aún en su ausencia, ese gesto de mostrarnos alguna cosa.
A pesar de la aparente “pesadez” del tejido del peplo, este
ejemplo propuesto nos parece algo menos rígido que otros
(y que los masculinos, por descontado) Posiblemente sea debido sobre
todo a la cara, en la que vemos una sonrisa
más “sincera”,
una mayor “viveza”
en unos ojos de
apariencia completamente habitual. Lo que nos sugieren estas estatuas
es más cercano que la fuerza de sus semejantes masculinas, y puede
hablarse quizás de que nos
están brindando compañía/compasión79.
Y lo notamos...
➂El paso del
tiempo no ha tratado siempre bien a estas estatuas. Roturas,
fragmentaciones, desgastes superficiales,... se aprecian80
de una manera u otra en casi todas ellas. Y ha desaparecido
en la mayor parte de los casos la policromía
que sabemos ostentaban. De hecho, toda
la producción de escultura griega en piedra estaba pintada81,
como sabemos por los restos de pintura encontrados en alguna estatua,
en algún friso más protegido,... es algo que se prolongó hasta la
Época Clásica, ya que las estatuas de la Acrópolis ateniense
conservan claros restos de policromía. En algunas estatuas, la
pintura marcaba incluso la existencia de algunos ornamentos que no
habían sido esculpidos, es decir, se usaba la
pintura como mecanismo diferenciado
de representación respecto al conjunto esculpido. Igual que la Edad
Media europea se pintaba el interior de las catedrales82,
y en muchas de ellas se ha perdido esa decoración, las estatuas
griegas se pintaban con el objetivo de hacerlas más
cercanas a quien las
contemplaba, más
realistas, más humanas...
Los desnudos kuroi
los podemos imaginar pintados (incluso encerados...) con algún
pigmento marrón imitando la piel humana, un tanto monótono,
mientras que es en las korai
donde la policromía83
podría expresarse mucho más ampliamente.
(Volver
al índice)
4.3.-Los santuarios griegos arcaicos.
Relacionado con el mundo de las estatuas que acabamos de
comentar, nos sale al paso otra de las manifestaciones griegas
arquetípicas de la época: los santuarios, cuyo centro neurálgico
son los templos (uno o varios, según la importancia del
santuario), lugares de residencia del dios correspondiente. La
aparición de santuarios/templos de piedra no se produce antes del
siglo VIII a.C., por lo que todos los restos arqueológicos de los
que disponemos son posteriores a ese momento, es decir, empiezan a
mediados de la época Arcaica. La aparición de un santuario tuvo dos
mecanismos muy diferentes, aunque sus consecuencias fueran las
mismas. Por un lado, se iniciaba de alguna manera la reunión en
algún punto privilegiado (bien sabemos todo lo escrito sobre el
atractivo en muchos sentidos de los “lugares altos”)
desarrollando alguna actividad religiosa, a veces relacionada con el
mundo de los juegos. Ello llevaba a la aparición de algunas
construcciones para consolidar el lugar, y la aparición del
correspondiente templo. Por otro lado, algunas veces las cosas fueron
exactamente al contrario: la existencia previa de un templo hacía
que se generase, por diferentes motivos, una asistencia especialmente
abundante de personas, y poco a poco el templo se constituía en el
centro de otro santuario más. Queda así implícitamente explicada
la diferencia más evidente entre un santuario y un templo: los
santuarios son lugares esencialmente de peregrinación, y los templos
son los centros de esos santuarios, los lugares específicos de
residencia de los dioses.
Sobre los templos griegos, en otro trabajo ya escribí
un resumen sobre sus características, funciones y evolución,
que me parece superfluo (y quizás no demasiado honesto) copiarlo
simplemente aquí, por lo que doy su referencia para ser leído como
si formase parte de este trabajo . Así pues, en este momento del
presente trabajo habría que leer lo ya explicado en el enlace
Dioses,
hombres y templos, en su capítulo 4.
La aparición de los santuarios y sus templos en la
Grecia Arcaica fue uno de los motivos más importantes por los que se
desarrolló la identidad de Grecia. Alonsor13
explica que “La identidad del helenismo residía en una misma
sangre y una misma lengua, en la comunidad de santuarios y ritos, y
en la similitud de hábitos de vida.”84 En cualquier caso debe tenerse claro
que esa pertenencia -en cierta manera sólo sentimental- al helenismo
que podía sentir cualquier griego, no implicaba en absoluto ningún
tipo de asociación política
estable85,
más allá de alianzas temporales erigidas, por ejemplo, al final de
la Época Arcaica, ante la necesidad de enfrentarse al gran peligro
persa.
