“La
naturaleza crea a muchos hombres pequeños en persona y en las
características de nacimiento, y encierra en su cuerpo una mente de
tal grandeza y un corazón de tal vehemencia e irresistible, que
comienzan cualquier cosa o empresa por difícil o casi imposible que
parezca, y la llevan a buen término para maravilla de todos los que
la contemplan, no cejando nunca, si en alguna ocasión algún trabajo
ponen en sus manos, por humilde y bajo que pueda ser, dándole mayor
valor y nobleza. [...] Esto se ve claramente en Filippo di Ser
Brunellesco, [...] tan alto en intelecto que puede ser dicho de
verdad que el cielo nos lo envió para dar forma nueva a la
arquitectura, que había estado perdida por cientos de años; en los
cuales los hombres de esas épocas habían gastado tesoros con ningún
propósito, haciendo edificios sin orden, con mal método, de triste
diseño, extraños y extravagantes, con poca gracia, y peor
ornamento. Y el cielo quiso, ya que la tierra había estado por
tantos años sin ninguna mente suprema o espíritu divino, que
Filippo dejase al mundo el más grande, el edificio más alto, y más
hermoso que fue hecho en épocas modernas, o incluso en la antigüedad
[...] ”
(Giorgio
Vasari,
en
la introducción de la biografía de Brunelleschi, en su obra “Las
vidas de los mas excelentes arquitectos, pintores y escultores
italianos desde Cimabue a nuestros tiempos”)
**************************
1.-Introducción.
1.1.-El propósito de este trabajo. La elección del tema.
En la
primera PAC de la asignatura de Historia del Arte II se nos propone
realizar el estudio de una obra de arte del período renacentista,
contextualizada dentro de la obra general de su autor y con
referencia al entorno de su época.
Tras
algunas consideraciones y, por qué no decirlo, con una gran
dificultad en la elección dado el gran número de posibilidades, la
elección ha recaído sobre la Cúpula de Brunelleschi. En
realidad, debería decirse “sobre la Cúpula de Santa Maria del
Fiore, Catedral de Florencia, obra de Filippo Brunelleschi” pero no
es estrictamente necesario: en el mundo de la arquitectura, “la
Cúpula” sólo puede hacer referencia a este Duomo levantado por
Brunelleschi, la cúpula más grande jamás construida.
Los motivos
que me han llevado a esta elección son variados, y no siempre se
pueden considerar determinantes tomados de uno en uno, pero en su
conjunto pueden dar una orientación respecto al “porqué”
(y quizás un tanto respecto al “cómo”...) se va a abordar la
realización del trabajo. En primer lugar, dentro del Renacimiento
(italiano, aunque también podrá hablarse de otros) la obra de
Brunelleschi es relativamente temprana, cayendo de lleno en el
Quattrocento, en el que el Renacimiento -heredero en buena parte del
humanismo ya floreciente en Europa (Petrarca, Boccaccio, Dante,...)-
está en su apogeo inicial, un momento en el que aún se van
“tanteando” posibilidades y abriendo caminos. En todo movimiento
artístico los inicios y
las primeras obras maestras suelen parecerme más interesantes
que lo que se realiza cuando ya está todo consolidado y los caminos
marcados. Y no podemos olvidar que el Renacimiento es un “arte
nuevo” esencialmente italiano, y dentro de Italia, especialmente
florentino, y Brunelleschi es un florentino
arquetípico de la época.
En segundo lugar, teniendo que elegir entre una obra pictórica,
escultórica o arquitectónica, mi inclinación personal suele
dirigirse hacia esta última. Si la pintura tiene como objetivo
esencial la captura del color, y la escultura y la arquitectura se
mueven en el terreno del volumen, es esta última -en mi opinión- la
que mayores dificultades e implicaciones de todo tipo conlleva.
La captura y transformación del espacio, esencia de la arquitectura
desde varios puntos de vista, encierra unas dificultades técnicas,
económicas, sociales,... que hacen especialmente atractivo su
estudio en base precisamente a su gran transversalidad dentro del
proceso de creación de la obra de arte. En tercer lugar, y no es
irrelevante en absoluto, he podido
visitar
Florencia en repetidas
ocasiones, y el Duomo, como el Campanile, ya ha creado todo un
imaginario personal, al que es difícil resistirse.
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1.2.-Los entornos y sus problemas.
Es bastante inevitable cuando se aborda el estudio de
cualquier tema histórico el ayudarnos mediante diferentes
compartimentaciones de la compleja realidad, para hacerla más abordable.
Ello es especialmente frecuente -y, quizás, inevitable- cuanto menor sea
nuestro conocimiento sobre el motivo de nuestro estudio. Así, vemos en muchos
libros de texto y en los trabajos que hemos ido haciendo en este
grado de Humanidades una clara tendencia hacia la utilización sistemática de
dos compartimentaciones (por lo menos) del entorno del objeto a estudiar.
Por un lado, el entorno geográfico, social, cultural,
histórico,... es decir, “el dónde” está enmarcándose
lo que estudiamos, sus relaciones con el mismo, cómo se perciben las
influencias recibidas... Por otro lado, el entorno temporal, es
decir, “el cuándo” está desarrollándose lo que estamos
estudiando.
Habitualmente,
ninguno de esos entornos es sencillo de describir, y se puede caer
fácilmente en errores
de perspectiva.
Por ejemplo, cuando se habla del entorno del arte gótico y se dice
que se desarrolló en tal sitio y en tal otro hay que tener muy
presentes las influencias mutuas entre todas las variantes que se
produjeron y no olvidar la “estandarización” que se produjo
hacia su final, en el llamado “gótico internacional”. Por
ejemplo, cuando se lee en tantos y tantos sitios que la Edad Media
acaba con la toma de Constantinopla/Bizancio/Istanbul por los turcos
(Mehmed II, 1453) hay que tener muy presente que
en muchos lugares ese concepto de Edad Media no es ni siquiera
aplicable (en Oriente, esencialmente) y que además, en muchos sitios
de la Europa occidental en esas fechas ya hace tiempo que están
surgiendo movimientos de diferentes tipos que van anunciando
claramente que ese período ya está acabado. Este es uno de los
problemas más serios que observamos: se está dando la impresión de
que todo está temporalmente muy claro, que los estilos y movimientos
artísticos se suceden uno al otro de manera mecánica, con límites
temporales precisos. Y nada hay más lejos de la realidad... Por
ejemplo, Fra Angélico pinta su Anunciación
del Museo del Prado1
entre los años 1425 y 1428, y es una obra que me atrevo a clasificar
como claramente gótica, del
gótico tardío internacional si se quiere, pero gótico al fin y al
cabo. Sin embargo, en esas mismas fechas Brunelleschi ya está
construyendo la Cúpula2
de Santa Maria del Fiore, una de las obras maestras del Renacimiento.
Y para remachar esta idea de “coexistencia” temporal de estilos,
recordemos por ejemplo que Giotto ha pintado en Padua
La
resurrección de Lázaro3,
un claro anuncio renacentista en la pintura, ¡en 1305! La influencia
bizantina se ha debilitado fuertemente, el paisaje empieza a
introducirse como un elemento naturalista, y la obra presenta una
composición que tantea ya la perspectiva que se desarrollará
posteriormente, una volumetría en las formas, una expresividad en
las figuras... y todo ello más de un siglo antes de lo que se
conviene en decir que fue el final del gótico. Queda claro pues que
hay que ser extremadamente cuidadosos
en nuestras aproximaciones a cualquier obra de arte... la clasificación,
compartimentación, atribución de estilo,... pueden ser convenientes y
necesarias, sin
duda, pero no lo son nunca, no
pueden serlo, en forma exclusiva/excluyente.
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1.3.-De
qué hablamos cuando hablamos de Renacimiento.
Tras leer el punto anterior, parece un exceso de atrevimiento
el tratar de situar en Renacimiento
en sus contextos. Pero aunque lo sea, es inevitable tratar de hacerlo, y ello se
procurará en este apartado.
Por
empezar con lo que más sencillo pudiera ser, diremos que el
Renacimiento es (entre otras cosas... ) un movimiento artístico que
puede situarse entre los años 1400 y 1600r1.
Como todos los encasillamientos, debe ser matizado lo mejor posible...
Ya hemos
dejado caer alguna referencia a los prolegómenos del
Renacimiento cuando se ha citado a Giotto y sus innovaciones
pictóricas. Pero el tema es más amplio. En realidad, hay que hacer
referencia tanto al arte como a la filosofía, y así el Humanismo se
nos presenta como el sustrato básico sobre el que se desarrollarán
muchas de las cosas que sucedan en esos dos siglos. Dante, Petrarca,
Boccaccio... ponen el acento de sus obras antes en el “Hombre”
que en cualquier otra cosa, y de esta manera empieza a romperse el
monolitismo que la religión (cualquiera de ellas...) ha propiciado
durante los siglos anteriores. Y así empiezan a anunciar lo que
luego será una característica básica del Renacimientor2
(el italiano, que otros llevarán caminos diferentes), la vuelta
al pasado, al ejemplo de los clásicos. Por ejemplo, Petrarca4,
en su poema épico “África”
(1336-1338) nos dice que “...los nietos de mis
contemporáneos despertarán de este sueño de olvido al puro
resplandor del pasado...”r3.
Así
pues, lo que luego se llamará el Renacimiento, la
rinascita, da sus primeros
pasos en el Siglo XIV, en
el Trecento
según la terminología consagrada por el uso. Estos inicios dan sus frutos ya maduros
en el
Quattrocento (Siglo
XV) cuando el Humanismo filosófico y literario impregna totalmente
el concepto artístico de la época. El esplendor
del movimiento se puede
situar a principios del Siglo XVI, el Cinquecento,
en el que el humanismo hace una inmersión tan fuerte en el mundo
clásico que cabe hablar de un “Clasicismo” con vida propia. En
1527 el saqueo de Roma por la tropas imperiales pone fin a esta
etapa, corta e intensa, que sin embargo se prolongará durante el
resto del siglo en lo que se ha convenido en llamar el Manierismo5,
ya que se hacían obras de arte “a la manera de”r4.
Evidentemente,
no podemos entrar aquí en el estudio detallado de cada una de esas
cuatro etapas (los inicios, el renacimiento humanista, el clasicismo,
el manierismo) pero sí debemos al menos hacer un resumen de lo que
el Renacimiento (seguimos pensando exclusivamente en el italiano...)
introduce en el mundo artístico.
Quizás
sea el momento, antes de entrar en los detalles de sus
características, de establecer la gran bifurcación
que en el concepto renacentista se produce entre
Italia y los Países Bajos.
El Quattrocento italiano
se desarrolla en paralelo con los procesos evolutivos flamencos que
también rompen con la tradición gótica, pero de maneras
diferentes6.
En Italia lo esencial es la recuperación del mundo clásico (Grecia
y Roma, aunque “recuperación” no es la palabra que mejor
describe la “evolución” que sin duda se va a producir), mientras
que los pintores flamencos no buscan esa recuperación de un modelo
anterior, y crean un arte nuevo sin referencias al mundo clásico7.
Lo
primero que hay que señalar es que el arte del Quattrocento
surge con la mirada puesta en la antigüedad clásica, en su
recordada belleza, pero que esa mirada no se concreta en una
simple imitación, una “continuación” de lo que se hizo en
aquella época añorada. En realidad, lo que se produce a lo largo de
casi todo el siglo es un proceso de experimentación, de
tanteos llenos de aciertos y de fracasos. La mirada ciertamente está
puesta en los clásicos, pero ello significa más bien que se piensa
en ellos como un mito, como una referencia lejana que no hay
simplemente que imitar sino que se la debe hacer evolucionar. Igual
que un faro en la lejanía no es el objetivo último de ninguna
singladura, el mundo clásico no es un objetivo “reduccionista”
que debe ser imitado, sino que abre la puerta a un sinfín de
nuevas posibilidades artísticas.
En
segundo lugar haremos hincapié en que el Renacimiento italiano es,
como tantas otras veces, un “proceso”, un camino hacia una nueva
manera de entender el arte. Y ese proceso -también como siempre-
está firmemente unido a la economía, cultura, sociedad... de la
época. No descubrimos con esto nada nuevo -así lo vimos también en
el Románico y en Gótico, por ejemplo- pero en el Renacimiento se da
una característica muy novedosa: la religión, que hasta ahora ha
sido posiblemente la mayor impulsora del arte, cede el paso a una
clara deriva laica de toda la sociedad, que inevitablemente se
refleja en el mundo del arte. En absoluto hay que interpretar que el
Humanismo del Renacimiento se contrapone o se opone a la religión,
sino que se incorporan otras facetas de la humanitas
que antes no eran tenidas en cuenta. Así pues, el nuevo estilo
de interpretar y expresar la realidad, además de tener sus
características formales claramente definidas, incorpora una
característica podríamos decir “filosófica”, y el Hombre hace
si irrupción (ya definitiva...) en la “concreción” que la obra
de arte constituye.
Las
características formales que hemos citado en el punto anterior no
son lo más difícil de entender del conjunto de actitudes y de
filosofía vital que denominamos Renacimiento. Podemos señalar cómo
el naturalismo/realismo del gótico (recordemos la coexistencia
gótico internacional / renacimiento) se profundiza en esta nueva
etapa, en la que el retrato y el paisaje son motivos
principales en sí mismos en muchas ocasiones. También hay que
fijarse en cómo el Renacimiento aborda el tema de la perspectiva8,
que en etapas sucesivas se ha ignorado o, al menos, esquivado. Así,
el salto que hay entre la visión tridimensional real de cualquier
objeto y su representación plana en la pintura se estudia y se
formaliza, desarrollándose diferentes sistemas de representación
de manera que ese salto sea lo más realístico posibler5.
La estatuaria y la arquitectura no serán ajenas a este desarrollo de
la perspectiva, que en su caso irá indefectiblemente unido al
sometimiento de la proporción como elemento básico de la captura de
la forma (en las estatuas) o del volumen (en la arquitectura).
Cabe
decir aquí que las tres artes citadas (pintura, escultura y
arquitectura) no tuvieron las mismas facilidades en cuanto a sus
modelos clásicos se refiere9.
La arquitectura aún tenía -si bien muchas veces en estado ruinoso-
modelos sobre los que inspirarse, mientras que la pintura y la
escultura antiguas eran unas grandes desconocidas, de las que se
tenían más referencias literarias que obras sobre las que
inspirarse directamente. Ello implicó que la arquitectura tuviese un
desarrollo diferente a la otras dos artes mayores, y que lograse
codificar sus formas canónicas antes que las otras dos lo hicieran.
A
modo de resumen de todo lo expuesto hasta aquí, diremos que el
Renacimiento utiliza dos pilares esencialmente para su
interpretación/expresión de la realidad: la vuelta a las formas
clásicas (con las necesarias adaptaciones a los nuevos tiempos
en los que se vive) y la utilización de la perspectiva en el
proyecto y la realización de la obra de arte.
Y
para ir cerrando este apartado podríamos extraer una importante
consecuencia de estos dos pilares renacentistas. La utilización del
conocimiento del pasado y su plasmación a través de la perspectiva
dan un vuelco total al papel del autor de la obrar6,
que deja de ser anónimo, gremial, como en la Edad Media, y se
convierte en un individuo que deja atrás el concepto de artesano y
se convierte en un artista, ya individualizado claramente.
Esta evolución -revolución- no es en absoluto pasajera, y desde el
Renacimiento hasta nuestra actualidad presente el arte es una
actividad personal con resultados individualizados y diferenciados10.
El concepto de “escuela” retrocede totalmente, e incluso, ya en
el Siglo XX, el concepto de “estilo” se nos antoja harto dudoso,
permaneciendo simplemente la individualidad del artista, su trabajo
más intelectual que otra cosa, como elemento de ordenación y
clasificación de la obra de arte. El Renacimiento fue la bisagra
entre la colectividad de la obra de arte y la completa
individualización de la misma.
En
paralelo con el cambio del concepto de artesano hacia el de artista
se produce otro gran cambio, también significativo y muy permanente.
El
patrocinio de las obras de arte
deja de ser, como era antes, casi exclusivamente eclesiástico, y la
financiación de las mismas se abre al mundo de los gobernantes
(Vasari dedica su obrar7
Le
Vite... al
“...ilustre
y excelente señor Cosimo de Médici Duque de Florencia...” y
al de los mecenas privados11.
La economía,
como es de esperar, jugará aquí un importante papel, me atrevería
a decir que especialmente en la arquitectura, en la que, además de
las consideraciones artísticas y técnicas, las económicas tienen
un papel clave, si no decisivo.
No
podemos salir de este breve apunte sobre el Renacimiento sin decir
algo sobre el propio término. Y así vemos en todas las fuentes
consultadas que se atribuye a Vasari la “invención” del término
en el ámbito artístico. Buscando en su obra, hay que llegar al
Proemio de la segunda parte de su obra Le
vite...
para leer
“...desde
el renacimiento
de estas artes hasta el siglo en que vivimos...”
cuando describe las tres partes en las que divide su obra. Y también
en ese mismo Proemio, justo al final, insiste en la idea:
“...finalmente llegaremos a Masaccio; que por haber sido el primero
que mejorase el dibujo en la pintura, mostrará cuánto le deben por
su renacimiento.”
Pero
Vasari también es responsable de la introducción del término
“gótico” como arte realizado por los godos, de manera totalmente
peyorativa
y errónea12,
ya que entre los godos y el arte gótico pasaron casi ocho siglosr8.
Así, leemos en la obra ya citada, en el capítulo III de los
dedicados a la Arquitectura
(titulado “De
los cinco órdenes de arquitectura: rústico, dórico, jónico,
corintio, compuesto, y el trabajo gótico.”)
lo siguiente:
“Esta manera la inventaron los Godos, [...] y llenaron toda Italia
de estos malditos edificios, [...] que no poseen belleza y si mucha
deformidad, y no merecen que se los miente en más que esto.” Duras
y -en mi opinión- erróneas palabras de Vasari...