Los santuarios (no todos, como se
verá...) son, en definitiva, lugares de “peregrinación”, de
asistencia masiva de personas (por diferentes motivos) y permiten el
contacto entre estas gentes que, de otra manera, no se hubieran
relacionado. Son forjadores de comunidad, sustrato de
identidad, manifestación de poder/riqueza,... un elemento
imprescindible, en suma, de la forja de Grecia.
Los santuarios que podemos situar
claramente en la época arcaica y que podamos considerar desde ese
punto de vista de “forjadores de identidad” panhelénica no
son demasiados. Siguiendo a Finley86,
citaremos en primer lugar el santuario
de Delfos, con su famoso y muy
consultado oráculo de Apolo, y que también intervenía en todo lo
relativo a la fundación de las colonias. Puede situarse su
existencia al menos hacia mediados del siglo VIII a.C. También en
ese siglo podemos situar el santuario
de Olimpia, del que se sabe con
alguna certeza que en el año 776 a.C. instauró los juegos olímpicos
en honor de Zeus. Podemos añadir el santuario
(con su oráculo) de Dodona en Epiro,
muy posiblemente el más antiguo de Grecia -posiblemente, hacia el
1200 a.C.-, más antiguo que Delfos y Olimpia, y que sale citado por
Homero en La Ilíada en
más de una ocasión:
“Guneo
condujo desde Cifo en veintidós naves a los enienes [...que]tenían
su morada en Dodona” (en el
recuento de las naves...)87
“Zeus
soberano, Dodoneo, Pelásgico, que vives lejos y reinas en Dodona, de
frío invierno, donde moran los selos, tus intérpretes,...”
(Súplica de Aquiles a Zeus)88
Y también en La Odisea:
“[Ulises...] va dir-me, s'havia arribat a Dodona, a
sentir-hi
com, des del roure diví d'encelat fullam, consellava
Zeus que fes el retorn a la grassa Ítaca seva,...”89
Curiosamente, Herodotor14
pone en relación los dos grandes oráculos de Zeus, los más
antiguos posiblemente: este de Dodona y el famoso del oasis de Siwa,
en lo que hoy es Libia:
“...los pelasgos consultaron en Dodona, que es el
más antiguo de los oráculos griegos, y que entonces era el único...”90
“...la respuesta de las sacerdotisas de Dodona
[...]la paloma que llegó a Libia había ordenado, según declaraban
estas sacerdotisas, que los libios debían instituir un oráculo de
Amón, dedicado igualmente a Zeus.”91
El plano92
del santuario de Dodona puede servirnos como paradigma de este
tipo de agrupaciones de edificios dedicados al oráculo y/o al
culto... al contemplarlo, es evidente la gran importancia que tuvo, y
que sólo cedió en parte ante el de Apolo en Delfos.
Podemos cerrar esta lista de santuarios bien
establecidos en la Época Arcaica citando el santuario de Claros,
dedicado también al oráculo de Apolo, cerca de la ciudad de
Colofón, en la costa jónica de Asia Menor. Es un buen ejemplo de
cómo los griegos no se limitaban a la parte continental de su
territorio, sino que consideraban la costa93
jónica como realmente perteneciente a la Hélade.
Y no hay mucho más que comentar, porque “no es oro
todo lo que reluce”... Aunque evidentemente podemos encontrar
muchos otros santuarios en todo el territorio griego en esta época,
no todos ellos -ni mucho menos- tenían el “aire” de los que
hemos comentado, en los que sí estamos seguros de encontrar
el panhelenismo que estaba naciendo. Muchos de estos otros
santuarios eran estrictamente de influencia local, y no me atrevo a
decir que ayudasen en demasía a superar la innata tendencia un tanto
cainita de los griegos de este momento (su religión, plagada de
luchas entre los dioses, no es que les diese un ejemplo demasiado
correcto de comportamiento) Y además hay que añadir que el tema de
los oráculos no acaba de estar claro en absoluto. Cuesta aceptar que
decisiones importantes dependiesen de las oscuras palabras del
oráculo, cuesta creer que se aceptase el fallo, muchas veces
estrepitoso, de dichas predicciones... sin embargo, es del todo
cierto que los griegos usaron de los oráculos durante bastantes
siglos, así que algo más debía haber que no se me alcanza...
(Volver
al índice)
5.-A modo de conclusión.
Al final de este trabajo,
como en general de todos, conviene hacer una, aunque sea breve,
mirada sobre lo estudiado, para evitar que los árboles nos impidan
ver el bosque...