Su
visión del Renacimiento en contraposición al Gótico prevaleció
durante muchos años, y no es hasta el Siglo XIX que esa visión
cambia y empieza a ajustarse
más a la realidad,
al menos tal como la vemos ahora. Michelet, en 1855, usa el término
Renacimiento como descriptor de un período, sin referencias de
ningún tipo a ninguna vuelta al pasado. En esos mismos años, en
1860, se publica la obra clave de Burckhardt,
La civilización del Renacimiento en Italiar9,
en la que una visión ¿inevitablemente? romántica de la época
renacentista aún enlaza en parte con las consideraciones de Vasari.
Un discípulo suyo, Heinrich Wölfflin, publica en 1899 la obra Arte
clásico
en la que el Renacimiento italiano es tratado desde el punto de vista
formal, sin más trámites13.
En la actualidad, puede leerse en bastantes fuentes que el
Renacimiento no fue más que una primera
etapa en un largo camino hacia la Edad Moderna, cortando así el nudo
gordiano de la
controversia.
1.4.-Europa, Italia, Florencia.
Llegados a este
punto, y antes de pasar a estudiar la obra elegida, debemos preguntarnos algo
bien importante: ¿hay algún motivo especial por el que el Renacimiento surja
en Italia, y no en otro sitio? Y dentro de Italia, ¿cómo es que Florencia se
nos aparece como una de las cunas del nuevo
movimiento artístico?
Respecto a la
primera, en mi opinión, se puede pensar que Italia es el punto que,
geográfica y culturalmente hablando, está en ese momento “más
cerca” de la antigüedad clásica. Tradicionalmente, hablamos
de la herencia griega en Roma, y ahora podemos hablar también de la
herencia de Roma en Italia. La infinidad de restos arqueológicos
-muchos de ellos, en mejor estado que en la actualidad- permita la
posibilidad de reflexionar sobre los mismos, sobre quienes y porqué
los dejaron... de manera que es fácil pensar que esta es una parte,
al menos, de la explicación. Brunelleschi, Donatello, Lorenzo el
Magnífico... fueron visitantes14
de Roma y curiosos de sus ruinas. No es de extrañar pues que se
llevasen una cierta visión de la antigüedad y la proyectasen
en sus obras y encargos.
Pero no hay que
dejar de lado lo ya comentado del Humanismo, cuyas figuras señeras
son en gran parte italianas. Y es también en Italia donde se
estudia la antigüedad clásica no sólo desde un punto de vista
artístico, sino filosófico. Y así vemos cómo se crea en Florencia
una Academia Platónica regida por Marsilio Ficino15,
al igual que hubo otras, como las de Urbino y Milán. Así, la
influencia del Neoplatonismo también ayuda a la aparición y
evolución de las ideas artísticas del Renacimiento (la belleza
terrenal es un tema renacentista típico, y puede ser perfectamente
el reflejo de la otra belleza más elevada, y el tratamiento de la
luz en las obras renacentistas puede darnos pistas sobre ello...)
La situación
política en el norte de Italia en la época que estudiamos es
otro de los motivos que pueden ayudarnos a comprender por qué es en
Italia donde se produce el Renacimiento. La organización política,
heredera de un ya lejano feudalismo, ha producido un sinfín de
prósperas ciudades-estado, con dirigentes que compiten
entre sí, y con una burguesía y una aristocracia que también lo
hacen. Una manera de competir, de manifestar públicamente una buena
situación económica, era el mecenazgo, con la consiguiente
capacidad de creación y experimentación que el Renacimiento supuso.
Sin este estímulo económico, es dudoso que el discurrir del arte de
la época hubiera sido el mismo.
En el corazón de
ese norte competitivo y próspero, destacan -sin menospreciar a
muchas otras- dos ciudades hegemónicas en sus diferentes
contextos16,
Venecia en el comercial y marítimo, Florencia en el financiero.
Junto con Roma, que hace bueno el dicho de que “quien tuvo,
retuvo”, se dedican a explorar las posibilidades artísticas
que el contexto les permite afrontar. Así, Roma, quizás la
heredera más directa de ella misma, hace hincapié en los aspectos
centrados en la República y el Imperio romanos, mientras que
Florencia bebe en Grecia grandes dosis de precisión,
exactitud y elegancia. La “oveja negra” en este aspecto es quizás
Venecia, en donde la influencia pictórica bizantina -debida
muy posiblemente a sus importantes contactos comerciales por vía
marítima- hace que aparezca una diferenciación17
clara respecto al resto de Italia, y las “formas” serán bien
diferentes.
Dejamos aquí la
sucinta descripción del contexto en el que nos vamos a mover durante
el resto del trabajo: la primera mitad del Quattrocento.
Posteriormente, el desarrollo de las ideas que están aquí naciendo
conducirán a la apoteosis del primer cuarto del Siglo XVI, y de esta
apoteosis derivará el desequilibrio que llamamos Manierismo. Pero
esa será ya otra historia...
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2.-Filippo
Brunelleschi (1377-1446)
2.1.-Las
fuentes.
Teniendo en cuenta que Brunelleschi prácticamente no
dejó casi nada escrito sobre su obra (y lo poco que
escribía/dibujaba lo codificaba para ocultarlo...) es primordial
recurrir a otros autores para saber algo de su vida, que aunque
dejó muchas obras para la posteridad, transcurrió, en el aspecto
personal, de manera un tanto oscura.
Hay
que citar en primer lugar a su, digámoslo así, biógrafo “oficial”,
Antonio Manetti18
(1423-1497). En su obra
Vita di Filippo Brunelleschi
recoge una gran cantidad de información sobre la vida privada de
Brunelleschi, que difícilmente se hubiese podido conocer en los
pocos escritos de éste.
También
hay que referenciar a Leon Battista
Alberti19
(1404-1472), que puede considerarse el primer “teórico” de las
artes renacentistas. Aunque su tratado De
Pictura
lo dedica a Brunelleschi, las referencias que de él hace en sus
obras son más bien de carácter técnico, especialmente cuando habla
de la perspectiva, de la que se considera “inventor” a
Brunelleschi.
Y
de época inmediata posterior recordemos la ya citada obra de Giorgio
Vasari20
(1511-1574) Le
vite...
en la que se dedica un capítulor10
a la vida de Brunelleschi, obviamente basado en gran parte en la obra
de Manetti. Esta biografía, como todas las demás de la obra, además
de proporcionarnos información sobre los autores que comenta,
permite hacerse una idea muy clara de cómo se entendíar11
el Renacimiento en el momento en que ya está en su ultima etapa, a
mediados del siglo XVI.
Esta última es la que más me ha servido de las fuentes
de referencia, por su claridad expositiva y por tratarse de un buen
resumen, mezcla de datos personales y de datos de las obras de
Brunelleschi, o más bien, de su relación con las mismas.
Ya en época actual, hay una obra de referencia que he
utilizado a fondo, y que, estando agotada, me ha proporcionado la
biblioteca municipal de Vielha. Se trata de La cúpula de
Brunelleschir12,
de Ross King, que, aunque se centra exclusivamente en la construcción de
la cúpula, va también dando una buena panorámica de cómo era Brunelleschi y
cómo se relacionaba con su obra, que, en definitiva, es lo que esperamos saber
para entender mejor el proceso de creación de una obra de arte de esa magnitud.
(Volver al índice)
2.2.-La
vida y las obras.
Si normalmente ya es
difícil separar en una biografía los aspectos personales de
los profesionales, en el caso de Brunelleschi es -en mi opinión-
sencillamente imposible. Como todos los grandes artistas, vivió
volcado para su obra, y lo personal parece pasar a un segundo
plano, sólo necesario como soporte de lo artístico. Así pues,
expondremos a continuación una (necesariamente) breve panorámica de
lo que nos parece significativo de la obra y la vida de Brunelleschi
(Pippo21,
como era conocido...) Usaremos como hilo conductor la obra ya citada
de King, pero con aportaciones puntuales de otras obras consultadas.
No citaré la obra de Vasari, dado que está reflejada claramente en
todas las demás, pero se ha estudiado la primera de todas.
①Nacido en 1377,
hijo de un notario florentino, pasa su infancia viendo cómo la nueva
catedral gótica de Santa Maria del Fiore va creciendo poco a poco,
sobre la idea y planos del maestro Arnolfo di Cambio, concretados en
un proyecto de Neri di Fioravanti. Su interés por la notaría
paterna es nulo, y a los quince años se coloca de aprendiz de un
taller de orfebrería22,
ocupación que en la época era prestigiosa y permitía una formación
artística variada (Donatello, Andrea de Verrocchio, Leonardo da
Vinci,... por no citar más que a unos pocos, también iniciaron su
formación en el mundo de la orfebrería) La orfebrería está muy
relacionada con el mundo de la relojería, en el que Brunelleschi
destaca, y le introduce en el mundo de la mecánica y los mecanismos
que tanto desarrollará posteriormente como ayuda técnica en sus
obras arquitectónicas.
②Su
primera intervención en el mundo de la obras grandes se produce en
1401 (a los 24 años de edad) en relación con el
Baptisterio
de San Giovanni23,
construido hacía tiempo (se calcula que en siglo VII), situado a la
sombra de la nueva catedral. En la década de 1330 Andrea Pisano lo
había dotado con unas puertas de bronce para embellecerlo, decoradas
con escenas de la vida de San Juan Bautista. En ese año de 1401, y
tras una fortísima epidemia de peste, el Gremio de los comerciantes
de la lana decide renovar las puertas24,
ya muy deterioradas, del Baptisterio, para tratar de influir (¿?) en
la epidemia de peste. Se convoca un concurso público (toda una
tradición en Florencia parece ser...) al que se presentan siete
artistas, entre ellos Brunelleschi y Lorenzo Ghiberti25,
que tanto iba a “participar” desde ese momento en la vida y obra
de Brunelleschi... No sin una fuerte controversia, el encargo recae
en Ghiberti, y Brunelleschi renuncia desde ese momento a trabajar
bronce. Es un momento importante en la vida de Brunelleschi; no
sabemos muy bien si es por el desaire que cree haber recibido al
rechazar su proyecto, pero el caso es que deja
Florencia26
y parte
para Roma,
donde vivirá entre diez y quince años, de forma más o menos
estable. Acompañado de Donatello27
-la relación con el cual será larga y fructífera- va sobreviviendo
con encargos de orfebrería y relojería, y se dedica al estudio
de las ruinas romanas:
los órdenes arquitectónicos, los abovedamientos y sus problemas
técnicos, los desarrollos de conjuntos constructivos, el uso del
cemento puzolano,... fueron más que seguro objeto de su interés.
③Sabemos que en
1417 Brunelleschi ya estaba otra vez establecido en Florencia,
viviendo en el hogar paterno que había heredado, y desde el que
continuaba viendo el progreso de la catedral, en la que destacaba el
enorme vacío de la cúpula que debía cubrir el octógono de su
base, de acuerdo con el proyecto aceptado ya hacía años, pero ante
el cual no había una idea clara de cómo realizarlo. Brunelleschi,
obviamente, empieza a demostrar su interés por trabajar en la
cúpula, y de ese año 1417 sabemos que dibuja unos planos de la
misma por encargo de la Opera del Duomo28.
Tiene cuarenta años, no está casado, y su relación con la cúpula
está a punto de concretarse para mucho tiempo29.
Y hay que tener presente que hasta este momento su obra
arquitectónica es nula. Podemos citar entre sus obrasr13 de esa etapa el altar de San Jacobo (1400), el Sacrificio
de Isaac (1401), el Crucifijo de Santa Maria Novella (1410), San
Pedro de Orsanmichele (1415, de atribución controvertida)30,
y también en ese tiempo ha desarrollado la teoría y la práctica de
la perspectiva31
(Vasari nos lo cuenta...)... pero el mundo de la arquitectura le ha
sido esquivo hasta ahora.
Y así se llega a un
punto crucial en la vida y la obra de Brunelleschi32.
En 1418 se convoca por la Opera del Duomo el consabido concurso
público para concretar el proyecto de la cúpula. Doce maquetas,
entre ellas la de Brunelleschi33,
compiten por el premio. La palabra “maqueta” no debe engañarnos:
la que presentó Brunelleschi medía 2 x 4 metros y se usaron varios
miles de ladrillos para construirla. La atrevidísima propuesta de
construcción (sin cimbras, autoportante) es acogida con un evidente
escepticismo, y la defensa que hace Brunelleschi de su proyecto no
ayuda nada a mejorar las cosas, dado su carácter exaltado y su
tendencia a no revelar gran cosa de los detalles técnicos de sus
proyectos. La historia se repite, y a finales del año 1418 dos
proyectos llegan al final: el de Brunelleschi y el de Ghiberti, quien
le había ganado el proyecto de las puertas del Baptisterio en 1402.
Dos caracteres bien diferentes, dos actitudes vitales divergentes,
dos proyectos para la cúpula bien diferentes también...
④Mientras se
decidía el ganador del concurso para la construcción de la cúpula,
Brunelleschi va recibiendo otros encargos34
de proyectos arquitectónicos, posiblemente con motivo de su
creciente reconocimiento técnico y artístico demostrado en el
concurso de la cúpula. Podemos citar la Capilla Ridolfi, la Capilla
Barbadori, (ambas encargadas por el Gremio de la Lana), la Sacristía
de San Lorenzo y, el de mayor envergadura y trascendencia
posiblemente, el Ospedale degli Innocenti35,
un asilo de huérfanos (este financiado por los comerciantes del
gremio de la seda). La decisión fue salomónica: se nombró a
Brunelleschi y a Ghiberti conjuntamente como responsables de
la construcción de la cúpula36,
asistidos por un capataz, Battista d'Antonio, que trabajaría en
Santa Maria del Fiore durante treinta años. La decisión,
evidentemente, no fue del agrado de Brunelleschi, pero esta vez
aceptó esas condiciones con tal de poder realizar su visión de la
cúpula, que, en 1420, es puesta por escrito con todas sus
especificaciones. Así empieza la construcción de la cúpula, que
durará dieciséis años (más los de construcción de la linterna en
su cima) y que veremos con detalle en el capítulo siguiente.
Brunelleschi se las ingeniará de todas las maneras posibles para
apartar a Ghiberti de la realidad de la construcción...
⑤En paralelo con
la cúpula, Brunelleschi atiende otras realizaciones37,
como la Capilla de Pazzi en la Santa Cruz (1429), la Rotonda de los
Ángeles (1434), el proyecto (1436) de la linterna terminal de la
cúpula (que no vio acabada...), el proyecto del Palacio Médici
(1443), el púlpito de Santa María Novella en ese mismo año y la
Basílica del Santo Espíritu38
(1444). Todas ellas fueron obras importantes, pero, obviamente,
sufrían bajo la sombra de la gran cúpula de Santa Maria del Fiore.
⑥En 1446, muy poco
después de iniciarse las obras de la linterna de la cúpula,
Brunelleschi muere tras una corta enfermedad39.
Tenía 69 años, y fue enterrado en la nave sur de la catedral, bajo
una sencilla lápida que decía: “Corpus magni ingenii viri
Philippi Brunelleschi fiorentini”, en la que se reconocía más
su papel de ingeniero que de arquitecto, posiblemente una falta de
perspectiva en el momento. Ghiberti le sobrevivió hasta 1455,
habiendo llevado una vida a la sombra de Brunelleschi en lo
arquitectónico, pero no así en muchos otros aspectos artísticos,
como las Puertas del Baptisterio, o en el económico, con una
posición mucho más desahogada que la de Brunelleschi. Ambos han
dejado Florencia llena de su visión del arte, de su expresión de la
realidad que veían y que creaban. Sic transit gloria mundi,
pero en estos dos casos hay que hablar de mucha y permanente gloria.
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2.3.-Importancia
y trascendencia de la obra de Brunelleschi.
Antes de entrar en el último capítulo del trabajo, la
construcción de la cúpula de Brunelleschi, puede hacerse una
valoración del conjunto de su obra, que hemos descrito brevemente en
el apartado anterior.
➀En primer lugar, hay que destacar el papel de
Brunelleschi en el nuevo sistema de representación (juntamente con
Masaccio en la pintura) siendo el primer teórico de la
perspectiva40
tal como la entendemos hoy en día. Brunelleschi no solo teoriza
sobre el tema (Vasari nos lo cuenta...), sino que lo lleva a la
práctica en sus obras, y así vemos perspectivas que llamamos
“cónicas” tanto centrales como laterales (punto de fuga central
o lateral). Tras más de cinco siglos en los que nos hemos
acostumbrado a ver las cosas “en perspectiva” nos resultaría
difícil prescindir de los sistemas de representación que la
utilizan. Sin embargo, bastaría con comparar cualquier interior
románico o gótico con el interior de la Basílica del Espíritu
Santo de Brunelleschi para evidenciar la revolución que la nueva
técnica de Brunelleschi supuso.
➁Otra de las características importantes del conjunto
de la obra de Brunelleschi es la vuelta al concepto de “orden”.
Bien conocemos los órdenes dórico, jónico y corintio (con sus
variantes toscana y compuesta), y tras Brunelleschi habría que
añadir el orden “renacentista”. La construcción modulada, tal
como la concebía Brunelleschi, tuvo una vigencia absoluta hasta bien
entrado el siglo XX, momento en el que empieza -sólo empieza...- a
ser puesto en cuestión. La arquitectura de Brunelleschi41
es extremadamente racional, medida, proporcionada, geométrica...
basta con dar un paseo por cualquiera de las ciudades europeas
desarrolladas en los siglos posteriores para reconocer fácilmente
esas características. La adopción de un sistema constructivo basado
en un “orden” hace cambiar radicalmente el sistema constructivo
medieval, basado más bien en la “invención”, y hace posible la
centralización de todas las decisiones constructivas en una sola
persona: el arquitecto renacentista. Este se convierte en la única
autoridad en la obra, y pintores, escultores, picapedreros... sólo
deben aplicarla.