En estas páginas que
aquí acaban hemos hecho un recorrido por los inicios del mundo
griego, desde el 1200 a.C. hasta el 500 a.C., de manera
aproximada. En ese recorrido hemos podido asistir al cambio
fundamental que se produce tras la recuperación de la escritura
al salir de las edades “oscuras”. No es que crea que la Historia sólo
existe si se apoya en documentos escritos (como tantas veces se dice)
pero es bien cierto que la existencia de documentación escrita
facilita el conocimiento y la interpretación de lo que sucedió, o,
al menos, permite aproximarse mejor a ello.
Se empezó con un
“amasijo” de pobladores de diferentes -y a veces, desconocidos-
orígenes, y se acaba con una población que se autodenomina
Hélade, que aún no ha llegado a aglutinarse en una única
estructura política y social (lo que, de hecho, sospecho que no se
conseguirá del todo tampoco más adelante, excepción hecha del
breve reinado de Alejandro Magno...) y que está sentando las
bases de lo que constituirá la cuna de mucho de nuestra
civilización, la Época Clásica. A ella nos dedicaremos
próximamente.
José Carlos Vilches Peña. En Vielha, marzo de 2014.
(Volver
al índice)
6.-Biblio y webgrafía.
Se ha
procurado no interrumpir en exceso el texto, para mayor comodidad a
la hora de leerlo, por lo que algunos detalles y enlaces a imágenes
aclaratorias se han puesto en Notas al pie de página, que quedan agrupadas al final del documento. Clicando en el
número que las identifica nos baja al pie del documento para leer la Nota. Para retroceder al texto donde se dejó, basta con clicar en
el número de orden que antecede a la Nota.
Las
referencias de las obras en papel y en línea que se han consultado
más a fondo, en mayor o menor grado, están al final del documento,
agrupadas como Referencias. El número que las identifica
está acompañado de la letra "r", y clicando en él nos baja al pie del
documento para leer la Referencia correspondiente. Para retroceder
al texto donde se dejó, basta con clicar en el número de orden que
antecede a la Referencia, que aparece entre corchetes.
Para las Referencias se ha utilizado la normativa del TermCat y se han
dejado en el orden en que aparecen en el documento, para permitir
seguir mejor su relación con el mismo.
Respecto a
la inclusión o no de imágenes en el texto, se ha valorado
cuidadosamente el hacerlo o no, y la decisión ha sido la habitual:
no ponerlas, con alguna excepción. Pienso que no se trata de hacer
una colección de imágenes, que podrían ser centenares, sino
construir un texto razonado sobre los temas propuestos.
Evidentemente, se ponen los enlaces a aquellas imágenes que se
considera relevante verlas al menos una vez, cosa muy recomendable si
no se conoce personalmente la obra comentada.
(Volver
al índice)
7.-Anexo: Textos.
“A la
dreta dels Propileus hi ha un temple de Niké Àptera (sense ales).
Des d’aquest indret el mar és plenament visible, i és des
d’aquest lloc on es va llençar Egeu i va morir segons diuen. En
efecte, es va fer a la mar amb veles negres la nau que portava els
seus fills, i Teseu, que navegava ple d’audàcia contra l’anomenat
Minotaure- havia dit al seu pare que faria servir veles blanques si
tornava vencedor del brau. Però és va oblidar d’aquestes encara
desolat per haver abandonat Ariadna. Llavors, veient Egeu que la nau
tornava amb les veles negres i creient que el seu fill havia mort, es
va deixar caure i morí. A Atenes hi ha un heroon en el seu honor
anomenat Egeu”
(Pausanies,
Descripció de Grècia, Llibre I, 22, 4-5 )
(Volver al índice)
1Percy
Bysshe Shelley (1792 – 1822) en el prefacio de su drama
lírico Hellas (1821): “We
are all Greeks. Our laws, our literature, our religion, our arts
have their root in Greece.” Verlo
en http://en.wikisource.org/wiki/Hellas [Consulta:
17 marzo 2014]
4“Las
islas estaban en ebullición, el caos reinaba en ellas. Sus
habitantes huyeron todos al mismo tiempo. Ningún país podía
resistirlos […] los destruyeron y se reagruparon en plena tierra
amorrita.” Inscripción en un
muro del Templo de Medinet-Habu, hacia 1190 a.C., reinando el Faraón
Ramsés III.
7Véase,
p. ej., Morkot, pág. 24-25.
8Véase,
p. ej., el mapa del comercio del Bronce en el Mediterráneo en la
página 29 de la obra citada de Morkot.