➂En los interiores (iglesias esencialmente) producidos
por la captura del espacio con las características anteriores, se
puede observar cómo Brunelleschi es capaz de adaptar/mezclar/hacer
compatible las tradiciones más clásicas (los espacios unificados,
por ejemplo) con las nuevas ideas de la perspectiva y, no menos
importante, del uso de la luz42.
Esta ya no se usa de manera “artificial”, como hacía el gótico
en sus vidrieras, sino que tiene por objeto la iluminación racional
del espacio interior, permitiendo ver y apreciar una arquitectura más
“real” si se me permite la expresión, más hecha a escala
humana, con unas proporciones perceptibles y asimilables.
➃La nueva manera de hacer las cosas en la arquitectura
de Brunelleschi y todos los que le siguieron tuvo una repercusión en
cierto modo inesperada, y que hasta entrado el Siglo XX no se supo
ver en todo su alcance. Dada la adopción de un orden, dada la
centralización de las decisiones constructivas, y gracias a la
modularidad empleada, se puede cada vez más prescindir de las
consideraciones estructurales43.
La arquitectura renacentista (y hasta bien entrado el Siglo XX) es
más un dibujo que una construcción dado que lo que importa
realmente es el aspecto acabado de la obra, no el cómo estaba
soportada. La estructura sólo servia para sostener el orden
empleado, y con que fuese cómoda, sencilla y fácilmente construible
había bastante. Por ello se vuelve a las bóvedas de cañón en vez
de las de crucería, se usan arcos de medio punto en vez de
apuntados, las cubiertas se vuelven a hacer de madera, que aligera el
peso y por tanto la necesidad de gruesos muros de carga, se dejan
vistos algunos tirantes de carga... en resumen, la estructura y la
decoración se disocian casi por completo, y la primera sólo tiene
el papel de soporte de la segunda. Comparado con el gótico, no puede
ser más diferente esta manera renacentista de construir. Quizás uno
de los mejores ejemplos para reconocer todas estas características
apuntadas de la nueva arquitectura sea el ya citado Ospedale degli
Innocenti, cuya galería de arcos revela claramente la subordinación
estructural al orden aplicado44.
➄No se puede
acabar con este apartado sin hacer referencia a la “vuelta al
ladrillo” que la arquitectura renacentista iniciada con
Brunelleschi adoptó, con muchas ventajas sobre la piedra. Mucho más
flexible en su aplicación, más ligero en su peso, más dúctil en
las formas que puede adoptar, y -no menos importante- se usó
abundantemente por los arquitectos renacentistas, tal como hizo
Brunelleschi en su cúpula, como veremos a continuación.
Si hubiese que
resumir la trascendencia que Brunelleschi ha tenido -y tiene- en la
arquitectura, quizás me quedaría con la palabra “racional”,
un concepto extenso aplicado sobre el ideal de un pasado
arquitectónico que se ve así modificado totalmente.
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3.-La Cúpula de Santa Maria del Fiore (1420-1436)
3.1.-Introducción. Ficha técnica.
En el capítulo anterior hemos descrito como
Brunelleschi es nombrado capomaestro de la cúpula de Santa
Maria del Fiore (junto con
Ghiberti...)
corriendo el año 1420. Esa dualidad en la dirección de los trabajos
es en realidad un tanto extraña -en mi opinión- ya que por un lado
a principios de ese año se había formalizado al 100% el proyecto de
Brunelleschi especificando claramente sus características (aunque no
el cómo se llevarían a buen término) y, por otro, la experiencia
arquitectónica de ambos personajes era harto escasa, por no decir
dudosa. Brunelleschi tiene a su favor el hecho de poder decir que es
un “gran estudioso” de las construcciones clásicas, y le
acompaña una pasión45
por el trabajo a realizar que Ghiberti, ocupado en las Puertas del
Baptisterio, no puede sentir con tanta intensidad. En cualquier caso,
en pleno ferragosto
de ese año empiezan
las obras
de la cúpula.
Si,
como es tradicional, redactamos una “ficha técnica” de la obra
que estudiamos, podremos hacernos una primera idea sobre ella. La
tomo de Art
en línia, Arquitectura del Quattrocento46:
Brunelleschi: Cúpula de Santa Maria del Fiore. 1420-1461.
100 m altura interior; 105,5 m altura exterior; 41 m de diámetro interior; 45,5 m diámetro exterior.
Ladrillo, piedra y mármol.
Florencia.
Fijémonos de
entrada en su diámetro medio: algo más de 43 metros... medida que
permitiría cubrir casi el 50% de un campo de fútbol actual. Y la
altura llama poderosamente la atención ya que son bien conocidas las
limitaciones que relacionan la altura de una cúpula con el
diámetro de su base (limitaciones debidas a los esfuerzos
tangenciales que su peso origina en los apoyos) Algo hay escondido en
esas medidas que debemos clarificar... Y habrá que mirar cómo se
realiza la conversión de una base octogonal en un desarrollo de
sección horizontal circular...
Respecto
a las fechas
de inicio y terminación,
nada que decir. En 1420 se inicia, en 1436 se hace su inauguración
“oficial” (ya entonces se inauguraban cosas sin estar
acabadas...)47,
en ese año de 1436 se aprueba el proyecto de Brunelleschi para la
linterna, en 1446 se pone su primera piedra, y tras la muerte de
Brunelleschi, Andrea del Verrocchio, Michelozzo,... trabajan en la
linterna, que puede darse por acabada a mediados de la década de
146048.
Respecto a los materiales citados en la ficha
técnica, vemos que son tres. Piedra (arenisca, usada en las primeras
hileras del desarrollo de la cúpula y en algunos refuerzos de la
misma), ladrillo (usado de forma masiva en el desarrollo de la
construcción -se habla de entre cuatro49
y cinco millones de ellos-) y mármol (esencialmente para
revestimientos, y un factor limitante en determinados momentos de la
construcción por su escasez, precio y dificultad de transporte.
¿Qué se encuentra a faltar en esa ficha? Algunas cosas
importantes, sin duda. Por ejemplo, el peso, estimado entre un
mínimo de 27000 toneladas y un máximo de 35000, linterna incluida.
Para tener una referencia, es el peso aproximado de 100 trenes AVE
actuales con veinte vagones cada uno. Una auténtica hazaña colocar
todo ese peso en su sitio y con su forma, y una muy buena previsión
de los que diseñaron/construyeron la base que iba a soportarlo sin
tener mucha idea de cuanto iba a suponer.
También se echa de menos alguna referencia al hierro
y al plomo empleados en su construcción. Sin que se pueda hablar
de una “armadura” estructural tal como hoy las concebimos,
Brunelleschi usó refuerzos de hierro (y también de madera) para
aliviar en parte los esfuerzos cortantes horizontales, y el plomo que
lo revestía lo protegía de la oxidación50.
Al menos en teoría, ya que se han resistido a las búsquedas
magnéticas que se han llevado a cabo, y estando ocultos en la masa
de la obra permanecen un tanto en entredicho.
Y por último, y posiblemente lo más importante, se
habla en esa ficha de “la “ cúpula, cuando en realidad son
dos cúpulas lo que Brunelleschi construyó, una dentro de otra,
como iremos viendo en los apartados siguientes.
(Volver al índice)
3.2.-Los problemas a resolver.
Resumiendo
mucho, y haciendo abstracción de muchos detalles, dos son los
problemas esenciales que Brunelleschi debe resolver en la
construcción de la cúpula de Santa Maria del Fiore (y recordemos
que son dos cúpulas, no una sóla, aunque por costumbre usemos el
singular.
①El
primer problema es que Brunelleschi no parte desde cero. Se
encuentra, como ya hemos visto, con una iglesia gótica a la que sólo
le falta el cierre mediante la cúpula, estando pues sus dimensiones
en planta totalmente definidas. Pero además se tiene una maqueta del
diseño realizado bastantes años atrás por
Neri
di Fioravanti, que según el encargo que recibe Brunelleschi, es
innegociable: la cúpula ha de ser así, con ese tamaño descomunal
para la época en que se concibió, para la época en la que se
construyó, y, me atrevo a decirlo, incluso en la actualidad.
Ese
primer problema se concreta en varios
aspectos concretos, difícilmente conjugables.
Por un lado, se desea una cúpula que domine la ciudad, visible desde
todas partes, una demostración de poder económico y político en
toda regla. Pero por otro lado, se quiere un interior
“aprovechable”51,
lo cual se contradice con las dimensiones exteriores, así como con
su forma. Por otro lado, la base está definida por un octógono,
pero la cúpula debe ser de sección circular -que es la que mejor
soporta los esfuerzos tangenciales cortantes-. La conversión de una
base octogonal a un desarrollo circular no puede hacerse sin
introducir tensiones estructurales, que deberán compensarse de
alguna manera. Y el tamaño y la forma previstos requieren, para
limitar el peso en lo posible, utilizar un material más ligero que
la piedra y recurrir a todo tipo de actuaciones que lo aligeren.
②Y
el segundo problema, ya más “práctico” que teórico, pero en
absoluto trivial, es cómo levantar esa estructura.
Tradicionalmente, las grandes cúpulas -y muchas otras estructuras
más pequeñas, como los arcos- se han realizado siempre mediante la
construcción de un armazón/andamiaje interior de madera (cimbra)
que soporta el material mientras se va colocando, y que sólo se
retira al acabar la obra, cuando ya ha fraguado el mortero de unión
y cuando el cierre superior minimiza los esfuerzos cortantes
laterales. En la obra que acomete Brunelleschi la construcción de
una cimbra de esas dimensiones es, sencillamente, impensable. Ni hay
dinero para poder pagar la ingente cantidad de madera necesaria, ni,
muy posiblemente, exista esa madera a una distancia razonable de
Florencia. Debe recordarse que el tema de la madera va siendo cada
vez más conflictivo en esa época -y aún se agudizará más en
posteriores- debido al desarrollo de las marinas tanto comerciales
como de guerra, así como las construcciones defensivas, que tienen
prioridad. Por tanto, Brunelleschi debe plantearse -y resolver- el
problema de cómo levantar esa cúpula de manera autoportante,
es decir, sin ninguna estructura provisional de apoyo durante la
realización de la misma, lo cual -que se sepa- no se había hecho
nunca52.
Y al
no poderse hacer esa estructura de apoyo, aparece el problema de cómo
levantar desde el suelo los grandes pesos que se van a utilizar53.
Aunque el ladrillo va a abundar más que la piedra, no es cuestión
de irlos subiendo de uno en uno por las escaleras que usarán los
albañiles, y los sillares de piedra arenisca usada en las primeras
hiladas encima del tambor tenían un tamaño respetable. Además hay
que subir la cal y el agua para hacer el mortero, en grandes
cantidades, ya que se debía preparar in situ para poderlo
aplicar inmediatamente, cuando aún estaba suficientemente plástico.
Así que Brunelleschi debe plantearse y resolver el problema de cómo
elevar pesos grandes y medianos de todo tipo de materiales en
vertical desde el suelo, de manera segura, eficaz y rápida, además
de cómo colocarlos en su posición precisa. El paso de mecanismos ya
conocidos -para alturas más pequeñas y con apoyos intermedios- a
los mecanismos que permitan elevar pesos directamente a tanta altura
no será ni mucho menos el menor problema con el que se enfrentará
la construcción de la cúpula (y, posteriormente, de la linterna)
(Volver al índice)
3.3.-Las soluciones básicas.
Veamos pues cómo Brunelleschi aborda la resolución de
ambos tipos de problemas vistos en el apartado anterior. Hay que
decir que en gran parte, especialmente en la estructural, las
soluciones adoptadas no era posible irlas improvisando, sino que
debían estar pensadas y decididas desde mucho antes. En
realidad, cuando Brunelleschi recibe el encargo de la cúpula, su
proyecto ya debía contener la mayor parte de las actuaciones a
realizar, si bien, de acuerdo con sus costumbres y carácter, no las
especificaba en demasía54.
①La solución estructural adoptada tiene su núcleo
esencial en el desdoblamiento de la cúpula en dos cúpulas
diferenciadas, una que llamaremos interior y otra exterior.
Haciéndolo así se consigue resolver dos de los condicionantes
impuestos (interior “limpio” y exterior “marcado”) y aligerar
el conjunto debido al espacio vacío entre ambos cascarones. Cada
cascarón podrá tratarse de manera diferente pensando en el
objetivo que pretende, pero estructuralmente se portarán como uno
sólo ya que tendrán punto de contacto, obteniendo así una
flexibilidad que una única cúpula no puede dar.
Sobre el tambor octogonal de la base se levantan (a
medida que se va subiendo la construcción) en cada uno de sus
vértices, los nervios principales de la estructura.
Construidos en ladrillo, su curvatura es la que se llama “de
quinto acuto”55,
tal como se exigía en el proyecto. De esta manera se definen ocho
triángulos esféricos que empiezan a configurar el aspecto de la
obra. Esos nervios principales van acompañados por otros nervios
más sencillos, dos en cada uno de esos triángulos56.
El cascarón interior, casi todo en ladrillo, muy grueso
(dos metros en su arranque y metro y medio en su culminación)
esconde -embebida en su interior- una cúpula circular de casi
un metro de grueso, y el resto del grosor se dedica a adaptarse a la
forma octogonal impuesta por la base57.
Esta cúpula circular, que no se ve en absoluto, es la que permite
que la estructura sea autoportante, ya que cada anillo circular
completo va dando la tensión suficiente para soportar lo construido.
Sin embargo, quedaban fuera de esa cúpula circular ladrillos que no
formaban parte de la misma, y por tanto había que sujetarlos de
alguna manera mientras se colocaban. Como no se había instalado
cimbra alguna, la solución al problema la proporciona la colocación
de ladrillos en perpendicular a los anteriores cada poco (uno de cada
cinco o seis) de manera que lo que las cimbras no aportaban en
soporte lo aportaban estos ladrillos en vertical, disposición esta
llamada “en espina de pescado”58.
De esta manera, el cascarón interior ha satisfecho lo que se quería:
visto desde el interior de la iglesia, se ve un espacio limpio59,
sin nervaduras ni verticales ni horizontales, con un encuentro curvo
entre los triángulos esféricos que le dan forma, y que en cierta
manera podemos decir que quedan “suavizados” como se pretendía.
Arriba del todo, la abertura que se cerrará posteriormente con la
linterna se constituye en un foco de luz y en punto de fuga natural
que marcará la perspectiva de la cúpula vista desde el interior.
Nos encontramos pues con un cierto “engaño” de Brunelleschi...
nos parece ver desde dentro una cúpula octogonal de arcos
apuntados, cuando en realidad esta esconde una bóveda circular...
El cascarón exterior recibe un tratamiento muy
diferente60.
También en ladrillo, salvo algunos refuerzos en piedra, hierro y
madera (como el interior) es mucho más delgado, 60 cm en el arranque
y 30 en su culminación, así que no es posible la misma idea que
en el cascarón interior. Para que sea autoportante durante su
construcción, la solución de Brunelleschi es construir a partir de
una cierta altura (cuando la inclinación supera el ángulo máximo
soportable por el rozamiento) unos anillos circulares que unen
los 24 nervios verticales, regruesándose en las esquinas (nervios
principales) para ajustarse a la forma deseada. Esos anillos (de
ladrillo...) se disponen cada dos metros y medio y proporcionan el
suficiente soporte para construir cada uno de los paños en los que
ha quedado dividido cada uno de los triángulos esféricos (9 anillos
horizontales x 4 nervios verticales = 27 paños para cada triángulo)
Así, desde el exterior, la cúpula se ve octogonal, sin serlo en
realidad al cien por cien, y ello se realza con los ocho
“nervios” en mármol blanco -estrictamente decorativos- que
destacan sobre el acabado de baldosas de terracota con el que se
recubre la cúpula exterior. Además de haber sido una construcción
autoportante, vista desde el exterior esta cúpula se ve “tensa”,
marcando claramente su punto superior (donde se pondrá luego la
linterna) en una clara simbología de “ascensión”. Su curvatura
permite verla incluso desde muy cerca, y desde lejos domina toda
Florencia (al menos su parte antigua) pero a la vez se integra en el
conjunto de los tejados florentinos, con su mismo recubrimiento.
Hay que añadir aquí que, además de los efectos
descritos en los párrafos anteriores, el desdoblamiento de la cúpula
en dos cascarones que se iban construyendo en paralelo -con las
diferencias ya reseñadas- tiene otro resultado altamente beneficioso
en la estabilidad de la construcción. Las bóvedas circulares
tienen en su base los mayores esfuerzos tangenciales dirigidos hacia
el exterior, es decir, tienden a abrirse por su base (las grietas del
Panteón en Roma den buena fe de ello). Sin embargo, las bóvedas
apuntadas, al hacer los esfuerzos sobre la base de manera más
vertical, producen el efecto contrario, tendiendo a abrirse por el
centro y a cerrarse en la base. Las cúpulas semi-independientes
construidas por Brunelleschi para cubrir el crucero de Santa Maria
del Fiore presentan esos efectosr14,
que se contrarrestan parcialmente el uno con el otro, y
si a eso se le añaden los refuerzos que se colocaron circularmente
en ambas, la solidez de la cúpula en su conjunto resulta muy
beneficiada. Quizás sea este el momento adecuado para visionar un
vídeo61
extremadamente didáctico sobre la construcción de la
cúpula...
②Respecto al tema de cómo elevar las cargas hasta la
altura necesaria62,
Brunelleschi lo resuelve “inventando” (es decir, ideando,
diseñando y construyendo) una serie de grúasr15
específicamente pensadas para la ocasión, y que conocemos a través
de algunos dibujos de Manetti y otros contemporáneos, y por algún
estudio del propio Leonardo da Vinci, dada la inveterada costumbre de
nuestro artista de no dar demasiados detalles sobre lo que hacía.