10Carreras
et al., pág. 19 y ss.
14Un
inciso personal: de bien pequeño me regalaron un maravilloso libro,
que aún conservo (una edición de
1952), titulado “Las más bellas leyendas de la
antigüedad clásica” de
Gustav Schwab . En él figuran versiones en prosa de los tres
poemas, y debo reconocer que recuerdo perfectamente que al llegar a
La Eneida siempre
notaba una cierta “frialdad”, un desapego que me incitaba a
abandonar su lectura, un tanto insulsa tras las maravillas de
Aquiles y Ulises... hoy entiendo un poco mejor, creo, el porqué de
ello...
16Un
ejemplo, tomado del latín de Ovidio en La Metamorfosis,
podría ser el verso
“...impera,
y de castigo, si no la encontrara, añade...”
que se dividiría en seis medidas/pies así:
“...impera
/ y de cas / tigo si / no la en / contrara / añade...”
Y si se leen con
la debida entonación, se reconocen claramente los dáctilos
larga-breve-breve.
18Vidal-Naquet,
fig. 7, pág. 78.
19No
es Homero más que un iniciador de la teogonía
que Hesíodo desarrollará posteriormente... (Finley, pág. 28)
20Podría
ser interesante ver cómo queda La Ilíada
si los dioses desaparecen.... un ejercicio de estilo llevado a cabo
por Alessandro Baricco en su Homero, Ilíada
(Anagrama, 2005) vivamente recomendable.
22Carreras
et al., pág. 55-57.
24Grimal,
pág. 368. Pero en la pág. 83 dice el mismo Grimal que lo es de la
poesía lírica...
26La
Odisea, versión de Carles
Riba, pág. 35. Canto I, 149 y ss. Vuelve a aparecer Femio en el
Canto I, 337 y ss., y en otras dos ocasiones...
27La
Odisea, versión de Carles
Riba, pág. 169. Canto VIII, 71 y ss.
28La
Odisea, versión de Carles
Riba, pág. 175. Canto VIII, 256 y ss.
29La
Odisea, versión de Carles
Riba, pág. 73. Canto III, 253 y ss.
31La
Odisea, versión de Carles
Riba, pág. 84. Canto IV, 15 y ss.
32La
Ilíada, versión de Luis
Segalà, pág. 204. Canto XVIII, 590 y ss.
33La
Ilíada, versión de Luis
Segalà, pág. 28. Canto II, 591 y ss.
34Briseida,
Criseida, Casandra, Laódice, Teano... con muy diferentes grados de
importancia en la narración.
37Euriclea,
Nausícaa, Anticlea, Arete, Clitemestra,...
41La
Odisea, Versión de Carles
Riba, pág. 43. Canto I, 337 y ss.
42La
Odisea, Versión de Carles
Riba, pág. 124. Canto V, 214 y ss.
53Plutarco,
pág. 123-176.
55Carreras
et al., II, pág. 39.
58Plutarco,
pág. 135, XIV.
61Para
este resumen de la legislación de Licurgo se ha tomado como base
las obras de Plutarco (pág. 65 y ss), Vernant (pág. 76-79) y
Carreras et al. (pág. 39-41
y 44-45)
62Para
este resumen de la legislación de Solón se ha tomado como base las
obras de Plutarco (pág. 125 y ss), Vernant (pág. 97-110), Finley
(pág. 43-50) y Morkot (pág. 40-43)
63Carreras
et al., II, pág. 48.
64Niccolò
Machiavelli: Discorsi sopra la Prima
Deca Di Tito Livio, Libro
I, Cap. 6.
http://www.latinamericanhistory.net/discorsi1.html
[Consulta: 20 marzo 2014]
“Si
alguien quisiera, por tanto, fundar una republica, tendría que
decidir si esta debería expandirse, en dominio y potencia, como
Roma, o si por el contrario debería ceñirse a unos límites no
excesivos. En el primer caso es necesario diseñarla como Roma[...]
En el segundo caso la puede diseñar como Esparta o Venecia, pero
dado que la expansión es un veneno para dichas repúblicas, el que
la fundase, debería, de todas las manera posibles, prohibir que
esta se produjera, ya que esta ampliación fundada sobre una
republica débil es su ruina completa.”