En primer lugar, hay que recordar que se conocían
artefactos para elevar pesos, como la rota magna, ya descrita
por Vitruvio. Pero sus limitaciones eran evidentes ante los
requerimientos de la cúpula de Brunelleschi, y este tuvo que enfocar
las cosas de manera muy diferente. El montacargas63
creado para la cúpula aportó diferentes novedades: tracción
animal, poleas con cojinetes, sistema de frenado, engranajes para
cambiar el sentido del movimiento, fácil reversibilidad para
ascender/descender las cargas con un sistema sencillo de embrague64...
en resumen, una máquina muy adelantada para su tiempo. Desde 1421
hasta la finalización de la cúpula en 1436, la máquina en cuestión
levantó más de 30.000 toneladas y descendió los recipientes
vacíos de agua, arena, cal, ladrillos... de manera eficaz y rápida.
Técnicamente hablando, una maravilla para la época.
Una vez subidas las cargas a la altura deseada, había
que desplazarlas lateralmente para acercarlas al tajo de obra. El
montacargas trabajaba esencialmente en vertical, por lo que se
necesitaba otra máquina ad hoc. Como siempre, la Opera del
Duomo (que, por cierto, aún da señales de vida en la
actualidad65...)
convoca un concurso para hacer esa máquina, se presenta Brunelleschi
y gana en última instancia a un rival que se cree era un hombre de
paja de Ghiberti... ¡una historia ya repetida! La máquina en
cuestión se construye en 1423, y se denominó el “castello”,
esencialmente una viga horizontal que podía girar, contrapesada, con
tornillos sinfín para deslizar la carga y el contrapeso, y un
torniquete para subir y bajar las cargas. Leonardo da Vinci (que
trabajaba en el estudio de Verroccio cuando este intervenía en la
linterna de la cúpula...) nos dejó un dibujo66
de ese castello de Brunelleschi entre sus muchos diseños de
maquinaria.
Y aunque sean de un momento posterior (cuando se
preparaba la construcción de la linterna, en el año 1442 y
posteriores) haremos referencia aquí a las otras dos máquinas
ideadas y realizadas por Brunelleschi (tras el consabido concurso,
naturalmente...) para poder izar las cargas necesarias. Debe tenerse
en cuenta que las otras dos máquinas anteriores estaban en la parte
interior de la cúpula y no podían por tanto colocar las cargas de
la linterna, que está fuera de la cúpula.
El montacargas para la linterna era mucho más
simple que el de la cúpula, pero como iba a ser movido a brazo, sin
ayuda animal, debía pensarse en mejorar el sistema de tracción y
frenado, como así se hizo. Su objetivo era realizar la primera parte
de la linterna, la más baja, técnicamente compleja ya que debía
asegurarse una perfecta unión entre la cima de la cúpula y la base
de la linterna. Curiosamente, es un nieto de ¡Ghiberti! el que nos
deja un dibujo67
de cómo era esa grúa, que, aunque más pequeña que las anteriores,
era aún más avanzada desde el punto de vista de los mecanismos que
contenía.
Una vez construida la base de la linterna, no sólo era
necesario elevar las cargas hasta ella sino que se hacía necesaria
otra máquina para desplazarlas axialmente y colocarlas en su
posición. Vemos pues que se reproduce la misma situación que en la
construcción de la cúpula, y Brunelleschi resuelve el problema con
un diseño similar, pero más pequeño68.
Una plataforma giratoria posee un tornillo sinfín69
que permite mover las cargas hasta su posición final. Debe señalarse
que esta segunda grúa de la linterna trabajó un tiempo
conjuntamente con el versátil castello, montado70
provisionalmente en la base ya construida. En realidad, hubo dos
versiones de esta máquina, una usada al principio71
de la elevación de la linterna, y la ya vista, que se situó en la aguja de la
misma hacia el
final de su construcción.
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3.4.-Tras la muerte de Brunelleschi: la linterna y sus vicisitudes.
Aunque ya hemos ido citando la linterna en aquellos
puntos en los que su relación con la cúpula así nos lo ha hecho
conveniente, debemos dar una mirada, ni que sea breve, a lo que se
puede considerar una intervención póstuma de Brunelleschi en Santa
Maria del Fiore. Recuérdese que él muere en 1446, y la linterna
justo empezaba a construirse entonces. El proyecto es suyo, la
maquinaria para su construcción es suya, así que aunque la acabaron
otros (como ya vimos) , la linterna es también obra de
Brunelleschi.
Y no es un simple apéndice decorativo de la
cúpula, aunque también lo sea (y de primerísimo orden) Cumple la
función de cierre del óculo, y con su gran peso (se calcula un diez
por ciento del peso del total de la cúpula) ayuda a sostener y
controlar los empujes de las dos bóvedas que tiene debajo.
También cumple la función de iluminación de la cúpula y el
crucero, ayudada, obviamente, por las grandes aberturas del tambor
octogonal que soporta todo la cúpula. No puede olvidarse tampoco el
papel de gran mirador que tiene, y que puede contemplarse
desde el interior de la mismísima bola de bronce que la remata. Y
desde ella se hicieron algunos experimentos/medidas astronómicos
de gran importancia para la navegación marítima72.
Pero las consideraciones anteriores, más bien técnicas,
no deben hacernos perder de vista el más importante de los efectos
que la linterna tiene, su elevado papel simbólico. Concebida
con la estructura/forma de un templo clásico, está propagando a los
cuatro vientos que lo clásico es bello y que hay que volver a
tenerlo en cuenta... toda una declaración programática de
las nuevas ideas renacentistas. Realizada en mármol blanco, viéndose
desde todas partes, está avisando de que algo nuevo, recién
construido, está volviendo a lo que se considera “los orígenes”
canónicos de la belleza.
Observemos también, en ese orden de cosas, el fuerte
contraste cromático y formal entre la cúpula y la linterna. La
cúpula está recubierta de terracota, como los tejados de la ciudad,
en un claro intento de integración, de no-separación, reconociendo
así el papel que el Hombre tiene en la obra. La linterna, sin
embargo, es de mármol blanco, brilla con una luz muy diferente, como
el faro que realmente es, y quiere llamar la atención sobre lo que
está representando, toda una declaración de intenciones. Las ocho
nervaduras blancas que marcan los límites de los triángulos
esféricos en los que está dividida la cúpula, meramente
decorativas, aún acentúan más esa idea, y conducen nuestra vista,
inevitablemente, hasta la linterna. Es como si Brunelleschi no se
hubiese “fiado” de que su cúpula fuese comprendida por completo,
y haya hecho en la linterna una síntesis de sus concepciones
renacentistas.
Y daremos también un vistazo a las vicisitudes de la
cúpula -más bien de la linterna- después de su acabado. Por
ejemplo, en 1492 un fuerte rayo destruye parte de la linterna,
lo que se repitió en 1601. Debe tenerse en cuenta que esas épocas
no se instalaba ningún sistema de conducción del rayo a tierra, ya
que aún se estaba lejos de los experimentos de Benjamin Franklin al
respecto.
En 1639 aparecieron unas grietas en la cúpula,
más bien en sentido vertical y como si siguiesen el trazado del
aparejo “en espina de pescado”. Las grietas han permanecido hasta
la actualidad, y a finales del Siglo XX se hizo un estudio en
profundidad de las mismas, sometidas a un proceso continuo de control
y medida. La conclusión -un tanto a ciegas, en mi opinión- es que
el hierro embebido en las cadenas de arenisca que se pusieron como
refuerzo se ha degradado, aumentando de tamaño por la oxidación
debida a la humedad, un problema que parece más de nuestra época
que de la de Brunelleschi. El deterioro fue bruscamente in
crescendo y, pensando que se debía también a la agresión del
tráfico pesado alrededor de la catedral (que tiene por debajo un río
subterráneo, todo hay que decirlo...) se prohibió este totalmente.
Lo que no se ha podido evitar es el peso de los millares de
visitantes del centro de Florencia... El Baptisterio con las puertas
de Ghiberti, el Campanile de Giotto y la Cúpula de Brunelleschi
constituyen una trilogía monumental sumamente atractiva. Desde el
punto de vista estructural, no cabe duda que la cúpula de
Brunelleschi sigue siendo sorprendente, como cuando se construyó,
levantada por la voluntad y el empeño de un hombre que nos ha dejado
un legado arquitectónico esperemos que imperecedero.
Volver
al índice)
4.-A modo de conclusión. Arquitecto, ingeniero, artista.
(Las tres fotos de este
apartado están tomadas en una visita en agosto
de 2001)
Cada vez que cerramos,
como ahora, un tema de estudio, es conveniente reflexionar sobre lo
estudiado para verlo en su conjunto, para que los árboles no nos
impidan ver el bosque.
Releyendo lo escrito
surge de manera espontánea una pregunta: ¿hemos estado hablando
de arte, de arquitectura, de ingeniería? Y aunque la respuesta
sea fácil de dar en el fondo, no lo es tanto expresarla con
claridad, aunque lo intentaremos...
En primer lugar nos
parece muy claro que los trabajos de Brunelleschi en la cúpula,
incluidos los llevados a cabo en la maquinaria auxiliar, son trabajos
ingenieriles en el sentido más clásico del término (desarrollo
de “ingenio” para resolver un problema) y en el sentido más
actual del término (aplicación de las técnicas ya conocidas para
el desarrollo de un proyecto) Sin embargo, hay que tener muy
presente, en mi opinión, que Brunelleschi actuó un tanto “a
ciegas”. Nunca se había hecho nada similar, y, en realidad, nunca
se ha repetido. Lo más cercano a esa cúpula gigantesca de
albañilería es la cúpula de San Pedro en el Vaticano, obra
esencialmente de Miguel Ángel (florentino también) pero es más
pequeña, y, si se me permite la expresión, menos llamativa que la
de Brunelleschi. Puede decirse por tanto que Brunelleschi no tuvo,
desde este punto de vista, seguidores de su obra en sentido estricto.
Pienso que difícilmente podía haberlos, dado el altísimo nivel
técnico al que Brunelleschi situó su construcción.
Pero tampoco nos cabe duda de que el trabajo de Brunelleschi
es arquitectura viva, en el más estricto sentido de la
palabra. La captura del espacio que hace con su cúpula representa la
esencia del objetivo básico de cualquier edificio. Y lo hace
do
blemente
: en el interior modela un espacio utilizable y nos
obliga a dirigir nuestra mirada hacia lo alto; en el exterior
modela una forma que deforma tan fuertemente (valga la redundancia y
la contradicción) el espacio que ha venido a sustituir, que se
convierte en lo más llamativo de la ciudad entera, en el paradigma
de la volumetría airosa, en un referente absoluto de lo que puede dar de sí un
abovedamiento. Desde las bóvedas romanas que Brunelleschi tanto debió estudiar
se ha recorrido
un
largo camino, que en cierta
manera queda cerrado por la misma monumentalidad de la construcción por él
creada.
Siendo la arquitectura
una de las artes mayores, parece ocioso preguntarse si Brunelleschi
era o no un artista en el sentido que habitualmente damos al término:
¿su obra expresa la interpretación que él hace de la realidad, y
lo hace con el objetivo expreso de hacer algo bello? La respuesta a
ambas cuestiones no puede ser más que afirmativa, de manera
absoluta. Su cúpula es una obra de expresión, de creación,
de interpretación de una realidad desde su punto de vista,
una creación que constituiría el eje de su vida y a la que
dedicaría toda ella. Y la belleza de la misma no es discutible.
Aunque no sepamos definir con exactitud lo que es la belleza, no nos
cabe duda, al ver la cúpula de Brunelleschi dominando la ciudad de
Florencia, que estamos viendo una obra bella en el más pleno
sentido de la palabra.
Algo más de un siglo
después de la muerte de Brunelleschi, Giordano Bruno dirá (en su
obra Spaccio de la Bestia Trionfante,
Dialogo terzo, parte prima,
1584)73
:
“...gli
dei aveano donato a l'uomo l'intelletto e le mani, e l'aveano fatto
simile a loro, donandogli facultà sopra gli altri animali; la qual
consiste non solo in poter operar secondo la natura ed ordinario, ma,
ed oltre, fuor le leggi di quella; acciò, formando o possendo formar
altre nature, altri corsi, altri ordini con l'ingegno, con quella
libertade, senza la quale non arrebe detta similitudine, venesse ad
serbarsi dio de la terra. Quella certo, quando verrà ad essere
ociosa, sarà frustratoria e vana, come indarno è l'occhio che non
vede, e mano che non apprende. E per questo ha determinato la
providenza, che vegna occupato ne l'azione per le mani, e
contemplazione per l'intelletto; de maniera che non contemple senza
azione, e non opre senza contemplazione.”
Sinceramente,
me parecen unas palabras escritas pensando en personas “nuevas”
como Brunelleschi, un intelectual y un operario a la
vez, capaz de generar una nueva manera de interpretar las
leyes de la naturaleza, con ingenio y libertad, ocupándose e
implicándose directamente en su obra, no pensando sin
actuar y no actuando sin pensar...
José Carlos Vilches Peña. En Vielha, octubre 2013.
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5.-Biblio y webgrafía.
Se ha
procurado no interrumpir en exceso el texto, para mayor comodidad a
la hora de leerlo, por lo que algunos detalles y enlaces a imágenes
aclaratorias se han puesto en Notas al pie de página, quedando todas agrupadas al final del documento. Clicando en el número que las identifica nos baja al pie del documento para leer la Nota. Para retroceder al texto donde se dejó, basta con clicar en
el número de orden que antecede a la Nota.
Las
referencias de las obras en papel y en línea que se han consultado
más a fondo, en mayor o menor grado, están al final del documento,
agrupadas como Referencias. El número que las identifica está precedido de la letra "r" , y clicando en él nos baja al pie del
documento para leer la Referencia correspondiente. Para retroceder
al texto donde se dejó, basta con clicar en el número de orden que
antecede a la Referencia, que aparece entre corchetes.
Para las
referencias se ha utilizado la normativa del TermCat, como se
hizo ya en la anterior asignatura de Historia del Arte I. Y se han
dejado en el orden en que aparecen en el documento, para permitir
seguir mejor su relación con el mismo.
Respecto a
la inclusión o no de imágenes en el texto, se ha valorado
cuidadosamente el hacerlo o no, y la decisión ha sido la habitual:
no ponerlas, con alguna excepción. Pienso que no se trata de hacer
una colección de imágenes, que podrían ser miles, sino construir
un texto razonado sobre el tema. Evidentemente, se ponen los enlaces
a aquellas imágenes que se considera relevante verlas al menos una
vez, y al final del todo se ponen tres fotografías propias que creo
sintetizan lo que se ha intentado explicar. En realidad, no están
propiamente incrustadas en el documento, sino vinculadas a su lugar
de origen de manera que no ocupan sitio -aunque deben cargarse desde
la red cada vez que se abre el documento-, y si se desea verlas en
grande basta con hacer ctrl+clic sobre ellas como en todos los demás
enlaces.
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Listado
de Notas al pie:
6En
el Rijksmuseum de Amsterdam, muy recientemente visitado, hay también
en su planta baja una bifurcación: a un lado, un letrero dice
“Renacimiento italiano” y justo al otro lado, otro que dice
“”Renacimiento flamenco” (Salas 0.5 y 0.6)
8Suele
atribuirse a Brunelleschi el desarrollo de las bases de la
perspectiva. (Marías, pág. 16)
24Un
buen ejemplo del cambio en el origen de los mecenazgos artísticos.
26King,
cap. 3; Nieto, pág. 22 y ss.
28Para
realizar una obra arquitectónica eran tres los pilares sobre los
que sustentar su desarrollo: el/los patrocinadores, el organismo
gestor de la economía (“la fábrica” o la “Opera” como se
denomina aquí) y el maestro de obra/arquitecto que lleve a cabo la
concreción de la obra desde el punto de vista técnico (y
artístico, habría que añadir...)
30Brunelleschi
en la Wiquipedia, ver bibliografía.
34Brunelleschi
en la Wiquipedia, ver bibliografía.
37Brunelleschi
en la Wiquipedia, ver bibliografía
40Conti,
pág. 5; Nieto, pág. 28-34.
45Brunelleschi
debía pensar y sentir, como Ovidio, que “Velle parum est:
cupias, ut re potiaris, oportet.”
(Pónticas, 3, 1, 35)
52King,
pág. 73-80. El Panteón en
Roma se había hecho sin cimbras, pero es una bóveda estrictamente
esférica, y no apuntada como la de Brunelleschi, y existiendo una
diferencia significativa de tamaños, especialmente en altura.
Listado de Referencias:
[r1]
Murray,
Peter y Linda. El
Arte del Renacimiento.
Barcelona: Destino, 1963. 286 p. (El mundo del arte)
ISBN
84-233-2056-1
[r2]
Nieto,
Víctor; Cámara,
Alicia. El Quattrocento italiano.
Madrid: Historia 16, 1989. 162 p. (Historia del Arte; Vol. 25)
ISBN
84-130-4287-2900
[r4]
Boisset,
Jean François. El Renacimiento
italiano. Barcelona:
Paidós, 1985. 64 p. (Gramática de los estilos)
ISBN
84-7509-354-X
[r5]
Marías
Franco,
Fernando. El Arte del Renacimiento.
Madrid: Anaya, 1990. 96 p. (Biblioteca básica de Arte)
ISBN
84-207-3607-4
[r6]
Conti,
Flavio. Cómo reconocer el arte del
Renacimiento.
Barcelona, Edunsa, 1997. 63 p. (Cómo reconocer)
ISBN
84-7747-083-9
[r8]
Gombrich,
E.H. La Historia del Arte.16a
ed. London: Phaidon, reimpr. 2010. 688 p.
ISBN
978 0 7148 5662 9
[r9]
Burckhardt,
Jacob. La cultura del Renacimiento
en Italia.
Madrid: Akal, 2004. 475 p. (Básica de Bolsillo, nº 106)
ISBN
84-460-2259-1
[r12]
King,
Ross. La cúpula de Brunelleschi.
Barcelona:
Apóstrofe, 2002. 315 p.
ISBN
84-455-0235-2