(Traducción
propia)
65Platón:
Las Leyes. Libro IV, 712, d y e.
http://remacle.org/bloodwolf/philosophes/platon/cousin/lois4.htm
[Consulta: 20 marzo 2014]
“Extranjero,
cuando pienso en el gobierno de Esparta, no sé qué nombre debo
darle. Me parece una tiranía, debido al poder de los éforos, que
es verdaderamente tiránico. A veces, me parece que se encuentra en
ella la democracia más que en ninguna otra ciudad. Sería absurdo
rehusarle el título de aristocracia. La monarquía está de por
vida con nosotros; y se piensa en Esparta, como en todas partes, que
es el más antiguo de los gobiernos. Así que es imposible, como ya
he dicho, de contestar de repente a tu pregunta, y decirte
precisamente cual es la constitución de nuestro Estado”
(Traducción
propia)
79Inevitablemente,
me han venido a la memoria algunas imágenes etruscas, como el
peinado de la mujer del Sarcofago
degli Sposi, datado en las
mismas fechas que la koré del peplo,
lo cual no es de extrañar si recordamos las relaciones comerciales
Etruria-Grecia (Ver Morkot, pág. 54-55)
80Huyghe,
pág. 252 y 253, figuras 602 hasta la 611.
87La
Ilíada, pág. 30, Canto II,
748 y ss.
88La
Ilíada, pág. 170, Canto XVI,
233 y ss.
89La
Odisea, vol. II, pág. 37,
Canto XIV, 327 y ss.; repetido en pág. 138, XIX, 296 y ss.
90Herodoto,
Libro II (Euterpe), 52, pág. 219.
91Herodoto,
Libro II (Euterpe), 55, pág. 220.
[r1]
Reverte,
Javier. Corazón de Ulises.
Barcelona: Random House Mondadori, 2006. 491 p.
ISBN
978-84-01-37958-1
[r2]
Homero.
La Ilíada. 15a
ed. Madrid:
Espasa-Calpe, 1984. 267 p. (Colección Austral; 1207)
ISBN
84-239-1207-8 (Traducción
de Luis Segalà i Estalella)
[2b] Segalà
y Estalella,
Luis. Traducción de La
Ilíada de Homero.
[en línea]. Fundación Wikimedia: Proyecto Wikisource, 2013.
<http://es.wikisource.org/wiki/La_Ilíada>
[Consulta: 19 marzo 2014]
[r3]
Homero.
L'Odissea. Barcelona:
La Magrana, 1993. 2 v.
ISBN
84-7410-691-5 (Traducción
de Carles Riba)
[3b] Segalà
y Estalella,
Luis. Traducción de La
Odisea de Homero.
[en línea]. Fundación Wikimedia: Proyecto Wikisource, 2012
<http://es.wikisource.org/wiki/La_Odisea>
[Consulta: 19 marzo 2014]
[r4]
Morkot,
Robert. Atlas
de la Grèce antique. 6500 à 30 av. J.-C.
París: Autrement, 2004. 144 p.
ISBN 2-86260-764-9
[r5]
Finley,
M.I. Los
griegos de la antigüedad.
4a ed. Barcelona: Labor, 1973. 195 p. (Nueva colección Labor; 7)
ISBN 84-335-9363-3
[r6]
Carreras
Monforte,
César [et al.] El
mundo clásico I.
Barcelona: FUOC, 2012. 331 p.
ISBN
[r7]
Grimal,
Pierre.
Diccionario de Mitología griega y
romana. Barcelona:
Paidós Ibérica, 2009. 635 p. (Bolsillo; 23)
ISBN
978-84-493-2211-2
[r8]
Vernant,
Jean-Pierre. Los orígenes del
pensamiento griego.
Barcelona: Paidós Ibérica, 2005. 145 p. (Studio; 88)
ISBN
84-7509-743-X
[r9]
Vidal-Naquet,
Pierre. El mundo de Homero.
Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica de Argentina, 2001. 97 p.
ISBN
950-557-396-0
[r10]
Plutarco.
Vidas paralelas. Vol.
I. Barcelona:
Iberia, 1979. (Obras Maestras)
ISBN
84- 7082-092-3
[r11]
Gombrich, Ernst
Hans.
La Historia del Arte.
16a ed. London: Phaidon, 2010. 688 p.
ISBN 978-0-7148-5662-9
[r12]
Huyghe,
René
(coord.). L'art
et l'homme. 2a reimpr. Vol. I.
París: Larousse, cop. 1957. 370 p.
ISBN
[r13]
Alonso
Troncoso,
Víctor. El genio de Grecia.
Madrid: Historia 16, 1988. (Historias del viejo mundo; 10)
ISBN
84-7679-101-1
[r14]
Herodoto.
Historia. Madrid:
Cátedra, 2006. (Letras universales; 274)
ISBN
84-376-1711-1
***********************************